Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo sesenta y nueve | VO


El auto se detuvo frente a la casa, y Anna apenas podía controlar el impulso de bajarse y correr hacia el interior. Charles estaba junto a ella con los ojos cerrados. Le costaba mantenerse despierto por culpa de los medicamentos.

El médico le había firmado el alta el día anterior. Decidieron pasar la noche en el hotel y volver a Westminster en la mañana después de desayunar.

Dos horas más tarde, ya estaban en London Dry.

―Charles ―lo llamó, agitando un poco su pierna izquierda―. Guapo, ya estamos en casa.

Abrió los ojos con lentitud. Se frotó los ojos con la mano izquierda. Un pequeño puchero se le formó en los labios. Anna sonrió como tonta. Parecía un niño.

―¿Ya llegamos? ¿Tan pronto?

―Dormiste todo el camino.

―¿De verdad?

―Sip.

―Mm.

Anna dejó de escucharlo. No supo por qué hasta que se dio cuenta que Charles tenía los ojos cerrados otra vez.

―Este... ―le agitó la pierna―. Charles, ¿no preferirías dormir en la cama?

Él dio un pequeño salto en el asiento.

―Odio esos medicamentos ―gruñó―. ¿Cuántos días de tratamiento me quedan?

―Varios.

―¿Y no podría prescindir de ellos?

―No.

La puerta del lado derecho se abrió. Gray esperó junto al auto a que ambos bajaran. Él tuvo que sostener a Charles del brazo para evitar que cayera.

―¿Seguro que lo que tomas es para el dolor? ¿Es legal? Pareces estar drogado ¿Tu novia psicópata no querrá abusar de ti?

―¡Te escuché! ―gritó Anna mientras bajaba del auto.

Charles le sonrió.

―Ya déjala en paz. Es a mí a quien le toca soportar su mal genio.

―¡También escuché eso! ―Gruñó la aludida―. Yo bajaré las cosas. Gray, ¿puedes ayudarlo a llegar a la habitación?

―Está bien.

Unos pocos minutos más tarde, Charles se halló acomodado en su cama. Dejó escapar un largo suspiro de alivio.

―No hay nada como tu propia cama ―sonrió.

Descubrió a Gray de pie frente a la cama, con el ceño fruncido mientras observaba cada rincón de la habitación.

―Gray, ¿sucede algo? ―quiso saber Charles.

El aludido torció un poco la boca.

―No es nada. Solo que es más pequeña que tu habitación en Buckingham.

Charles frunció el ceño.

―¿Lo es? Pensé que ésta era más amplia.

―Quizá la de Buckinham es más amplia porque está vacía.

―¿Cómo sabes que está vacía?

―Sé que al mudarte aquí pediste que guardaran tus antiguos muebles. Eso me hizo pensar...

―¿Pensar en qué?

Gray lo miró fijamente.

―Lo tomaste en serio. Quiero decir, Anna. Tomaste en serio a Anna. Supe de ambos por el periódico y lo cierto es que pensé que no dudarías ni una semana con ella. Hablan mucho se ambos en los diarios y en televisión, y ahora que me adentré un poco más en sus vidas me doy cuenta que la prensa no le hace justicia a ambos. Ya sabes que me paso molestándola. Me parece muy divertido, pero...

Guardó ambas manos en sus bolsillos. Sus hombros se alzaron un poco.

―Creo que entiendo por qué la tomaste en serio. Antes de que volviéramos a vernos, pensé mucho en qué podría tener esa mujer que aún te mantenía con ella. Tiene un carácter difícil con el que debe trabajar. No puede ir por la vida dejándose llevar por sus impulsos. Aún así es una mujer que vale la pena admirar. Sin importar cuantos errores comera, siempre busca la forma de afrontarlos y mejorar, aún cuando parezca difícil.

Charles le sonrió un poco.

―Sé por dónde vas. Adornas el asunto con halagos para disculparte por haber trabajado con Carter a mis espaldas.

―No ―resopló―. Tal vez.

―Antes eras más directo.

―Aún lo soy.

―¿Entonces?

Gray llevó ambas manos hasta la cabeza. Se agitó el cabello con desesperación. Pudo escuchar su propia respiración: agitada y pesada.

―Lo lamento. Al principio me pareció mala idea. Buena y mala idea. Fue un poco confuso. Intenté pensar como policía, pero terminé pensando como un amigo. Él tenía información y aún así era una persona que provocó muchos problemas. El día que te dispararon decidí que era mejor no trabajar con él.

Charles levantó la ceja derecha mientras lo miraba, preguntándose por qué él no lo hacía. Preguntándose por que tenía los ojos fijos en el suelo ¿A caso pensabs que iba a enfurecerce? Tal vez. Pero es porque a él le costaba darle un voto de confianza a ese hombre. Después de todo, no ha conocido nada bueno de él. Y tampoco había dejado nada bueno en Anna.

―Sé que no te parece un hombre confiable. Lo sé porque pienso igual. Pero quiero creer que puede ayudar. Él avisó sobre ese intento de secuestro. De no habernos dicho, Anna habría sido secuestrada y tú habrías muerto.

―Entonces le debo mi vida.

―Tal vez. No sé si le debas algo, pero yo sí. Le debo una. Aunque sabía que no confiaba en él, volvió para avisarme. Hacer eso me permitió llegar. Permitió que tuviéramos una oportunidad de evitar el secuestro y evitar que murieras. No confíes en él si no quieres, pero al menos confía en mí. Si me equivoco con él, bueno, te aseguro que se arrepentirá.

―Yo me encargaría personalmente de todas formas.

Quiero creer que puede ayudar. Saliendo de aquí nos reuniremos. Charles, cada vez estamos más cerca. Él tiene información que yo no pude obtener. Aunque es un pésimo policía, y creeme que he visto a muchos que no sirven para esto, creo que, de verdad, puede ayudar.

—Bueno, está bien.

Finalmente, Gray levantó la cabeza y lo miró. Tenía los ojos entrecerrados, como si estuviese intentando comprender sus palabras.

—¿No vas a enojarte?

—¿A caso somos niños? ¿Para qué lo haría?

—Es el ex novio de tu novia.

—Es mi prometida.

—Lo que sea.

—Lo siento, pero merece una importante distinción.

—Muy bien, entendí.

Charles se acomodó un poco en la cama. Una vez que encontró una reconfortante posición, dejó descansar el brazo izquierdo sobre el estómago.

—Gray, Anna ya me lo había dicho. No sé por qué pensaron los dos que me enojaría.

—Porque solías enojarte fácilmente.

—Tal vez, pero lo cierto es que, cuando lo hago, no pienso muy bien. Me enfurecí tanto con la visita de Cameron que terminé lastimándome a mí mismo. El único que salió perjudicado fui yo.

Gray torció un poco.

—Yo he visto como ha quedado después de los golpes. Al menos te vez un poco atractivo.

—No me interesa verlo, con o sin golpes. Prefiero que se mantenga lejos.

—Tienes un pitbull muy rabioso. Hasta los guardias le temen.

—Si sigues hablando así, Anna va a matarte.

—No te preocupes. No le tengo miedo. No tanto. O tal vez sí.

Charles le sonrió burlonamente. Estiró las piernas al mismo tiempo que suspiraba. Parpadeó un par de veces para mantener los ojos abiertos.

—Charles —lo llamó Gray—. ¿Qué tanto duermes con esos medicamentos?

—¿A qué te refieres?

—¿Te hacen dormir por muchas horas?

—A veces. Es por eso que los tomo en la tarde. Es solo que tengo tantos en el sistema que me da mucho sueño a todas horas.

—¿Sabes el nombre?

—Gray, son varios medicamentos. Los puedes leer en la etiqueta.

—Le enviaré los nombres a mi padre. Quiero asegurarme que ese efecto adormecedor sea normal.

—No te molestes. Anna lo llamó.

—¿Es en serio?

—Ella cree que no lo sé. Lo llamó mientras dormía. Le dijo que le llevaría una muestra de los medicamentos para que los analizaran ¿Te lo puedes creer?

—No es mala idea. Recuerda que el hombre que te disparó se vistió de enfermero para intentar rematar a tu prometida.

—Aún así creo que es una enorme exageración.

La puerta de la habitación se abrió violentamente. Charles escuchó un gritito seguido de un par de golpes contra el piso. Se levantó de la cama y la vio en el suelo. Había caído sobre las maletas.

—Típico —suspiró él—. No sé para qué tenemos una cama tan grande si te la pasas en el suelo.

—¡Están pesadas! —gruñó. Se puso de pie y comenzó a levantar las maletas—. Además son tres y solo tengo dos brazos. Los guardias no quieren entrar a la habitación, así que me ayudaron a subirlas por las escaleras y ya. Hago lo que puedo. Gray, ¡ayúdame!

—No, no. A mí no me grites. Yo ya estoy casado y esa mujer es la única con derecho a gritarme.

—¡Que me ayudes!

Gray miró a Charles, y él vio en su mirada su descontento.

—Colabora un poco —se burló—. No me funciona bien un brazo.

Para el momento en que Gray se acercó a la puerta, Anna ya había puesto las maletas contra la pared.

—No, tranquilo, muchas gracias. Te tomaste demasiado tiempo para pensar.

—¡Solo fueron unos segundos!

—Sí, sí, como sea.

Poniendo los ojos en blanco, Gray lo miró, una mirada que parecía decir «¿Cómo la soportas?»

—Bueno, señores, yo me retiro —anunció—. Iré a trabajar ¿Necesitan algo?

—No, Gray, gracias.

Él asintió, y segundos más tardes estaba fuera de la habitación.

Darcey puso una bandeja con café y trozos de pastel sobre la mesa del comedor. Cuatro sillas estaban ocupadas por Gray, Carter, Christopher y Alejandro. Colocó una taza frente a cada uno. Después, se acomodó en la silla junto a su esposo. El resto de los hombres la miraron.

—¿Qué tanto le ven? —gruñó Gray—. Es mi esposa. Quítenle los ojos de encima.

—Lo lamento. Pensé que solo seríamos nosotros —explicó Christopher.

—Solo seremos nosotros, los cinco.

—No voy a molestar —dijo ella—. Ni notarán que estoy aquí.

—¿Y por qué no van notar que estás aquí? —protestó—. Dejemos algo en claro. Darcey es mi asistente, secretaria, directora de logística y cualquier puesto que se me ocurra. Lo que significa que su opinión importa tanto como la de ustedes —señaló a Carter—. Hasta importa más que la tuya.

El aludido levantó ambas manos por encima de la cabeza en señal de paz.

—Yo no he dicho nada.

—Es un anuncio general. No lo tomes personal.

—Pero fue personal.

—Como sea.

Gray señaló la montaña de papeles en el centro de la mesa.

—Aquí está todo lo que hemos obtenido hasta ahora, excepto por la información que aún esperamos del compañero de Carter. No te ofendas, ¿pero no tienes un contacto más rápido?

—Está pasando información increíblemente confidencial a un policía suspendido. Creo que lo hace tan rápido como le es posible.

—O sea que es lento por naturaleza. Muy bien —tomó la delgada carpeta negra de la cima de los papeles—. El nombre que le disparó a Charles se llama Jeff Prescott. También es responsable del doble atentado en contra de Anna. Logramos vincularlo en ambos crímenes. Aún mejor, logramos engañarlo y hacer que confesara. Dijo, y cito: «Me pagaron para hacerlo, pero de todas maneras lo hubiese hecho aunque no me dieran una sola libra». Lo demás no quiero leerlo porque es más que nada una constante repetición de la frase hija de perra. Típica frase de un hijo de puta.

Darcey lo golpeó en el brazo.

—Tus golpes no duelen, linda —continuó con los ojos fijos en los papeles—. Lo que nunca dijo es quien lo contrató.

—Astori —dijo Carter.

—Eso lo sabemos, pero no tenemos pruebas.

—Si las tenemos.

—¿Las tengo en las manos? ¿Las estoy leyendo ahora mismo?

—Ya te lo dije. Mi compañero enviará todos esos datos.

—Lo que significa que aún no las tengo. Además, recuerdo que cuando comenzamos con esa pequeña asociación dijiste que me enviarías unos datos a través de una cuenta privada.

—Lo siento, pero no pude, ¿de acuerdo? Me sacaron del sistema.

—Está bien, está bien. Vinimos a trabajar, no a discutir. Pero dile a tu compañero que una maldita familia de tortugas de 153 años ya arrestó a Astori.

—Es un pésimo chiste.

—Ya tenemos identificado al tirador —interrumpió Christopher—. He estado trabajando con el auto que utilizó desde que lo obtuvimos. Aún nos falta vincular la casa que ustedes visitaron. Interrogué a Danila de nuevo. Pensé que podríamos obtener nueva información ahora que sabemos la identidad de ese hombre. Le mostré una fotografía de Jeff Prescott y afirmó que era la misma persona que solicitó la modificación del vehículo en cuestión.

—Fantástico, ya nos estamos encaminando —Gray apartó su atención de los papeles—. ¿Qué más me puedes decir sobre la casa?

—Sigue a nombre de Travis Hallwood, y en efecto murió hace diecisiete años. Sus hijos no la habitan ni la ponen a la venta. Vienen ocasionalmente. Actualmente es una propiedad abandonada.

—Eso lo sabemos ¿No pudiste conseguir nada nuevo? Porque Danila continua situando esa propiedad como el lugar donde modificó en auto.

—Sus hijos no vivían allí y nunca han querido venderla, pero sí se la alquilaron al hijo de un amigo de la familia. Desde luego, no existe un contrato. Fue todo verbal.

—¿Estás seguro?

—Me tomó un par de semanas dar con ellos porque no están viviendo en Inglaterra, pero sí. Los hermanos nunca hablaron con el amigo de su padre, sino con su hijo. Les dijo que estaba abriendo un nuevo negocio por esa zona y que no tenía donde quedarse. Le permitieron habitar la propiedad con la condición de pagar por el alquiler. Dijeron que solo estuvo un par de semanas después de eso.

—¿Y sabes quién era?

Él no tuvo que responder para que Gray entendiera.

—Es ese tal Jeff, ¿no es así?

Christopher asintió.

—Pero nosotros revisamos esa propiedad. No encontramos nada.

—Los hermanos me mostraron unos planos de la propiedad. Debajo de la casa hay un taller que su padre utilizaba para la alfarería. Se accede a él por una portezuela en un pasillo muy estrecho. Está muy bien hecha, tanto que no puedes verla a simple vista.

—Sabía que había algo extraño en ese pasillo —masculló de mala gana—. Claro que no la vimos. Solo a nosotros se nos ocurre revisar la propiedad de noche.

—Podríamos volver —propuso Alejandro—. Quizá esta vez encontremos algo.

—O quizá ya se llevaron todo.

—De todos modos deberíamos ir.

Gray asintió.

—¿Y quién es ese amigo de la familia? —le preguntó a Christopher.

—Eso es lo interesante. También, debo admitir, un poco confuso. El padre de ese chico, Jeff, es Clayton Cabwise.

—¿Y ese nombre por qué me suena?

—Porque era el jefe de Anna —respondió Carter.

Gray lo miró.

—Eres un ex novio acosador, ¿no es cierto?

—No, pero hice mis investigaciones. Clayton es el dueño del sitio de taxis donde Anna trabajaba.

—A ver si entendí —Gray comenzó a frotarse la frente con el pulgar derecho—. Cabwise es el antiguo jefe de Anna, padre de Jeff, quien intentó matarla.

Christopher asintió.

—No estoy entendiendo. Si es el padre de Jeff, ¿por qué no lleva su apellido? ¿O Cabwise no es su apellido realmente?

—Sí, sí lo es. Clayton no supo que tenía un hijo hasta que Jeff cumplió los trece. La madre de éste le hizo creer a su hijo que su padre los había abandonado. Clayton quiso darle su apellido, pero él se negó. Prefirió quedarse con el de su madre. Intentó tener una relación con Jeff, pero nunca se lo permitió. Cuando vio que él mostraba interés por los autos, le pidió a Geoffrey Mawson, el abuelo de Anna, que le enseñara.

—Así fue como Anna y Jeff se conocieron, ¿no es así?

—Exactamente. Era una mujer con talento que empezaba a cautivar a expertos, pero Jeff no pasaba de las novatadas. Tenía problemas para controlar la ira.

—Veo que es un hábito que no ha controlado.

Gray meditó sus palabras.

—¿De dónde sacaste toda esa información?

—Interrogué al señor Cabwise.

—¿Es lo que has estado haciendo estos dos días?

—Así es.

Gray lo señaló.

—Me gusta como trabajas.

—¿Y crees que él podría estar relacionado con el atentado que sufrió Anna? —quiso saber Carter.

—No lo creo. Cuando la señora Anna salió de prisión, Clayton le ofreció un trabajo por afecto y agradecimiento hacia Geoffrey. Por haber intentado ayudar a su hijo —Christopher sonrió—. Aún así tengo a algunos hombres vigilándolo. Nunca está demás ser quisquilloso y desconfiado.

—Sí, me gusta como trabajas —reafirmó Gray.

Gray notó el jugueteo de los dedos de Carter sobre la mesa. Uno, dos, tres golpes. Uno, dos...

—Señorita, ¿me puede decir si tanta palabra la tiene mareada?

Carter no supo que hablaba con él hasta que lo llamó por su nombre.

—¿Qué sucede? —le preguntó Gray.

—No, no es nada. Es solo...

—Hable con determinación, soldado.

—Aún estoy pensando qué relación guarda Astori con todo esto. Jeff estaba celoso y enfurecido porque pensó que su carrera se fue al demonio por culpa de Anna ¿Pero y Astori? Su carrera continuó después de que Anna fuera a prisión. Él la quería muerta. Por eso envió a alguien a prisión. Me ofreció una nueva identidad una vez que ella muriera ¿Pero por qué la quiere muerta?

—Si tu compañero tortuga hubiese enviado los datos...

Gray fue interrumpido por un zumbido que provenía de su teléfono. Tronó los dedos al comprobar que se trataba de la imagen mejorada del logo.

—Lo siento, caballeros. No tiene nada que ver con este caso, pero es un pedido especial.

Darcey se acercó un poco a la pantalla para mirar la imagen.

—MTC, MTG Space Mister ¿Qué es eso?

—¿Dónde dejaste tus anteojos?

—Yo no uso anteojos.

—¿No? Pues te hacen falta. Aquí dice MGT Speed Master, ¿lo ves?

—Es casi lo mismo.

—Pero no tengo idea de lo que sea esto.

Carter se puso de pie repentinamente. Rodeó la mesa y se posicionó tras la silla de Gray.

—¿Puedo ver eso un momento?

—Pero te lo advierto: no andes pasando imágenes. Tengo cosas personales.

Carter puso los ojos en blanco. Una vez que tuvo el teléfono en sus manos, amplió un poco la imagen y la observó fijamente durante un rato.

—Yo he visto este logo. Es un logo, ¿no es así?

—Supongo, sí.

—¿De dónde lo sacaste?

—Un tipo se cruzó con Anna en el pasillo y le tiró el café hirviendo encima. Ya sabes, es una mujer muy torpe. En la ropa de ese tipo aparece ese logo.

—¿Y por qué lo investigas?

—Porque Charles es un dramático —dijeron Darcey y Gray al mismo tiempo.

Pero Carter le restó importancia aquello. Casi le parecía una urgencia recordar donde había visto ese logo, porque lo había hecho ¿Pero dónde? Dios mío, ¿dónde?

—¡El tipo de la prisión! —gritó una vez que lo recordó—. Tenía una chaqueta oscura, creo que era de cuero, y en la parte izquierda tenía ese logo.

Los cuatro pares de ojos se enfocaron en él.

—¿Por qué siempre pareces tener información guardada? —gruñó Gray—. Pensé que nos dirías todo.

—No he podido sacar información de la oficina. Te entregué la poca información que pude guardar. Tendrás todo una vez que mi compañero lo envíe.

—¿Pero es que no te das cuenta? ¡Anna tuvo de frente al tipo que te ordenó matarla y ella no sabía nada! Charles enloquecerá cuando lo sepa.

—¡No empieces a gritarme! Aún no sabemos si se trata de la misma persona.

—Claro, porque es una gran casualidad que el hombre de la prisión y el del hospital tengan el mismo logo en la chaqueta.

Darcey acomodó su mano sobre el hombro de él.

—Gray, vamos. Él tiene un punto. Además, estaban trabajando muy bien. Si intentan funcionar como equipo, pronto descubrirán al culpable. Sé que suena trillado, pero dos cabezas piensan mejor que una —señaló al resto de los hombres—. Aquí hay dos más.

Gray suspiró profundamente.

—De acuerdo, tienes razón. Lo que tenemos que hacer es identificarlo. Por desgracia, en las cámaras del hospital no se ve muy bien. De hecho, su rostro no se ve de ninguna forma. Siempre está cubierto.

—Entonces debe ser el mismo —comentó Carter—. De no ser así, ¿para qué esconderse?

—Tal vez ya sabe que eres policía y no quiere que lo reconozcas.

—Pero hicimos un retrato hablado.

Gray puso los ojos en blanco.

—Darcey, yo quiero ir a la par con tu idea, ¿pero no lo ves? Me está poniendo las pelotas azules —lo señaló—. ¿Alguna otra sorpresa?

Carter se encogió de hombros.

—Te di todo lo que tenía. Te lo juro. El resto está en el sistema. Intenta entender. Yo estaba como un infiltrado y no podía quedarme con información. Sospecharían y pondría mi vida en riesgo. Sé que está tardando demasiado, pero tendrás la información, toda la información.

—Carter, esa información que tienes pudo habernos ayudado a resolver esto antes ¿Sí te das cuenta, no? Anna ha sufrido varios atentados. Casi asesinan a Charles. Ponte tú en mi lugar y entenderás que confiar en ti, que sigues guardando información, es un poco difícil.

—Lo sé. Pero también es importante para mí resolver esto. Le hice una promesa a Anna, y esta vez no es algo que creé en mi mente. No estoy persiguiendo una venganza. Estoy persiguiendo justicia. Quizá por eso me hago preguntas que antes ni pasaban por mi cabeza. Una vez que tengamos toda la información, estoy seguro que encontraremos las piezas que faltan.

Gray lo miró fijamente unos segundos. Después, simplemente asintió.

—De acuerdo, volvamos a trabajar.

Después de un par de horas charlando con Zowie, Anna se devolvió a la habitación donde vio a Charles centrado completamente en su reconfortante lectura. Anna navegó en internet un rato para no interrumpirlo. El sonido de las tecleo no le permitió concentrarse hasta que segundos después se acostumbró. Aunque concentrada en su búsqueda, lo miraba de reojo a cada rato, quizá para asegurarse de que no forzara su brazo o solo para admirar unos segundos lo guapo que era.

Observó la hora. Solo faltaban cuatro minutos para las nueve. Tal vez ya era muy tarde para agobiarlo con sus tonterías. Podía esperar a mañana.

—¿Qué? —lo oyó decir.

Anna giró un poco la cabeza para mirarlo. Él también la miraba. Se le veía muy cómodo y tranquilo. Estaba acostado en el lado derecho de la cama, el lado de ella, que le cedió temporalmente mientras se recuperaba, de ese modo podría recostar su cabeza sobre su pecho para dormir abrazada a él.

—¿Qué? —repitió ella.

—¿Qué quieres decirme?

Anna frunció el ceño.

—¿Cómo sabes que quiero decirte algo?

—No eres muy sutil. Llevas rato mirándome de reojo. Tensas los hombros, los relajas y vuelves a tensarlos. Es un reflejo. Lo haces cuando estás pensando en decirme o no alguna cosa.

—Ni siquiera sabía que hacía eso de los hombros.

—Soy un hombre muy observador.

—Ya lo he notado.

—Bien, ¿qué querías decirme?

—Te lo muestro mañana. Es tarde. Deberíamos descansar.

—Leer me ha espantado un poco el sueño. Dime.

—Mañana.

—Ahora.

Anna se mordió el labio. Se movió en la cama cuidadosamente para no lastimarlo y, colocando la computadora sobre sus piernas, le enseñó su búsqueda.

—Busqué en internet todos los grandes acontecimientos importantes tanto nacionales como internacionales. Encontré una lista, así que busqué un calendario y fui tachando una a una esas fechas.

—¿Para qué?

—Eso lo debes saber mejor que yo. La fecha de una boda real no debe coincidir con grandes acontecimientos importantes.

—Ah, bien.

Charles tardó unos segundos en comprender.

—¿Estás buscando la fecha?

—No, no. Estoy descartando días. Mira —le mostró el calendario en la pantalla—. Si sabemos cuáles no están disponibles, se nos hará más fácil escoger una fecha.

—Pensé que lo pospondrías hasta que encuentren al responsable del atentado.

Anna frunció el ceño.

—¿Quieres posponerlo hasta entonces?

—No, no —se apresuró a decir—. Mujer, te he pedido esto por semanas.

—Lo sé, y fui una tonta por no haberlo hecho antes. También quiero hablar con tu padre sobre las lecciones. Quiero empezar cuanto antes.

—¿Y no te gustaría que yo fuera tu profesor? Estoy sumamente calificado para el trabajo.

Anna dejó escapar una carcajada.

—Por supuesto, Su Alteza. Le confieso que soy una estudiante muy aplicada. Aprendo rápido.

—Lo sé.

Anna se inclinó cuidadosamente hasta conseguir estamparle un beso en la boca.

—Déjame ver las fechas —le pidió él. Besó sonoramente su mejilla antes de que se apartara—. No me iré a dormir hasta que escojamos una.

—Oh, me gusta cómo suena eso.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro