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Capítulo tres | VO

Anna atraviesa la puerta del departamento cerca de las ocho de la noche. A pesar de encantarle conducir, debía admitir que ciertos días eran duros, pero hoy parecía haber sido el peor de todos. Más de cincuenta millones en Inglaterra, y debía subir a su taxi al príncipe Charles, su némesis personal. Se había autodenominado como la persona con menos suerte en Reino Unido, pero después del incidente con el príncipe, tal vez iba a necesitar ascenderse a ella misma. La persona con menos suerte del Mundo. Ese era más su estilo.

Se agita el cabello dorado y lanza las llaves del taxi sobre la mesa del recibidor. Si su mala suerte realmente estaba aumentando, entonces Charles Queen no tardaría en tener represalias contra ella. Podría quitarle el departamento, lo que afectaría a Zowie, porque viven juntas. Haría que perdiera su empleo o se desquitaría con su familia. Incluso Peete, el novio de Zowie, podría resultar embrollado en este lío ¿Pero por qué tenía que soltar la lengua? Zowie se lo permitía únicamente porque eran mejores amigas, ¿pero cómo pudo ocurrírsele que alguien más pensaría lo mismo del playboy británico? Como si no fuese suficientemente malo desprestigiándolo con cualquiera, su lengua insidiosa decide retorcerse como una culebra frente al príncipe Charles. Lo peor de todo es que no pudo controlarlo. El pánico se apoderó de ella y de su boca. No podía parar de hablar aunque quisiera.

―¿Anna?

Ella gira la cabeza en torno a la voz. Zowie estaba sentada sobre los sillones blancos, con las piernas cruzadas sobre los cojines mientras hojeaba una revista.

―Hoy sí que llegaste tarde ―deja caer la revista sobre el mueble y se pone en pie―. ¿Tuviste problemas para recolectar la cuota del día?

Anna suelta un gruñido.

―He tenido mi peor día.

―Oh, Anna, pero siempre tienes tu peor día.

―Lo sé, pero este de verdad ha sido mi peor día.

―¿Un nuevo acosador?

―No.

―Porque recuerdo al último sujeto que tuvo una obsesión rarísima contigo ¿Coleccionaba Barbies, no es así?

―¿Así de plástica te parezco?

―Es que el sujeto era aterrador. Vistió una de esas muñecas exactamente igual a ti.

―Si no te callas voy a tumbarte los dientes.

―Esas amenazas no me asustan desde los nueve. Deberías saberlo.

Anna pone los ojos en blanco.

―Dime qué compraste para cenar ―camina hacia la sala y se desploma sobre el mueble―. Tuve que saltarme el almuerzo para cubrir la cuota.

―Pasta penne.

―¿A caso Peete no te da suficiente?

―¡Anna!

―¿Qué? ―suelta una carcajada―. Zowie, no tienes diez años.

―¿Y eso qué?

―Los escucho claramente desde mi habitación. Me refiero a cuando se queda durmiendo aquí. Comienza en la sala y termina entre tus piernas.

―Por Dios, ¿cómo puedes ser tan...sincera?

―Zowie, Zowie. Tenemos veinticuatro años, pero a ti aún te da vergüenza hablar de sexo. A mí me da vergüenza admitir que no he tenido sexo en cinco años.

―Tal vez deberías buscarte a alguien con tendencia a las charlas sexuales. Es más tu tipo.

―Sí, también son del tipo de abrir las piernas por un rato y luego irse. Creo que por eso estoy en abstinencia.

Zowie se desploma sobre el sofá junto a ella. Tiene un plato lleno de la pasta, que se lo ofrece.

―En realidad estás en abstinencia porque tú sin amor en una cama no funcionas.

Anna le arrebata el plato, haciéndole un mohín.

―Tal vez. Por eso pasaré el resto de mi vida con las piernas cerradas.

Zowie la observa detenidamente mientras come con rapidez. Tiene el ceño ligeramente fruncido y la nariz arrugada. Su pierna izquierda da zapatazos rápidos. Anna sólo hacía esos movimientos continuos cuando estaba pensando en algo desagradable.

―Estás pensando en él.

Anna agita la cabeza.

―No estoy pensando en nadie.

―¿Con nadie te refieres a Carter?

Anna deja de comer para gruñirle.

―Te dije que su nombre está absolutamente prohibido bajo este techo.

―Si lo está, ¿por qué piensas en él?

―Antes de que lo insinúes siquiera, no estoy enamorada de él. Eso es pasado.

―Lo sé.

―¿Entonces por qué estamos hablando de esto?

―Porque todo tu rostro se descompuso. Dime, ¿por qué siquiera lo recuerdas?

―Yo no sé, ¿sí? Estábamos hablando de sexo y tuve un retroceso. La última persona con la que estuve fue él.

―Sin mencionar que él fue el primero, ¿no es así?

―Sí ―suspira―. Fue un error. Debí escucharte cuando me dijiste que él olía a problemas.

―Bueno, Anna, no seas tan dura. Estabas enamorada.

―Pero pude haberme evitado ir a prisión si te hubiese hecho caso.

―Anda, sonríe. Te dejaron salir y él ahora está encerrado. Será él quien cumpla los veinte años de prisión.

El ceño de Anna se frunce un poco más.

―Eso no me sirve. Estoy libre, pero al mismo tiempo no lo estoy. Por su culpa estoy permanentemente expulsada de las carreras de autos profesionales ¿Crees que veinte años de prisión repararían eso? ¡Correr autos era mi vida!

Zowie suspira.

―Sé que eso fue difícil para ti. Siempre has dejado en claro que lo tuyo era manejar coches.

―No, lo mío era correr coches, hacer que los neumáticos chillen sobre el precioso pavimento de la pista. Conducir un coche es lo que hago para esa irritante compañía de servicios de taxi.

―Anda, que para mí es lo mismo ―suelta un gritito―. ¿Trajiste el periódico?

―Mm, creo que lo he dejado en el taxi.

―Bueno, al menos lo tienes. Voy por él.

Anna terminó su pasta antes de que Zowie regresara. Tenía los ojos castaños fijos en la portada, mientras balbuceaba algo en voz baja.

―Este hombre está como un tren.

―¿Peete te permite que digas eso a alguien que no es él? ―bromeó Anna.

―No, pero él no está aquí.

―¿Me dirás para qué has estado guardando los periódicos con el bebé de la realeza en la portada?

―Stephanie, mi jefa, ¿la recuerdas? ―Anna asiente―. Bueno, ella está preparando una nueva línea de ropa, pero esta vez para caballeros. Quiere lanzarla junto a la nueva colección de vestidos de gala para mujeres.

―¿Quieren que Charles modele con vestido? ¿Cuánto es la entrada? ¡Eso quiero verlo!

―No, Mawson. La línea para caballeros será inspirada en el príncipe.

Anna debe hacer un esfuerzo para no escupir la pasta penne de su boca.

―¿Acaso las mujeres de Inglaterra piensan con la vagina en lugar de la cabeza?

―¡Carajo, Anna! ―Zowie se cubre la boca con ambas manos―. ¿Ves lo que me hiciste hacer?

Anna suelta una carcajada.

―La reina del drama ha iniciado su primer acto.

―No es gracioso. No es de damitas hablar así.

―¿Damitas? Ay, no, ¿qué te sucede? ¿Saliste de algún cuento Disney?

Ella la fulmina con la mirada.

―Ya, bueno, como sea ¿Qué tal les va ese proyecto?

Zowie se sacude el cabello castaño.

―Los diseños de Stephanie son fantásticos., al igual que el príncipe ―voltea el periódico, de modo que Anna tiene de nuevo la foto de Charles semidesnudo frente a ella―. ¿Lo ves?

―Yo solo veo el cuadro pixelado que le cubre las pelotas.

Zowie pone los ojos en blanco.

―Me refiero a la foto a la derecha, donde sale vestido. Luce muy clásico, elegante y distinguido. Además tiene cierta autoconfianza en sus pasos. Eso se debe a que sabe que le luce bien la ropa, ya sabes. Que realmente se ve bien.

―Z, por eso mismo el sujeto tiene tantas zorras detrás de él. Siempre están llenándolo de halagos.

―Discúlpame, pero vale la pena admitir cuando finalmente un hombre se viste bien. Además, él lleva en alto la imagen inglesa. Los ingleses son conocidos por su elegancia, su caballerosidad y...

Anna estalla en carcajadas.

―¿El príncipe de desnudalandia? Zo-zo ¿Dónde vives? Ese tipo tiene lo de caballero lo que yo de virgen. Hace mucho tiempo no entro en sex-acción, y desde hace muuuuuuuuuuuucho ese bebé intento de príncipe no es caballeroso.

―Pero, A, ¿cómo puedes decirlo? Digo, no es como el príncipe soñado algunas veces, pero es buena persona.

―¿Recuerdas que hace cerca de quince minutos te dije que había tenido mi oficialmente peor día? ―Zowie asiente―. Tuve que llevar en mi taxi a la damita.

―¿Qué damita?

―¡El príncipe Charles! ―chilla―. ¿De quién estábamos hablando, por el amor a Dios?

Zowie entrecierra los ojos un poco.

―Tengo varias preguntas, pero la primera definitivamente es ¿por qué comparas el sexo con el tiempo que, según tú, él no se comporta como un caballero?

Anna se encoge de hombros.

―Fue lo primero que se me ocurrió.

―Supongo que no puedes evitar mezclar el nombre de Charles Queen con la palabra sexo.

―Has dicho sexo dos veces en menos de un minuto ¿Necesitas a Peete?

―Tú necesitas sexo.

―¿Me ayudas con eso?

―Hecho ¿Tu cama o la mía?

Ambas comienzan a reír.

―¿De verdad llevaste al príncipe en tu taxi?

―Sí. Fue rarísimo. Pidió que lo recogieran en la parte de atrás del Palacio. Cuando estaba en el taxi creí que se estaba masturbando. En mi defensa realmente lo parecía. Tenía las manos metidas en el pantalón. Lo peor no es eso. Comenzamos a hablar sobre el príncipe, porque al principio no sabía que era él. Todo comenzó cuando le pasé el periódico, pero le advertí que debía devolvérmelo para dártelo.

―Oh, cariño, siempre estoy en tu mente.

―Sí, sí. No me hagas esos ojitos o tendré que llevarte a la cama y me pones con ese sostén de satín.

Zowie se mira el pecho. La camisa blanca de botones estaba a medio botonar, por lo que el sostén de satín rojo quedaba al descubierto.

―Controla tus comentarios lésbicos.

―Veré que puedo hacer ―bromea.

―¿Sabías que cuando Peete y yo comenzamos a platicar creía que tú y yo éramos lesbianas?

―Unas cincuenta mil veces.

―...y que teníamos una relación formal y toda la cosa.

―Cincuenta mil y esta.

―Nos estamos desviando ¿Qué pasó en el taxi?

―Comencé a decirle lo que pienso del príncipe.

―Ay, Diosito ¿Todo?

―Todo ―asiente.

―Mm. Tú tienes una lengua viperina al extremo, totalmente ponzoñosa y peligrosa.

―Pues sí, así soy.

―¿Y él que dijo?

―Salió totalmente enfadado del coche gritando «Va a arrepentirse de esto».

Zowie suelta una carcajada al escucharla imitar terriblemente la voz masculina.

―Lo que posiblemente significa que haré que me arresten o que me quiten el empleo. En un caso extremo me dejará en la calle.

―Pero no tiene sentido ¿Para qué se iría en taxi? Tiene una colección de autos. Además tienen un chofer, varios en realidad, y una enorme limosina. No había necesidad de tomar un taxi.

―Ni idea. Sólo esperaré pacientemente por la policía. Ya sabes el protocolo. ¿Todavía recuerdas las horas de visita?

―No seas tonta. Charles Queen no va a meterte a la cárcel.

―¡Quiero a esa mujer tras las rejas! ―gruñe golpeando con fuerza el escritorio.

Edward observa a su hijo, cuyos ojos están desorbitados por el coraje.

―No puedo arrestar a esa chica sólo por un capricho. Las cosas no son así, Charles.

―¿Entonces permitirás que ande por las calles después del desplante que me hizo?

―Tal vez actuó de manera incorrecta...

―¿Tal vez?

―...pero no es razón suficiente para encerrarla.

―¿Por qué no?

―Según lo que me cuentas, la chica no te insultó directamente. Sólo daba su opinión, ¿no es así?

Charles se cruza de brazos.

―Sí, así fue.

―¿Te das cuenta? Sólo hacía uso de su derecho a la libre expresión.

―¿Entonces el asunto va a quedarse así?

―Charles, hay cosas más importantes de las que debo ocuparme. Lo más que puedo hacer...

―Ni te molestes ―gruñe―. Existe más de una manera de encerrar a una persona sin meterla a la cárcel.

Da media vuelta y abandona el despacho de su padre, mientras en su cabeza poco a poco va formando la revancha perfecta contra Anna Mawson.

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