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Capítulo XIX: EL DOCTOR ROBIN A. LIVINGSTONE.

En la capital chilena, a las diez de la mañana, de un día que se pronosticaba muy caluroso, se posaba en la losa del aeropuerto Arturo Merino Benítez (Pudahuel), un gigante airbus procedente de Londres. En la recepción de pasajeros internacionales había bastante gente esperando. Y destacaba entre la multitud un joven que portaba un letrero de cartulina escrito con plumón negro y que, en grandes letras, decía: Sir Robin A. Livingstone.

Casi media hora después, un señor alto, de unos cincuenta y cinco años; cabellos cobrizos, y luciendo una barba muy bien cuidada, se acercó al joven del letrero, y se presentó, hablándole en un perfecto español con acento latino.

___ Soy el doctor Robin Andrew Livingstone; entiendo que usted me está esperando ___ dijo, mirando con una semi sonrisa el letrero con su nombre.
___ Correcto, doctor Livingstone.
___ Y, él, es el doctor, Robert Schmit; colega australiano que me acompaña ___ agregó el londinense, mirando al hombre que tenía a su lado y que no entendía muy bien el idioma con acento latino.

___ Bien, un vehículo los espera. Permítame llevarle su equipaje, doctor ___ dijo el joven, mirando al biofísico inglés.

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En Antofagasta, lo ocurrido en la clínica Mar Azul pasó casi inadvertido para el común de la gente; si bien es cierto que la prensa publicó algo sobre el hallazgo del Land Rover accidentado, nada se dijo en relación al cadáver de Ricardo Antonio Canvill, ni mucho menos a la rara condición de su cuerpo. Simplemente, al parecer, hubo una fuerte censura. De ahí nada más se publicó en relación al vehículo encontrado. Hubo una absoluta reserva. Es más; el caso criminal ocurrido en la clínica, se dio por cerrado, a pesar de los fuertes reclamos y protestas de varios familiares del fallecido periodista, Luis Mendoza, quienes exigían justicia.

Por otra parte; la señora Carmen Zaldivar se estaba recuperando física y psicológicamente del traumático ataque del cual fue víctima, y, cuando supo del hallazgo del Land Rover siniestrado; sólo atinaba decir: "yo se los advertí, pero pensaron que estaba loca y que era una vieja supersticiosa; ahí están los resultados..."

En cuanto a don Estanislao Álvarez Gösten, la suerte le estaba sonriendo: finalmente sus arrendatarios le pagaron varios meses atrasados por el alquiler de su casa en el centro de Antofagasta, y, de paso, subió algo más el valor de la renta. Y, lo mejor, allí a ese domicilio había llegado un sobre certificado, hacía más de una semana, a su nombre. Y se lo tenían guardado. Al abrirlo, casi le da un infarto...de emoción. ¡Gran noticia! Por orden de la Contraloría, la prohibición de hacer clases de filosofía había sido revocada unánimemente, de acuerdo a nuevos antecedentes e informes que obraban en poder de esta instancia. En consecuencia, podría retomar sus actividades docentes, incluso en los colegios de mayor prestigio; gracias a la gestión realizada por el fiscal Mario Triviño, quien lo avaló con la absoluta convicción de que éste hombre tenía mucho que enseñar; no sólo filosofía.

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SANTIAGO DE CHILE:

Veinticuatro horas después de su arribo a la capital chilena, los físicos procedentes de Londres, ya tenían claro qué hacer con el joven cristalificado. La única manera de realizar un análisis cuántico de estructura molecular de éste, sería en los laboratorios de una universidad inglesa en Cambridge, a unos ochenta kilómetros de Londres, por sus equipos de última generación, entre ellos los microscopios electrónicos de transmisión con altísima resolución. Sin embargo, esto significaba trasladar el cuerpo y había que hacer una tediosa tramitación; pero al menos ya tenían la autorización "en aras de la ciencia", la cual les permitía investigar el extraño caso, sin especificar restricción alguna que limitase el trabajo; incluso, jurídicamente no había impedimento para cruzar fronteras. De manera tal que, todo el equipo de científicos inició la maratónica tarea que concluyera con el adolescente de cristal en la ciudad universitaria de Cambridge, de no más de doscientos mil habitantes, muy tranquila y atravesada por el precioso río Cam. Era el lugar ideal, según el doctor Livingstone ; y un punto de contínuos congresos y simposiums al más alto nivel teórico.

El traslado fue autorizado con una condición: "Debería viajar, en calidad de observador permanente e incuestionable, un biofísico chileno como garante del retorno del cuerpo cristalificado al país de origen".

CAMBRIDGE, INGLATERRA:

Luego de otra agitada semana; tendido en una mesa acrílica, color violeta, y tapado con una tela blanca, el adolescente de cristal permanecía ¡completamente insondable!, en uno de los laboratorios de la ciudad universitaria.

Después de arduos intentos por extraer con taladros láser y con inyectores ultrasónicos una muestra, por mínima que fuese, los resultados seguían siendo... nulos. La extraordinaria dureza no era compatible con la flexibilidad. De una cosa estaban completamente seguros: La dureza de este cuerpo, en su totalidad, era muy superior a la dureza del diamante (nivel 10 en la escala de Mohs), ya que ninguna herramienta con la que se cortaba el diamante en bruto pudo hacerlo, ni siquiera las sierras con dientes de nitruro de boro que alcanzaban las diez mil revoluciones por minuto. ¡Imposible!

El doctor Livingstone se sentía absolutamente superado, aunque su equipo de colaboradores aún no se daba por vencido, y proponían las más inverosímiles ideas.

El caso chileno era muy diferente a los reportados el año 1938 en Inglaterra, y el de 1970 en Dinamarca. Los casos europeos pudieron ser testeados y se pudo establecer claramente la cadena de eventos que transformó las células humanas en cristales de silicio, con una estructura molecular intermedia que no alcanzó a completarse. Las muestras eran quebradizas y porosas. El caso chileno, era único, y representaba un gran desafío para la ciencia moderna. Si se llegaba a descubrir de qué tipo de cristales estaba compuesto, sería un salto enorme poder replicar el material en cuestión, por su extrema dureza... Sin precedente; y sin dejar de ser flexible.

El doctor Livingstone no lograba conciliar el sueño; eran las tres y media de la madrugada. Media hora después, sin saber si estaba soñando o no, vio... a un costado de su cama a un extraño personaje, pero no se alarmó; supuso que... efectivamente estaba soñando y quiso mantener el hilo. Veía a un hombre anciano, haraposamente vestido, pelo revuelto, largo, muy blanco y desgreñado; quien, con una voz profunda y monótona, le dijo:

___ Doctor Livingstone, mi nombre es... Ominoreg, necesito decirle algo... ___
___ ¿Y, quién demonios es usted? ¿De dónde salió? ___ Preguntó dubitativamente el biofísico molecular, mirando con detención al rostro del extraño, el cual era iluminado por una suave luz proveniente de una pequeña lámpara de velador.
___ Doctor, sólo quiero ayudarlo, a usted en particular; y a la comunidad científica, en general ___ dijo el anciano Ominoreg, agregando, ___ porque lo necesitan.
___ ¿A qué se refiere? ___ requirió Livingstone, manteniendo una sorprendente calma.
___ Me refiero..., querido doctor, al enigma que representa para ustedes el llamado "adolescente de cristal", el mismo que tienen muy bien resguardado en el laboratorio de física molecular, sobre un acrílico color violeta, ¿me equivoco?. ___ Respondió el aparecido, sonriendo al ver la cara de asombro que puso ahora el científico.
___ ¡¿Quéeeeeeee....?! ___ Exclamó el físico, sentándose bruscamente en la cama, y... despertándose del todo.
___ Tranquilo doctor, tranquilo,  y escúcheme muy bien lo que voy a decirle. Yo..., yo lo autorizo para que pueda cortar, sin dificultad alguna, un pelo..., tan solo un pelo de la rubia cabellera del muchacho, con una simple tijera, para que pueda ser analizado. Más adelante lo autorizaré para tomar una muestra de "piel". Pero eso, querido doctor, tendrá un costo. Nada es gratis. ¿Me entendió?

___ Claro, cómo no; en todo caso como esto es un sueño, nada tengo que perder. Bueno, agradezco su autorización..... Ahora, váyase por favor ___ solicitó el científico, sonriendo por el simpático sueño, tan real. Apagó la luz del velador, se acomodó y... en tres segundos ya dormía profundamente. Durmió hasta que llegó la hora de levantarse. Se fue a duchar, pensando en el sueño. Tomó desayuno, pensando en el sueño. Condujo su vehículo, pensando en el sueño. Llegó a la universidad, pensando en el sueño. Entró al laboratorio, sin saludar, pensando en el sueño. Tomó una sencilla tijera desde un armario, pensando en el sueño. Se detuvo frente al cuerpo del adolescente, pensando en el sueño. Se acercó a la cabeza de éste, pensando en el sueño. Levantó la tela que lo cubría, mientras sus colegas le hablaban, y él... seguía pensando en el sueño. Levantó un cabello rubio, de unos ocho centímetros, y con absoluta facilidad lo corto. ¡Sí, lo cortó!
Quienes estaban allí no lo podían creer; quisieron cortar otro cabello del muchacho, pero fue imposible. El doctor Livingstone sonrió y, sin contar lo de su supuesto sueño; ordenó:

___ Doctor Schmit, todo suyo. Ponga este cabello en el microscopio electrónico de alta resolución y vea qué estructura molecular nos muestra. Creo que nos vamos a llevar una sorpresa mayúscula ___ Agregó el doctor Livingstone, pensando que, quizá no había sido un sueño, sino una realidad que rayaba la fantasía, como sus conocidas conferencias internacionales.

Ciertamente que él no creía en manifestaciones sobrenaturales; era, a más de científico, un neoagnóstico casi fundamentalista, según sus conocidos. Pero... ese ser, que lo "visitó" en el sueño, lo había autorizado, y eso no se lo iba a contar a sus colegas, por ningún motivo. Lo importante era que ya tenía su apreciadísima muestra bajo el potentísimo microscopio electrónico, traspasando al computador central decenas de imágenes que los estaba dejando boquiabiertos . De pronto, y sin explicación alguna, una estridente carcajada se dejó sentir en esas dependencias universitarias. Cuando el doctor Livingstone volvió su vista hacia el rostro del cristalificado adolescente..., éste había cambiado; ahora tenía sus ojos muy abiertos, mostrando un intenso color azul cielo y, sus labios esbozaban una marcada sonrisa... Era un maquiavélico maniquí. Una broma macabra. No era posible. Sin embargo, ahí estaba el doctor Robin Andrew Livingstone frente a algo que iba más allá de lo natural; más allá del pensamiento humano. De pronto, el eminente científico palideció y su respiración se hizo muy dificultosa. Su corazón se aceleró, evidenciando claros síntomas de taquicardia. Afortunadamente, a tan solo un paso de él, había un taburete donde pudo sentarse.

___ Doctor, ¿se siente usted mal? ___ Preguntó, preocupado uno de sus colegas, que de inmediato lo ayudó.
___ No, no... Ya estoy bien. Fue un mareo repentino, solamente. Pero, dígame, Charles, ¿escuchó esa extraña carcajada, usted? ___ inquirió, Livingstone, mirando desconcertado.
___ ¿Perdón, de qué carcajada me habla, doctor? ___ Preguntó, asombrado Charles. ___ Al menos yo, no he escuchado nada. Y, los demás, como usted ve, están muy concentrados analizando la estructura molecular del cabello, que..., por cierto a usted le va ha sorprender, doctor.
___ ¿Y, qué pasó con el rostro del adolescente? ___ Contra preguntó el doctor Livingstone, poniéndose de pie para mirar nuevamente al cristalificado muchacho que yacía sobre el violáceo mesón de laboratorio. Mas, no fue necesario esperar una respuesta. El rostro estaba exactamente igual que el primer día que lo vieron.

El sorprendido doctor en física molecular pensó que, tal vez, aún estaba soñando. No era posible tanta incongruencia. Quizá estaba muy agotado y su mente le estaba jugando una mala pasada. En fin, procuró mostrarse tranquilo y se acercó a observar las imágenes en la pantalla del computador central. Se veía una curiosa estructura de átomos unidos hexagonalmente, como el dibujo de una paleta extraída de un panal de abejas. Era una malla formada por átomos de carbono, de estructura bidimensional. Una capa increíblemente delgada, de menos de 0,34 nanómetros de espesor. El fino pelo de la muestra estaba constituido por más de cuatrocientas  de estas capas entrelazadas. Y, si no correspondía a la estructura atómica del diamante, ni al grafito, ni a nada conocido, ¿de qué se trataba, entonces? Se mantuvo completa reserva.

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MUCHOS AÑOS DESPUÉS:

Veinte, quizá veinticinco años después, unos científicos descubrieron, por simple casualidad, una estructura atómica bidimensional, al ser observada bajo los poderosos microscopios electrónicos de última generación. Los átomos estaban ordenados... de manera hexagonal, como el dibujo de una paleta mielífera. Ellos lograron sintetizar esta estructura (a nivel de laboratorio) y, con el nombre de grafeno, el mundo comenzó a enterarse de la existencia de un nuevo producto que, sin duda, en el futuro próximo revolucionaría  toda la industria del planeta por sus increíbles propiedades al entrelazar sus capas bidimensionales:  A saber;  cincuenta veces más duro que el diamante; doscientas veces más resistente que el acero; muchísimo mejor conductor de electricidad que el cobre; y... a nivel molecular tiene la propiedad de auto repararse, auto regenerarse, por siempre. Sin duda que el grafeno podría convertirse en el aditivo más extraordinario de todos los tiempos. Quizá reemplazar a los vidrios convencionales de los grandes ventanales, por su transparencia y dureza; minimizar el volumen de muchos componentes electro - médicos, y electro - informáticos. Usarse en nanotecnología; macro tecnología; tecnología espacial, etc., etc.

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En las publicaciones que hizo el doctor Robin Andrew Livingstone, veinte, veinticinco años atrás, se decía que ese cabello extraído del cuerpo cristalificado del muchacho, era extremadamente firme. Y que, el cuerpo mismo, nunca pudo ser testeado. Por una sola razón:  "Era muchísimo más duro que el acero, quizá más de cien veces; más duro que el diamante, quizá más de cincuenta veces"...  Ese cabello, nunca más pudo ser cortado nuevamente. Pero en aquel entonces, sus publicaciones fueron desechadas por la comunidad científica. Eran incompletas; nunca se dijo de dónde había salido ese rubio cabello, casi transparente, del que hablaba el londinense. Nadie del equipo que trabajó con él, habló del cuerpo cristalizado. Lo único que se supo, extraoficialmente, fue que..., al tiempo después, el cadáver, junto a muchísima información clasificada, regresó a Chile, en el más estricto secreto y que..., hoy está muy bien custodiado en el subterráneo de una universidad privada. Quizá en el futuro se hablará de él. Ahora bien, si tan solo un pelo de ese adolescente de cristal es capaz de revolucionar la industria actual, ¿qué podría lograrse cuando sea conocida la estructura molecular del resto del cuerpo? Quizá la física cuántica tenga que reescribirse. Y los materiales del futuro nada tendrán que ver con los que hoy nos rodean.

FIN

Nota del autor: Mi reconocimiento a los doctores en física, Andre Geim y Konstantin Novoselov  (ambos de origen ruso), quienes en la Universidad de Manchester  (Reino Unido) lograron sintetizar las moléculas bidimensionales del grafeno,  y que, por sus notables descubrimientos obtuvieron el año 2010 el Premio Nobel de Física. Si bien es cierto que, parte de esta novela está basada ficticiamente en un descubrimiento real; no es menos cierto que el grafeno sí revolucionará al mundo conocido. De hecho, ya existen grandes empresas e institutos trabajando en la utilización de este futurista producto (ver en internet).

Mis agradecimientos a Norita Cerro Iluffi, mi esposa, por ayudarme en la trascripción y análisis de texto.

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