
Capítulo diez | VO
―...y que era solo un desmayo. Despertará en cualquier momento.
Zowie asiente.
―Lo siento. Debí suponer que esto pasaría.
Charles, con los brazos cruzados, le sonríe amablemente.
―No había manera de prevenir esto.
―No, yo sí podía. Ha sucedido varias veces.
―¿Su miedo a las serpientes ha sido siempre?
Zowie asiente.
―Lo descubrió en un campamento. Una serpiente la mordió en el tobillo. Gracias a uno de los campistas ella está bien, pero desde ese día le asustan horrible. Ni siquiera puede verlas en caricatura.
―No soy precisamente amante a la vida salvaje. He aprendido a tratar con serpientes desde que mi padre ha vuelto a casarse.
Zowie sonríe.
―Tessie es una excelente mujer. Anna la admira mucho. También a su padre.
Charles la mira rápidamente.
―¿Lo hace?
―Sí. Además de los autos, la historia siempre le ha fascinado y su padre está lleno de historias.
―Mm ¿Le gustan los autos?
―No. Los autos no le gustan. Los adora. Tiene un...un... Dogde Dart del 1972. Terminó de repararlo hace un mes. Es lindo. Algo viejo para mi gusto, pero lindo. Le pertenecía a su abuelo.
―¿Le pertenecía?
―Murió el verano pasado. Ella lo quería muchísimo. En su testamento le dejó ese viejo auto.
―Tiene un valor sentimental al parecer.
―Es más que eso. En ese auto Anna descubrió que nació para conducir autos. Siempre me ponía muy nerviosa verla en el volante mientras subía del límite de velocidad, pero debía admitir que era lo suyo. Se le veía feliz y tenía ese fuertísimo color en las mejillas. Estaba con vida y extraño los días cuando nada podía lastimarla.
Charles frunce el ceño.
―Lo siento ―Zowie sonríe nerviosa―. No debería estar diciéndole esto. Es solo que ella es más que mi mejor amiga.
―¿Es su pareja?
Él la mira fijamente, esperando una respuesta.
―No ―responde―. Todos piensan eso.
―Se ven muy unidas.
―Nos conocemos de toda la vida. Mi madre y la suya son mejores amigas también. Nosotras estábamos destinadas a serlo de igual manera ¿Y usted? ¿Tiene un amigo así o también los amenaza con quitarles los empleos a las personas que quiere?
Charles sonríe divertido.
―No pediré una disculpa si es lo que busca.
―Yo no busco nada, en especial de usted.
―Y si Anna está en la cama es solo porque se ha desmayado en mi pasillo.
―Tampoco he mencionado nada al respecto.
Se hizo un largo silencio entre ambos, de modo que se cruzaron de brazos y esperaron de pie a que Anna finalmente se despierte.
Charles movía sus ojos por su rostro, anhelando el instante que sus ojos se abrieran, ojos que revivían durante unos instantes el recuerdo de su madre por su fragilidad y la apariencia de alguien que necesita ser cuidado.
―¿Por qué lo dijiste? ―habló.
Zowie parpadea, confundida.
―¿Decir qué?
―Sobre los días cuando nada podía lastimarla.
―Es algo privado.
―Puede contármelo o pediré a alguien que me brinde un significado para esas palabras.
Ella suspira, frustrada.
―Anna tenía una pareja ―dice―. Su nombre era Carter Stevenfield. Los dos se conocieron en la escuela y al poco tiempo comenzaron a salir. Él no era mucho de mi agrado, pero Anna se veía feliz y era todo lo que importaba. Tuvieron una relación bastante estable por dos años. A los dieciocho comenzó a participar en carreras, todas oficiales. Siempre iba con su abuelo y Carter.
Zowie permanece ausente durante uno minutos, mirándola, como si la mujer de la cama estuviera muy lejos de ser la descrita previamente.
―Carter tenía problemas con las apuestas ―continúa―. Le debía mucho dinero a un sujeto, así que le pidió el dinero prestado a Anna para deshacerse de esa deuda. Ella estaba increíblemente molesta porque no era la primera vez que lo hacía. Además, ella no tenía semejante cantidad. Acordaron que le ayudaría a pagar la deuda dentro de dos semanas. Iba a participar en una carrera. Todos sabíamos que iba a ganar.
―¿Lo hizo?
―No llegó a la carrera ―se aparta el cabello del rostro. Charles pudo notar que recordar lo sucedido conseguía hacerla enojar―. Una semana antes de la misma, Carter le avisó que había otra carrera. La convenció diciendo que si ganaba esta, el premio de la otra carrera sería solo suyo. Anna aceptó. Pero Carter no quería que ella corriera. Él quería correr. Ella le cedió su auto. Antes de que la carrera comenzara, Anna descubrió que era una ilegal. Estaba increíblemente furiosa con él y entró en el asiento del pasajero para evitar que él corriera. Discutieron muy fuerte. Al final Anna consiguió evitar que él corriera, pero al poner el auto en marcha golpeó a una chica de diecisiete años.
Los ojos de Charles se dilatan.
―¿Falleció?
Zowie agita la cabeza.
―Entró en coma. Temo que esa fue una de las cosas que empeoraron la situación de Anna. Cuando el auto golpeó a la chica, Carter frenó tan fuerte que Anna se golpeó la cabeza y quedó inconsciente. Carter avanzó y calles más adelante chocó contra un árbol. Él intercambió a Anna de asiento y la hizo parecer culpable.
Hace gestos con la boca, como si intentase buscar una manera de contener dentro de la misma palabras que podrían ser inapropiadas.
―En su declaración, Carter dijo que Anna estaba obsesionada con ganar y que no le importó que fuera una carrera ilegal. También dijo que al atropellar a la chica se fue a la fuga y calles más tarde chocó contra el árbol y acabó inconsciente. El juicio fue espantoso. Nadie los vio discutir, nadie vio a Carter conduciendo. La sentenciaron a veinte años en prisión. Ni siquiera fue la condena lo que le rompió el corazón. Fue la traición de Carter y el saber que ya no podía conducir coches en una carrera nunca más. Se lo prohibieron.
―¿Y cómo es que está libre?
―La chica despertó del coma un año después y confesó haber visto a Carter conducir, por lo que el caso fue reabierto y él resultó acusado por el crimen.
―¿Le permitieron volver a conducir?
―Sí, pero no profesionalmente ya que su auto estuvo involucrado en un crimen.
―¿Entonces estuvo un año en prisión?
Zowie asiente con tristeza.
―Solicitó a la prisión no recibir visitas. Estuvo un año entero sin dejarnos verla. Sus padres la enviaron a un psicólogo al salir.
Charles apenas podía creerse lo que escuchaba.
―Si convierte su vida en un libro sería un best seller sin duda ―ironizó Zowie.
Él no pudo encontrar eso divertido sin importar cuanto lo intentara. Solo se dio la vuelta y se marchó de la habitación.
Miles de palabras peleaban a la vez, una contra otra, en su cabeza, mientras intentaba procesar toda la información ¿Cómo era posible que alguien pudiese ser tan cobarde de permitir que un inocente pague por sus crímenes? Vivir con una mentira que destruye a inocentes que vivir con la verdad y la oportunidad de hacer lo correcto.
¿Y no es eso lo que estaba haciendo él? Culpándola desde aquél día, haciéndola responsable de su propio instinto absurdo de venganza, cuando no ha sido más que sincera. Sí, no le había gustado lo que ella le había dicho, ¿pero eso era razón suficiente para comprometerla en una situación así? La amenazó con su familia. Abusó de su poder para doblegar su voluntad. La ha orillado a una prisión metafórica, obligándola a algo que, obviamente, ella no deseaba.
Solo por ser indefinidamente sincera.
¿Y si tenía razón? ¿Si sus palabras poseían la verdad más absoluta? ¿Qué ha hecho realmente con su vida? ¿Algo productivo? Nada. Sexo, alcohol, dinero ¿Qué ha sido verdaderamente emocionante?
Vagando por los pasillos llega hasta el comedor, donde su madrastra, la adorable Tessie, se encontraba tomando café. Al verle le sonríe.
―Charles, cariño ―deposita la taza elegantemente sobre el plato que descansaba en la mesa―. Creí que estabas en tus lecciones.
Él se le acerca y le deposita un beso en la frente. Tessie realmente era guapa. Piel oscura, cabello oscuro, ojos oscuros. Y la más encantadora y dulce de las sonrisas y un par de manos suaves que siempre le acariciaban las mejillas. Cuando la veía le recordaba a su madre, aunque ella era totalmente opuesta. Piel lívida, ojos claros, cabello rubio. Pero ambas eran madres amorosas y muy comprensivas.
―Hubo complicaciones ―se acomoda en la silla junto a ella―. Fifta se escapó y resulta que mi «Asesora Real» le teme a las mismas. Está en mi habitación totalmente inconsciente.
―Oh, Dios mío ―se lleva ambas manos al pecho―. ¿Has llamado al médico?
―Sí. El desmayo fue causado por la misma impresión.
―¿La has dejado sola? ―murmulla a modo de regaño.
―No ―ríe suavemente―. Está en compañía de unas amigas.
―Pobre chica. Debió asustarse horrible.
―¿No oíste sus gritos?
―Sabes que es muy difícil que escuche algo desde aquí.
Sonríe cariñoso.
―Tessie... ―murmura inseguro.
―¿Sí?
Suspira.
―¿Cuándo crees que la relación con mi padre haya comenzado a resquebrarse?
―¿A qué se debe la pregunta?
―Desde hace un tiempo nuestras conversaciones son más bien discusiones ¿A qué crees que se deba?
―No metería las manos al fuego por ello, pero juraría que se debe a su indiscutible parecido en cuanto a carácter.
―Yo optaría por otra respuesta.
Tessie suelta una suave carcajada.
―Charles, tu padre y tú son más parecidos de lo que creen. Ambos nacieron para ser líderes. Es por eso que sus conversaciones amenas terminan no siendo tan amenas.
―A veces creo que soy yo quien las inicia.
―No te disgustes conmigo, pero es así. Tu padre solo quiere lo mejor para ti.
―Por eso me puso entre la espada y la pared. Sí, tiene mucha lógica.
―Solo quiere evitar que sigas por caminos equívocos. Todo padre quiere ver a sus hijos casados y con hijos. Nosotros añoramos nietos.
―Casarme no es uno de mis deseos más profundos.
―Porque no te has enamorado, niño.
―Ni lo haré jamás. Te lo prometo.
―Charles, cariño ―le da un tierno golpecito en el rostro con la mano―. Cuando encuentres a una mujer que te descongele ese corazón, vas a retirar esas palabras.
―Te apuesto el departamento en Paris que no será así.
―¿Me lo entregarías legalmente?
―Por supuesto.
Tessie expone sus blancos dientes.
―Me emociona mucho saber que ese departamento será mío pronto. A tu padre le gustará tener unas vacaciones cuando tú seas rey.
Charles parece un poco incómodo.
―¿Qué sucede, cariño? ―pregunta amorosamente.
―¿Y si no soy un buen rey? Bueno, si es que llego a serlo.
―No lo serás.
―¿Y si lo soy?
El ruido de los tacones llenó la habitación.
―No lo serás ―Anna se aparta el cabello del rostro―. No acabo de hacer el ridículo allá arriba en vano.
Charles parpadea ¿Cómo podía lucir tan repuesta si acababa de despertar de un desmayo?
―Hubo un tiempo cuando la gente no creía que yo podría salir adelante sola ―dice rápidamente―. Tardé muchísimo en conseguir un empleo y hacer de mi vida el desastre más pequeño posible. Lo pensé bastante, y con bastante me refiero a los dos minutos que me tomó llegar desde la habitación hasta aquí, y me di cuenta de que he estado haciendo lo mismo contigo. Te estoy juzgando con base a mi trato años atrás. Pero yo no hago milagros. Tienes que creer en que sí puedes ser un buen rey.
Charles se cruza de brazos.
―¿Te golpeaste en la cabeza?
―No, no ―juguetea con sus dedos―. Creí que en el primer día debíamos empezar con la apariencia, pero tengo una mejor idea.
Sin más comenzó a caminar hacia la salida. Charles permaneció en el asiento, mirando a Tessie.
―Creo que se ha golpeado la cabeza ―murmuró confundido.
―Charles ―lo regañó Tessie―. No está bien que digas esas cosas.
Los tacones comenzaron a sonar nuevamente dentro de la habitación.
―Cuando dije «tengo una mejor idea» quería decir que me siguieras ―se cruza de brazos―. Tres, dos...
Él se levanta del asiento, extendiendo ambos brazos por encima de su cabeza.
―Ya está. Tranquila.
Anna le hace una inspección visual rápidamente.
―Te conseguiré algo mejor en el camino. Vamos.
Sin decir más la siguió. Tessie coloca ambas manos sobre sus muslos y sonríe.
―Ese departamento será mío mucho antes de lo imaginado.
Extiende la mano hacia la taza de su té y toma del líquido restante.
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