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Capítulo sesenta | VO

Me disculpo por mi pequeña bromita del Coffee Break. Quiero que sepan que aún los amo a todos XD besos ❤

Las cosas se salieron de control, y todo lo que podía hacer era enloquecer, porque nada de lo que estaba sucediendo parecía tener lógica.

Los golpes continuaron viniendo, pero esta vez de ambas partes. De Carter a Cameron, de Cameron a Carter. Ella no sabía cómo intervenir, mucho menos si debía hacerlo, porque otra lucha se estaba formando dentro de ella.

¿Cómo había llegado Carter hasta allí? ¿Cómo supo dónde estaba? Y como si esas dos preguntas no la estuviesen volviendo loca ya, una más apareció en su mente en letras mayúsculas y ennegrecidas: ¿ha tenido algo que ver con lo que le ha sucedido a Charles? ¿Tendría algún motivo para hacerlo?

Cameron tropezó y cayó al suelo. Carter echó el brazo hacia atrás, preparándose para darle otro golpe.

―¡Ya detente! ―le gritó―. ¡Suficiente, ya para!

Miró hacia todos lados, preguntándose donde demonios estaban los guardias cuando se les necesitaba.

―¡GUARDIAS! ―vociferó, con la garganta un poco más irritada―. ¿Qué coño tiene que hacer una para que la escuchen? ¡GUARD...!

Ella dejó de gritar cuando Carter la tomó del brazo. Él se arrepintió de inmediato, porque Anna cerró la mano derecha en un puño y le asestó un golpe en la boca.

―¡ME VUELVES A TOCAR Y JURO POR DIOS QUE TE CORTARÉ EN PEDACITOS TAN PEQUEÑOS QUE PARA ENTERRARTE TENDRÁN QUE ARMARTE COMO UN ROMPECABEZAS!

Él asintió mientras presionaba su mano izquierda contra su boca.

―Lo admito, merezco el golpe ―apartó la mano de su boca y observó las gotitas de sangre en sus dedos―. También que me cortes en pedacitos. Sé que mientras más hable, más te enfurecerás.

En silencio, Anna tuvo que darle toda la razón, porque ya tenía ambas manos cerradas en puños para molerlo a golpes.

―Anna...

Ella tembló cuando lo escuchó pronunciar su nombre. Carter miró fijamente a los ojos y una extraña sensación la invadió, como si estuviera siendo observada por un extraño.

―¿Anna qué? ¿ANNA QUÉ? ¿Cómo es que te paseas tan feliz por un hospital? ¿Y cómo llegaste?

Furiosa por no obtener respuesta, avanzó unos pocos pasos hasta alcanzarlo y le dio un empujón en el pecho.

―¿Tú ordenaste todo esto? ¡DÍMELO! ¡JURO QUE TE MATARÉ SI LO HICISTE!

―¡NO!

Pero ella lo atacó como si la respuesta hubiese sido un sí. Carter la sostuvo de ambas muñecas lo suficientemente fuerte para detenerla, pero no para lastimarla.

Cameron aprovechó ese momento para reponerse. Se limpió la sangre de la boca y de la nariz mientras los observaba, memorizando al hombre. Él continuaba forcejeando con Anna, pero después, cuando ella volteó a verlo, se precipitó en su dirección.

―¡ME PAGARÁS LO QUE ME HICISTE! ―ella continuó con el forcejeo, pero no pudo soltarse―. ¡Me importa una mierda que seas un príncipe! ¡Juro que te arrepentirás por haberme golpeado!

―No, Anna. Tú lo harás ―dijo Cameron en respuesta―. Te arrepentirás de escoger ser la amante mejor pagada de mi primo.

―¿Eso es lo que te molesta? ¿Qué lo escogiera a él y nunca me fijara en ti? ―hizo una mueca de asco―. Soy mucha mujer para un hijo de puta como tú. Escogería a Charles mil veces por encima de ti.

―¡Pero qué coño con los escándalos! ―la voz de Gray retumbó por el pasillo―. Qué mierda. Juro que voy a renunciar ¿En qué familia de locos me estoy metiendo?

Anna aprovechó la ocasión para liberarse de Carter.

Gray también hizo uso de ese momento para fijarse en los golpes en el rostro de Cameron y en los nudillos enrojecidos de Carter.

Y aún peor: el golpe en la boca de Anna.

No necesitó preguntar para saber quién había sido.

―Era todo lo que te faltaba: golpear a una mujer.

―Lárgate. Este no es tu asunto.

Gray lo miró, retante, y bastó con mover la cabeza para que dos hombres se acercaran.

―Por favor, acompañen al neandertal a la salida.

Los dos hombres prosiguieron a tomarlo del brazo, pero Cameron comenzó a forcejear.

―A mí no me puedes tratar como a un campesino ¡Soy un príncipe!

―Yo en tu lugar me iría sin discutir, porque las leyes me permiten ponerte bajo arresto a pesar de tu título.

Cameron lo miró con una mueca de disgusto, como si deseara responderle con algún insulto, desagradable, pero se limitó a marchar hacia la salida.

Anna, aliviada por verlo alejarse, señaló en dirección a Carter.

―Arréstalo o golpéalo. Sólo quiero que le hagas algo, pero no dejes que se vaya del hospital.

Gray la miró y después desvió su atención hacia Carter.

―Creo que es mejor que lo sepa.

Anna lo miró.

―¿Qué sepa qué?

Esperó, pero no obtuvo respuesta.

―¡YA HABLEN!

Gray le insistió con la mirada.

Carter dejó escapar un gruñido antes de hablar.

―Le puedo mostrar la placa, pero ahora es un adorno porque estoy suspendido.

Sacó una cartera de su bolsillo y la abrió. Vio su foto, una medalla y su nombre. Stevenfield, Carter. Detective Sargento. Nivel 6.

Anna retrocedió por instinto.

―¿Qué es? ¿Es...es una broma?

Carter se remojó los labios antes de responder.

―Anna, soy policía.

―¡Entonces usa tu arma y disparate! ―gritó histérica.

Anna se recostó de la pared para evitar caerse. Examinó el rostro de Carter y el de Gray en busca de algún indicio que la hiciera comprender que todo era una broma pesada.

No estaban mintiendo.

―¿Pero cómo es posible? ¿Desde cuando los fugitivos reciben placas de policías?

―No soy un fugitivo. Soy un policía infiltrado.

―Cada vez lo empeoras más.

Anna miró a Gray.

―¿Tú lo sabías? Yo te mataré si md dices que desde siempre.

―No, novia sicópata.

―Juro que me volveré una verdadera sicópata si no me explicas qué está pasando.

Gray le concedió una mirada a Carter, y él entendió lo que significaba. Le correspondía a él contestar a sus preguntas.

Habló con uno de los médicos y éste accedió a prestarles su oficina para que pudieran.

Carter cerró la puerta de la oficina, y el sonido de la misma al hacerlo la sobresaltó. Sin contar su inesperada visita a la gala, habían pasado años desde la última vez que había estado a solas con él en cualquier habitación. Para ese entonces, aunque un poco tímida e inexperta aún, de cierta manera se sentía cómoda. Pero las cosas habían cambiado y su cuerpo no respondía de la misma forma. Estaba tenso y frío, y deseaba estar lo más lejos posible de él, porque cada parte de su cuerpo sabía que tenía otro dueño por el que esperaba ansiosamente a que despertara.

―También lo sientes, ¿no es así? ―lo escuchó decir―. La tensión entre ambos.

Ella se mantuvo de espaldas para no responderle.

―No quieres estar aquí ―dijo―. Yo hubiese deseado que este encuentro nunca se diera.

―Debiste pensarlo cuando entraste a la gala ―respondió ella de mala gana.

―Es complicado.

Ella se volteó para mirarlo.

―¿Entonces por qué yo lo veo tan sencillo?

―Porque no sabes muchas cosas.

―¿Qué no sé? ¿Qué eres un mentiroso? Uno muy bueno por lo que veo. Quizá sea lo único en lo que eres bueno.

―Probablemente.

Anna se enfocó en el gesto de él. Dejó escapar una falsa carcajada.

―Eres increíble ¿Eso es todo lo que tienes que decirme?

Él le sostuvo la mirada durante unos segundos. Después, suspiró.

―Tengo mucho que decirte, es solo que no sé por donde empezar.

―¿Por qué no lo haces explicándome por qué arruinaste mi vida? Porque lo hiciste, ¡me arruinaste! ―gritó―. ¡Arruinaste todos mis sueños! Lo peor es que ya no sé por qué lo hiciste. Ya no sé que era real y qué era mentira. Yo ya no sé quien eres o quien fuiste.

―De verdad lo lamento.

―No te creo ―ahogó un grito en su garganta―. Tú no lo lamentas. Sólo mírate. Eres tan frío. Yo no veo nada en tu rostro que me haga sentir que lo lamentas. Creo que disfrutaste lo que hiciste.

―No es así.

―¿Entonces por qué lo hiciste? ―gruñó―. ¿Qué daño te hice yo para que me hirieras de esa manera?

―No eres tú, Anna, soy yo.

Anna levantó las manos por encima de su cabeza.

―¡La típica frase! ¿No puede faltar, cierto?

Carter se remojó los labios antes de hablar.

―Es que es cierto. Tú no hiciste nada. Fui yo, siempre fui yo.

Anna cerró ambas manos en puños.

―Por eso tú y yo nunca funcionamos. Todo era sobre ti o sobre mí, pero nunca fue sobre nosotros. No hubo un nosotros. Solo un tú y un yo, cada quien por su lado.

Carter respiró profundamente.

―¡No eres la única que la ha pasado mal! ―gruñó, con su pecho subiendo y bajando―. Cada quien ha tenido que aprender a vivir en su propio infierno.

―¡Pero tú provocaste el mío!

―¡Lo sé!

Anna hizo silencio ante el estallido de furia en su voz. Siempre odió que le gritara de esa manera, porque la hacía sentirse responsable por la discusión.

―No puedo pensar con tus gritos ―Carter hizo una mueca―. Todas mis ideas...

―Llámalas por su nombre. Excusas. Todo lo que dices son simples excusas. Y como siempre me culpas por tus problemas.

―No estoy echándote la culpa.

―Lo has hecho siempre. Tonta yo que nunca quise verlo. Tonta yo que me enamoré de un mentiroso. Juro por Dios que me arrepiento tanto. Quererte hizo mierda mi vida.

Él no tenía una respuesta para ella ¿Qué podía decirle? La verdad ya estaba dicha.

―Yo no sé que estoy haciendo aquí ―musitó ella mientras se cruzaba de brazos―. Han pasado cinco años. Yo no quiero...no quiero seguir tocando este tema.

Agitó la cabeza y, después por unos segundos, dijo:

―Solo déjame en paz, por favor. Quiero mi vida tal como está y no te quiero en ella.

Ella no le dio la oportunidad a responderle. Pasó junto a él y puso la mano derecha sobre el picaporte.

Carter habló antes de que ella abriera la puerta.

―Yo te envié a prisión. Te he mentido desde que nos conocimos. Dios, Anna, sé que me odiarás aún más, pero las cosas no pasaron como tú crees.

Anna cerró los ojos con fuerza.

―Todo es mucho peor ―continuó él―. Creí que podría evitar que un encuentro así entre nosotros se diera.

―Carter, no quiero escucharte.

―No quería hacerlo porque ya te lastimé demasiado y fuiste alguien importante para mí.

―Carter...

―Te lo debo. Te debo muchas cosas y para entenderlo tienes que permitirme contártelo.

Anna se volteó al instante.

―Yo no quiero saber. Ya no puedo con tantos sobre saltos. En este momento no soy tan fuerte para soportar otro más.

El silencio se formó entre ambos durante una eternidad. Solo se miraban e uno al otro, y aquel acto que solía encantarle, le causaba ahora una gran pena. No podía recordar cómo se sentía quererlo, como si todo lo vivido se tratase de un sueño.

―Todo ha sido una mentira desde el principio ―habló él―. Desde el primer momento en que nos vimos.

―No quiero escuchar ―gruñó ella mientras agitaba la cabeza.

Pero él continuó hablando.

―Mis padres habían muerto. Lo único dentro de mí era un fuerte deseo de venganza. Por mucho tiempo fue lo que sentí, y nada, sin importar cuan bueno fuera, me hacía sentir mejor. Ni siquiera...

Él se remojó los labios.

―Ni siquiera tú.

Anna se cubrió los oídos con las manos.

―Te dañé a lo tonto. Quería hacerlo sufrir a él, no a ti, pero a quien único pude dañar fue a quien menos lo merecía.

―Ya para ―le suplicó.

―Él te iba a lastimar y no supe qué hacer. Entonces mentí y te lastimé aún más. Te envié a prisión. Te destruí.

―Carter, ¡ya basta!

La habitación quedó en silencio hasta que el lloriqueo de Anna comenzó, y él deseó cortarse la lengua por haber hablado, porque lejos de explicarle solo había conseguido herirla más.

―¡Yo no estoy destruida! ―gritó ella―. Por un tiempo me arrastré de dolor, pero después me puse de rodillas y lentamente me levanté ¡Tú estás destruido! ¡Tú y tu corazón están podridos!

Se quitó las manos de los oídos.

―¿Pero cómo pudiste? No lo entiendo ¿Cómo alguien puede hacer tanto daño y pretender que tiene una excusa?

Él dejó caer la cabeza, ahora incapaz de mirarla.

―Juro que no entiendo nada. Tú no puedes ser policía. La policía protege y tú...

―Yo sólo sé dañarlo todo.

―Me das un miedo terrible, Carter. Me has mentido desde siempre y jamás sospeché. Ya no sé que es real en ti.

Anna se masajeó el cráneo.

―O yo soy increíblemente estúpida o eres un maestro del engaño.

―No soy un maestro del engaño. Yo solo...

Carter respiró profundamente.

―Después de la muerte de mis padres, todo mi pasado fue borrado y decidí seguir sus pasos para vengarlos. Es por tal motivo que fingí ser un adolescente en la misma escuela donde nos conocimos. Después de un tiempo dejamos de vernos, ¿recuerdas? Yo había terminado mi trabajo. Mas tarde volvimos a vernos en el ambiente de las carreras, en el mismo ambiente donde se desenvolvía el hijo del responsable de la muerte de mis padres.

Él aguardó en silencio unos segundos.

―El padre de Garret Astori asesinó a los míos, y juré que los atraparía.

―Así que me usaste.

―No, pero Astori creía que estabas ayudando a la policía para detenerlo, así que quiso hacerte daño. Yo no soportaba la idea. Entonces ocurrió el accidente y lo único que de me ocurrió para protegerte de ese hombre fue...

―¿Enviarme a prisión?

―Sé cómo suena, pero estaba tan enamorado de ti y...

―¿Te enamoraste de mí? ―inquirió con burla―. ¿Qué fui? ¿Una niñita tonta con la que pudieras divertirte y hacer experimentos?

―No. Anna...

―Yo era joven y estúpida. Un blanco fácil, ¿cierto? ¿O una distracción? ¿Una coartada? Estando conmigo podías pasearte por la pista sin problema ¿Es eso?

Rechinó los dientes al no obtener respuesta.

―¿Qué es lo que fui para ti, Carter? ¿Alguien con quien acostarte mientras perseguías una venganza?

Aunque no la miraba, él apartó la mirada hacia la pared, evitando la tentación de voltear hacia ella.

Aún así término mirándola a los ojos.

―Yo sí te amé, Anna, pero no como te merecías.

El rostro de ella se volvió inexpresivo, y todo lo que hizo fue mirar fijamente a aquellos ojos grises que alguna vez había amado.

―¿Amor, Carter? ¿Crees que eso es amor?

Cerró las manos en puños para controlar su furia.

―Dios mío, tú nunca me conociste. Si lo hubieras hecho me habrías contando todo. Yo te amé con toda la fuerza que se puede amar al primer amor. Yo me entregué a ti. Fuiste el primer y único hombre al que le había permitido tocarme. Si tú me hubieses amado y confiado en mi tanto como yo lo hice, habría tomado tu mano y luchado contra el mundo.

Anna respiró tan profundo como pudo, pero la furia parecía aumentar por segundo. Al verlo de pie frente a ella, en completo silencio mientras la miraba, el estallido de ira la arrojó sobre él. Con los puños cerrados, lo golpeó varias veces en el pecho hasta verlo retroceder.

―¿Quieres saber lo que amar significa? Ve y pídele al hombre en cuidados intensivos que te explique. Él es un hombre en todo el sentido de la palabra y sabe cómo demostrar el amor que me tiene, ¡no como tú! ¡Tu mientes y usas a las personas escudándose en la muerte de tus padres!

―¡Quieres que te entienda, pero tú no me entiendes! ¡Hice lo que me pareció correcto aunque estuviese mal!

―Usaste tu poder como policía para esconder tus verdaderas intenciones. Yo nunca te importé. Para ti lo único que valía era tu venganza.

―¡Dios, Anna! ¡Si me importaste! Es solo qué...

―Lo más importante para ti era atrapar al asesino de tus padres ¿Tan descorazonada te parecía? ¿Creíste que no iba a entenderlo?

―¡No, no lo ibas a entender! Porque tuviste una buena vida llena de amor ¡A mí me faltó! Aunque mis padres me amaban, para ellos su trabajo era prioridad.

―Pues lo heredaste de ellos, ¿no es así?

―¡No!

―Tú nunca me amaste. Lo que amaste fue tu trabajo. Yo solo fui una parada de emergencia.

―Anna ―gruñó él, pasándose ambas manos por la cabeza―. Por más furiosa que estés, no puedes decir cómo me sentía.

―Si puedo, porque ahora puedo verlo. Lo hago con mucha más claridad que tú. Solo fui una distracción, una mujer a la que tal vez quisiste un poco porque te di todo lo que tenía, pero nunca fue amor. Yo te amé tanto que ver todo lo que me hacías me destrozó por dentro.

―Anna, yo...

―Me miraste a los ojos en el juicio mientras decías con toda la seguridad del mundo que yo conducía el auto. Me dijiste que me habías sido infiel en varias ocasiones. Sonreíste ante mi dolor ¿Cómo puedes pararte frente a mí, mirarme a los ojos, y decirme que me amabas?

―Lo hice. De una forma que solo yo puedo entender, pero así fue.

―Solo puedes entenderlo tú porque eres el único que le ve lógica. Lo tuyo no fue amor. Mientras solo persigas venganzas, nunca vas a conocer lo que es el amor, y es la cosa más bonita cuando encuentras a la persona indicada. Amarte me destruyó por dentro, pero amar a Charles me sanó ¿Pero quién te sanará a ti si lo único que amas es la venganza?

Sus palabras lo golpearon con fuerza en el pecho, y cuando sus piernas comenzaron a flaquear, se dejó caer sobre la silla. Sobre sus hombros se derrumbó un peso que no pudo sostener. Le costaba respirar.

La pregunta de ella comenzó a taladrar en su consciencia.

¿Pero quién te sanará a ti si lo único que amas es la venganza?

¿Amar? ¿Después de todo lo que había hecho? No estaba seguro de merecer la oportunidad de amar y ser amado. No cuando tenía en frente la prueba de cuánto podía destruir a una persona.

La mujer, cuyas manías y tonterías una vez le trajeron calor, ahora lo despertaba de su fantasía.

Ella tenía toda la razón ¿Cómo pudo él creerse todo este tiempo que había hecho aquello para protegerla? Cuando en realidad estaba protegiéndose a él mismo. Y no le importó lo que pasaría después. No le importó cuanto sufriría. En su retorcida mente, él estaba salvándola.

Pero todo lo que consiguió fue dañarla.

―Debí encontrar otra manera ―se recriminó―. Otra solución. Cualquier otra cosa habría sido mejor.

―Debiste ser sincero. Debiste confiar en mí, pero no lo hiciste. Confiaste en ti. Eras un muchacho con un profundo deseo de venganza que terminó convirtiéndose en policía.

―El peor de todos.

―Un policía de mierda que miente y traiciona.

Carter juntó las manos y las presionó.

―Anna, jamás podría pedirte perdón, pero lamento tanto todas las idioteces que hice. Quiero compensártelo. No para que me perdones, no quiero que me perdones, pero esto debo hacerlo. Quiero hacerlo. Tengo una deuda tan grande contigo.

Ella miró la sombra en su rostro, una expresión silenciosa de alguien que está a punto de volverse loco. Pero ella no sentía nada. Ni amor ni furia ni resentimiento.

Simplemente no sentía nada por él.

―¿Quieres compensar el año que me hiciste pasar en prisión? ¿El que me arrebataras mi sueño de toda una vida? ¿Qué perdiera el auto de mi abuelo?

Carter cerró los ojos y esperó por el trueno de su voz al gritar.

―Te perdonaré todo, Carter.

Él no fue capaz de moverse por lo que a ella le pareció una eternidad, y no fue hasta que ella suspiró que Carter por fin alzó la cabeza.

―¿De qué hablas? ―inquirió él entre balbuceos.

―Estoy dispuesta a perdonarte. Olvidaré todo lo que ha sucedido.

Carter frunció un poco el ceño.

―Será un perdón auténtico ―Anna retrocedió hasta recostar la espalda contra la puerta―. No quiero guardar rencores ni mucho menos continuar arrastrando una relación insana del pasado, no cuando he comenzado una nueva vida con un maravilloso hombre.

Ella lo miró fijamente, y entonces dijo:

―Pero tienes que atrapar al responsable. No más excusas infantiles. Compórtate como lo hacen los hombres y tráeme a quien haya iniciado toda esta pesadilla. Entonces tendrás mi perdón.

―Lo haces por él, por el príncipe

―Lo hago por ambos.

Carter sonrió un poco.

―Solo quiero que sepas que ya estaba trabajando en ello.

―Pero ahora tienes algo que obtener a cambio.

―Pero no lo merezco.

Anna puso los ojos en blanco.

―Mi familia está en la cafetería, así que por favor no dejes que te vean. Necesito un momento de paz.

―Estoy en un área alejada de cuidados intensivos. No lo harán.

―¿Entonces qué hacías aquí?

―Tenía que hablar con Gray.

―Yo también tengo que hablar con él.

―No le gusta trabajar conmigo ―dijo de inmediato―. Lo hizo para ayudar al príncipe y a ti, pero te aseguro que no le agrado ni siquiera un poco. Solo soy un medio para un fin.

―Pues espero que obtengan resultados pronto, porque Charles se lo comerá vivo cuando lo sepa.

Carter se tensó un poco.

―¿Le dirás?

―No tengo secretos con él. Sé que tampoco le gustará que haya llegado a un trato con mi ex novio, pero a diferencia de ti, él confía en mí.

―Me conformaba con un sencillo «sí».

Anna puso los ojos en blanco y sin emitir palabra alguna abandonó la oficina.

Gray estaba recostado contra la pared, con los brazos cruzados y un gesto de alerta.

―Hablaré contigo más tarde ―dijo ella.

Cruzó los brazos también y se alejó caminando.

 Una de las enfermeras designadas al cuidado de Charles, limpió, desinfectó y cubrió con una pequeña banda adhesiva en golpe en su boca para que pudiera entrara cuidados intensivos.

Apenas lo vio, un profundo alivio la invadió. Aún seguía dormido, así que se le acercó sin hacer ruido, tomó su mano y le dio un cariñoso apretón.

Permaneció de pie junto a él, y esperaría todo lo que fuese necesario para cumplir su promesa. 

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