"¿Estás bien?"

Esa pregunta siempre es tomada de ejemplo para analizar cómo nos sentimos, como lo expresamos y al final lo que respondemos.

Pero... ¿y si simplemente no quiero responderte eso? ¿y si prefiero golpearte, gritarte o reírme? ¿y si solo me doy la vuelta y me voy?

¿Cómo puedes conformarte con mi respuesta y no ir más allá? ¿No puedes verlo? ¿No soy lo exageradamente obvia?

Mis ojos te ruegan, mis labios te niegan, mi lengua se enreda, mis expresiones corporales se contradicen, mis manos revolotean de aquí allá, mis dedos no dejan de escribir, mi cerebro maquina oraciones sin cesar, mi corazón late sin frenesí...

Porque no te escuchas a ti misma, tus oídos son reemplazados por tapones, tu cerebro contiene paredes insonorizadas sin permitirte ser escuchada nada más que por ti y tu boca permanece sellada cuál tumba que apenas formula monosílabos.

Porque es eso ahogarse silenciosamente.

¿Y yo? Llevo tiempo ahogada.

Tiempo esperando convertirme en una sirena y nadar hacia la superficie, otra vez. Porque sólo tú puedes levantarte, solo tú decides si seguir ahogado acompañando a las aguas más profundas del mar o poder volver respirar y ver más allá que agua.

No sé tú, yo sé que no quiero seguir viendo estas algas pero también sé que mi cola de sirena tardará en aparecer... sólo te pido paciencia y quédate conmigo, por favor.