Capítulo XVI: CRISTINA.
El despojado profesor de filosofía, y estudioso en manifestaciones (supuestamente) demoníacas en el campo de la teo antropología, pudo formarse una idea mucho más concreta de cómo empezó y posteriormente se desarrolló el caso que, en este momento, le interesaba de manera muy especial. Sin embargo, los elementos del puzzle estaban algo difusos y necesitaba aclarar más la situación, especialmente la forma en que actuó el rubio adolescente en la clínica y el momento exacto de su extraña desaparición. Para ello, Nolberta, proporcionó un nombre clave: Cristina. (La enfermera que estuvo, literalmente, a uno o dos pasos del energúmeno al momento de la tragedia).
Estanislao recordó, fugazmente, a la paramédico con quien había conversado en el centro asistencial hacía poco rato atrás. Especialmente recordó con nitidez las palabras que ésta había dicho en voz alta, atendiendo un llamado hecho desde algún lado: "Sí, señorita Cristina, voy de inmediato". Ahí estaba ese nombre clave. Cristina era la persona indicada para obtener de ella todos los pormenores de lo ocurrido allí, puesto que ella era testigo y parte de la escena; incluso pudo haber sido atacada directamente, según Nolberta.
No lo pensó dos veces; doblando en varias partes la hoja del diario, con las fotografías del muchacho, se la guardó en el bolsillo trasero de su pantalón de cotelé color café y, sin despedirse de Nolberta, salió presuroso en dirección a su automóvil Fiat-125 para regresar, lo antes posible, a la clínica.
Mientras conducía su coche, en su mente se arremolinaban una serie de rostros: Daniel; Nolberta; Carmencita; Iris, y... el rostro del muchacho. La secuencia de imágenes volvía a repetirse en el mismo orden, pero en la mente del profesor se agrandaban exageradamente y luego se reducían de tamaño, como si alguien estuviese jugando con el foco de una proyectora de diapositivas. Al llegar a un cruce de calles, las imágenes de su cerebro se borraron casi en forma instantánea, para dar paso a la realidad: un ruidoso frenazo y varios bocinazos cruzados; él también frenó con el pedal a fondo y sus ruedas humearon al arrastrarse en el cemento; un fuerte olor a caucho quemado se percibió en el ambiente; su corazón latía velozmente; las manos le transpiraban. Dos iracundos conductores se bajaron de otros vehículos y se acercaron al del Fiat-125 para recriminarlo a punta de insultos, ya que estuvo a punto de ser el causante de un choque múltiple al cruzar, sin darse cuenta, un semáforo en rojo. Los vehículos no alcanzaron a golpearse, pero faltó muy poco. Luego de un par de segundos, Estanislao pidió todo tipo de disculpas y comenzó a recobrar la calma, para continuar conduciendo hacia su destino, prestando mayor atención a las condiciones del tránsito. Llegando a la clínica, nuevamente se encontró con Iris (la espigada y morena paramédico), quien sonriendo le dijo:
___ Apuesto que se le quedó olvidado algo por acá. ¿Sí?
___ No, señorita... He regresado para hablar urgentemente con la enfermera jefe, de nombre Cristina. Me parece que fue ella quien la llamó cuando estábamos en el pasillo.
___ Así es; la señorita Cristina es la enfermera jefe y, además es la única experta en operar la cámara de inversión térmica "SK-16- ICE/N" , en la cual revivieron al joven... endemoniado. ___ Contestó Iris, al parecer hablando más de lo debido.
___ ¿Perdón, cómo dijo? ___ Y la muchacha repitió lo de la cámara de inversión térmica.
___ Déjeme anotar....SK-16.........., listo. Bueno, gracias. Ahora, ¿podría llevarme donde su jefa?, por favor.
___ Me temo que ahora no podrá recibirlo; está demasiado ocupada, señor ___ respondió Iris, con mucha amabilidad.
___ Mire, es muy importante que yo hable con ella ahora. ___ Repuso el hombre, enfatizando el "ahora".
___ Señor, si se trata de la paciente que usted vino a ver, le ruego que regrese mañana, después de las diez, ya que los médicos le harán un completo chequeo facial, a eso de las nueve. Posiblemente le retiren la máscara inmovilizadora; de todas maneras yo...
___ No, señorita... Se trata de... esto ___ dijo el hombre, mostrando la hoja del diario con las fotos del chico. Ella se puso seria y giró sobre si misma, diciendo:
___ Está bien, sígame ___ respondió la joven y morena funcionaria, preocupada.
Después de caminar brevemente por el pasillo, seguida por Estanislao, Iris entró a una pequeña sala que estaba con la puerta abierta y, mirando al suelo, dijo en voz baja, casi con temor:
___ Disculpe, señorita Cristina, perdone que la interrumpa, pero este señor insiste en hablar con usted. Dice que es urgente.
La jefa tenía sobre su escritorio varios informes de pacientes y los estaba traspasando al computador; además, había otros que tenía que revisar con mucha atención. Por eso no quería ser molestada. Y, como si fuera poco, debía responder por escrito una completa declaración solicitada por segunda vez por la fiscalía sur, en relación al asesinato del periodista Luis Mendoza, en calidad de testigo principal. A pesar de estar realmente ocupada, al escuchar la voz de la técnico paramédico levantó lentamente su cabeza, se giró, y mirando interrogativamente a ambos, dijo:
___ Está bien, pero que sea breve, por favor ___ Luego, indicándole un sillón adyacente, invitó al hombre a tomar asiento.
___ Gracias, señorita Cristina ___ le dijo el profesor, mientras se acomodaba en el aposento tapizado con cuero sintético color azul.
___ Iris, usted puede retirarse. ¡Ah!, en caso que llegue la doctora Santander, me avisa de inmediato, por favor.
___ Le comunicaré..., pierda cuidado, jefa ___ respondió la delgada funcionaria, retirándose con una sutil reverencia.
___ Bien, señor, usted dirá... ___ dijo la ocupada enfermera, sentada en su sillón giratorio, y moviendo un lápiz grafito metálico entre los dedos de su mano derecha.
___ Señorita Cristina, soy el profesor Estanislao Álvarez, pedagogo en filosofía y con un diplomado en antropología. He venido por esto ___ dijo, mostrando la arrugada hoja de diario que le había facilitado Nolberta.
___ Y, ¿qué tiene que ver la filosofía y la antropología, y... usted, en esto? ___ preguntó extrañada, Cristina.
___ Bueno, ya verá, necesito hacerle algunas preguntas que, espero, tenga a bien responder, siempre y cuando no se moleste ___ planteó el profesor.
Hubo un tenso silencio, la expresión de extrañeza de la enfermera mutó a una expresión de preocupación y fastidio. Luego dijo:
___ Señor Álvarez, en los últimos días he sido verdaderamente acosada por la policía tanto uniformada como civil; incluso el fiscal que lleva el caso de este muchacho ___ haciendo referencia a la hoja de diario con las fotos ___ no para de llamarme por teléfono. ¡Ya estoy harta! Mire, señor, le ruego que me deje en paz. No quiero más preguntas. ¡No más! ___ terminó de hablar Cristina, endureciendo el tono de su voz y de su rostro, muy alterada.
El profesor se sintió defraudado; pareció envejecer diez años en diez segundo. Se puso de pie, cabizbajo, sin articular palabra alguna. Dobló lentamente la hoja de diario y la guardó lentamente en el bolsillo trasero de su pantalón. Miro de reojo a la enfermera; movió la cabeza en señal de despedida y pretendió salir.
___ Espere..., espere un momento por favor ___ dijo ella. Y el hombre se detuvo; giró sin apuro, la miró y esperó, sin decir nada.
___ Perdone mi actitud un tanto neurótica; la verdad es que ando sumamente estresada con todo lo ocurrido en los últimos días y reconozco que me cuesta actuar como si nada hubiera pasado; no es fácil. Yo debería estar con licencia médica; sin embargo ...
En ese instante sonó el anexo teléfono del escritorio de Cristina y ésta levantó el auricular para ver de qué se trataba, y contestó:
___ ¡Ah!, ya, sí, voy enseguida..., listo, Iris, sí; claro, dígale a la doctora Santander que estoy en un minuto ahí... Ya, gracias ___ y colgó.
Levantándose de su sillón, tomó varios informes que estaban sobre su escritorio y, haciéndose acompañar un par de metros por el viejo profesor, algo le dijo. Y sobre la marcha, despidiéndose de éste, agregó:
___ No se le vaya a olvidar; mañana a las tres en punto lo espero.
___ De acuerdo, gracias ___ respondió Estanislao, y se alejó.
Otras personas, vistiendo uniformes de la clínica, se cruzaron por los pasillos y, dos de ellas se giraron para verlo mejor ya que... les parecía conocido.
___ ¿Viste, Ximena?, ___ le preguntó una a la otra ___ es él, el mismo.
___ ¡Mh!, se parece al profesor que teníamos, al que le decían El Loco Platón, en el liceo.
___ ¿Se parece? No, Ximenita, él es el Loco Platón ___ repuso enfática y con sorna la otra funcionaria.
___Sssssssh, ¡cállate, Olga!, no nos vaya a escuchar ___ cortó la más prudente de las dos.
Estanislao, acomodándose sus gruesas gafas ópticas, miró hacia atrás clavando la vista en una de las impertinentes funcionarias que, indisimuladamente, aún seguía con una sonrisa burlona. Él no le dio mayor importancia; apresuró el paso hacia la salida; una vez en la vereda, encendió un cigarrillo y caminó...
∆∆∆
Al día siguiente, aproximadamente a las dos de la tarde, la señora Carmen era visitada nuevamente por su viejo amigo. Y no le habían sacado el vendaje que le inmovilizaba la cara. Ella le entregó varias hojas de block, escritas con grandes letras tipo imprenta, pésimamente dibujadas; pero expresaban un fiel testimonio de lo ocurrido en la clínica cuando se le ocurrió ir a reconocer a ese rubio muchacho... endemoniado. Hay cosas que no recuerda porque después de recibir el golpe en la cara con el velador metálico, quedó inconsciente. Cuando supo de la muerte del periodista que trató de defenderla, quedó impactada y muy afectada... Y eso escribió, para que su amigo lo leyera.
A las tres de la tarde, en punto, don Estanislao entraba a la oficina de Cristina que, como de costumbre permanecía con la puerta abierta. Sin embargo, esta vez...
___ Adelante, pase señor Álvarez, tenga la bondad de cerrar la puerta, por favor ___ dijo la enfermera jefe, al momento de recibirlo.
___ Gracias, señorita ___
___ Tome asiento, por favor ___
___ Sí, gracias, espero no quitarle mucho tiempo ___ dijo el hombre mal rasurado.
___ No, no se preocupe. La verdad es que... no sé porqué lo voy hacer; pero estoy lista para responder sus preguntas; dele ___ se sinceró Cristina, mostrando disponibilidad y una confiada actitud.
___ Bien; ¿cree usted en Dios? ___ lanzó como primera pregunta, el profesor.
___ Sí, claro, aunque no soy muy religiosa, ¿por?
___ ¿Y en las manifestaciones satánicas? ___ preguntó don Estanislao, sin responder el "por".
___ ¿Eh?, en las...;bueno, después de lo ocurrido aquí, y vivir lo que viví, pienso que sí. Puede que el muchacho, Ricardo Antonio, haya sido poseído por algún ente demoníaco. No sé. ___ Dudó Cristina.
___ O sea que, según usted, el muchacho no actuó de manera consciente, sino que... manejado por una fuerza sobrenatural. ¿Una fuerza maligna, diría usted?
___ Sin duda, sin duda. Él estaba enajenado; poseído, o como se le quiera llamar ___ dijo, muy convencida ella.
___ Y..., ¿qué la hace pensar que el muchacho estaba poseído? ___ preguntó, muy serio, el profesor.
Cristina se demoró en responder, buscando argumentar una sólida respuesta, que sirviese de algo. Finalmente, dijo:
___ Bueno, aquí me voy a explayar. Primero: reaccionó con violencia frente a un crucifijo, que yo misma la había facilitado a la señora Carmen. Segundo: mostró una fuerza sobrehumana, no acorde con su escuálido físico. Tercero: emitía sonidos como de un extraño animal, gruñendo amenazadoramente. Cuarto: atacó y asesinó con violencia extrema; y... por último, desapareció en un pasillo que no tenía salida, excepto el ascensor que estaba fuera de servicio. ¡Ah!, y mientras un grupo de gente lo perseguía muy de cerca. Simplemente, se esfumó.___ Concluyó la enfermera, plenamente convencida de que, al menos, eso no podía ser normal; ni tratarse de algún desvarío mental.
___ Gracias, señorita Cristina, creo haber reunido la suficiente información. Tengo además, otros datos muy importantes; y me extraña que la policía no encuentre a los padres del muchacho. Tengo una vaga idea dónde encontrarlos; ya veremos. ___ terminó.
___ Pero, y si usted no es detective privado o algo así, ¿qué lo motiva a hacer esto? ___ preguntó ella, levantándose de su sillón.
___ Mi motivación obedece a un desafío personal. La tendré al tanto de lo que encuentre. Gracias, nuevamente, señorita Cristina. Hasta pronto.
De acuerdo a las notas encontradas en los apuntes y en la grabadora del periodista asesinado, y los registros del hotel de las hermanas Zaldivar, la policía ya sabían el nombre completo del muchacho y el de sus padres; la procedencia; la ruta de viaje y el vehículo en el que andaban; además de otros datos que manejaba con cierta reserva el fiscal Triviño. La búsqueda ya estaba en marcha, pero al momento no había resultados positivos.
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