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Capítulo veintisiete | VO

―Buenos días, señora Mawson ―saludó Charles al entrar a la cocina.

Valerie le sonrió cariñosamente mientras seguía batiendo los huevos.

―Nunca me ha gustado el título de señora. Además, la señora Mawson siempre será mi suegra que en paz descanse. Solo llámame Valerie.

―Valerie ―convino. Abrió el refrigerador para sacar la leche―. ¿Es la única despierta?

―John está en la habitación leyendo un libro. Abby y Ally deben estar dormidos. Supongo que Anna igual, ¿no es así?

―Al menos lo estaba antes de bajar al gimnasio.

―Eso me da un poco más de tiempo para preparar el desayuno. Espero que no te moleste que les haya tomado el trabajo a tus empleados.

―Estoy seguro de que a ellos no les molesta.

Charles sacó un vaso de cristal de los gabinetes. Vertió un poco de leche en él y bebió su contenido en pocos segundos.

―Nunca había visto a nadie tomarse un vaso gigante de leche después de hacer ejercicio ―comentó Valerie.

Charles sonríe divertido.

―Es una costumbre que tengo desde niño.

La observó encender la estufa y poner el sartén sobre la llama.

―¿Te gustan los huevos revueltos? ―le preguntó ella―. Yo espero que sí.

―Me gusta la comida. Mucho.

―Eso está muy bien ―regó los huevos ya revueltos dentro del sartén―. ¿Puedo preguntarte algo? ¿No importa si te tuteo? No era la pregunta que quería hacerte, pero quiero asegurarme.

―No, por supuesto que no. Me gusta más que todas esas formalidades de Excelencia o Señor.

Antes de formular la pregunta, Valerie comenzó a romper los huevos revueltos en el sartén con una espátula.

―¿Cómo es que Anna y tú se conocieron? Puede sonar muy trillado, de película, ¿pero cómo es que dos mundos tan distintos se encuentran?

Charles quería responder teniendo en cuenta, muy en cuenta, con quien hablaba. La madre de Anna. Intentó pensar en una respuesta brillante, pero lo único que pudo decirle fue:

―Adentro.

Valerie frunció el ceño unos segundos.

Él se reprendió en silencio.

―Nos conocimos dentro de su taxi. Quiero decir, en su taxi. Ella me llevó en su taxi.

―¿Para qué usa un taxi teniendo autos propios y choferes?

―Solo quería salir. No quería conducir y olvidé por completo a los empleados. Había tenido un mal día.

―Oh ¿Y te subiste a un auto con alguien que siempre se queja de un mal día? Hijo, te compadezco.

Charles soltó una carcajada que lo relajó al instante.

―Anna tiene un carácter difícil a veces, se lo concedo ―estiró un poco los músculos―, pero está bien para mí. Le debo muchas cosas a Anna.

―Anna tiene el mismo carácter de su abuelo. Son casi idénticos. Ni siquiera John se parece tanto a su padre. Ella fue la única de la familia que heredó el cabello castaño del abuelo Mawson. Pero no fue lo único que heredó. Estoy refiriéndome a esa pasión por las carreras de auto.

―Me dijo que se cambió el cabello después de...

Charles hizo silencio ¿Estaba bien hablar de esto con Valerie?

―De Carter, ¿no es así? ―detectó un deje de tristeza―. Ese hombre ha sido lo peor que le ha podido pasar a mi niña. Nunca me dio buena espina, ¿pero cómo le dices a una niña enamorada que el hombre que quiere es un imbécil?

―Puede llegar a ser muy terca.

―Lo dices y no lo sabes. Lo sabré yo que crié a esa muchachita revoltosa.

Valerie continuó contándole cosas sobre Anna y él estaba completamente fascinado con todo lo que oía. Le mostró fotografías viejas donde Anna tenía el cabello castaño. Rubia era preciosa, pero castaña... ¿Existiría alguna palabra para describirla? Si lo hacía, no podía hallarla. Era simplemente deslumbrante, preciosa, encantadora.

Estuvieron en la cocina por casi una hora. Valerie comenzó a reír al ver que se había retrasado muchísimo en el desayuno. Charles se ofreció a ayudarla, pero en realidad no sabía mucho de cocina.

―La verdad es que yo odio cocinar ―admitió ella―. Pero hace muchísimo tiempo no tenemos la casa llena, así que quise hacerlo. Anna también cocina riquísimo.

―Lo sé ―admitió sonriente―. Me preparó algo una vez.

―¿Sí? ¿Cuándo?

Oh ¿Qué iba a responderle? ¿Qué le preparó algo de cenar después de hacer el amor aquel día que la secuestró?

―La invité a pasar el día en una casa de campo que tenemos a las afueras de Westminster.

Charles descubrió el brillo curioso en unos ojos exactamente igual a los de Anna.

―¿Estás consciente de que sé que has tenido sexo con mi hija, no es así?

Charles siente como sus mejillas comienzan a arder.

―No quería exponerlo de esa manera.

―No me molesta. Les enseñamos a nuestros hijos a no temer hablar de algo. Además ellos ya son adultos.

Cuando terminó de preparar el desayuno, Valerie comenzó a servirlo en los platos.

―Quiero que sepas que estoy totalmente en tu equipo ―abrió el refrigerador para sacar el jugo de naranja―. Me escribiré Charles y Anna Por Siempre en una camiseta si quieres. Ahora, tengo que advertirte una cosa. Haces sufrir a mi hija y sabrás por qué nos llaman el enjambre Mawson. Anna no se carga ese genio en vano.

Ella le sonrió con dulzura. A Charles le costó tomarse aquello en serio, a pesar de saber que hablaba con total sensatez.

―¿Me ayudas a llevar todos estos platos al comedor? Créeme, es la parte fácil. La difícil es despertar a los Mawson y esa me tocará a mí, ya que Zowie y Peete se fueron a trabajar.

―Puedo encargarme de los platos. Solo tendrías que despertarlos.

―No, no, cariño. No te preocupes. Ponemos los platos en un segundo.

Después de acomodarlos en la mesa, Charles y Valerie subieron hasta las habitaciones. Su único trabajo era despertar a Anna que, conociéndola, ya lo estaría. El resto le tocaba a ella.

Abrió la puerta para encontrar la cama vacía.

―¿Anna? ―la llamó.

Se tardó un poco en responder.

―En el baño ―la escuchó, pero era una voz pequeña, llorosa.

Se apresuró a entrar al baño. Estaba sentada en el suelo, desnuda, frotándose los brazos.

―¿Estás bien? ―preguntó alarmado, arrodillándose junto a ella.

Anna le obsequió una sonrisa pequeña.

―Me caí ―admitió en un susurro―. Fue algo muy estúpido y torpe.

―Porque eres estúpida y torpe ―deslizó los brazos debajo de ella para levantarla lentamente―. ¿Qué te he dicho sobre hacer las cosas solas?

―No estoy totalmente inútil, ¿de acuerdo?

―Anna Mary Mawson ―musitó a modo de regaño―. Tuviste un accidente. No es como que estés completamente bien.

―Aún puedo hacer cosas por mí misma.

―Sí, ¿por eso terminaste cayéndote?

―¿Vas a discutir conmigo por esto?

―¿Quién está discutiendo?

―Tú.

―No, tú.

―No, tú.

―Dije que tú.

―¡Charles!

―¡Anna!

Ella dejó escapar una carcajada.

―No puedo tomar en serio una discusión así.

―No estábamos discutiendo.

―Lo que yo diré es lo siguiente: ¿debo fingir que no estás usando un pantalón y zapatos deportivos sin ninguna camisa? Porque no lo haré. Mis ojos casi explotan.

Charles la acomoda sobre la cama mientras ríe.

―A veces me gusta levantarme temprano para hacer ejercicio. Al menos aquí el gimnasio queda más cerca. En Buckingham hago el suficiente ejercicio solo caminando hasta allá.

Anna desliza los dedos de su mano derecha por el firme brazo de él.

―A mí me gusta el ejercicio que hacemos juntos.

A Charles se le contrajeron los músculos del brazo. Una corriente de calor le recorrió el cuerpo entero.

―Pronto, cariño ―se inclinó lo suficiente para besarla―. Ahora lo importante es que te recuperes.

―Estoy bastante recuperada.

―Sobre todo después de haberte caído ―agitó la cabeza―. Ya habrá tiempo para eso.

Anna le sonrió. Acomodó lentamente las manos sobre su rostro y lo atrajo hacia ella.

―¿Qué hice para merecerte? ―lo besó―. Justo cuando creí que esto del amor jamás podría traerme felicidad apareciste tú.

Él gruñó palabras que no pudo comprender. Se inclinó hacia ella con brusquedad para tomar con descortesía su boca. Gimió su nombre y luego se separó, respirando con dificultad.

―Anna...no ―presionó la frente contra la suya―. Tienes dolores.

―Pero quiero estar contigo.

―No ―repitió con la voz ronca, el cuerpo temblándole, su mirada fija en su boca.

Ella le acarició el rostro.

―Voy a estar bien.

―Te voy a lastimar.

―No, no lo harás.

Charles cerró los ojos con fuerza e intentó apartar cualquier pensamiento que incrementara ese maldito deseo.

Anna le echó los brazos al cuello.

La boca de Charles estaba sobre la suya antes de que comenzara a hablar. Sintió que la tensión de su cuerpo disminuyó de golpe, yéndose casi por completo. El calor de su cuerpo desnudo penetró su pecho. Se sentía a punto de ahogarse y, maldita sea, quería hacerlo. Quería ahogarse en su boca, en su cuerpo.

Ella se aferró a él como pudo.

―No dejaré que te arrepientas ―susurró. Los ojos verdes le brillaban, preñados de expectación, anhelo y necesidad―. No sé si este sea el momento, Charles, pero yo quiero...necesito decirte...

Los ojos azules de Charles estaban fijos en los suyos.

―Por favor, Anna, si es lo que creo que es...

―Charles...

―Dilo ―respiró contra su boca―. Dilo, cariño. Dilo.

Anna gruñó su nombre.

―Te amo, Charles.

―Oh, Anna ―la besó―. Me honras. Eres el mejor regalo que alguien podría jamás darme.

Anna solo quería que volviera a besarla, que le hiciera el amor, pero su corazón se detuvo en cuanto lo escuchó pronunciar esas tres palabras.

―Te amo, Anna.

Cerró los ojos para contener en su interior las lágrimas. Acomodó la cabeza sobre la almohada y le hizo una invitación silenciosa para que le hiciera el amor.

―¿Estás segura, Anna? ―lo sintió moverse sobre la cama. Lo imaginó desnudándose para ella―. No quiero lastimarte.

―S...sí.

Ella quiso abrir los ojos para verlo, necesitaba verlo. Su desnudez era una imagen que le secaba la boca y le aceleraba el corazón.

―Te amo ―le susurró, un sano incentivo para el acercamiento.

―Eres mi bendición, cariño.

Anna abrió los labios, acogiendo lo que ya era de ella.

El beso fue desesperado, fulgente, como la chispa que inicia un incendio. Con los brazos pequeños se aferró a él. Sentía la piel arderle y apenas la había tocado con su propia piel desnuda. Si su cuerpo magullado se quejaba, ella no escuchó las protestas.

Lo sintió por todas partes. Sintió cada uno de sus besos húmedos: en el cuello, en el hombro, sobre los pechos, en el vientre. También las dulces caricias de sus manos en sus piernas, su cadera. Se sintió tan íntimamente mimada que le dieron ganas de llorar.

Charles levantó la cabeza y sus mansos ojos se dieron un festín con su belleza: las mejillas rojas, los labios llenos, el pelo enmarañado. Subió tiernamente con los labios sus costillas, donde tenía un pequeño moretón, hasta estamparle un beso en los labios.

Anna chilló dentro de su boca y con un pequeño esfuerzo levantó las caderas a modo de invitación. Los muslos se le separaron, como movidos por propia voluntad.

Se aferró a él, se movió con él, a su mismo ritmo, y apartó de su mente cualquier rastro de cordura mientras dejaba que el hombre que amaba le hiciera el amor.


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Sí, es más corto que los otros, pero (en mi opinión) lo encontré muy tierno. Creo que en la escena entre Charles y Anna se ve un gran avance en lo que es su relación. Son más abiertos, más confiado, y Anna se siente más libre con él. De haberlo hecho más largo, tal vez la magia se habría perdido (es solo mi opinión, por supuesto)

ANUNCIOS:

1. Amores, hice una "historia" llamada Coffee Break, que algunos ya vieron. En realidad no es una historia; allí estaré publicando adelantos de las novelas (todas mis novelas), curiosidades, datos importantes, aclaraciones, te todo un poco. Les aconsejo que lo guarden en su biblioteca así les llevará la notificación cuando actualice

2. Estaré editando los capítulos que llevo pronto, para corregir algunos errores que noté mientras leía

3. Cuando diga euros, no es euros, es libra. La moneda de Inglaterra es libra. Les explicaré porque a veces pongo euros: las propiedades que describo son reales, o sea que me baso en propiedades reales para describirlas. Cuando pongo el precio x de dicha propiedad, es un precio real. donde busco esa información me sale el costo de la propiedad en EUROS, así que tendría que cambiarlo a LIBRA, pero se me olvida o me confundo y pongo euros en lugar de libra. Así que si ven algo así me avisan. No me molesta, eh. Es una ayudita que agradezco (porque soy muy, muy, muy distraída. No pueden imaginarse cuanto)

4. ¡FELIZ DIA DE ACCIÓN DE GRACIAS! No sé si en sus países se celebre, pero en el mío es hoy. Les quiero agradecer por estar aquí. Sin ustedes no soy nada, porque ¿Qué es un escritor sin lectores? Y yo tengo los lectores más dulces, divertidos y LOCOS del mundo. Es algo que vale la pena agradecer. Tengo a mis padres locos hablándole de ustedes, eh. Loquitos así como yo. MUCHAS, MUUUUCHAS GRACIAS, LOS AMOOOOOOOOOOOOOOO

5. OH, OH, GENTE. No me quiero olvidar de agradecerles por los +300mil leídos ¿Como pasó esto? Ayer eran 285mil. ¡USTEDES SON GRANDIOSOS! MILLONES DE GRACIAS, SE LOS JURO. CASI LLORO COMO LA PENDEJA CHILLONA QUE SOY. ÑEEEEE, GRACIAS :')


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