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24 de diciembre

Hotel Variant

El día del asalto empezó como cualquier otro.

Rei había hecho su parte como dijo el día anterior de buscar los trajes que usarían como de preparar el armamento con el que actuaría como la maquina asesina respetada de la organización. Se encontraba listo con su smoking y su cabello recogido en aquella coleta para el ataque, del cual estaba de camino junto a Kazuki en aquel camión que había robado su compañero en la madrugada para poder ejecutar el plan.

Ambos estaban en la ruta sin dirigirse la palabra. Solo se veían entre ellos y pensaban en su propio interés con esa tensión en el aire acompañado un olor a pan bastante fuerte que el Omega conocía bien.

—Recuerda ocultar tus feromonas. Las mafias están llenas de Alfas que al más mínimo olor, sabrán proceder.

—Lo sé —acató la orden intentando controlar su esencia—. ¿Hoy te sientes mejor?

—Sí —aseveró revisando que el arma estuviese con el silenciador.

—Pregunto porque hoy no terminaste de comer, a pesar de que no reaccionaste como ayer.

—Estoy bien. Solo quiero comenzar de una vez para terminar con esto.

El Alfa quiso creerle, pero sabía que usaba la misma respuesta a la misma pregunta en todos estos años que han sido un equipo y mostraba interés en él. He ahí la razón, por la cual, en esta ocasión quería profundizar más en como definieran su relación. Kazuki quería intentarlo porque no soportaba, de cierta manera, que Rei mantuviese la compostura después de ambos haber compartido una situación tan íntima un mes atrás.

—No tienes que ser así. Simplemente quiero hacerte conversación...

—¿Por qué?

Esa pregunta lo puso nervioso, tanto que empezó otra vez a emanar con más fuerza su esencia que había estado tratando de disipar.

—Por nada.

—Entonces, concéntrate en llegar y, en serio, controla tus feromonas.

Asintió a la orden volviendo a tener en su cabeza el pensamiento de cumplir con el encargo de hoy. Quien iba manejando sabía que habían tardado un poco en llegar en la hora que tenían estimada por ser temporada de fiestas en las que todos tenían sus compromisos a los que asistir.

Kazuki entendía que por esas eventualidades debía tener un plan B cuando estaban sobre la hora en la que establecieron para iniciar con su trabajo, ya que, al principio quería colarse con todos los empleados para pasar desapercibido, pero, por esta vez no sería así. En este punto, en el que estaban él y su compañero debía proceder a su siguiente opción, y era tener que conversar un poco diciendo que traía un pedido atrasado para la esposa Beta de aquel mafioso.

Nada complicado, menos teniendo como trampa a su jefe Kyutaro, el cual colaboraría en la llamada falsa para fingir ser dicha mujer por si daba la ocasión. Ciertamente, aquel Alfa no evitó sonreír con esa sensación que le gustaba acerca de que todo saldría bien. Estando perdido en esos pensamientos fue que llegó al recinto cinco estrellas del que pasó sin problemas enseñando una identificación falsa de una pastelería vestido de Santa Claus.

Fue un chequeo rápido de identidad, ni se percataron de que tenía a alguien más dentro del camión por lo sigiloso que era su compañero con sus feromonas de Omega y esa fría personalidad. Estando adentro fue que estacionó el vehículo en un punto que nadie buscaría por si lo catalogaban a él como sospechoso en el posible escándalo que pudiese surgir al ser una de las últimas personas en entrar.

Algo que no era importante. Lo importante ahora era montar la trampa.

Ahí es donde Kazuki se encontraba en la parte de atrás del vehículo junto a Rei revisando el pastel. Admitía que, para ser un señuelo, se lució totalmente preparándolo. Incluso aún olía como si hubiese estuviese recién salido del horno.

—¡Ah! Mi habilidad culinaria cada vez es mejor —se halagó a sí mismo—. ¿Quién dice que no se puede ensuciar las manos de esta manera tan dulce y no ser despiadado?

—Nadie dice eso, parásito.

—No tienes remedio —dijo Kazuki sintiéndose poca cosa por esa respuesta—. Bueno, en este punto, tú jamás has apreciado nada de lo que hago.

—Si no me tuviera asqueado, posiblemente diría que lo vale —comentó observando el postre de crema. Reconocía que se veía bien, incluso apetecible, lo cual era extraño de pensar para él si eran pocas las veces que se le antojaba ese tipo de golosinas ante el asco que les tenía.

El Omega desvió su mirada queriendo quitarse esa idea, realmente tenía la sensación de que estar con su compañero mercenario y su esencia a hogaza en estos últimos días estaba delirando por cualquier cosa.

—Ya, si, no seas así, Rei. Te pones de una actitud por todo cuando se trata de mí —mencionó el Alfa en un tono sensible, por no decir que lo había herido en el orgullo—. Ponte debajo del carro para armar el catering. Estamos atrasándonos.

Rei obedeció a la orden en silencio colocándose debajo del carrito. Seguido de eso Kazuki lo cubrió con un mantel blanco y, encima de todo, la estrella que los harías pasar sin percatarse de que hubiese alguien más: la tarta bien decorada de dos pisos.

Con todo listo, salió para adentrarse con la tarjeta de acceso duplicada qué sacó de una Omega durante un encuentro casual la semana pasada. La posicionó en el lector hasta que se puso en verde para pasar con tranquilidad teniendo cuidado del bizcocho que transportaba.

En el trayecto saludaba a los huéspedes y empleados que pasaban cerca de él para disimular hasta llegar al punto más aislado del Hotel Variant en el que se celebraba la fiesta de quién debían asesinar.

Ahí fue donde supo que Rei y él pasaron la parte fácil: posicionarse en el punto.

Se encaminó al elevador pudiendo olfatear esas feromonas dominantes de Alfas; uno olía a pescado, mientras que el otro a menta.

—¡Oye, tú! ¡Esto es área privada, devuélvete! —exigió el que emitía su esencia a hierbabuena.

—No puedo. Estoy aquí para entregar un pastel a su jefa —dijo Kazuki con seguridad y una sonrisa entretanto buscaba en su abrigo de Papá Noel la orden—. No se alarmen, caballeros. Todo esto tiene una explicación: debo mencionarles que me atrasé por problemas en la autopista y otros pedidos.

Aquellos hombres bien vestidos se miraron entre sí.

—El jefe no nos informó nada de que su señora hizo ese encargo —recordó el otro Alfa en medio de la habitación.

—Qué raro. El pedido fue hecho por ella misma —sacó el recibo acompañado de la firma falsa para enseñárselos, mas estos seguían sin creerle—. No presumo estar equivocado, la llamaré para que vean.

El Alfa vestido de Santa Claus sacó el teléfono para marcar al número de su jefe para que la llamada falsa fuese interceptada. Al primer bip cayó para luego pasárselo a uno de los sujetos que se acercó con duda a su oído hasta sentir que se quedaría sordo por el tono con en que la Beta para la que trabajaba armaba un escándalo por un pastel.

Logrando así, de esta manera que con todo eso colara el engaño. Realizaron un chequeo al mercenario vestido para la época navideña con el detector de metales para asegurarse de que no estuviese armado; no hubo nada extraño, él estaba limpio. Con seguridad, le llamaron al ascensor, pero durante la espera, el Alfa de esencia de menta expuso una cuestión dudosa para los presentes.

—¿No huele a pudin? —soltó con sus sentidos activos—. Es raro, pero es como si un Omega estuviese aquí por esa dulce fragancia.

Esa pregunta alarmó a Kazuki. Decidió olfatear disimuladamente con profundidad para pensar que solo fue un comentario del momento, pero se dio cuenta de que no era así, sino más bien surgió la observación porque las feromonas de Rei estaban en el aire, ¿a qué se debía que las emitiera en un momento así?

Verdaderamente, se preocupó porque sentía que se intensificaba la esencia.

—¡Debe de ser el pastel! ¡Seguro una receta nueva! —desvió la atención con ese comentario mientras su boleto de escape llegaba—. ¡El elevador está aquí! ¡Mejor no hacer esperar a su señora!

Se adentró con rapidez sin darles tiempo a los pandilleros de indagar más sobre ese aroma. Estando en el ascensor suspiró de que fuese un alivio que eso lo hiciera pasar desapercibido, sin embargo, él por su instinto Alfa se sentía lentamente dominado por la esencia de su compañero que se concentró más estando en ese espacio tan pequeño.

—Tus feromonas están intensas, Rei —cuestionó al micrófono oculto—. ¿Te llegó el celo repentinamente?

—No. Lo tuve hace un mes.

Le dio la razón. Había sido al mismo tiempo que el suyo, pero aun así le extrañaba que de la nada era una bomba intensa de feromonas muy dulces que le provocaba hacer lo indebido.

—¿Acaso no te hueles?

Hubo silencio.

El Omega cuando estuvo en presencia de aquellos dos Alfas sintió venir un calor repentino que lo tenía reaccionando por impulso. No obstante, ahora empeoró, haciéndole sentir que ya no pudiese controlarlo, sobre todo, más en este momento por oler la fragancia de hogaza que desprendía su socio mientras se mezclaban con la suya de pudín.

Rei sentía la cara caliente por ese perfume de pudín de pan que se unía; su cuerpo no estaba respondiendo bien, podía decir que se sentía como aquella noche que tuvieron su encuentro entre las sábanas.

—¿F-f-falta mucho? —intentó cuestionar tras recordar ese momento sintiendo la pesadez de los síntomas para todo Omega que entraba en celo, sin realmente estarlo del todo.

—No, dos pisos más... —Kazuki tragó saliva ante lo deleitante que era la fragancia—. Mierda, Rei, hueles como esa noche... En serio, quiero volver a hacerlo contigo...

—¡Concéntrate, Kazuki! —le gritó no queriendo que esas palabras se le metieran en la cabeza.

¡Ding!

Llegaron al último piso y, cuando la puerta se abrió, las feromonas se esparcieron teniendo la reacción en los Alfas que estaban custodiando parte de la sala y la puerta principal del salón. Esto se acercaron queriendo encontrar a la portadora de estas, pero solo encontraron a otro dominante de su jerarquía con un pastel, haciendo ver que esto no era una buena señal.

Decidieron sacar sus pistolas para apuntarlo.

—¡Un Alfa que viene con drogas! ¡Avisen al jefe! —gritó por el portavoz—. ¡Rápido! ¡Es una...

¡Bang! ¡Bang!

Cayeron uno a uno con ese sonido de arma de fuego.

Rei con suerte logró dispararles, encontrándose debajo del carrito con el pastel, dando en el blanco haciendo caer a los sujetos dominantes que se les acercaron, no quería saber cómo lo hizo. Simplemente salió de donde se hallaba escondido estando sofocado y con su cara sonrojada.

—Rei, ¿estás bien?

El nombrado lo miró fijamente.

—Sí. Solo acabemos con esto...

Intentó dar un paso, mas se tambaleaba un poco. Kazuki se acercó a auxiliarlo (no fue su mejor idea) sin contar que al estar cerca su compañero desprendería más de lo que había atraído los dominantes.

—Estás ardiendo en fiebre, Rei —le comentó el Alfa por obviedad.

—No puedo controlar mis feromonas —dijo con dificultad, apoyándose de su socio buscando por instinto de sentirse seguro—. Tu estúpida esencia de Alfa no la controlaste como te dije. ¡Es tu culpa!

—¿Mía? ¡Eres tú quien las provoca!

—No voy a discutir contigo, parásito —intentó separarse para volver a enfocarse en la misión—. Tenemos trabajo.

El Omega no tenía fuerzas. Incluso su vista estaba nublándose, pero hacía lo que podía con su cuerpo ardiendo.

Se encaminó por el largo pasillo seguido por su compañero mercenario hasta estar enfrente del punto en el que estaba su objetivo, fue ahí que con brusquedad derribó la puerta de donde se celebraba la fiesta. Cuando la abrió de golpe, alarmó a los anfitriones e invitados se extrañaron de lo que un sujeto armado entrase así, por lo cual, los empleados de a quien debían liquidar decidieron tomar posición.

Rei respiraba agitado mientras Kazuki buscaba de permanecer a la par de sus pasos.

Lastimosamente, a como terminó la situación, esta se convirtió todo en una bomba de tiempo a punto de explotar. Se notaba que era el único omega del lugar rodeado de muchos Betas y Alfas, y estos últimos reaccionaban con fuerza a las feromonas que estaba emanando sin querer hacerlo.

Eran demasiados dominantes a tal punto que lo estaban mareando e incomodando. Realmente solo quería que esto acabase. Así que, ignorando todo a su alrededor fue a posicionar su vista en el objetivo, para, de esta manera, alzar su arma teniendo un blanco directo en un disparo que no podía fallar.

Sin embargo, antes de que Rei pudiese hacerlo, Kazuki lo empujó cuando se percató que uno de los pandilleros iba a dispararle desde otro ángulo, pero, de milagro, le hizo errar el tiro. Ahí los secuaces comenzaron un tiroteo teniendo a los comensales corriendo despavoridos a la salida, mientras que, siendo ellos los que tenían las armas buscaban de darle a los intrusos que se habían ocultado en una de las mesas de aperitivos.

—¡Rei estás loco! ¡Casi mueres!

—Solo... solo... solo quiero acabar con esto —él temblando, buscó de agarrar la pistola con ambas manos—. Me siento caliente... Tener cerca todos estos aromas es sofocante...

Tras esas palabras, el Alfa se percató que su compañero Omega estaba diferente; sus mejillas se encontraban más encendidas que antes, su respiración agitada y con una mirada perdida, al mismo tiempo, que sus feromonas se estaban esparciendo con más fuerza, intentando llamar a un Alfa que le diera confort en la situación en la que estaban.

—Entraste en celo... Tú no... —intentaba estar cuerdo, pero era difícil.

—¡Es un aroma a omega exquisito! —fue lo que comentó uno de los Alfa que se acercaban a su posición al estar buscando como perro de donde provenía aquella fragancia.

—Jamás había olido uno así... Por esa manera en que lo emana... Necesito tenerlo...

La esencia enloquecía poco a poco a esos mafiosos, atrayéndolos a su trinchera improvisada de mesas.

Eso no era bueno.

Aún más, si Kazuki intentaba controlarse para no abatirse como sus iguales. Hacía su mayor esfuerzo porque la esencia de Rei era increíblemente atrayente y podría decirse que, en este punto, estando tan cerca del portador de esas dulces feromonas de pudín lo estaba llamando era a él.

Sin embargo, no podía caer.

—Rei, reacciona. ¡Tenemos trabajo!

Ese grito fue dando indirectamente con la voz de mando que caracterizaba a todo Alfa. Eso hizo que, instintivamente el Omega pudiese controlarse un poco para buscar de lidiar con los mercenarios de su objetivo que se habían acerado a la zona para derribarlos a balazos y, luego con pesar, volver a ponerse pie e intentar lo que tenían pendiente. Estando con la cabeza baja lo logró enfocar con dificultad, era evidente que su cuerpo no dejaba de temblar, pero con la misma firmeza que tomaba su arma apuntó al propósito de su misión para darle un tiro certero justo en la cabeza haciendo que cayese sin inmutarlo a él o su compañero.

Verdaderamente, a como se sentía no supo cómo lo logró, pero como con la situación del elevador de antes, ya había acabado la peor parte.

—Llévame a casa —exigió cansado mientras se apoyaba sobre aquel Alfa buscando seguridad.

Él le asintió tomándolo en brazos para escapar del lugar.

Apartamento de Kazuki y Rei

Kazuki entró de golpe a su hogar con Rei en brazos para dejarlo sobre el sillón.

Durante todo el camino, el Omega no dejó de arder en fiebre, al mismo tiempo, que estaba delirando por la atención de un Alfa que quisiese tenerlo. Eso último si que le preocupaba al mayor de ambos hombres porque no era situación que supiese manejar sin actuar como los representaba su propia naturaleza.

A estas alturas, después de haber arribado a su departamento, no evitaba estar nervioso de que lo pudiese llegar a pasar si su compañero continuaba en ese delirio.

—Kazuki... por favor... —le pedía Rei estando acostado en el sofá mientras sentía como su cuerpo tenía consciencia propia—. Tómame, por favor... por favor...

Ese tono de voz era de una orden de un Omega que se encontraba indefenso a sus propios instintos. Escucharlo así traía recuerdos al Alfa de esa noche en que se aferró a su compañero por primera vez.

Kazuki tragó saliva ante lo intrigante y peligrosa que era la idea. Sinceramente, por muy excitante que representaba para el momento, no entendía porque aquel sujeto asocial estaba tan descontrolado y dominado por su naturaleza como aquel día.

—Rei, estás en celo... Yo no puedo ayudarte... Yo no puedo hacerlo...

—¡Sí, tú puedes hacerlo! ¡Hace un maldito mes lo hiciste!

—¡Porque yo también estaba en celo! ¡Ahora no!

El calor en el cuerpo de Rei solo aumentaba tras volver a escuchar la voz de Kazuki en un tono tan agresivo. Le era molesto que su compañero de asesinatos fuese terco, mas por eso no se iba a quedar con la incomodidad. Decidió quitarse la camisa de aquel traje para respirar y drenar mejor la sensación de agobio por ese celo inesperado.

—Si no me vas a ayudar, vete.

El Alfa iba a hacerle caso a la orden, pero no quiso. Se quedó ahí liberando sus propias feromonas para estimular a su opuesto como lo hacía con su persona. Él reconoció que estaba por caer en cualquier momento.

A este punto ambos se miraron nuevamente estando cegados por sus propias esencias y ahí fue cuando Rei, dándose cuenta de que Kazuki no se iba a ir de su lado se terminó dejando vencer totalmente por su instinto de jerarquía pasiva hasta que tomó la camisa roja del traje navideño que cargaba aquel dominante, para luego unir sus labios para atraerlo con él al sofá.

Ninguno podía negarse que se sentía tan bien como hace un mes atrás y, con esas feromonas combinadas de pan y pudin, drogándolos solo le dieron más ganas de profundizarlo, ahí es donde sus lenguas sin permiso alguno pasaron a recorrerse mutuamente para motivarse.

Ese fue un gesto que logró hacer que Kazuki se animara a disfrutar otra vez de poder repetir esa noche sin preocupaciones con este nuevo lado de Rei, para terminar, así dejándose llevar.

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