Capítulo 46 | Borrador SP
Observó su reflejo en las puertas metálicas mientras esperaba a que el ascensor llegara a su piso. Una lenta canción sonaba. La mujer cantaba algo sobre extrañar unos ojos azules, y a pesar de sentir que el agotamiento por una mala noche le caía encima, sonrió. Sí, los extrañaba. Mucho.
Vio también el reflejo de los dos guardias que siempre la acompañaban. Tenían las manos cogidas a la espalda y mantenían la vista fija hacia adelante. Siempre eran callados y atentos cuando estaban con ella. Nunca se sentía incómoda en su compañía, quizá porque no le parecían tan intimidantes como la guardia real. Además, parecían mucho más confiables.
Agitó la pequeña caja de donas que llevaba en las manos ¿A caso el tiempo no podía andar más aprisa? Le parecía que llevaba siglos en ese ascensor. Aunque una parte de sí lo agradecía. Esperaba que Charles no se fijara en las grandes bolsas negras que tenía bajo los ojos.
Intentó ponerse más bonita. Se enfundó en un vestido color ciruela y unas medias negras que le prestó su hermana. Mackenzie le prestó un par de tacones negros que le obsequiaron un poco más de altura. Para combatir el frío, utilizó uno de los elegantes abrigos que le empacó Darcey. Tomó el cabello humedecido y lo acomodó hasta darle forma. Finalmente, con un poco de maquillaje por aquí y por allá, estuvo lista. Solo restaba esperar a que Charles se fijara más en su pulcro atuendo que en sus gestos cansados.
La campana del ascensor sonó, y las puertas metálicas finalmente se abrieron. Aferró suavemente la caja con ambas manos y avanzó.
Dos pasos, solo dio dos pasos.
Entonces lo vio.
Tenía tiritas de gaza en varias partes del rostro, los ojos morados e hinchados y el labio partido. Aunque no supo el por qué estaba así, una sonrisita de ironía se le estampó en el rostro.
―Los golpes van de maravilla con tu ácida personalidad, querido.
Cameron entrecerró los ojos y avanzó. Los guardias se abrieron paso y crearon una pared frente a Anna. Él desistió en su avance. Aun así, ingresó al interior del ascensor, casi impulsado a fuerza. Anna logró ver que Gray lo había empujado.
―Eres un hijo de puta, Cameron ―lo escuchó gritarle, pero no pudo verlo por hallarse tras los altos guardias―. Te juro que esto lo vas a pagar, aunque tenga que perder mi empleo.
―¿Te crees que es mi culpa? ¡Él vino a mí!
―¿Qué él vino a ti? ¡Estaba en una maldita cama! ¡Has venido a provocarlo y mira lo que lograste! ¡Lo que querías era matarlo!
A Anna le temblaron las manos, y la caja terminó cayéndose. El pequeño ruidito que hizo al tocar el suelo hizo que los guardias se movieran, y Gray palideció al mirarla.
―¿Qué le ha...? ―intentó tragar de su propia saliva, pero su boca estaba demasiado seca―. Dime por favor que se trata del loco que le disparó a Charles. Dime que se trata de quien sea, pero no él, por favor.
No necesitó que le respondiera. Cada uno de sus gestos y la forma en la que su cuerpo se encontraba, como si estuviera a punto de ponerse a golpear las paredes, le confirmó lo que dolorosamente sospechaba.
Algo no andaba bien.
Se echó a correr por el pasillo hasta llegar a su habitación. Escuchó detrás de ella los pasos de uno de los guardias que la acompañaba.
Antes de poder abrir la puerta, un agarre en el brazo izquierdo le impidió que entrara.
―Anna, no puedes pasar. Los médicos necesitan el espacio.
Cuando volteó, vio a Tessie con una expresión lúgubre y atormentada.
―¿Qué es lo que le sucede? ―preguntó Anna. Sintió la garganta arderle por toda la preocupación que comenzaba a acumularse.
―No estoy muy segura. Creo que Charles discutió con Cameron. No sé quién golpeó a quien, solo sé que, al volver a la habitación, Charles estaba en el suelo, inconsciente, y su herida sangraba de nuevo.
Anna dejó escapar un gemido y se presionó el estómago con ambas manos.
―Pero no entiendo. Él estaba bien... ¿Por qué...?
Suspiró para intentar calmarse.
―¿Y qué ha dicho el médico? Por favor, dime que ha dicho algo bueno.
―Quisiera decirte algo, cariño, pero no ha salido.
―¿Cómo que no ha salido? ¡Pero tiene que decirnos algo!
Se volteó y avanzó hasta la habitación. Intentó abrir la puerta, pero la misma estaba cerrada con llave. La golpeó un par de veces con el puño. Después, esperó unos segundos por una respuesta. Al no recibirla, continuó con el golpeteo contra la puerta.
―No puede quedarse ahí dentro tanto tiempo ―gritó―. Abra la puerta.
Por un momento, lo único que escuchó fue su agitada respiración.
―¡Abra la puerta! ―volvió a gritar mientras le daba golpes a la puerta.
Casi a punto de lanzar patadas contra la puerta, vio que la misma finalmente se abría. El gesto del médico daba a demostrar su obvio descontento por el escándalo.
―¿Por qué tiene que cerrar la puerta con llave? Tengo todo el derecho de verlo y usted no puede...
Una mano sobre su hombro la ayudó a calmarse. Miró por encima del mismo y vio a Tessie. La mujer parecía estar en calma, muy al contrario de ella, que parecía un mar embravecido a punto de hundir una flotilla entera.
―¿Cómo está Charles? ―inquirió Tessie, empleando un tono de voz sereno. A Anna le costaba adoptar una posición similar.
El médico levantó un poco las cejas. Tras él, Anna vio a dos enfermeras salir de la habitación.
―Estable ―respondió el médico.
A Anna se le transformaron los labios en una delgada línea.
―Estable es la palabra que todos los médicos utilizan para decir de manera un poco más sutil que el paciente no está bien ―masculló Anna casi gritando.
El médico suspiró profundo.
―Recibió un disparo, señora. No es una herida cualquiera y requiere de cuidados específicos. Desgraciadamente, una pelea no está dentro de las indicaciones. Supongo que tiene una suerte de oro por el simple hecho de que la misma se diera en el hospital donde pudimos actuar de inmediato. Perdió un poco de sangre, pero por ahora no es nada de lo que alarmarse. De todos modos, revisaré nuestro banco de sangre de necesitarse otra trasfusión. Ahora, temo decir que la herida ha vuelto a inflamarse, así que la sutura debe esperar.
―¿Cuánto tiempo?
―Le hemos colocado un antibiótico intravenoso muy fuerte. También le inyectamos un antiinflamatorio. Con suerte, la inflamación bajará en uno o dos días. Si es que, por supuesto, el paciente cumple con las indicaciones impuestas. Si no pone de su parte, por mucho esfuerzo que ponga, yo no podré hacer más de lo que ya he hecho.
Anna suspiró, aliviada por sus palabras.
―¿Pero considera usted que él...está...bien? ―balbuceó.
―¿Qué tan bien puede estar un hombre que inicia una pelea cuando días antes recibió una herida de bala? ―él sonrió un poco―. Estará bien muy pronto, tan solo, por favor, procuren que haga caso a las indicaciones. A mí no quiere escucharme.
―A mí me escuchará, o haré que me escuche a golpes o de cualquier otra forma.
El médico se despidió y desapareció por el pasillo segundos más tarde. Volteó hacia Tessie y torció un poco la boca.
―¿El rey ya está enterado?
―No. Con todo lo que pasó, mi teléfono se quedó dentro de la habitación y no pude tomarlo porque el médico cerró la puerta. Enloquecerá cuando lo sepa.
Anna comenzó a jugar con las puntas de su cabello.
―El médico dijo que Charles inició la pelea ¿Cómo puede asegurarlo? ¿Qué no es su paciente y no está consciente de su estado? Charles siente mucho dolor cada vez que se levanta de la cama ¿Cómo podría lanzar un golpe? Seguramente Cameron lo golpeó. Ese maldito hombre del demonio...
El golpeteo de la ira le impedía tragar su propia saliva, como un grueso nudo hecho de un material rasposo. Cada vez que lo intentaba, sentía que perdía más el aire, y que dolía, que ardía, que raspaba.
Cameron era un ser despreciable. Solo un monstruo, un animal, podría hacer semejante cosa en contra de su propia sangre.
―Juro que lo mataría a golpes si lo tuviera en frente ―masculló. Cruzó los brazos contra su pecho―. Estoy harta de él. De verdad que ya no sé qué quiere. Cuando todo marcha bien entre Charles y yo, él tiene que aparecer.
―Anna, cariño, no tienes que preocuparte por él. Apenas Edward se entere, lo menos que podrá hacer Cameron es disfrutar de su victoria.
Victoria... Sí, era eso... Cameron había triunfado. Sabía que no había venido hasta el pueblo solamente a molestar. Él quería causar daño, despertar el caos. Él quería expandir el dolor por lo ocurrido tanto como le fuese posible.
Y lo había conseguido.
La mejoría de Charles había retrocedido un par de pasos en las últimas horas.
Furiosa, avanzó en dirección a los ascensores. Tras ella, Tessie comenzó a gritar que volviera, pero fue inútil.
La acompañaba el guardia en silencio. Esperó a que el ascensor abriera sus puertas, pero, impaciente hasta la médula, decidió bajar corriendo las escaleras. Después de todo, ¿qué eran siete pisos cuando se estaba tan cabreada? Esperaba que el guardia pensara igual que ella.
―¿Eres Alejandro, cierto? ―le preguntó.
―Eddie. Soy la cajita feliz.
―¿Sabes dónde está Cameron?
Anna se detuvo un instante para ver el piso en el que se encontraba. Piso dos.
―Eh. Está en el estacionamiento. Gray y mi hermano están con él.
Anna emprendió marcha nuevamente.
―¿Lo detendrán? Un par de esposas y un bozal es lo que menos se merece ese animal.
―Gray no quiere que se marche hasta que el rey llegue al hospital.
Eddie jadeó.
―Oiga, yo puedo correr por los campos y en persecuciones, pero no soy bueno con las escaleras.
―No tenías que seguirme.
―¿Qué, está de broma? Yo vivo para esto. Siempre me gustó esto desde chiquito. Admito que no pensé que estaría persiguiendo a la novia de un príncipe británico por las escaleras ¿Estoy siendo muy indiscreto? Creo haber leído en algún lado que la guardia británica no le habla a los miembros reales ¿Así era? ¿O eran los reales quienes no lo hacían? A veces Wikipedia no es muy confiable, aunque también puede ser que uno no entiende. Como que usan palabras bien complicás.
Anna lo miró por encima del hombro sin detenerse.
Una vez en recepción, le pidió a Eddie que la llevara al lugar donde estaba Cameron.
―Mire, señora, aquí a nadie le gustan los asesinos. Usté tiene motivos, la veldá, pero le soy sincero. Este tipo no vale la pena.
Anna entrecerró los ojos, y emprendió marcha hacia el estacionamiento.
Eddie puso los ojos en blanco, y decidió que era mejor seguirla.
Anna buscó por cada sección del estacionamiento ignorando el frío y la capa de nubes grises sobre su cabeza que advertían lluvia. Buscó, hasta que finalmente los encontró.
Gray tenía a Cameron sujetado del cuello de su camisa. Lo golpeó contra un elegante auto negro en repetidas ocasiones mientras le hacía preguntas.
―¿Y si empiezas por darme si quiera un motivo para no romperte el cráneo a golpes?
Cameron, a pesar de los golpes en el rostro, exhibió una sonrisa de triunfo.
―No es mi culpa que él no posea ningún rastro de autocontrol. Se ofende ante la mínima palabra. Es casi como... como si esa mujer fuera algo divino. Un tipo de dios al que no puedes insultar en su presencia. O tal vez cree que él es algún tipo de todopoderoso que se merece todo en esta vida. Pero cada quien tiene lo que merece, por eso ahora tiene una prostituta que pronto lo dejará por alguien con más dinero. Por eso el bastardo no tiene madre.
Gray le gritó una serie de improperios, pero antes de lanzar su primer golpe, Anna cruzó el espacio que los separaba, apartó a Gray de un empujón y le permitió a su pequeña mano cerrada en un puño aterrizar en su boca.
―¡YO DEBERÍA MATARTE! ―gritó ella.
Se preparó para el siguiente golpe, pero se vio a sí misma moverse hacia atrás. Aunque Gray la sostenía con fuerza, no pudo encarcelar sus brazos, así que continuó dando manotazos, rogando porque alguno de ellos lo alcanzara.
―¡AH, PERO QUE INJUSTICIA! ―chilló mientras continuaba con el forcejeo―. ¡TÚ IBAS A GOLPEARLO Y NADIE TE ESTABA DETENIENDO!
―Yo me puedo liberar de la cárcel más fácil que tú.
―¡YO TENGO INMUNIDAD REAL! ¡AHORA SUÉLTAME Y DEJAME MATAR A ESTE DESGRACIADO!
Cameron se precipitó contra ella, pero Eddie logró frenar su avance.
―¡ERES UNA PERRA! ―le gritó.
―¡OH, Y ESPERA A QUE TE ARRANQUE LA PIEL CON LOS DIENTES!
Los brazos de Gray comenzaban a cansarse. Dios mío, ¿cómo Charles podía soportarla? Parecía que esa mujer enloquecía un poco cada día.
―Linda, ¿qué tal si te calmas un poco? Una novia loca no es lo que Charles necesita.
―¡UN PRIMO PSICÓPATA TAMPOCO!
Gray soltó una maldición. La apretó con más fuerza y ella, al sentir el dolor, detuvo el forcejeo.
―Lo siento, pero no puedo lidiar con ambos al mismo tiempo ―le hizo una seña rápida a los hermanos―. Manténganlo vigilado.
Gray comenzó a retroceder con ella, pero Anna no quería marcharse. No le había dicho todo lo que se merecía. No le había dejado en claro la clase de monstruo que era.
―¡Te juro que esta no será la última vez que te vea, Cameron! ¡Ya me conocerás como Dios manda! No soy el tipo de mujer que se queda con los brazos cruzados ¡Te haré pagar por esto!
Escuchó un forcejeo detrás de ella, pero no pudo ver lo que sucedía. Se alejaba cada vez más de él, y aún tenía ese reguero de sentimientos dentro de ella. No pudo identificarlos todo, pero tenían un sabor desagradable, como si intentase mezclar el agua salada y el agua dulce junto a un poco de vinagre. O como si vistiera con ropa de invierno en un verano sofocante de esos que no se veían en Inglaterra. O como si tomara un cuchillo y se cortara la garganta. Era un mal sabor y un dolor que aumentaba con cada paso, y no había nada que lo calmara. Solo se hacía más y más grande. Se volvía cada vez más insoportable.
Cuando Gray la soltó al cruzar las puertas de entrada, Anna tuvo que sostenerse de la pared para no caerse. No parecía tener la fuerza suficiente para mantenerse en pie sí misma. Solo podía rogar porque esa sensación pasara pronto.
―Anna, está bien, lo entiendo ―lo escuchó mascullar casi rechinando los dientes―. Pero, por el amor a Dios, intenta pensar con claridad. Todo tu juicio se nubla y quieres saltarle a golpes a todo el mundo.
―No saltarle ―jadeó―. Juro que lo mataría. Ya estoy cansada.
―Lo dices porque estás furiosa, pero no llegarías a tanto.
―¿Tú cómo estás tan seguro? ―gritó. Lo miró fijamente con los ojos muy abiertos―. Ese imbécil me golpeó. Intentó matar a Charles a golpes, ¡y es de su familia!
―No fue Cameron quien inició los golpes, fue Charles. Lo provocó hasta lograr sacarlo de la cama. Fueron los golpes lo que le abrieron más la herida.
―¿Y es que no es lo mismo? ¡Cameron quería que muriera!
―Escúchame, ¡esto se acabó! Anna, no puedo lidiar con Cameron si tengo que frenarte. Lo primero que debes hacer es calmarte. No estás pensando claramente.
―¡Lo estoy haciendo! ¿Lo haces tú? ¿Dónde mierda estaban los guardias cuando ese tipo entró a su habitación? ¿No fuiste tú quien los puso ahí?
―Ya me encargaré personalmente de ellos.
―¿Y realmente se puede confiar en ti? ¿Cómo sé que no fuiste tú quien dejó que ese animal entrara?
La expresión de Gray se volvió más dura.
―¿Es por lo de Carter, no es así?
―¡Por supuesto que es por lo de Carter! ¡Te aliaste con mi ex novio a espaldas de todos! Los dos me han puesto en esta situación ¿O crees que me gusta mentirle a Charles?
Gruñó mientras se apartaba de la pared. Suspiró profundo un par de veces para lograr calmase. Se volteó hacia él.
―Lo siento, tienes razón. Tengo todos mis pensamientos en desorden y no pienso claramente lo que digo.
―No es una situación sencilla para nadie. Tampoco lo es para mí, pero jamás pondría en riesgo la vida de Charles.
―Lo sé. Quiero creer que todos los que lo rodean piensan igual, pero me está costando bastante. En estos momentos no me fio de muchas personas.
En silencio, Gray guardó las manos en sus bolsillos y asintió.
―No sé qué mierda pasa con la guardia. Le sirven muy bien al rey, pero cuando se trata de Charles...
―Quizá yo sé el por qué.
Anna se volteó hacia la familiar voz. Cuando sus ojos se enfocaron en la persona que cruzaba las puertas de entrada, sus ojos se arrugaron por la sorpresa.
―¿Christopher? ―preguntó ella. Su voz delató la confusión que sentía.
El antiguo jefe de seguridad asintió. Había algo diferente en él, y quizá se debía a como vestía. Anna se había acostumbrado a verlo siempre en un traje elegante, no en jeans y chaquetas de cuero.
―Señora ―la saludó.
―Protocolos no ―demandó―. ¿Qué haces aquí?
Cuando Anna miró a Gray, supo que éste tenía algo que decir.
―Bueno... ―masculló él en respuesta. Aguardó en silencio mientras se encogía de hombros―. Mientras él cuidaba de su esposa embarazada, pensé que podía darle algo de trabajo por debajo de la mesa.
Anna puso los ojos en blanco.
―¿Hay algo más que quieras decirme? ¿Alguien más trabaja contigo del que no tengo conocimiento?
―Mmm. Darcey me ayuda a veces ¿Eso cuenta?
―Gray, por favor, esto es serio.
―Ya sé. Darcey me ayuda en serio.
Anna se cruzó de brazos y lo miró. Al instante, Gray comprendió el significado de esa mirada.
―Christopher ha sido el jefe de seguridad de la familia por años ―comenzó a explicar―. Dejarlo a un lado en medio de todo este lío sería un crimen, así que ha estado ayudando con algunas cosas. Ya sabes, de esas que puedes hacer cerca de tu mujer sin que se cabree. Leer, firmar, hacer llamadas. Pocos días antes del intento de secuestro, Carter sugirió que Astori podría estar viéndose con alguien reconocido, así que estuvimos investigando a algunos sospechosos. Básicamente, creemos que Astori tiene un jefe.
―Ya va, ¿cómo están tan seguros que Astori no es su único jefe?
Gray meditó las palabras que emplearía.
―En el secuestro, yo estaba allí, casi a los pocos minutos. Casi que no tardamos tanto en llegar al lugar.
―Solo supuse que por fin alguien estaba haciendo un buen trabajo.
―Bueno, Carter tiene un informante. Esta persona le avisó sobre el aparente secuestro. Él nos lo compartió y nosotros pudimos llegar.
―¿Entonces el infiltrado tiene un infiltrado?
―Pues...sí. Eso parece.
―Y el infiltrado le dijo que planeaban secuestrarnos.
―En realidad, solo planeaban secuestrarte a ti.
―¿Y yo como puedo confiar en el infiltrado del infiltrado si apenas confío en el infiltrado? ¿Qué sucedería si el infiltrado le dio información a Carter para ganar confianza? ¿Y si esa persona está del lado de Astori? ¿Cómo sé que ese dichoso infiltrado no es alguien a quien, para completar, yo conozca?
―Eres quisquillosa. Me gusta.
―¿A caso no puedes decirme quién es?
―Podría, pero no sé si Carter quiera.
―Haz una lectura breve de mis gestos. Ellos dicen «me importa una mierda» ¿Él quiere que confíe? Yo quiero saber cada detalle.
Anna dirigió su atención a Christopher.
―Y tú, querido Christopher. Dime a qué has venido.
Una pequeña sonrisa se le formó en la boca.
―Encontramos el auto.
―¿Cuál aut...?
Anna tensó los hombros al recordarlo.
―¿El del atentado?
―Carter nos reveló la ubicación. Se le ordenó destruirlo, pero él lo escondió en una bodega. Tenemos maneras de vincular al hombre que le disparó al príncipe Charles con el intento de asesinato que sufrió usted hace unas semanas.
―Bueno, eso es excelente, ¿pero de qué nos sirve? Lo podríamos condenar a pena de muerte y aun así ese hombre no hablaría. Ninguno de los dos. Ya han intentado todo.
―Legalmente ―aclaró Gray―. Lo de sus golpes no fue cosa nuestra.
―Mira, ya lo entendí. Está bien, tiendo a ponerme un poco violenta cuando me enfurezco. No tienes que echármelo en cara cada vez que surge la oportunidad.
―Es que me parece divertido. Generalmente es el príncipe el que va al rescate de su dama en apuros. Pero no, en esta familia es la princesa quien sale al rescate de su príncipe en apuros.
―Charles no es un príncipe en apuros.
Gray agitó los hombros.
―¿No podías avisar sobre el auto por teléfono? ―le cuestionó Anna a Christopher―. ¿Diste un viaje de dos horas solo para avisar? Porque yo creo que has venido por otra cosa.
―¿Qué te parece si cambiamos el apodo de novia psicópata a prometida quisquillosa? ―se burló Gray.
―Pueda que sea un poco quisquillosa, pero no psicópata.
Miró fijamente a Christopher, esperando por una respuesta. El hombre se encogió de hombros. Intimidado por la persistente mirada de ella, habló:
―El rey me llamó. No está muy contento con el rendimiento de los guardias.
―¿Ya sabe lo de Cameron?
Gray soltó una sonora carcajada mientras fingía que le dolía el estómago. Después, se enderezó y la miró fijamente como si acabara de hacerle la pregunta más estúpida que jamás hubiese escuchado antes.
―¿Tú qué crees? Yo he visto a ese hombre molesto, y hoy no estaba molesto. Pareciera que tenía un demonio por dentro.
―Es su padre, ¿qué esperabas?
―¿Del hombre más tranquilo que he conocido? Quizá una acción diplomática, pero lo que obtuve fue un hombre enfurecido gritando improperios a diestra y siniestra.
―Suena como algo que yo haría.
―Querrás decir lo que has hecho. Dos veces.
―Y lo haces de nuevo.
Gray levantó ambas manos por encima de su cabeza a modo de rendición.
―Christopher te acompañará mientras resolvemos nuestro problema con el amado primo Cabrón ―sonrió burlonamente―. Lo siento, olvidé mis modales. El príncipe Cameron. Me va a tocar hacer horas de trabajo extra para poner en orden todo este desastre.
―¿El rey sabe que trabajas con Carter?
―No.
―Tendrás que hacer mucho más que horas extras para compensar eso.
―Gracias por recordármelo, novia psicópata.
Anna puso los ojos en blanco.
―Me iré a la habitación. Si llego a ver a Cameron rondando cerca, lo mataré a golpes y después vendré por ti y por todos esos que se hacen llamar guardias reales.
―Dios, eres pequeña pero muy ruda. No sé cómo te soportas tú misma.
Ella lo miró fijamente sin pestañear.
―Hablo muy en serio.
Y sin decir una sola palabra más, se dio la vuelta y marchó hacia los ascensores en compañía de Christopher.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro