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Capítulo VII: LA HUIDA

El transfigurado adolescente se incorporó desde un rincón, con felina velocidad y emitiendo extraños sonidos se enfrentó, en amenazante actitud, a quienes intentaban impedirle el paso. Acto seguido emprendió una fugaz carrera, saliendo de la sala ocho y tomando como alternativa de huida el pasillo de la izquierda. Tras él, corría un grupo numeroso de funcionarios y guardias en procura de su linchamiento, enarbolando objetos contundentes (algunos). El pasillo en cuestión era... "un callejón sin salida", ya que la escala estaba en el otro extremo y el ascensor bloqueado, sin electricidad, por seguridad. Sin embargo, cuando la enardecida turba se le estaba acercando, ocurrió algo extraordinario, increíble: el muchacho desapareció frente a sus ojos. Nadie comprendía qué había ocurrido con éste, puesto que venían "pisándole los talones" y, ciertamente que... no era lógico que se esfumara así como así. Todos conjeturaban y vociferaban desconcertados. En eso estaban cuando, por el pasillo del sector escala, entró trotando un piquete de cinco carabineros. Un teniente se encargó del procedimiento de rigor en el lugar donde estaba el cuerpo del periodista asesinado. Delimitó el "sitio del suceso" y se puso en contacto con el fiscal Mario Triviño.

En la unidad de urgencias, la señora Carmen ya estaba siendo atendida de sus delicadas lesiones, fuera de riesgo vital, aunque muy choqueada y, a la vez muy preocupada por su hermana Nolberta, a quien había que comunicarle lo que le había ocurrido.

Tres policías iniciaron una intensa búsqueda pieza por pieza, sala por sala, causando más temor en los ya asustados pacientes de las habitaciones contiguas. En algún lugar debería estar oculto el joven asesino. Al menos nadie lo había visto salir de la clínica. Mientras tanto, otro carro policial se detenía aparatosamente frente al edificio asistencial y de él bajaron otros cuatro uniformados, fuertemente armados, seguidos por el propio comisario Sepúlveda, quien ordenó, a través de su radio portátil, a todos los carabineros a su cargo, iniciar un operativo tipo "abanico invertido" y rodear todo el perímetro del edificio. Nadie podría entrar ni salir de éste, excepto los policías, hasta nueva orden. Se notaba un rápido y bien coordinado desplazamiento; sumándose a ello un tercer y cuarto carro policial; en este último venía también el fiscal Mario Triviño. Los curiosos, en la calle, se detenían sorprendidos al ver tantos radiopatrullas con sus balizas encendidas, y escuchar tantas sirenas.

A todo esto, el doctor Schubstain bajaba rápidamente de su vehículo, mal estacionado, y corrió a la entrada de la clínica. Pero, en cumplimiento del procedimiento, Carabineros no permitió su entrada, pese a los reclamos y argumentos de éste. Ofuscado e impotente regresó a su departamento a buscar algunos informes que se había llevado. No podía creer lo que un policía le dijo. No podía imaginar tanta aberración; no, simplemente ¡No!

Trató de contactarse con el fiscal Triviño, varias veces, sin resultados. Intento comunicarse con el comisario Sepúlveda, pero tampoco lo logró. Llamó a Cristina, tampoco. Llamó a la unidad de emergencia, y ahí sí obtuvo respuestas; respuestas que se negó aceptar y, colgando con rabia el teléfono fijo, apretó sus mandíbulas y le dio un fuerte puñetazo al muro.

A las siete de la tarde, el operativo "abanico invertido" fue cancelado y la búsqueda del joven criminal suspendida. Se revisó absolutamente por todos lados y rincones del edificio; incluso dentro de cajas y recipientes de regular tamaño. Se chequeó completamente la periferia del centro asistencial, pero el muchacho, vestido únicamente con una bata blanca, algo salpicada de sangre..., no fue encontrado.

Después de confrontar información en el sitio del suceso, y actuar conforme al protocolo de rigor, el fiscal Triviño autorizó el levantamiento del cadáver y ordenó establecer guardia permanente en el recinto.

Ahora, era la policía quien estaba interesada en contactarse con el doctor Schubstain; sin embargo, por más que sonaba su teléfono, éste no contestó. Él... no respondió. De ahí que, por instinto policial, el comisario Sepúlveda ordenara una búsqueda "protocolar" por los lugares más frecuentados por el médico; recriminando por tercera vez al teniente que le había negado el paso, horas antes. Claro, era el mismo teniente que había tenido el incidente con Cristina.

Nadie había visto al doctor Schubstain. A las siete cuarenta de la tarde, personal de Carabineros llegó a golpear la puerta de su departamento, notando que por debajo de ella emanaba un fuerte olor a cebollas podridas. Golpearon con mayor insistencia, y al no obtener respuesta, los policías se miraron como pensando lo mismo; era instintivo. Rápidamente, con cierta técnica, lograron abrir la puerta, y... un pesado olor a gas licuado los envolvió, haciéndoles retroceder atropelladamente. Luego, uno de ellos, cubriéndose nariz y boca, y procurando no inhalar gas, entró por menos de veinte segundos, suficientes para constatar lo peor. Salió moviendo negativamente la cabeza. Se alejó del lugar y activó su radio portátil:

___ Central,... hemos encontrado al doctor Mario Schubstain. Aparentemente víctima de un suicidio por inhalación de gas licuado en su propio departamento. Envíen bomberos para ventilar el área y más personal para evacuar el edificio...
___ O.K., comprendido Zulú Alfa. Cámbiese a la frecuencia operativa F-3 y mantenga.___ Fue la respuesta de la Central.
___ O.K., Entendido, F3.....

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ALGUNOS DÍAS DESPUÉS:

Lo ocurrido en la clínica Mar Azul de Antofagasta, fue muy comentado "de boca en boca"; no obstante, y por razones que se desconocen, en el plano oficial se procuraba hacer gala al código del hermetismo. La prensa, y especialmente el órgano informativo para el cual trabajaba el periodista asesinado, simplemente se limitó a publicar un escueto párrafo que dejó perplejos a quienes lo leyeron:

"Joven, menor de edad, bajo los efectos de una potente droga sobre administrada, atacó y dio muerte a periodista en una clínica privada de la ciudad. En el mismo incidente, resultó con lesiones de mediana gravedad una mujer de avanzada edad. Ella está fuera de peligro."

Y, nada más ¡Nada! Ningún nombre; ninguna foto. Al parecer, efectivamente se pretendía encubrir todo detalle trascendente.

¿Qué se pretendía ocultar? ¿Por qué no se entregó el nombre de la clínica? ¿Por qué no se entregó el nombre de la víctima fatal? Y... ¿De dónde sacaron eso de "efectos de una potente droga sobre administrada"? Sospechosa la cuestión.

Del doctor Mario Andrés Schubstain, únicamente se dijo que había fallecido a raíz de una "trombosis coronaria", mientras se duchaba en su departamento (¿?). Y, en nada se le relacionó con el incidente de la clínica o con el joven prófugo.

El extraño caso dejaba muchos vacíos en el aire; no obstante, los comentarios verbales recopilados, indistintamente coincidían con lo dicho por algunos funcionarios del centro asistencia. Era... Una especie de secreto a voces:

" Aquel día, todo quedó en el más completo de los desórdenes en la clínica. La búsqueda del enloquecido chico fue hasta el último rincón, pero no apareció por ningún lado". (Ana María Robledo, 24, técnico paramédico).

"El brutal crimen me dejó bastante traumada, pero... lo que más me conmovió, fue la extraña muerte del doctor Schubstain. No creo lo de la trombosis coronaria. Todos sus vecinos del departamento, y el propio conserje, dicen que el olor a gas era mucho. Que hubo que evacuar el edificio y que, un amigo que tengo oyó decir a un bombero que la víctima era un 'siete tres por asfixia', o sea: muerte por asfixia". (Leontina Días H., 38, arsenalera).

"El chico, simplemente desapareció al doblar por un pasillo que no tiene salida alguna, bueno... ahí va el ascensor pero éste estaba cerrado y bloqueado. Por seguridad los habían bloqueado todos. Yo iba corriendo tras él; en realidad eramos varios; no , no logro entender... cómo desapareció. Simplemente se esfumó". (René Fuentes, 22, auxiliar de limpieza).

"Yo observé, a través de la puerta entreabierta de la sala ocho, el momento preciso en que la señora agredida se acercaba, poco a poco al joven... Ella parecía rezar y llevaba un crucifijo en alto. El muchacho comenzó a actuar de una manera muy extraña, como que se sentía provocado; de verdad... causaba miedo, parecía un poseído, como en las películas de exorcismo. Yo no quería seguir mirando, así que giré para retirarme; en ese momento escuché un fuerte golpe metálico y muchos gritos. Corrí... No pude soportar eso". (Nancy del Río, 31, enfermera universitaria).

"Para que no es simple coincidencia la muerte del médico y del periodista. Aquí ocurrió algo muy extraño, y lo quieren tapar". (José Valenzuela, 21, paramédico en entrenamiento).

"Luis... murió por proteger a la señora Carmen". (Ana Cristina Salcedo, 32, enfermera jefe.

Las versiones suman y siguen. Las preguntas, también: ¿Y qué pasó realmente? ¿Dónde se ocultó el muchacho? ¿Cómo logró escapar? ¿Por qué actuó así, y de dónde sacó esa endemoniada fuerza sobrehumana, incontenible? ¿Lo encontrará la policía? ..........





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