A 217 kilómetros al norte de Antofagasta, y... a una semana de ocurrido el crimen del periodista Luis Mendoza en la clínica Mar Azul; un automóvil Fiat 125, color blanco, conducido por un hombre de avanzada edad, portador de unos gruesos lentes ópticos, comenzó a salir desde la ciudad de Calama, con destino al vecino puerto (de Antofagasta). Su marcha era más bien lenta, ya que junto con conducir, el hombre accionaba el encendedor eléctrico del vehículo y lo acercaba cuidadosamente al cigarrillo recién puesto entre sus labios. Aspiró dos veces con fuerza y luego puso en su lugar dicho artilugio que aún estaba "al rojo". Fumaba con cierta dificultad; se mostraba algo inquieto, incómodo, nervioso, pero su conducción era suave y moderada. Una vez cruzado el puente sobre el río Loa, alargó su mano derecha en dirección a la radio y sintonizó una emisora en la que se escuchaba música variada; luego, una voz microfónica dio la hora... 9:30; y la música continuó. El conductor observó de soslayo su reloj pulsera y, pudo comprobar que andaba un poquito atrasado. Sonrió de malas ganas y se concentró en la conducción de su vehículo, imprimiéndole algo más de velocidad.
A unos quinientos metros antes de llegar a un control de Carabineros, ubicado frente a una fábrica de reactivos industriales, el vehículo perdió rápidamente su sostenido andar y fue a detenerse junto a un muchachón de unos... veintitrés años de edad, el cual estaba allí haciendo el clásico "dedo" (aventón; autostop) del viajero circunstancial. Su único equipaje era un pequeño bolso de lona color azul, y en él llevaba adherido un logotipo de la ciudad de Copiapó.
___ Gracias, señor, espero que no sea ninguna molestia, ¿me podría usted llevar? ___ solicitó éste.
___ Sube, yo voy hacia Antofagasta ___ dijo el conductor, mientras ponía nuevamente en marcha su carro. Luego agregó, distraídamente ___ , la verdad es que no me gusta viajar solo; me aburro, por eso me detuve, ¿cuál es tu nombre?
___ Me llamo Daniel; soy ingeniero de ejecución hidro metalurgista. Sin trabajo, por el momento. ___ Hubo un corto lapso de silencio hasta que el vehículo se detuvo en el puesto de control policial carretero, a las afueras de la ciudad.
___ Espera un momento, Daniel; voy a bajar para controlarme; vuelvo enseguida. ___ Dicho esto, el hombre se bajo del automóvil, cerró la puerta y se encaminó hacia la ventanilla de la garita donde debía registrar su paso fuera de la localidad. Sacó su licencia de conducir; el permiso de circulación y su cédula de identidad, entregándole dichos documentos al oficial de turno.
___¡Nombre!___ Dijo el policía, mirando muy seriamente al conductor.
___ Estanislao Álvarez Gösten..., pero ahí está claramente anotado en mis papeles, todo, y...
___ ¿Hacia dónde se dirige? ___ preguntó el agente.
___ Oiga oficial, yo paso lo más del tiempo por aquí..., ¿cuál es el problema? ___ lo increpó el conductor, algo molesto.
___ ¡Ah!, claro ___ sonrió burlonamente el policía ___ puede que usted pase muy seguido por aquí, pero resulta que yo, sólamente, llevo dos días en esta garita, y estoy cumpliendo con el más rutinario de los procedimientos. Y, si se me ocurre..., le reviso el carro completo.
___ Claro, usted tiene toda la razón. Perdón. ___ Respondió con fingida humildad, Estanislao, acomodándose sus gruesas gafas ópticas y,disimulando el fastidio, dijo: Voy a Antofagasta.
___ Bien, aquí tiene sus documentos. Maneje con cuidado ___ recomendó, conforme el policía, y luego, mirando hacia el automóvil, preguntó casi con prepotencia: ¡Ah!, ¿y quién es ese individuo que va en el carro?
___ Bueno, subió un poco más allá; lo único que sé es que se llama Daniel. Dice ser ingeniero de ejecución.
___ ¡Mm!, dígale que venga..., debe identificarse ___ ordenó el agente.
Al poco rato el joven ingeniero estaba junto a la ventanilla mostrando sus papeles de identificación. Todo estaba bien y conforme. El policía devolvió la documentación, a la vez que decía:
___ O.K., todo en regla; pueden continuar. Que tengan buen viaje.
El vehículo comenzaba, ahora, a desplazarse rápidamente por la asfaltada cinta vial recién reparada. Nadie hablaba. El conductor llevaba la vista clavada en un punto indeterminado de la carretera. Parecía ir profundamente concentrado en algo; algo que... no era precisamente la conducción del automóvil, sino en algo que lo abstraía a los más recónditos lugares de su herido amor propio. El joven acompañante lo observaba de reojo y, temiendo que ese ensimismamiento terminara en algo trágico, decidió sacarlo de ese estado.
___ Perdón, señor, ¿se siente usted bien?
___ ¿Cómo? Sí, sí... claro, bien, bien ___ respondió sorprendido.
___ No sé, pensé que no se sentía del todo bien, ya que... Bueno, eso, me preocupé un poco ___ dijo Daniel.
___ No te preocupes, ___ sonrió con tristeza, el hombre de las gafas gruesas ___ venía pensando en algo muy importante. ¡Ah!, no te he dicho mi nombre: me llamo Estanislao; soy profesor de filosofía; mejor dicho... era; me jubilaron antes de tiempo. Hice clases en varios liceos de Antofagasta.
___ Muy lamentable, don Estanislao; supongo que por razones de salud ___ repuso Daniel.
___ No, no exactamente ___ respondió algo incómodo el profesor. Enseguida, un poco más calmado, inició un lacónico monólogo: Pasé por situaciones terribles, Daniel, incluso estuve a punto de suicidarme; me enviaron a Santiago a un médico especialista, a un chequeo de tipo psiquiátrico. Allá, el médico tratante, un tipo con muy poca ética, ordenó mi internación inmediata en el hospital psiquiátrico. Sin entenderlo, me sentí terriblemente humillado.___ Los ojos del conductor comenzaron a humedecerse tras los cristales, y su voz quebrada era acorde con su relato. Demostró una angustia infinita; sus mejillas se mojaron con algunas escurridizas lágrimas que brillaban perlando su mal rasurada piel. Apretó sus labios con fuerza y trató de mirar hacia la izquierda para disimular un poco esa angustia maldita que le embargaba el alma. Así, de esa manera, representaba unos... setenta años; quizá un poco más. Suspiró profundamente; sacó un pañuelo de uno de los bolsillos del chaleco y se sonó con estridencia la nariz, mientras seguía conduciendo. Después de una pausa, continuó su dramático monólogo:
Daniel, cuando ordenaron mi internación, procuré demostrar que estaban equivocados y que yo era un hombre mentalmente sano..., pero no logré convencer a los médicos; ellos eran quienes decidían. Entonces, me resistí, le di con mi puño en el rostro a uno de ellos, y eso empeoró las cosas. Me internaron por la fuerza, Daniel; me arrastraron; me humillaron, y mucho más. Dijeron que lo mío era una esquizofrenia arcaicádea, y nunca, nunca supe qué era eso. Pero me da rabia, Daniel, rabia e impotencia porque fueron dos largos años de enclaustramiento en ese miserable recinto. Y..., ¿sabes?, creo que el policía que nos atendió en el control, era uno de mis alumnos de hace unos siete años atrás, porque se mostró reacio conmigo y hasta se mofó. Fíjate que..., en uno de los liceos donde hice clases, había un grupo de muchachos que, a escondidas, me apodaban "El Loco Platón", y...
___ Profesor, verdaderamente usted ha sufrido mucho y aún sigue sufriendo por cosas del pasado ___ lo interrumpió el joven ingeniero, mirándole emocionado.
___ Sí, sufrí mucho más de lo que te imaginas, Daniel, y no es fácil olvidar. ___ Contesto pausadamente Estanislao, enronqueciendo la voz, y tomando suavemente una curva que dejaba a la vista otro largo tramo de carretera en medio del desierto. Luego sacó otro cigarrillo, lo puso en sus labios y lo encendió con el dispositivo. Miró a su acompañante y le ofreció uno, pero éste se negó aceptarlo, moviendo la cabeza de derecha a izquierda. Hubo otro corto silencio; el profesor parecía revivir cada instante de ese triste pasado; sin embargo, hablando de ello, parecía desahogarse y aplacar la angustia acumulada. Sin duda, era una "mochila" muy pesada ___ Ahí, en el hospital, entre pacientes que viven su propia realidad, envejecí prematuramente. Sé que represento más de sesenta años de edad. Tenía cuarenta y siete cuando me internaron; mi esposa cuarenta y cinco. Falleció cuando yo llevaba un año recluido; y no lo supe hasta cuando salí, ya que no se me permitía contacto con el mundo exterior; ni siquiera recibir visitas. Fue terrible, Daniel. ___ Y siguió conduciendo como un sonámbulo; ahora en silencio.
Al rato después, y procurando desviar el tema, Daniel preguntó:
___ Y..., ¿tiene hijos, profesor? ___
___ No, no tengo hijos ___ respondió en un tono apenas perceptible. Luego quedó inmerso en un profundo mutismo; silencio que se prolongó por muchos kilómetros de carretera.
A ambos lados del camino sólamente se veía la continuación del desierto, con cerros amarillentos, café y jaspeados. El tránsito vehicular era más bien escaso. Se habían encontrado con muy pocos vehículos en sentido contrario; excepto dos buses. El profesor volvió a encender otro cigarrillo; enseguida lo puso en el cenicero retráctil y buscó, en la guantera, una cinta cassette con carátula original, poniéndola en el tocacintas del Fiat-125. Casi de inmediato, las dulces notas del tema musical de la película "El Padrino" se hicieron escuchar. De fondo, el sonido del motor parecía un enjambre de abejas asustadas. Daniel bajó un poco la ventanilla de su lado porque el aire estaba muy enrarecido dentro del vehículo. Ya le dolían los ojos con el humo. El ruido provocado por el viento en su oído derecho superó todos los otros sonidos y se vio obligado a subir el vidrio rápidamente. La música del "El Padrino" volvió a escucharse, en gloria y majestad. El viaje continuó.
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