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13

Mansión Suwa

El Omega no comprendía porque había despertado en aquel sótano en el que fue torturado durante su entrenamiento para ser el asesino perfecto cuando cumplió la dulce edad de once años. Se encontraba acostado, sin tener algún recuerdo de lo que lo había traído de vuelta a la oscuridad de ese lugar que una vez quisieron que él le llamara hogar.

No pudo evitar sentir miedo al reconocer que estaba en peligro por haber regresado. Era una angustia tan grande que le empezó a recorrer todo su cuerpo hasta el punto de que solo le hizo pensar el bienestar de su bebé. Tocó su abdomen queriendo que este le transmitiera seguridad, sin embargo, no sintió que estuviese abultado. Al contario, lo que notó era que estaba plano y con una cicatriz horizontal en la zona donde se ponía que debía de estar su bebé.

Nuevamente se había tocado, esta vez con pánico queriendo que su sentido del tacto lo engañase.

—No... No... No... —Rei se estaba poniendo ansioso.

Deseaba sentir otra cosa, realmente lo quería. Iba a cumplir seis meses, no pudieron haberle hecho una cesaría en la que su niña no estaba.

—¡KAZUKI! ¿DÓNDE ESTÁS? —exclamó como primer reflejo en esa penumbra, mas no recibió respuesta—. Esto no puede estar pasando. Ayer yo... si... ayer yo...—intentó levantarse. Tras hacerlo estaba decidido a caminar para buscar una salida, pero con el primer paso que dio se pudo dar cuenta de que algo estaba atado a su pie—. ¿Qué? No, dime que no es eso...

Sacudió su extremidad.

Cri, Cri

Sonó aquel grillete con el que solían aprisionarlo en los entrenamientos que sus celos se descontrolaban por volverse insaciable. A estas alturas, Rei no entendía bien como había regresado del lugar que buscó de escapar, si hasta ayer estaba en casa, se acostó a dormir con su Alfa en el nido con su bebé moviéndose enérgicamente en su interior, pero algo paso, algo para que hoy fuese todo diferente.

Él anhelaba comprenderlo, mas se sentía débil. Estando esos minutos de pie (caminando de un lado a otro) se había puesto a pensar que lo traía a ese paradero en el que sin saber por qué, repentinamente sus piernas le fallaron. Logrando así que sus rodillas se cayeran sobre el piso duro y frío en el que había despertado.

—¿Qué pasó? ¿Por qué estoy aquí?

Sentía demasiada incertidumbre.

Ni siquiera sus pensamientos se estaban organizando, mucho menos los harían con esa irritación sofocante que le causaba la marca en su nuca. Posicionó su mano encima de esta para rascarla al sentir esa molestia como también los nervios de no saber que había pasado con su hija.

Ciertamente, su lado Omega estaba a flor de piel esparciendo sus feromonas deseando que eso atrajera la atención de su compañero si sabía que lo habían secuestrado. Fue tanta su desesperación, que aquel cuarto oscuro se convirtió en una fragante bomba amarga de su esencia a pudin que indicaba su malestar.

Eso le molestaba.

Aun así, no podía tratar de moverse más de cinco pasos con ese grillete acompañado de la sensación de que su cuerpo, indescriptiblemente, le pesaba.

Ante eso, él solo se rindió dejando que su jerarquía pasiva liberara su esencia para que se relajara. El Omega respiraba agitadamente queriendo aspirar tranquilidad al tener en todo su organismo esas sensaciones tan incómodas; su cara se puso roja de lo sofocado que se encontraba olvidándose por unos momentos de la realidad hasta que escuchó pasos acercarse a su posición acompañados del llanto de un bebé...

¿Un bebé?

Su instinto al oír a eso se puso más alerta. Rei con las pocas fuerzas que sentía se levantó viendo en dirección a la puerta esperando que esta se abriese. Cuando lo hizo fue que encendieron la luz de donde estaba y, como lo sospechaba, era ese sótano donde pasó la mayor parte de su adolescencia.

—Vaya que lo tuviste bien oculto por un año, escoria —dijo la voz de ese Alfa quien figuraba como su padre—. Me sorprende que viniendo de ti. Tuvieras una niña tan saludable.

—¿Niña? Yo no...

Antes de que pudiese decir alguna mentira para defenderse, Shigeki con una señal de su mano mandó a uno de sus hombres a ponerse al frente con el bebé que había escuchado llorar. Quien era su prisionero observó como la tomó con sutileza para tenerla en brazos.

—Mi nieta es la elegida. Realicé las pruebas pertinentes, no quería errores como tú —intervino el líder del clan Suwa—. Yo no puedo creer que un Omega tan patético como tú pudiese tener un Alfa, pero aquí esta. Ella es perfecta, y será lo que tú no pudiste ser cuando naciste.

—No... —Rei esperaba oír mal—. Mi hija no...

—Las decisiones no las tomas tú, Rei. Menos si desobedeciste, tómalo como un castigo. Aunque sería un premio más que nada —una sonrisa apareció en los labios de su antiguo jefe—. Solo la traje porque aún es una recién nacida y necesita de ti. Es algo que me parece desagradable.

Su padre se acercó a él con la niña que lloraba por no sentirse protegida, sobre todo, por olfatear la esencia de su madre Omega llena de angustia.

—Más te vale que controles tu maldita fragancia putrefacta. Eso la tiene alterada.

Escuchó como le ordenaba con esa voz de Alfa, la cual no pudo desobedecer, menos sintiendo su cuerpo de esa manera. Por lo tanto, hizo lo que pudo para relajarse y cuando aquel siniestro dominante que lo engendró no percibía sus feromonas tan bruscas como en el momento en el que entró fue que le dio a su bebé.

Al principio, no la reconocía. Verdaderamente, habían ciertas cosas que no entendía, pero cuando recibió a su hija con gentileza entre sus brazos, sin dudarlo, supo que ella era suya. Se notaba muy saludable, eso era un gran alivio ante todas las preocupaciones que pasó con el embarazo, pero Rei seguía estando confundido de que estuviesen junto en el lugar en donde estaba, más que nada si en su memoria aun persistía que ayer estaba en casa con su compañero y su bebé en su vientre de seis meses...

Algo no le olía bien.

Sin embargo, pese a eso decidió fijar su vista en la pequeña envuelta en aquella manta de color naranja que tenía entre sus palmas que sintió que era él quien la tocaba dejó de llorar. Su padre Omega la detalló estando tan cerca; tenía unos leves mechones de cabello castaño, una piel delicada como la de todo bebé recién nacido y una esencia curiosa...

Como reflejo, la acercó a su pecho para que sintiese la calidez de su piel y él también disfrutara de apreciarla en carne y hueso. Sus propias feromonas al estar en esa burbuja con su bebé se relajaron, envolviéndolos a ambos mientras se percataba de esa fragancia que tenía su pequeña.

Podía ser su imaginación, pero ella olía a su antojo más recurrente cuando estuvo embarazado, ella desprendía un aroma a tostadas francesas.

—Aliméntala. No soporto olerte —ordenó Shigeki sin soportar la escena que estaban creando su hijo no deseado y su nieta.

Rei volvió a acatar el mandando. Si bien, tenía vergüenza de alzarse la camisa, sabía debía de hacerlo. Estaba nervioso, pero teniendo con cuidado mientras llevaba a su hija en un brazo fue que se levantó su camisa dejando sus senos que estaban segregando la leche. Aproximó a su pequeña acerca de su pezón para que comiese a gusto.

Se notaba que tenía bastante hambre de la manera que comía causándole cosquillas. Quiso reírse por la manera en que sentía aquello, mas no pudo, menos con las feromonas a whisky de su padre al estar presentes en el aire que lo lograban intimidar.

—Eres tan linda... —susurró Rei viéndola e intentar deleitarse por el momento—. Eres igual a Kazuki...

Cuando nombró al Alfa padre con el que había formado su familia, sorpresivamente ella abrió sus párpados dejándolo asombrado de que tuviese esa tonalidad en una mezcla acaramelada. Sin duda, para el Omega, esos eran ahora el segundo color de ojos más lindo que había visto después de las lumbreras carmesíes de su Alfa.

Volviendo a pensar en él, ¿dónde estaría?

—¿Ya terminó? No quiero que dures tanto con ella y que le pegues esas conductas de que un cachorro necesita de un Omega.

—No lo sé... —respondió observando como aún comía—. Debe tener mucha hambre...

—Bah, apresúrate. No olvides de sacarle sus gases, se puede morir si no lo haces.

Le informó más como una amenaza que como un consejo. Otra vez Rei estaba un poco en automático con algunas cosas, sobre todo, si no las comprendía o no sentía que pudiesen ser reales. Él quería percibirlo así, pero algo le decía que no era autentico, si bien estando en ese lugar...

Estuvo pensando mucho tiempo en ese periodo de tiempo en el que su hija sació sus necesidades hasta ayudarle a eructar para que luego ella cerrara sus ojos tras sentirse satisfecha. En ese instante, fue cuando su padre le arrebató a la niña cuando esta se terminó durmiendo. Todo sucedió muy rápido al punto que el Omega intentó pelear por tenerla de nuevo en sus brazos, pero aquel Alfa que tenía como antiguo regente lo pateó sin importar que tenía la bebé en brazos.

—No te pongas de madre sacrificada, Omega inútil —le recordó su lugar aquel hombre de aspecto aterrador—. Ella estará mejor sin ti. Como me encantará deshacerme de ti cuando ella ya no te necesite. Por ahora, solo puedo dejarte con vida, pero, créeme, Rei, acabarás como ese Alfa.

¿A qué se refería? ¿Por qué al escuchar esa última oración lo inquietaba?

—¿Cómo quién? —se motivó a preguntar ante la duda.

—Sigue siendo ignorante. Te lo enseñaré, después de todo, es consecuencia de tus actos por desafiarme, Omega.

Shigeki silbó como una señal para que el único hombre con esa esencia tan desagradable a mercaptano se acercara a la vista del prisionero. Rei se asustó de ver a Ogino ponerse al frente, aún más teniendo en sus manos una funda negra.

—No te preocupes. No sufrió.

Sacó de la bolsa algo que lo paralizó: era la cabeza de Kazuki, lo cual indicaba que él ahora se encontraba sin vida, y todo era su culpa.

27 de abril

Apartamento de Rei y Kazuki – Habitación de Kazuki

—¡Ah! ¡No! ¡No! —exclamó el Omega despertando de golpe.

Esa pesadilla logró provocar que su corazón se acelerara y sus sentidos se volvieran muy activos buscando a su Alfa, pero este a su lado no estaba. Evidentemente, sentía miedo de que lo que ese desvarío que soñó pudiese ser real porque a quien necesitaba no se encontraba en la cama, sin embargo, su bebé si lo estaba.

Lo supo cuando percibió esos movimientos enérgicos que le daban por él sentirse así de ansioso. Palpó su abdomen aliviado de que su pequeña estuviese donde debía aún estar, pero no tener a su compañero cerca le desesperaba. Su esencia dulce rápidamente se amargó mientras buscaba de atraer al padre de su bebé.

Fue ahí como escuchó pasos provenir del pasillo.

—Rei, ¿qué pasa? ¿Estás bien? —preguntó Kazuki entrando con rapidez al cuarto.

La expresión y feromonas a pudín de Rei fueron las que llamaron la atención de Kazuki, el cual tenía todo el permiso de acercarse por ser ese el llamado inconsciente de su naturaleza. Este se aproximó al nido para entender que pasaba. Estando dentro de este, vio como el embarazado estaba sudando frío, y supo que algo lo estaba inquietando.

Con delicadeza, posicionó sus palmas en las mejillas de su compañero para acariciarlo con la yema de sus dedos para darle calidez.

—Estás aquí... —le dijo con su voz entrecortada.

—Sí, estoy aquí —afirmó con tranquilidad—. Solo fui al baño. Son las cuatro de la madrugada. ¿Pasó algo?

—No... Todo está bien. Podemos volver a dormir —pidió acostándose sobre su almohada para ignorar esa idea del sueño que tuvo.

El Alfa imitó su acción de echarse sobre el vientre de quien cargaba a la bebé con cuidado de no molestarlo. Al hacerlo se sorprendió de lo inquieta que estaba su hija de patadas dentro de él. Seguro eso le molestaba, pero no se lo quería decir porque aún era un Omega terco que no le gustaba aceptar aún esa verdadera naturaleza que tenía.

—Se mueve mucho —expresó Kazuki sintiendo esas patadas bastante activas como percibiendo la esencia amarga de Rei—. ¿Seguro que está todo bien, Rei?

—Sí, debe ser porque no te sentía que se puso así... —aclaró Rei en su tono de voz como si fuese a llorar—. Ahora ya podemos volver a dormir...

Era un hecho que sabía que algo le molestaba, después de todo, con este asunto de que ambos se marcaron, ambos sentían las aflicciones del otro.

—Puedes decírmelo, Rei. No tiene nada malo.

Él le negaba, realmente no quería mencionarle su pesadilla, y volviéndola a tener en mente posicionó sus manos en los mechones rubios de su amante para darse garantía de que estaba ahí con él.

—Solo no te vayas, Kazuki.

—No lo haré —el Alfa sentía como su Omega acariciaba su cabello, le relajaba hasta el punto de que liberaba su esencia de pan—. Todo está bien, en serio.

—Ahora que sé que estás aquí, sí...

—¿Algo sientes con respecto a la bebé? La marca que te hice me hace reacción, tanto a nuestra bebé como a ti los siento inquietos.

Rei respiraba un poco acelerado sintiendo esas patadas de su hija cuando Kazuki dijo aquello. Sabía que debía contarle la verdad, tenía miedo de que si de nuevo le mentía lo podría condenar.

—Tuve una pesadilla.

—Oh, ¿trataba de nuestra hija?

Aunque no lo podía ver, él le asintió. Con su voz le expresó un sí.

—Yo sabía que no era real. Lo sabía, pero como había vuelto a mi antiguo hogar no pude sentirlo tan falso como hubiese querido —empezó el Omega a relatar—. Solo estaba ahí, sin ti en ese sótano.

—¿Sótano? ¿Fuiste criado en un sótano?

—Mi jefe me odia. Él me retuvo en ese sitio cuando estuve entrando en la pubertad —rectificó contestando a su pregunta—. Me aterré de estar aislado. Necesitaba sentir que había algo conmigo, así que, como primer instinto toqué mi vientre, pero ella tampoco estaba. Simplemente había una cicatriz de que me la habían sacado.

Kazuki empezaba a comprender porque Rei se había puesto inquieto. Por lo cual, antes de que pudiese continuar diciéndole más de su mal sueño decidió levantarse de su vientre para que su destinado hiciese lo mismo. Ciertamente, no sabía para que lo hizo, sin embargo, dejaba que lo guiase. El Alfa con calma se fue a recostar del respaldar de la cama con sus piernas abiertas para que su Omega se animara a usar parte de su cuerpo como silla.

El hombre le ayudó a su compañero para que se posicionara en medio de sus muslos. Encontrándose en esa posición lo tomó sus palmas con las suyas para llevarlas al abdomen de seis meses para ayudarlo en parte de cargar con el peso (su feto en desarrollo estaba ganando algo de peso estos días) como de mimarlo. Ese tacto le relajó un poco, era lo que quería, sentirlos cerca.

—Estamos aquí —le afirmó acariciando con las manos de ambos su panza—. Puedes continuar, quiero saber que más pasó en tu sueño.

Suspiró mientras se deleitaba con las feromonas del Alfa.

—Te llamé pensando que me encontrarías, pero no fue así. Lo que siguió fue ver a mi padre llegar con sus hombres —Rei tembló repentinamente de recordar esa sensación—. Me habló de que lo desobedecí, aunque sonaba satisfecho de que siendo yo un Omega hubiese dado a luz a una niña Alfa.

—¿Tú piensas que será Alfa? —Kazuki le interrumpió con una pregunta recibiendo una doble afirmación de parte de Rei como también una patada de su hija—. Parece que ella también está de acuerdo con tus suposiciones.

—No quiero... No quiero que sea Alfa... Mi padre siempre quiso un Alfa, pero cuando yo nací y crecía viéndome diferente a lo que se suponía hasta que me hizo esas pruebas hasta confirmarle que era Omega —el embarazado no lo soportó más, se echó a llorar—. Él me la quitó. Descubrió en mi pesadilla que estaba a nuestra bebé y solo me la dio porque me necesitaba. Al tener en mis brazos, Dios, ella era tan linda; tenía unos preciosos mechones castaños, sus ojos de color caramelo y su esencia a tostadas francesas. En mi pesadilla, yo no podía creer que pude tener a alguien tan bonita después de todo lo que mi padre dijo que era.

—Te lo dije antes: eres perfecto. No importa si eres un Omega, Beta o Alfa —le recordó el Alfa entretanto posicionaba su barbilla sobre el hombro del contrario para que lo sintiese más cerca—. Todo va a estar bien.

—¡No! ¡Él me la quitó! —el Omega gritó dejándose llevar por su melancolía—. Yo no pude recuperar a nuestra hija. Quise, pero me pateó cual basura... Me sentía débil, y pensé que en ese sótano nada podía ser peor...

—Ya pasó, solo fue un mal sueño, Rei —le acarició con sus dedos donde su pequeña había pateado—. Nuestra hija no le va a pasar nada. Nadie la va a alejar de nuestro lado.

—¡Ese es el problema! ¡Tú no estabas! ¡Mi padre te asesinó! —exclamó de los nervios haciendo que su compañero tragase saliva de esa posibilidad—. No pude tenerlos, no pude protegerlos. Yo volví a estar solo...

Como reflejo de sus miedos, Rei decidió acurrucarse mejor en el cuerpo de Kazuki para refugiarse en él. Sentía mucho pánico por haberle contado de su pesadilla y que esta se volviese realidad.

—Ahora entiendo... Ahora te entiendo —el Alfa abrazó a su Omega.

Kazuki reconocía que Rei tenía miedo de perderlo todo como a él le pasó con su primera manada en este mundo tan despiadado. En ese silencio en el que estaban decidió mimarlo lo más que pudo hasta que se quedó dormido. Realmente, no supo en qué momento lo hizo, solo se percató cuando su hija también dejó de estar insistente con sus movimientos enérgicos.

Él sabía que era un alivio, pero ¿por cuánto tiempo podría durar?

Fue la pregunta que se quedó en la mente del Alfa hasta que decidió cerrar sus ojos unos instantes para dormir un poco más hasta que el sol de las ocho de la mañana se apareció en su habitación, dándole en sus parpados como siempre obligándolo a despertar. Los abrió con un poco de pesadez por no haber descansado tan plácidamente por esa inquietud que sentía de la madrugada por las emociones de su compañero.

Ahí fue que decidió volver a verlo. Rei estaba dormido con una expresión más relajada, pero con su mano aferrada con fuerza en la parte baja de camisa y la otra sobre su vientre, de seguro no quería que se fuera de su lado.

Por lo cual, se quedó observándolo al mismo tiempo que lo detallaba; el rostro de su Omega estaba un poco más regordete (tenía unas mejillas que le provocaba llenarlas de besos), sus ojeras levemente se notaban que habían desaparecido un poco con esto del síntoma de cansancio que le ocasionaba el embarazo y que su vientre cumpliese acordemente con las proporciones de que tenía seis meses.

Hoy cumplía sus veintidós semanas. Debía admitir desde que se enteraron de la noticia, los meses comenzaron a ser más rápidos, aunque con bastantes tropiezos. No podía evitar pensar en la pesadilla que tuvo su compañero de que lo perdía todo.

Sabía poco acerca del clan Suwa, pero si hasta el mismo Kyutaro les tenía miedo era porque eran peor que todos los asesinos que alguna vez ha querido burlar. Quería conocer más información, pero ya las respuestas no las tendría de su socio mercenario.

Si las quería, debía de tenerlas por su cuenta sin que estas afecten a su destinado. Realmente era mejor dejarlo así por el momento.

Por ahora, decidió posar su mano con delicadeza sobre los mechones negros de su amante para acariciarlo. Sonrió. Al fin pudo hacerlo sin sentir que iba a ser interrumpido estando en su pequeña burbuja donde sus esencias de pan y pudín mezclándose no se contuvo en mimarlo mientras este dormía hasta que se removía, y eso le indicaba que estaría por despertar.

—Buenos días, Rei. Buenos días también a la bebé —le expresó cuando este abrió sus ojos.

El embarazado con su letargo le dibujo un gesto de alegría para levantarse un poco a besar al padre de su bebé en los labios, dejándolo extrañado de que haya tomado esa iniciativa, no obstante, eso solo hizo que su sonrisa se ampliara aún más tras recibir ese gesto.

—Buenos días, Kazu... —devolvió el saludo tocando su vientre por costumbre—. Es hora de desayunar. Tengo hambre, quiero dulces...

—La doctora te dijo que no. Estás a una rebanada de pastel de que puedas sufrir diabetes, por nada del mundo quiero eso.

—¿Eh? Bueno, pero los quiere la bebé. Dáselos a ella —se excusó para que le dijera que "sí".

—He dicho que no.

Rei se cruzó de brazos. Estaba molesto de que le negaran cumplir su antojo.

—No me mires así. Lo hago por la salud de ambos —tocó el abdomen de su omega recibiendo una patada de su bebé—. Para ti también va el regaño. Deja de darle tantos caprichos a tu papá.

—Entonces, si no es algo dulce. Quiero que sea... —buscaba de sentir algo en su paladar que se le provocara—. Quiero papas fritas con pescado y mayonesa.

—¿Pescado? ¿No que le tenías asco? —preguntó Kazuki sintiéndose confundido—. ¡Y eso no es un desayuno!

—Es lo que me provoca... Mmm, pescado y mayonesa acompañado de papas fritas, muchas papas fritas... —la boca se le hacía agua de solo pensarlo—. Dime que sí, tenemos hambre.

El Alfa se rindió. No podía pelear por los anhelos que provocaban los embarazados, incluso si fueran extraños. Si bien este era más normal a comparación de los que involucraban azúcar.

Asimismo, más vueltas no le doy. Se decidió en ayudar a su compañero a levantarse de su regazo (su bebé al parecer había despertado y estaba ejerciendo un poco de peso que le provocaban uno que otro calambre) y que pudiese estar fuera de la cama para también él hacer lo mismo, y encaminarse juntos abajo a la sala para que Kazuki preparase el desayuno.

Al estar en la sala, Rei se sentó en la mesa del comedor esperando con impaciencia su comida, pero sabía que tomaría tiempo, por lo tanto, para hacer tiempo quien hacía el rol de cocinero le dio paquete de galletas saladas acompañada de un vaso de agua para que aguantase un poco el ansia, lo cual, si funcionó, sin embargo, exigía que le diera más aperitivos porque su bebé últimamente le provocaba tener más antojos de lo habitual.

—Que hambre... —soltó el embarazado posando sus manos en su vientre que sobre salía de su camisa—. Quiero más...

—Me impresiona que aún la tengas después de que te comiste cinco paquetes de bizcochos sazonados —comentó Kazuki picando las papas mientras estaba calentando los sartenes donde pondría el pescado y freiría dicho vegetal—. Se nota que la bebé tiene buen apetito, aunque como todo niño: prefiera los dulces.

—No digas esa palabra. Es lo que más deseo comer —el Omega no evitó poner su mano en una parte de su vientre al reconocer que su hija ante esa palabra se emocionaba mucho—. Dame así sea un sobre de azúcar.

—Te dije que no. La doctora fue severa con eso la última vez, por eso te lo quité este mes —recordó echando las papas al aceite hirviendo acompañado del pez en el otro sartén que estaba en la estufa—. Además, recuerda que hoy tenemos chequeo. Si todo sale bien con lo de tus resultados de azúcar, puede que te permita comer un postre de tu elección.

—¿Esa es la condición?

—Mientras la bebé y tú salgan bien en esos exámenes de siempre, sí. Pero uno nada más, Rei.

—Ya escuchaste, bebé. Aunque ese pescado huele bien, no me quejo de comerlo... —la baba se le acumulaba en su boca—. ¡Apresúrate, Kazuki! ¡Tengo hambre!

—No te desesperes, ni que fuera cocina.

—Deberías. Serías más rápido, anciano.

—¡Sí serás! Te dije que la bebé nos escucha, no digas esas cosas —le regañó escuchando una leve carcajada de su Omega, era bueno saber que se encontraba de mejor humor, pero, aun así, debía de preguntarle para asegurarse—. Por cierto, ¿cómo te sientes de lo de anoche?

—Estoy bien. Con saber que los dos estaban al despertar, no tenía por qué preocuparme.

Esa respuesta hizo sonreír a Kazuki.

—Espero sigas sintiéndote así y, en caso de que vuelvas a tener una pesadilla: dímelo, Rei —le pidió.

—Tal vez la tuve porque no estabas en el cuarto...

—Solo fui al baño. Si bien no me dejabas ir con facilidad, pero me la ingenié porque no me podía aguantar—aseguró sirviéndole el desayuno al embarazado—. Si es por estar lejos, créeme, no lo hago porque mi animal interno no quiere estar alejado de ti. En este punto, yo tampoco quisiera, no obstante, al ser destinados marcados puede que haya una mala reacción si me alejo más que las otras veces. Eso explicaría porque Kyutaro me deja hacer algunos trabajos sucios de hackeo y corroboración de información desde casa para tener un sustento.

—Si no tuviese un balón por panza, tal vez sería más útil para que no cargues con todos los gastos.

—No te preocupes, Rei. Tampoco culpes a la bebé

—Sí, no la tiene. ¿Sabes? En mi pesadilla, ella se parecía a ti, eso fue lo único lindo —una sonrisa apareció en los labios de Rei al recordar ese detalle en particular—. Aunque no sé porque la imaginé con cabello castaño y sus ojos en una tonalidad acaramelada.

—Seguro por tanto dulce. Ves, el dulce te causa pesadillas —le comentó como broma.

—No lo creo.

—Era un chiste.

—Uno muy malo.

Otra vez se indignaba de que su compañero no captaba su buen humor, pero ya era parte de él no comprender algunas cosas.

—Algún día lo entenderás, pero, por ahora, a comer —le puso el plato en la mesa para sentarse a su lado junto a su desayuno simple en comparación a la extravagancia que le pidió su acompañante. Sabía que estaba por hincarle el diente usando sus manos—. Recuerda lo que hemos hablado antes de degustar.

—Ah, eso... —Rei unió sus manos—. Buen provecho.

—Buen provecho —Kazuki imitó su acción.

Al hacerlo, ambos se pusieron a comer.

El Omega por su parte devoró todo en cuestión de minutos, realmente tenía mucha hambre. Ni siquiera sufrió ascos por el pescado como el primer trimestre, simplemente se lo comió todo dejando a su compañero con una expresión de asombro de que tuviese dicha capacidad para comer ciertas cantidades en poco tiempo.

Sin embargo, esta vez no pidió más.

De cierta manera, al terminar con aquel desayuno se sintió satisfecho. Evidentemente, eso extrañó al Alfa, incluso le preguntó si se sentía bien por esa razón de que normalmente se comía hasta tres platos en el desayuno, a lo cual recibió una afirmación para que se tranquilizara.

—¿Estás seguro de que no quieres algo más? —le interrogó nuevamente Kazuki disfrutando de su taza de café.

Él volvió a asentir con la cabeza.

—El pescado con mayonesa y papas fritas estuvo bien. Yo también estoy un poco extrañado de no tener más hambre —respondió.

—Ah, pero si fuera una tostada francesa, de seguro...

Con la mención de aquel platillo, Rei posicionó otra vez su mano en su abdomen sintiendo esa brusca patada de su hija.

—No digas eso. A la bebé le encanta.

—Oh, que tierna que por nombrarlo te provoque cosas. Debe ser su emoción por mi buena comida.

—No te pongas de presumido, Kazuki. Termina de comer, tenemos una cita médica.

—Que impaciente eres. Todo porque si sale bien, tendrás una recompensa.

—De ser así, ¿puede ser el platillo con "T"?

—Está bien. Si los resultados dicen que tu azúcar está en orden, te cocinaré eso.

Una sonrisa volvió a aparecer en los labios de Rei a la vez que su mirada se posaba por encima su vientre mientras lo acariciaba al emocionarse por la idea de que si todo salía bien.

Entonces, cuando Kazuki terminó de desayunar, los dos se fueron a alistar y, por más que solo iban hacer eso. Al estar en ese momento intimo en el que se desvestían, los deseos instintivos empezaron a recorrer al Alfa por querer hacer nuevamente suyo a su Omega al estar juntos en esa habitación sintiendo como sus esencias se concentraban en el aire.

Realmente quería hacerlo, pero si no le preguntaba, no podía ejecutar. Así que, solo se acercó por su espalda estando con su torso al aire libre como su compañero para que esa espalda cicatrizada y su pecho se rozaran en el calor del momento.

—Te ves tan apetecible, Rei —le susurró cerca de su oreja pasando sus manos alrededor de su vientre—. Quisiera volverte a hacer mío.

La voz de Kazuki sonaba más gruesa a lo habitual, y ese tono provocó un escalofrío en Rei provocándole el mismo deseo.

Sin embargo, su hija no lo permitía del todo al patearle con fuerza ocasionándole un poco de incomodidad.

—Parece que la bebé no quiere que tengamos ese contacto...

—Sí te molesta que se mueva para nosotros hacerlo, lo entenderé, pero eso no evitará que pueda hacer esto —el Alfa tomó el mentón del Omega para unir brevemente sus labios—. Sabes tan bien. Oh, que ganas de comerte.

Kazuki una vez más juntó sus bocas con el fin de saciar su provocación del momento, pero otra vez no duró muchas al sentir esa inquietud que tenía su bebé dentro de la panza de Rei.

No era una mala reacción, esos movimientos últimamente los hacía cuando estaban juntos.

—Yo también quisiera, pero tú no eres quien tiene una fiesta dentro de ti —dijo Rei separándose del gesto para tomar la mano de su compañero para darle a entender que, si ella seguía en eso, no se sentía cómodo para gozar del momento.

—Tiene mucha energía. Bien, le haré caso como la vez pasada, pero como dije: los besos no van a parar.

Fue lo último que le dijo para luego terminarse de vestir y, de esta manera, encaminarse a la puerta principal a hacer lo que habían quedado. Ambos salieron para ir a su consulta para estar al tanto de cómo estaba todo sin saber que escondido en una de las avenidas próximas de la entrada del departamento alguien lo estaba siguiendo muy de cerca.

—Así es, jefe. Como lo sospechaba, su hijo está embarazado —le informó Ogino cuando los vio salir.

Espacio para que regañen a la escritora por ese principio bien feo

Hola! 

Sé que me pasé de don Vergas por ese comienzo, seguro hasta dijeron: De que me perdí? Tranquiles, todo está en calma. Siempre había querido escribir una escena así, me disculpo si me pasé, pero todo con fines de la trama

Debo decir, no había actualizado porque como es la semana de Cumpleaños de Rei, pues ando con los dibujos del evento, pero tenía ganas de escribir y aquí está!

Espero les haya gustado

Muchas gracias por estar

NO OLVIDEN TOMAR AGÜITA <3

De parte de mis amigas les dejó sus reacciones del capítulo. También una les manda un abrazo por ese feo inicio <3

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