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Capítulo Uno: El Accidente

Seokjin miraba a Yoongi que hablaba por teléfono con el sub Jefe de seguridad de la casa Real Jung Hoseok. El Jefe de Gobierno había salido del salón, donde la madre y hermana del Príncipe Jae-Hwan esperaban ansiosas noticias. Habían transcurrido dos horas desde que la alarma se había activado. La avioneta en la que el Príncipe Soberano y su prometido Kang Dong-Gun volaban, no había llegado a destino: la Isla Sinhan, un pequeño pueblo de pescadores que esperaban ansiosos la visita del Príncipe Soberano y de su futuro esposo.

Seokjin sentía como su corazón latía aceleradamente. El Jefe de seguridad de la Casa Real le había asegurado que todo estaba en orden con la avioneta. Que dos técnicos la habían revisado la noche anterior. Que él mismo viajaría con ellos para evitar cualquier problema de seguridad. Y ahora, no había noticias de ellos.

Namjoon, canciller del Principado abrazaba a la Princesa Yun-Jin que no había parado de llorar, mientras la Princesa Madre, se mantenía estoica sentada con sus ojos brillantes, pero sin derramar lágrimas.

Cuando Yoongi volvió a entrar, tenía el rostro desencajado. La corbata hacía rato que estaba desarmada y parecía como si el peso de toda una vida estuviera sobre sus hombros. Se acercó a Gong Ye-Jin y se agachó para poder mirarla a los ojos. Tomó sus manos y sin poder evitarlo soltó un sollozo.

La mujer, cerró sus ojos y esperó. En el fondo de su corazón ya lo sabía, porque una madre tiene esa unión eterna con aquel a quien le dio la vida y cuando ésta se apaga...

Yoongi mordió su labio inferior y trató de mantener la calma. En este momento tenía que olvidar que era Min Yoongi, el amigo del Príncipe. No, él era Min Yoongi, el Jefe del Gobierno del Principado de Jeolbyeog. Sabía que todas las miradas estaban puestas sobre él.

—Princesa Madre, los servicios de rescate han encontrado la avioneta. Ésta, por causas que aún no sabemos...se estrelló en otra isla cercana a Sinhan...

La mujer alzó la vista con sus ojos ahora sí llenos de lágrimas—Él...

—Lamento informarle Su Alteza real...que no hay sobrevivientes. El Príncipe Soberano...Jae-Hwan...está muerto.

El llanto inmediato de Yun-Jin, al escuchar de la muerte de su hermano, fue desgarrador. Namjoon trató de contenerla, pero ella corrió a los brazos de su madre y ambas se fundieron en un abrazo lleno de lágrimas y dolor.

Yoongi se quedó allí de rodillas, sin poder decir nada. Luego se levantó y miró a Seokjin. Su rostro estaba pálido, sus ojos brillando, pero ya no lloraba.

Seokjin estaba estático, sin poder creer lo que había escuchado. Se había ido...su mejor amigo...su hermano...se había ido...Sin resistir más, salió del salón y corrió hacia la gran terraza del Palacio.

Se hincó en el pasto y finalmente lloró. Ahí en ese mismo lugar donde él y Jae-Hwan corrían cuando niños con el pastor alemán que el Príncipe soberano le había regalado a su hijo. Dónde cada año Nuevo, lanzaban fuegos artificiales, y pedían deseos. Ahí en ese mismo lugar, lloró a su mejor amigo. Aquel que nunca le importó que Seokjin fuera el hijo de un simple empleado de Palacio. Que siempre lo incluyó en sus decisiones y que lo había convertido en su Secretario personal, cuando su padre murió y tuvo que ascender al trono.

—Seokjin...—la voz profunda de Yoongi, lo hizo levantar su rostro. Podía ver en su amigo la misma angustia que estaba sintiendo. Siempre los cuatro: Namjoon, Yoongi, Seokjin y Jae-Hwan. Inseparables y gobernando el Principado en justicia y bienestar para su pueblo—. Hay mucho que hacer...

Seokjin lo sabía. Sólo había querido, había necesitado un momento para llorar a su amigo y hermano, porque de ahora en adelante ya no podría. Tal como decía Yoongi, tenían mucho que hacer y él debía ser fuerte para la Corona, para la madre y la hermana de Jae-Hwan que también eran su familia.

—¿Madre? —Seokjin sabía que la mujer era fuerte. Había sabido llevar estoicamente el luto desde hacía tres años, cuando el Príncipe Soberano y padre de Jae-Hwan había sido consumido en seis meses por un cáncer agresivo. Ahora, un nuevo golpe directo a su corazón: la muerte de su hijo.

—El médico real ya llegó. Ella aceptó un tranquilizante y debería caer dormida en un par de horas. Yu-Jin está con Taehyung informándole de la situación, es mejor que el personal de palacio permanezca aquí y así no difundir rumores. Todos...están muy conmovidos.

Seokjin podía imaginárselo. Taehyung había sido otro protegido de Jae-Hwan. Con tan sólo veintiocho años era el Jefe Mayordomo de Palacio con más de trescientos empleados a cargo. Su amigo lo había rescatado siendo adolescente de la vida nocturna de Jeolbyeog. Taehyung era huérfano y bailaba en clubes nocturnos, donde estaba expuesto a drogas duras. Cuando el Príncipe, junto al jefe de policía decidieron ir contra esa plaga y fueron tras la mafia que se había asentado en el Principado, logró que cayeran y erradicarla. El conoció a Taehyung en una de esas redada que le gustaba vigilar personalmente y se lo llevó a trabajar a Palacio. En poco tiempo demostró su valía. Comenzó a estudiar y rápidamente ascendió al puesto en que hoy estaba. Todos lo respetaban y su vida juvenil llena de horrores había quedado atrás.

—Entonces entremos y veamos los pasos a seguir—. Seokjin dio una última mirada a la noche estrellada que iluminaba la gran terraza del palacio y se permitió un último pensamiento para su amigo, antes de entrar y asumir su papel como Secretario Real.

Al entrar, Yu-Jin se lanzó a sus brazos y lloró desconsoladamente. Ella era muy joven, con veintidós años apenas de vida y había pasado por dos pérdidas importantes. La abrazó y consoló. Sabía que ahora, le correspondía a él ser el hermano mayor.

—¿Qué haremos Jin? Ellos...cuando lo sepan...vendrán aquí...

—Nadie vendrá Yu-Jin. Ellos no tienen derecho, no aún—. Seokjin ni siquiera había pensado en aquello. No tenían un heredero. Jae-Hwan y su prometido habían querido adoptar un niño, pero habían decidido realizar la boda primero. Pero ya pensarían en algo. Namjoon era el experto en la Constitución de Jeolbyeog. El sabría que hacer.

—¿Tu madre? —Seokjin se dio cuenta que la Princesa Madre ya no estaba en el salón.

—Ella fue a su cuarto. Taehyung la acompañó para buscar el traje de Jae...el de la armada...él quería...—volvieron a llenarse sus ojos de lágrimas—él quería que así fuera...

—Entiendo. Ella es tan fuerte. Entonces, debemos ocuparnos del comunicado oficial.

Yoongi luego de cortar la llamada, se acercó. Seokjin sabía que todavía no había derramado ninguna lagrima, sólo ese pequeño sollozo al dar la noticia a la Princesa Madre y que probablemente no lo haría. No en este momento. Todo el poder estaba centrado en él, al menos hasta que un heredero a la Corona la reclamara.

—Un radio aficionado escuchó el llamado de auxilio. La comunicación entre islas casi no existe, por eso la Torre de Control no la recibió. Ya están trayendo los cuerpos—bajó la vista y se mordió el labio...—mi secretario tiene lista la declaración. El equipo de prensa está listo en la sala. Solo saldré ahí y daré la maldita noticia.

—Yoongi...—Seokjin se acercó a su amigo y lo abrazó.

—No puedo llorar ahora. Debo salir en televisión y dar esta noticia devastadora. Por favor, Jin, ocúpate de todos los aspectos protocolares...Namjoon está enviando ahora la información a las distintas a embajadas....

Taehyung entró al salón, para informarle que la sala de prensa estaba lista. Yoongi caminó hacia allá. El silencio respetuoso de los técnicos indicaban que ya sabían la noticia. Todo ese silencio lo estaba matando.

—Cuando esté listo —Yoongi asintió, el hombre contó, 1...2...3

—Queridos ciudadanos y ciudadanas de nuestro amado Principado de Jeolbyeog, tengo la difícil y triste misión de dar una noticia devastadora...—Yoongi respiró y luchó con toda sus fuerzas contra sus emociones—El Príncipe Soberano, Gong Jae-Hwan, ha muerto hoy en un accidente aéreo. Junto a él también fallecieron su Prometido Kang Dong-Gun, su jefe de seguridad y la tripulación...

Seokjin salió de la habitación y cerró sus ojos. Todavía no podía creer lo sucedido. Era imposible. Debía estar en una pesadilla. No podía ser que Jae-Hwan se hubiera ido...la noche anterior se veía tan feliz...tan lleno de vida, enamorado...

Cuando Yoongi salió de la sala de prensa, Jin lo miró y le ofreció sus brazos. Yoongi no lo dudó y ambos se echaron a llorar por aquella pérdida irreparable.

No supieron cuantos minutos pasaron, cuando Namjoon llegó con ellos. Todos fueron al Salón, donde la Princesa Madre y la Princesa Yu-Jin abrazaban a los desconsolados padres de Dong-Gun.

—El señor Kang irá a reconocer a su hijo...Uno de nosotros—Namjoon no alcanzó a completar la frase.

—Yo iré en nombre de la familia—Seokjin se arregló la corbata, para acercarse a los padres de Dong-Gun. Estos se abrazaron al hombre, que eran tan familiar para ellos. Dado el trabajo de Seokjin, generalmente acompañaba a Jae-Hwan y Dong-Gun en todas sus actividades.

—Yo también iré, necesito ver a mi hermano.

—Princesa, no creo que sea buena idea...—Seokjin quería evitarle el dolor de ver el cuerpo de su hermano.

—¡No! Yo debo estar con él. Es mi hermano. Te ayudaré...

Seokjin sabía que sería inútil discutir.

—Su Alteza, he dispuesto una mesa con lo que me solicitó—Taehyung había ingresado sigilosamente. La Princesa Madre, le había solicitado que preparara algo de café más algunos refrigerios para los Kang, que habían viajado del otro lado de la isla principal.

—Gracias Taehyung—La Princesa Madre, Yu-Jin y los Kang salieron del salón.

En ese momento, Yoongi se dejó caer en uno de los señoriales sillones. Tapó su cara con sus manos y su teléfono volvió a sonar—¡Mierda! —sólo con esa expresión Namjoon y Seokjin supieron de quien se trataba.

—Debes atender Yoongi, debes frenarlo para que no vengan aquí. Déjame hablar con ellos—Namjoon tenía los ojos hinchados, su corbata estaba perdida en alguna parte del salón, pero estaba dispuesto a recomponerse para impedir que los Jang hicieran lo que pretendían.

Los tres hombres se miraron y asintieron. Era mejor frenar ahora algo que por el momento parecía imposible, pero ellos debían proteger el legado de los Gong a toda costa. Ninguno lo dijo, pero los tres sospechaban que el accidente no había sido tal. Tan sólo pensar en la posibilidad que el Príncipe hubiera sido asesinado, los estremecía y todavía más porque en sus miradas estaba escrito el culpable: Jang. ¿Podrían demostrarlo?

Yoongi, marcó y proyectó la videollamada en la pantalla plana del salón. Ahí estaba el Duque Jang Ho-Byung.

—Veo, que como siempre tiene a su guardia personal custodiándolo, señor Ministro. Entiendo la presencia del Canciller Kim..., pero ese empleado...no debería estar en esta llamada.

—Este empleado como usted me llama, es el Secretario General de Palacio—replicó Seokjin— y soy amigo de la familia Real. Tengo todo el derecho de estar aquí.

El Duque sonrió burlonamente. En cuanto se hiciera cargo del Principado, sacaría a ese bicho raro e insignificante de Kim Seokjin, para luego seguir con el Jefe de Gobierno.

—Qué quieres Jang. La familia no quiere verte. Ni quiere tus hipócritas condolencias...

—Más respeto Min Yoongi, estás hablando con el futuro Príncipe Soberano.

Los tres hombres se estremecieron de sólo pensar en esa posibilidad.

—Aun no—replicó Namjoon—. La Constitución dice setenta y dos horas. El cuerpo de Jae-Hwan todavía ni siquiera ha sido enterrado.

—Lo sé. Sé de las setenta y dos horas luego del anuncio oficial de su muerte...que fue—miró su reloj—hace media hora. Quedan por tanto setenta y un horas y media...Y a menos que la Princesa Yu-Jin esté embarazada o que el Príncipe Soberano haya dejado de lado su horrible abominación y hubiera embarazado a una mujer, no creo que algo cambie luego de esas setenta y algo horas...

Los tres hombres querían golpear al maldito por referirse así al Príncipe. Por supuesto que era un homófobo, pero ante todo era un ambicioso que soñaba con arrebatarle a la familia el trono.

—No te adelantes Jang. Tenemos esas horas y las usaremos. Ahora, la familia real, le pide encarecidamente que no se presente al funeral. No es bienvenido—. Yoongi subió el tono de voz. No permitiría que le hicieran más daño a la familia real.

El hombre sonrió. De todas formas, él no pensaba asistir. Tenía mucho que hacer y preparar, para cuando las horas se cumplieran y no hubiera un heredero. El estaría listo.

Sin despedirse cortó la llamada.

Los tres hombres se derrumbaron. El dolor de la pérdida de su amigo había nublado la realidad. Sólo Yu-Jin lo había pensado. Aterrada de tener que dejar su casa. Sus recuerdos y que Jang terminara con el legado de su familia.

—No hay nada que podamos hacer...—Yoongi murmuraba más para sí mismo que para los demás, abrumado por los acontecimientos.

—No puedo creerlo...debe existir una salida. Namjoon—Seokjin se dirigió al Canciller. El mayor experto en la Constitución de Jeolbyeog—debe haber alguna esperanza...

—Lo siento Seokjin no creo que exista ninguna...

—¡Si la hay! —la voz firma de Gong Ye-Jin, la Princesa Madre, que se había deslizado sigilosamente en el salón y había escuchado los últimos minutos de conversación, retumbó en todo el salón. Los tres hombres se levantaron e hicieron una reverencia, asombrados ante sus palabras. La mujer se plantó en medio y con total seguridad y seriedad continuó.

—Nuestra esperanza se llama Jeon Jungkook y está en Corea.

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