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Capítulo VIII: LA PENUMBRA AMARILLA.

Una enorme caverna, casi en penumbras, comenzaba a visualizarse en un extraño lugar jamás explorado por espeleólogo alguno. Era más bien una bóveda gigante; sin principio ni fin. Allí, junto a una roca circular, de un metro de alto y dos de diámetro, algo parecía moverse, arrastrarse; algo que daba la sensación de tener vida. El ambiente estaba saturado por un fino polvillo amarillento, cuyo hedor picante ponía de manifiesto la presencia de azufre que hacía irrespirable el lugar. El silencio, casi sepulcral, se rompe bruscamente con la convulsionada tos de... "alguien", y se iba repitiendo en cavernosos ecos decrecientes. Luego se escuchó un balbuceo; el balbuceo de ese "alguien" que, al parecer, estaba total y completamente desorientado:

___ Pe... pero... ¿dónde estoy? ___ Se preguntó; mientras el polvillo de azufre bloqueaba sus vías respiratorias, haciéndole toser repetidas veces, con agitada desesperación por lo contaminado que estaba el aire.

Sorpresivamente, de la nada, otra figura humana hizo su aparición en escena, hablándole con una monocorde suavidad:

___ Tranquilo, tranquilo muchacho; una vez más nos volvemos a encontrar, frente a frente... Supongo que me recuerdas, ¿no es así?

El asustado adolescente, trató de escudriñar, en silencio, entre la penumbra; sin embargo, le era muy difícil distinguir a su sombreado anfitrión que, ahora, se le acercaba muy lentamente y con una sonrisa maquiavélica. Volvió el ataque de tos, los ecos decrecientes y luego el silencio. Así y todo, el adolescente pronto se percató de un extraño detalle: los blanquísimos dientes de aquel hombre parecían reflejar la poquísima y casi nula claridad de la caverna. Parecía que aquellos dientes irradiaran luz propia. Era sumamente extraño. Entonces, Ricardo Antonio (ese "alguien"), llevándose las manos al rostro, como queriendo ocultarse, gritó:

___ ¡Sí... sí... sí... usted es el mismísimo demonio! ¡Déjeme en paz! ¡Váyase! ¡¿Qué quiere de mí?! ___ Y lloró de rabia, impotencia y miedo; mientras aquel ser de las tinieblas esperaba con pasmosa paciencia y en completo silencio, que éste se calmara. Luego, otra vez comenzó a hablar con esa atónica y monótona voz; al tiempo que caminaba en pequeños círculos concéntricos, sin detenerse. Y le dijo:

___ Muchacho, estamos en una galería natural. Espero que no te sorprendas, pero... debo decirte que estamos en el interior de un volcán que tiene más de cinco mil metros de altura, en la frontera con Bolivia...

___ ¡¿Qué, pero cómo?!

___ ¿Cómo llegaste hasta aquí? Bien, te lo diré; fue muy fácil: Tengo ciertos poderes, digamos... mágicos. Fui yo quien te rescató de las manos de tus perseguidores, en el momento que corrías por uno de los pasillos de la clínica. Bueno, difícilmente tengas consciencia de lo que pasó ahí. Para quienes te seguían, tú simplemente te esfumaste; desapareciste. Y es imposible que lo recuerdes, muchacho, porque tú, no eras tú; era... era yo; y la clínica para mí... una simple voluta de humo. ___ Le hacía saber el penumbroso hombre de dientes destellantes.

Al escuchar la palabra "clínica", Ricardo Antonio instintivamente se puso de pie y miró, con sorpresa y desconcierto la bata blanca que llevaba puesta y los oscuros manchones de sangre seca que tapizaban su escueta indumentaria. Ahora su vista se estaba acostumbrando a ver en la oscuridad. Se sacudió con fuerza, y el fino polvo amarillento y picante nuevamente lo hizo toser aparatosamente. Mas, parecía no entender qué le había sucedido y, ahora, retrocediendo clavaba su mirada en los ojos penetrantes del risueño y anciano anfitrión; el mismo que se le acercó allá... en el pueblo fantasma, en medio de la desolación. Posteriormente otro ataque de convulsionada tos le hizo caer de rodillas, mientras su mirada interrogante se transformaba, ahora, en una mirada de súplica... De ayuda desesperada; de socorro, de sed... sed de compasión.

___ Mi querido muchachito ___ , repuso el anciano, sentándose suavemente en el suelo, con las piernas en posición "de loto" ___ quiero que me escuches con mucha atención, pero antes... con un solo chasquido de mis dedos haré que tu tos te deje tranquilo; podrás respirar normalmente; no sentirás frío ni calor, ni sed, como tampoco hambre. ¡Ya está! Ahora, escucha lo que voy a decirte: Yo no soy quien tú crees que soy... Sólo soy un discípulo más de... nuestro Príncipe y Señor de las Tinieblas. Lo he sido desde tiempos inmemoriales. Escúchame muy bien; en el mundo entero somos trece mil verdaderos seguidores de Satanás, y no te asustes, ya verás por qué. Pero he aquí un importante detalle...

___ ¿?___

___ No, no preguntes, sólo escucha. ___ Dijo el anciano, notando que el muchacho quería hablar, y luego continuó ___ Siempre debemos ser trece mil; ni uno más, ni uno menos; sin embargo, uno de nuestro discípulos, Reivax, desapareció para siempre, en cumplimiento de una difícil misión en Israel, y nunca más supimos de él. No intentes saberlo tú... Ni mucho menos preguntes, cómo es posible que nosotros no lo sepamos. En fin, a mí se me encomendó reclutar un nuevo discípulo para reemplazarlo y, claro, te elegí a ti. ¡Ah!, lo olvidaba, querido jovencito... Mi nombre es Ominoreg (Gerónimo, al revés), O- mi- no- reg; y seré, desde ahora, tu maestro, tutor y guía. ___ Terminó diciendo el ente, mientras se ponía de pie, esbozando una exagerada sonrisa "de oreja a oreja" que lo transformaba en una grotesca caricatura infernal; pues, ya estaba convencido de tener al muchacho bajo su control, pero se sorprendió cuando éste le preguntó en tono desafiante:

___ Y... ¿si me niego? ¿Qué hay, si me niego, ah?
___ ¿Negarte? No, más te vale no hacerlo, jovencito, porque... te quedarías para siempre en esta caverna y... jamás, jamás encontrarías forma de salir de ella. Además, morirías de hambre y sed. ¿Ves esos esqueletos? ___ Mostró el anciano algunos huesos humanos en el suelo, y esperó.
___ Está bien, creo que... creo que no me queda otra alternativa, por el momento; pero, por favor... ¿podría, usted, darme algo para comer y beber? ___ solicitó, más que nada por costumbre, el muchacho, algo dubitativo.
___ Aunque no lo necesites, claro que puedo, pero... si me tratas de "maestro".___ Respondió el ente, condicionando la situación.

El muchacho se quedó un rato en completo silencio, procurando encontrar una frase, una palabra apropiada, con qué defenderse de aquella imposición; sin embargo, al no encontrarla optó, sumisamente, por decir:

___ Está bien..., está bien, maestro Ominoreg ___ ahogando sus palabras en un suspiro de evidente impotencia.
___ Eso sonó muy bien a mis oídos, muchachito. Y, ahora... he aquí algo para comer y beber. ___ Acto seguido, el anciano golpeó una sola vez las palmas de sus manos, e inmediatamente apareció sobre la roca circular una bandeja dorada. En ella se veía un hermoso jarrón de cristal con agua pura hasta la mitad; un vaso (también de cristal), relativamente pequeño, y mucha carne seca cortada en lonjas (charqui). Eso, y el agradable aroma que emanaba desde la bandeja, dejaron perplejo al adolescente, quien, por primera vez intentó sonreír, aunque de malas ganas, en señal de agradecimiento. Luego preguntó, mientras masticaba un pedazo de carne salada:

___ Ma..., maestro, ¿cómo logró esto?
___ ¿Qué cosa? ___ preguntó Ominoreg, haciéndose el ingenuo, y sonriendo por lo sorprendido que se mostraba el rubio jovencito.
___ Eso de... hacer aparecer las cosas, como por arte de magia, de la nada. ___ Agregó el chico, indicando la bandeja y su contenido sobre la roca circular.
___ ¡Ah!, eso, no es nada ___ contestó triunfante, y luego continuó, casi con indiferencia:
___ Tú también podrás hacerlo; eso y mucho más. Te lo aseguro; tendrás todos los poderes que un discípulo del Príncipe de las Tinieblas debe poseer, para satisfacer necesidades personales y cumplir con misiones encomendadas. Ya lo verás; irás adquiriendo conocimientos poco a poco, en la medida que confiemos en ti. Ahora..., come y bebe.
___ Gracias, maestro; esto está muy sabroso, aunque algo duro. Ya casi me moría de hambre, creo. ___ Y preguntó con curiosidad ___ ¿Es charqui de caballo?
___ No, no es charqui de caballo, ___ respondió, sonriendo "su" maestro, y, mirando los esqueletos, agregó ___ es carne seca, charqui de llama; un animal de la familia de los auquénidos, grande, altiplánico, muy sabroso ___ y, echándose un trozo a la boca, continuó ___ es nuestro alimento predilecto, aunque no necesario.
___ "Interesante" ___ Pensó el muchacho, y siguió escuchando con atención.

___ ¿Sabes por qué le pusieron "llama" a estos animales andinos? ¿No?
___ ¿?___

___ Bien, te revelaré algo que muy pocos, entre los mundanos, saben. Pon mucha atención: El fuego envolvente, es decir... las llamas de fuego, representan para el común de los mortales el infierno mismo, y... cuenta la historia que, hace muchos años, siglos, muy anterior a la llegada de los españoles a las alturas andinas, en esta zona reventó un poderoso volcán. Dicho volcán tenía una gran caverna, y un enorme cráter; de ahí salió mucho humo y luego mucha lava y piroclastos; pero antes... una gran manada de éstos sorprendidos animales salió corriendo presa del pánico; sus cuerpos se veían de un color rojo intenso al reflejarse en su pelaje (lana, en realidad) el material ígneo que arrojaba el volcán por su cráter, sus laderas y por la boca de la caverna. Los pocos habitantes de un poblado cercano, que lograron sobrevivir, contaron que ellos vieron a los animales como si fuesen antorchas vivientes, llamas vivientes, corriendo desesperadas. Y, bueno, es parte de la historia. De esa historia, porque te puedo contar miles...
___ Maestro, ¿Y, cómo es el infierno? ¿Existe o no? ___ Se atrevió a preguntar el muchacho.
___¡!___

___ ¡Ah!, sé que es muy difícil que lo entiendas con palabras, no es fácil describirlo; es lo mismo que pretender describir cómo es el cielo. Mira, los religiosos; los climatólogos; los astronautas; los astrólogos, y un largo etcétera, tienen distintos conceptos. Ocurre algo parecido con el infierno.___ Terminó de decir el anciano Ominoreg.
___ Y, ¿qué hay del paraíso terrenal?, maestro.
___ Promesas, puras promesas de un mundo mejor. Simple utopía. Ya ves, el mundo está cada vez peor: guerras; hambruna; injusticia; empoderamiento; corrupción; pobreza; catástrofes naturales terribles; potencias mundiales que se disputan el liderazgo y dominio del planeta, en fin... para qué seguir. Muchacho, aparte de los paraísos fiscales, y de los paraísos particulares de algunos cuantos magnates y poderosos, económicamente hablando, no hay tal...paraíso terrenal, ni lo habrá jamás. No sé si, a tu corta edad, puedas comprender lo que te estoy diciendo; pero ya lo entenderás. Por otra parte, no sé si te has dado cuenta que el mundo está lleno de esclavos; la única diferencia con los esclavos de siglos anteriores es que... ahora son pagados: unos muy bien pagados; otros medianamente remunerados, y... la mayoría pésimamente asalariados. Y es una realidad: la gente hoy se siente esclavizada. Claro, lo son. Y muy pocos están conformes.

Ricardo Antonio quedó perplejo con lo escuchado; en su corta vida nadie le había hablado así. Guardó silencio; el silencio de la duda, y se quedó mirando al anciano para seguir escuchándolo.

___ ¿Paraíso terrenal para los humanos que viven en la miseria? Muchacho, escúchame bien: Algún día, las mascotas serán mejor alimentadas que los propios humanos que viven en la pobreza; las mascotas tendrán mejor atención médica que muchos de ellos, y vivirán más abrigadas y más protegidas en invierno que tantas personas en situación de calle. Y ocurrirá algo insólito, si es que ya no está ocurriendo: las mascotas no serán tratadas como animales; serán tratadas como niños. Y los niños serán tratados como simples objetos, con frialdad, casi sin cariño, porque sus padres estarán todo el día cumpliendo su labor de esclavos, en beneficio de sus amos. Otros serán los encargados de "cuidar" a los niños, pero no necesariamente entregándoles amor y cariño. Y eso no es todo, me falta contarte lo peor; la peor parte, pero por ahora... no lo haré. Irás aprendiendo y conociendo cosas que el común de los mortales no tiene ni la menor idea. Y, podrás anticiparte al futuro con solo desearlo. ¿Comprendes lo que te estoy diciendo? ___ Le preguntaba el viejo, colocándole una mano sobre el hombro izquierdo, y mirándolo fijamente. La noción del tiempo, ahí parecía no existir.

___ No, maestro. De verdad, no comprendo. Más me parece un cuento de anticipación; fantasía y nada más que fantasía. ___ Respondió el muchacho, acercándose a sus labios el cristalino vaso con agua. No obstante, su acción fue interrumpida casi con violencia, por la misma mano arrugada que tenía sobre el hombro.
___ No, no, no... jovencito. Ya no podrás beber agua pura, nunca más. ___ Dicho esto, Ominoreg tomó un puñado de polvo de azufre desde el suelo y lo arrojó dentro del vaso que sostenía el sorprendido muchacho en sus manos.
___ ¡Ahora, bebe! ___ ordenó, levantando la voz, el presuntuoso maestro; y agregó: Si en tu paladar sientes el sabor normal, como si fuese agua pura y cristalina, entonces estarás preparado para el ritual de entrega. ¡Sí, jovencito! De lo contrario...
___ ¡¿Qué?! ___
___ De lo contrario, maldecirás haber nacido, y te deshidratarás como una babosa en la sal. ___ Amenazó el hostigoso anciano. El chico lo miró con rabia, con indignación, y luego pregunto:

___ ¿Ritual de entrega? ¡¿Y qué es eso?!

___ ¡Ah! Sí, el ritual... Bueno, significa que tú aceptarás, en cuerpo y alma, convertirte en un servidor de nuestro señor y Príncipe de las Tinieblas. Así, él, a través de mí, te entregará poco a poco algunos poderes; digamos que... algunas herramientas para que actúes como tal. Y ahora bebe, muchacho, demuestra tu valentía. Hazlo sin miedo... Confía en mí... Bebe... ¡Ahora! ___ Gritó el viejo, impaciente; mientras lo atravesaba con su mirada.

El muchacho miró con repulsión aquella tierra amarilla disolviéndose en el vaso, burbujeando en el agua. Acto seguido, cerrando los ojos, se llevó el vaso a la boca y, con el asco reflejado en su rostro casi infantil, tomó un sorbo. Inmediatamente, un violento vómito lo hizo arrojar lejos aquella porquería nauseabunda y picante. Y, el anciano, con una sonrisa burlesca le dijo, levantándose:

___ En fin, lo siento muchachito... Aún no estás preparado para convertirte en un nuevo discípulo de Satanás. Yo... me voy... Lo intenté, pero...
___ ¡Es que, yo, no quiero ser un instrumento de maldad! ¡No, no quiero! ¡Dios mío, ayúdame por favor! ¡Señor Jesús, sácame de esta pesadilla! ___ Gritaba el rubio adolescente, cayendo al suelo y adoptando una lastimosa posición fetal. Era tan sólo un niño.

A los pocos segundos se escuchó una especie de trueno que retumbó e hizo eco por toda la caverna, llenándose de polvo amarillo. El viejo Ominoreg pareció recibir una poderosa descarga eléctrica; su cuerpo resplandeció con un aura de luz violeta y desapareció detrás de una nube de humo sulfuroso, picante. Ricardo Antonio cerró los ojos y se llevó ambas manos al rostro. Otra vez le ocurrió como hace algunos días: No sabía si estaba despierto o soñando; incluso dudó si estaba vivo o muerto. Había, además, perdido la noción de temporalidad. Su situación era dolorosamente desesperante. No lograba recordar con claridad su pasado, salvo algunos chispazos visuales que desaparecían al momento. En su cerebro se agolpaba una multitud de borrosas imágenes que no lograba comprender. Y las últimas palabras dichas por el anciano, reverberaban en su mente como la luz del sol reflejada en un espejo. Sus pensamientos quedaban encandilados; su alma estaba encandilada por la potente luz de la desesperación. Y la voz del anciano se repetía una y otra vez en su joven cerebro: " Lo siento, muchacho, aún no estás preparado para convertirte en..." Y, también, la dramática respuesta suya ulceraba los oídos de su alma: "No..., no..., no quiero convertirme en instrumento de maldad".

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