El sol tras la losa
—¿Estás segura de esto, amor?
—Estoy segura. Necesito cerrar esta etapa para continuar con mi vida.
—Bien. Tómate todo el tiempo que quieras.
Sabrina se encontraba en el cementerio. Su novia Natasha la había acompañado a ese lugar, pero al llegar cerca de cierta tumba, tras un rápido beso, se separaron; Sabrina debía enfrentar cierto hecho sola, pues únicamente le concernía a ella.
Tras ubicarse frente a la losa, la chica se agachó y la tocó suavemente con la yema de los dedos. Colocó posteriormente un ramo de flores que llevaba en la mano y leyó para sí el nombre escrito: María Celeste Cortínez.
—Hola, Celeste... Perdón por tardar tanto en venir, pero... sabes que después de lo que ocurrió...
Sabrina sintió una opresión en el pecho y unas ganas tremendas de llorar. Una vívida imagen surgió en su cabeza, la de aquella noche fatal que jamás olvidaría.
María Celeste y ella se habían conocido en el colegio. Antes de su primer encuentro, ninguna de las dos se imaginó la posibilidad de enamorarse de otra mujer, pero luego de las primeras interacciones entre ambas, les quedó claro hacia dónde iban sus gustos. Primera relación, primeros coqueteos, primeros besos, todo aquello vino de golpe. Sin embargo, ninguna se atrevió a revelar la verdad al resto de sus conocidos por el miedo a las reacciones de estos.
La real naturaleza de su relación se hizo pública de la manera más cruel.
Cierta noche, la pareja se dirigió a una pequeña plaza en la que la iluminación era tal que brindaba todo un espectáculo a aquel que la mirara. En medio de las luces, Sabrina y María Celeste se dejaron llevar por sus sentimientos, abrazándose y dándose un apasionado beso. Sin embargo, el romántico gesto llamó la atención de un hombre que pasaba, el cual se mostró asqueado y les dijo que en ese mismo momento conocerían a un verdadero hombre. María Celeste intentó proteger a su novia, pero al final ambas fueron sometidas por el sujeto, quien sacó un arma y las obligó a recostarse en el suelo.
Lo que vino a continuación fue indescriptible. Las chicas fueron tratadas como simples objetos, no mucho más valiosos que un televisor averiado; el tipo se deleitó con ellas robándoles la virginidad mientras lloraban y suplicaban para que se detuviera, cayendo sus ruegos en oídos sordos. Una vez consumado el deplorable acto, las tumbaron boca abajo, tras lo cual se escuchó dos veces el atronador ruido salido del cañón.
—... No sé qué habrás sentido en ese momento... Supongo que estabas tan aterrada como yo... Esa era una cita como cualquiera antes de que ese monstruo apareciera... Ese monstruo... ¡¿Quién le dio el derecho de decir lo que estaba bien o mal con nosotras?!... ¡Un enfermo no merece opinar!... —Sabrina comenzó a llorar, liberando el dolor acumulado—. Cuando desperté en el hospital y me dijeron que te habían matado..., no pude soportarlo, Celeste. De tantas lágrimas se me secaron los ojos... Te fuiste así..., tan de golpe..., sin merecerlo... No me pude despedir de ti... —Se limpió la nariz—. Los días posteriores no tenía ganas de nada; era casi un zombi... Lo único que me dio un poco de ánimo fue cuando atraparon a ese animal y lo condenaron a cadena perpetua... Hubo algo de justicia—. Pasó la mano por la losa—. Después de lo ocurrido..., mi familia se enteró de que me gustan las mujeres... La tuya también supo de lo nuestro... Les costó aceptarlo al principio, pero... ahora nuestra relación es excelente... Supongo... que algo bueno salió de esto, pero... no tenerte cerca es difícil... Quizás habríamos seguido juntas, quizás no. Lo único cierto es que debiste vivir más.
Con los sentimientos a flor de piel, Sabrina pasó el dedo sobre las letras grabadas en la lápida.
—A veces... a veces siento que todavía estás cerca, cuidándome. Es más, pienso que fuiste tú la que puso a Natasha en mi camino... Natasha... —Sonrió entre lágrimas—. Ella me conoció en mi peor momento y me ayudó a levantarme... Le he hablado mucho de ti, ¿sabes? No podía no hacerlo: sigues siendo una persona muy importante para mí, Celeste.
Sabrina miró con ternura la tumba.
—Espero que las cosas con ella me resulten... y sé que esto podría sonar descarado de mi parte, pero... ¿podrías... darme una mano, por favor? Lo que vivo con Natasha es hermoso, muy similar a lo que viví contigo... Quiero que las cosas continúen igual.
Una pequeña brisa sopló entre las copas de los árboles, moviendo las hojas.
—Ahora debo marcharme, Celeste. Prometo visitarte con más frecuencia; ya estoy en condiciones. —Se secó los ojos con la manga—. No importa lo que pase ni cuánto tiempo, siempre tendrás un pedacito de mi corazón.
Sabrina se besó las puntas de los dedos y las apoyó en la superficie de la lápida, tras lo cual se marchó en silencio, reencontrándose con Natasha.
—¿Cómo salió todo, amor?
La chica miró de reojo la tumba de María Celeste.
—Quiero creer que bien.
—¿Qué te parece si venimos el próximo mes? De seguro ella querrá verte pronto.
—Me encantaría.
Sabrina y Natasha dejaron el cementerio. El alma de la primera estaba en paz; aunque una parte de ella siempre amaría a su fallecida novia, seguiría con su vida y su nueva relación. Atrás había quedado la oscuridad.
Casi como un símbolo de ello, no mucho después de que las chicas se marcharan, se abrieron las nubes y un tímido rayo de sol dio en las flores sobre el sepulcro.
En esta ocasión traté de mostrar una historia de superación tras una tragedia. Aunque los amores sean grandes, no siempre duran. En este caso fue por un factor externo, pero cualquier elemento de término aplica. Asimismo, no hay impedimentos para que después de un gran amor pueda venir otro, tal como le ocurrió a Sabrina.
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