Esta es la segunda parte, la primera ya se encuentra publicada. Este está reeditado y fuera del desafío.

𑁍𑁍𑁍𑁍𑁍𑁍

Me mira en silencio, creo que lo he dejado con las ganas.

Bien merecidas.

—Bueno, cambiando de tema —se relame los labios sin apartar la vista de mi—. Hay carnaval, ¿quieres ir?

—¿Con estas pintas? —lo miro de pies a cabeza.

Te ves muy bien para terminar cubierto de espuma.

—Te propongo algo —dice divertido—. Quien ensucie con espuma primero al otro, gana.

—¿Y que ganaría yo?

—Que seguridad, lastima que no te servirá cuando seas la perdedora y recibas tu castigo —me dedica una mirada burlona atrapando con sus dientes el piercing de sus labios.

Desvío la mirada unos segundos. Mente sana como manzana, mente sana como manzana. Me repito mentalmente.

—Que placer será ver tu cara de derrota cuando gane —alcanzo a decirlo antes de jalarlo de la mano corriendo fuera del campus hacia la calle principal, donde se festeja el gran carnaval.

¿Querías jugar? Tendrás juego.

Nos paro abruptamente a mitad de la vereda, ya esta lleno de gente, de aquí para allá van todos. Niños con espuma, globos con agua, ¿brillantina? ¿Pero qué...?

—¡Allá! —señala Jael un carrito que vende espumas y otras cosas. Ocupa toda la esquina—. Te reto una carrerita, quien llegue ultimo paga la espuma de los dos. ¿Va?

—Acepto.

Oh Buda, Satanás y Dios, hora de que usen sus lindos poderes para convertirme en Flash o algo así, porque dinero no traigo y mi madre no parió a una perdedora.

—Uno...dos... —me empuja con el hombro— ¡TRES! —grita ya corriendo.

¡Maldito tramposo de mierda!

Empujé a un niño que estaba en el medio y tomé impulso alcanzándolo. Estando a su lado le tiro el brazo rasguñándolo.

—¡Joder, eso dolió! —se queja en un grito sin parar de correr.

—¿Dolor? ¡Dolor sentí yo cuando hiciste trampa! —le devuelvo el grito sin siquiera mirarlo.

—Dramática —grita entre carcajadas.

Opino que con eso ya debo cobrarte tu trampa.

—¡No nací para perder! —me tiro encima suyo haciendo que terminemos en el suelo. Él termina boca abajo y yo quedo sentada sobre su espalda—. Hey, niños —llamo a un pequeño grupo de chicos de entre 10 a 13 años—. 5 dólares para cada uno si lo retienen acá hasta que yo les haga una seña desde ese carrito de allá —señalo el carrito—. ¿Aceptan?

Me levanto de Jael cuando dos chicos se sientan en su espalda sosteniendo sus brazos y el tercer niño le aprieta la cara—la mejilla izquierda—contra el suelo.

Me va a odiar, pero me consta que él se lo buscó.

Les silbo a los chicos cuando ya estoy en el carrito, y veo como rápidamente estos dejan a Jael para venir a buscar su dinero. Mi querido perdedor los sigue con su peor cara de gruñón.

Oopsi.

—Oye, cariño —le arreglo sutilmente el cabello a Jael cuando se encuentra a mi lado— ¿Podrías darme 15 dólares? Prometo devolvértelos.

—¡¿Es en serio?!—me mira mal y yo le doy mi mejor sonrisa—. Eres increíble —se queja dándoles a los chicos sus 5 dólares a cada uno.

—¡Lo sé! Soy increíble —me tiro el pelo hacia atrás en modo diva—. Ahora, sé buen perdedor y compra la espuma.

—Me la debes —protesta.