La mujer que empieza con P
Tardé menos de lo que esperaba para traer una nueva parte de esta colección. En esta ocasión, preferí dejar de lado el drama y adoptar un tono más ligero. Ojalá sea de su agrado.
Hace varios años conocí a una chica maravillosa. Amable, dulce, hermosísima, lo tenía todo para ser la mujer perfecta. No estaba segura de si le gustaban las chicas o no, pero planeaba averiguarlo.
Para mi mala suerte, había otra tipa que estaba interesada en ella y ansiaba quitármela. Cuando lo supe, lo único que quería era que ardiera en el infierno: no dejaría que me arrebatara a mi chica, mucho menos cuando la idiota era una completa desgraciada.
Varias veces intenté acercarme a mi mujer soñada, pero en casi siempre me topaba con la infeliz que aseguraba ser mi rival. Todavía recuerdo una vez la que ambas nos encontramos cara a cara y comenzamos a pelear, primero con insultos leves, después con vulgaridades y por último a puñetazo limpio. A tal grado llegó nuestra lucha que le rompí la nariz y la hice sangrar, mientras que ella me tironeó del pelo y me rasgó mi mejor ropa. Lo único que quería en ese momento era humillarla tanto que ya no le quedaran ganas de interferir entre mi chica y yo. No lo logré, por lo que peleas como la descrita anteriormente se repitieron, con resultados muy similares.
Esa maldita era persistente, pero yo no planeaba rendirme. Bueno, esa era la idea: mi amor ya tenía novia desde hacía mucho y yo no lo supe hasta después. Pude escuchar cómo mi corazón se hacía trizas en ese mismo momento. Lloré bastante; demasiado esfuerzo en vano y mi integridad física sacrificada por nada.
Tardé años en recuperarme, pero afortunadamente el amor me dio una nueva oportunidad con otra chica que resultó ser mucho mejor que la primera. Ella sanó mis heridas y me demostró un cariño incondicional. Hasta el día de hoy seguimos juntas. Puedo darles un pequeño detalle de ella: la estuve insultando en la primera parte de esta historia.
Esa estúpida, esa molestia caminante, esa a la que quería mantener a kilómetros de mí, se convirtió en la persona con la que comparto mi vida. Las circunstancias nos hicieron reencontrarnos, y por supuesto que al principio nuestras interacciones no eran agradables. Súmenle a eso que ambas teníamos el corazón roto. Pero a pesar de nuestra animadversión inicial, empezamos a conocernos y nos dimos cuenta de que no éramos tan diferentes. Dicen que del amor al odio hay solo un paso: puedo comprobar que eso es verdad. Antes no tenía ningún miramiento en llegar a las manos con ella, ahora pobre de aquel que se atreva a tocarle un cabello: recibirá el calor de mi furia.
En la actualidad es mi amor quien me considera una molestia; dice que me la paso pegada a ella y que quiero besos todo el tiempo. Bueno, en eso tiene razón: ella hace mucho que dejó de ser la hembra del perro (no quiero decir la otra palabra) para convertirse en mi gatita. Que las cosas fueron raras entre nosotras, lo fueron, pero todo salió bien al final. Eso es lo único que importa.
En caso de que no haya quedado claro el por qué del título, es por ciertos epítetos negativos hacia las mujeres que comienzan con dicha letra. Pensé después en ciertas palabras positivas con la misma letra a modo de contraste: primera, prioridad, princesa, preciosa, etc.
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