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Capítulo 34 | Borrador SP

Gray era solo matices de blanco y negro sobre aquella silla giratoria detrás de su escritorio. Aunque tenía los ojos fijos en el hombre sentado al otro lado del mueble de madera, en su mente solo había cabida para un único pensamiento: ¿Qué coño estaba pasando aquí?

Agitándose el cabello, abrió la boca para absorber una gran bocanada de aire.

―Eres policía ―musitó, llevándose después la mano hasta la barbilla―. Tú... ¿Policía?

Carter inclinó la cabeza un poco antes de asentir.

―No lo entiendo ―masculló Gray―. Fuiste a prisión.

―No fue así ―respondió él.

―Tuve tu expediente en mis manos. Fuiste condenado a veinte años ―golpeó la superficie de madera con el puño―. ¡Ingresaste a la Prisión de Folwick el 17 de marzo del 2010! ¿Me dirás que es un documento falso?

―No, no es falso, pero no tiene validez. Es solo... ¿Cómo podría decírtelo? Bueno, es solo una fachada.

Gray soltó un resoplido.

―Así que en eso ha consistido tu vida: en fachadas.

Carter agitó los hombros.

―Podría decirse ―respondió.

A Gray le comenzó ese molesto tic en el ojo derecho, y aquello solo le sucedía cuando estaba cabreado, realmente cabreado.

―¿Te divierte, imbécil? ―gruñó cuando lo vio sonreír―. Te patearé el culo si no me explicas ¡qué coño tienes que ver en toda esa mierda!

―¿Quieres la versión corta o la versión larga?

El tic en el ojo derecho de Gray comenzó a empeorar.

―Está bien ―habló Carter―. Creo que la versión larga es la adecuada.

―Habla ―gruñó, impaciente.

―Bien...bien. ¿Cómo comienzo a explicártelo?

Carter deslizó la lengua por el labio mientras adoptaba un gesto pensativo. Pasándose el pulgar por la barbilla, dijo:

―Mi verdadero nombre no es Carter Stevenfield ―se movió un poco en el asiento―. Me concedieron una nueva identidad después de la muerte de mis padres. Ambos trabajaban para la D.E.A.D. Son las siglas para «División Especial Anti Drogas».

―Debe haber sido el peor nombre que se les ocurrió.

―No buscaban un nombre tan sonoro como CSI o FBI. De hecho, necesitaban un nombre que no llamara la atención. D.E.A.D. parecía lo suficientemente tonto para pasar desapercibido.

―Sobre todo si consideras que es una agencia que pretende luchar contra las drogas.

―De hecho, va más allá. Pretendemos quebrar las organizaciones de contrabando, pero, con el tiempo, nos hemos ido encontrado con otras situaciones. Golpes de estado, secuestros, robo de identidad, trata humana. Cuando nos topamos con casos que sobrepasan nuestras fronteras, un nuevo equipo especializado se nos une, pero lo primordial es mantener a la DEAD en completo anonimato.

―Así que se supone que no existen.

―Exactamente.

Gray cruzó las manos sobre el escritorio.

―Entonces eres policía de una organización antidrogas y Carter Stevenfield es solo tu nueva identidad. No fuiste a prisión, pero tienes documentos que estipulan lo contrario.

Él se tomó una pausa.

―¿Por qué la nueva identidad? ―preguntó.

―Por mis padres, ya te lo dije. Eran policías y también trabajaban para la DEAD.

Gray levantó la mano derecha para hacerlo callar.

―Lo siento, pero no puedo tomarte en serio cuando dices eso. DEAD en inglés significa muerte. Es como si dijeras que tus padres trabajaban para la muerte.

―¿Ves? Ese es el efecto que queremos crear en la gente.

―Pues buen trabajo.

―Mis padres hacían el mismo trabajo que yo: trabajaban de encubierto. Eran una de las mejores parejas. Por desgracia, murieron en una misión.

Carter aguardó en silencio durante unos segundos, golpeando la superficie de madera con los dedos repetidamente.

―Creo que tenía...no lo sé, ¿doce? ―suspiró―. Dijeron que ese sería su último trabajo, la última misión y pedirían una transferencia. Dejarían el campo y dedicarían el resto de su vida a entrenar nuevos agentes ―sonrió con pesar―. Dejarían el campo y trabajarían en ser mejores padres.

Él echó una mirada rápida a Gray antes de continuar.

―El Capitán Mitman se encargaba de asignar las misiones. Realizó una ceremonia en honor a mis padres y decidió que era muy peligroso que yo conservara el apellido de mi padre, así que me concedió la identidad de Carter Stevenfield. Todo era nuevo, incluso la nacionalidad.

―Entonces no eres inglés.

―No, soy norteamericano. Nací en Arizona ―hizo una mueca―. Se aseguraron de no dejar algo que pudiera relacionarme con mis padres. El color de ojos, de pelo, incluso mi fecha de nacimiento.

―¿Fecha de nacimiento? ―Gray frunció el ceño―. Significa que no tienes veinticuatro años.

―No. La verdad estoy por cumplir los treinta.

A Gray le tomó un minuto entero reponerse de aquello.

―Anna y tú se conocieron en la escuela, ¿no es así?

Esperó a que Carter asintiera para continuar.

―Así que ella tenía diecisiete y tú... ―cálculo mentalmente―. Tú tenías veintidós años ¿Es que acaso te volviste loco? Te involucraste con una menor de edad.

La idea acudió tan rápido a su cerebro que la sintió como un golpe.

―¿Cómo coño la conociste en la escuela? Eras mayor que ella por cinco años.

―No me estás prestando atención, Gray. Incluso mi fecha de nacimiento fue cambiada.

Él lo meditó un momento.

―Así que, legalmente según los documentos, para ese entonces tenías diecisiete ―razonó.

―Exactamente.

―Pero... ¿Para qué entrar a la escuela?

Carter suspiró.

―Todo se remonta, nuevamente, a la muerte de mis padres. Ellos no querían que siguiera sus pasos, pero yo...me costaba... Me costaba dormir en las noches pensando que el responsable no había sido atrapado. Así que pensé en las únicas posibles vías para vengar sus muertes: rastrear al responsable hasta encontrarlo y luego matarlo. O podría hacerlo de la manera correcta.

―Encerrarlo ―concluyó Gray.

―Es lo que me llevó hasta St. Pauline. Allí, tanto Anna como sus hermanos, estudiaron becados. Los mayores ya estaban en la universidad. Anna cursaba su último año ―se removió un poco en el asiento―. En el informe que me entregaron se detallaba que dentro de las instalaciones se estaba vendiendo la calafita, que es un nuevo tipo de droga del que no se habla mucho. Se consume al mezclarla con algún líquido y tiende a cambiar el color de la bebida. Su precio es muy alto, por lo que se vende en puntos estratégicos donde puedan atraer a gente adinerada. La mayoría de los compradores están en una edad promedio de dieciséis a veintitrés años.

Volvió a moverse en el asiento hasta hallarse en el borde del mismo.

―La calafita es producida por una familia de narcotraficantes italianos, y mis padres estaban infiltrados en su organización. Fueron asesinados cuando los descubrieron ―el rostro de Carter se descomprimió en un gesto de ira―. Quemaron sus cuerpos. Todo lo que quedó de ellos fueron sus cenizas.

―Entonces ―interrumpió Gray―. Los italianos vendían la droga en colegios privados y tú...

―Me inscribí para seguir esa pista ―respondió―. Quizá podría encontrar al desgraciado que asesinó a mis padres.

―¿Lo hiciste?

Él parecía un poco más molesto.

―No ―musitó de mala gana―. No suelen vender esa porquería en un mismo lugar por mucho tiempo.

―Así que perdiste la pista.

―Si, pero seguí buscando. Busqué y busqué. Pero yo tenía este pequeño problema y...no supe cómo resolverlo.

Se tomó unos segundos en silencio para calmarse.

―Conocí a Anna ―dijo―. Quizá al principio hablaba con muchas personas para buscar información, pero...por alguna razón, yo...seguía volviendo a ella. Y sabía, lo supe desde un principio, que estaba mal porque era...era menor de edad y yo...todo lo que yo pretendía ser no era más que una mentira. Solo quería vengar a mis padres, pero Anna era...era agua fresca y yo...yo me moría de sed.

Cerró los ojos y suspiró profundamente antes de volver a abrirlos.

―Al perder la pista de la organización, creí que podría utilizar aquello como excusa y puse tierra de por medio entre nosotros. Pero después, una nueva pista me llevó al mundo de las carreras. Ella estaba allí. Otra vez estaba dividido. Mis padres, ella. Casi me pareció una mala broma.

Se frotó el antebrazo.

―Decidí que era mejor para ambos si me enfocaba en mi trabajo. Tenía una pista. Debía seguirla y quizá, por fin, vengaría a mis padres.

Él miró a Gray, y le sostuvo la mirada durante varios segundos.

―La pista me llevó directo a un importante corredor llamado Garret Astori.

Gray frunció el ceño mientras el nombre hacía una aparición en su memoria. Garret Astori se encontraba en la lista de sospechosos que había preparado después de empaparse con cada detalle del caso. El hombre estaba asociado a una serie de delitos, entre ellos la venta y distribución de drogas, que no le habían sido probados.

―No puedo hablarte mucho de él porque conozco poco ―habló Carter―. Solo sé que su padre fue el que asesinó a mis padres. Ahora es Garret quien se ocupa del negocio familiar.

―¿Y eso como lo sabes?

―Tengo un contacto, una mujer. De hecho, es su hermana, Emilia. Emilia Astori.

―No estaba enterado de que tuviera una hermana.

―Por la misma razón que nadie jamás supo que mis padres tuvieron un hijo. El padre de Garret, Ivano, tenía una debilidad especial por ella. La protegía, y la mejor forma de hacerlo era evitando que alguien supiera de ella. Al morir, Emilia quedó al cuidado de su hermano. Ellos jamás se han llevado bien. Emilia lo define como un demonio, como un monstruo.

―Pero sigue siendo su sangre ¿Por qué ella lo está traicionando?

―Quiere escapar de esa vida y eso incluye de su hermano.

―¿Cómo la conociste?

―Fue antes del accidente que envió a Anna a prisión.

Carter se tomó un momento para organizar sus ideas.

―Mientras investigaba a Garret, mantuve también una relación con Anna. Al principio no fue exactamente porque la quisiera, aunque la quería. Fue, más bien, que entré en pánico cuando Garret comenzó a fijarse en ella. Anna apareció de la nada y se sumergió en un mundo de hombres. Atrajo la atención de los medios. Para Garret, aquello representaba un peligro para su organización ―inclinó un poco la cabeza―. Entonces decidí que la única manera de evitar que Anna resultara herida por ese desgraciado era estar con ella. Juro por Dios que no había un interés romántico ―se rascó la barbilla―. Mientras investigaba, conocí a Emilia. Era una mujer muy infeliz: podías verlo en su rostro. Siempre estaba acompañada por Astori o por alguno de sus hombres. Ella supo de mí un día que estaba demasiado cerca del auto de su hermano. Creo que en ese instante una parte de ella supo que yo era policía, pero, sorprendentemente, no dijo nada. Solo se volteó y se marchó, como si me permitiera meter las narices en el asunto.

Él respiró profundo para continuar.

―Creí que ella podría ayudarme. Le prometí que la sacaría de esa vida, si es que era eso lo que buscaba. Desde ese día, ella se volvió mi informante. Todo lo que quería era escapar de su hermano. Era un desgraciado que la golpeaba, que la despreciaba por ser la hija de otra mujer. Quería ayudarla. La pobre me daba mucha lástima ―suspiró con pesar―. Es solo que ella era una chica inocente. No merecía salir herida por un hombre tan cruel como ese.

―Lo dice el hombre que envió a la mujer que decía haber amado a prisión.

Carter frunció el ceño.

―No estoy orgulloso de mis acciones, pero hice lo necesario para salvarla. Yo no tenía pensado entablar una relación con ella. Solo surgió. En mi cabeza tenía ese deseo de venganza, pero lentamente ella se fue metiendo en mi piel. Y tuve miedo. Temí que tuviera que renunciar a una cosa por la otra. Dejar de lado la venganza o dejarla a ella.

―Escogiste dejarla a ella.

―Escogí salvarla ―gruñó―. ¿Por qué crees que sigo aquí, años después, buscando las mismas respuestas? Pude haberlas obtenido cinco malditos años atrás. Destapar la organización de Astori, vengar la muerte de mis padres, pero escogí salvarla.

Golpeó suavemente la superficie de madera con el puño tres veces.

―Solía pasar tiempo en los pits ―habló―. Por ella, porque amaba los autos más que a las personas, pero también por él. Porque quería descubrir algo que lo hundiera. Fue así como me enteré de las sospechas que tenía sobre Anna. Creía que ella estaba trabajando con la policía, porque le parecía muy sospechosa su introducción al mundo de las carreras. Se desató un rumor de policías infiltrados y fue en ella en quien puso sus primeras sospechas. Pronto, Anna se hizo de nombre y buscó suerte en otros circuitos.

Alzo la vista hacia el techo, en el cual colgaba un viejo abanico.

―Así que ocurrieron dos cosas: me encontraba demasiado lejos de Astori, y mi constante malhumor por ese motivo comenzó a alejarme un poco de Anna. Y sé que la culpa fue sido mía. Me metí en una relación en la que no estaba dispuesto a colaborar. No importaba cuanto la quería, yo no podía...no podía olvidar el verdadero motivo por el cual estaba allí. Mis padres. Vengar su muerte. Poco a poco, ella comenzó a pasar a segundo plano. Sé, de verdad lo sé, que fui inmensamente egoísta. Mantenerla a mi lado cuando yo no podía hacerla realmente feliz. Pero me daba miedo, ¿sabes? No tenerla cerca, que él la lastimara. Anna era tan bella, y parecía tan frágil.

―Obviamente no la conociste muy bien ―musitó Gray―. Creo que es una de las mujeres más fuertes que he conocido.

Carter asintió.

―Supongo que me negué a verlo. Y, muy probablemente, fue lo que me llevó a cometer error tras error, porque... ―suspiró―. Anna y Astori volverían a encontrarse en una carrera. Solo Dios sabe todo lo que hice para impedirlo, pero Anna era tan desvergonzadamente terca, y yo sabía que él aún creía que ella tenía contacto con la policía.

Gray meditó sus palabras durante unos segundos.

―Entonces... ―comenzó a decir―. Tú...

―Astori iba a matarla ―respondió―. Emilia se enteró de aquello y me lo contó apenas pudo. Estaba convencido de que ella era la policía infiltrada. Yo había adquirido la mala costumbre de desaparecerme sin contarle a Anna donde estaría, así que a veces le decía que tenía deudas de juego. Ella me daba el dinero para pagarlos. Desde luego, nunca lo utilicé. Pensaba devolvérselo cuando fuera el momento. Lo más importante en aquel instante era saber que haría con la información que Emilia me había proporcionado. Yo no podía dejar que él la asesinara, no lo soportaría. Te juro que me habría vuelto loco. Tenía que encontrar una forma de hacerle ver que Anna no tenía ningún vínculo con la policía. Por eso tomé la primera opción que se me presentó. La más estúpida que se me pudo haber ocurrido.

―La enviaste a prisión ―concluyó Gray.

Él asintió.

―Aunque estaba con ella, yo nunca dejé de hacer mi trabajo. Se me proporcionó información de una posible venta en una carrera ilegal. Le dije a Anna que corriera para pagar una deuda que yo supuestamente tenía. Solo quería... No tenía un motivo para estar allí, así que solo se me ocurrió hacer que ella participara. Desde luego, nunca le dije que era ilegal, sino que el premio de la carrera que tendría pronto sería únicamente para ella.

―Por favor, dime que el accidente donde la chica de diecisiete resultó herida no lo provocaste a propósito.

―No. Fue de verdad un accidente. Me encontraba cerca del punto de ventas. Los dos sujetos estaban hablando sobre ir a la casa de Astori para finiquitar un trato, algo sobre la entrega de un territorio de ventas. Pude haber descubierto donde estaba el desgraciado. Pero Anna vino a mí.

―Se enteró de que era una carrera ilegal ―infirió Gray.

―Estaba furiosa, y yo también. No podía creer que otra vez por su culpa estaba perdiendo una de mis mejores oportunidades. Así que me subí al auto y le dije que participaría en la carrera, pero no era cierto. Quería alcanzar a esos hijos de puta.

Le devolvió la mirada a Gray, y él descubrió un rastro de agotamiento en ellos.

―Ella subió conmigo y comenzamos a discutir. Creo que era la primera vez que teníamos una pelea así. Los dos estábamos ardiendo, pero cada uno por motivos diferentes. La chica apareció de la nada. Quería parar, saber que estaba bien, pero no me pude mover. Después, perdí el control y terminamos chocando contra un árbol. Anna recibió un golpe que la dejó inconsciente.

Gray observó como las piezas imaginarias poco a poco iban encajando.

―Cambiaste a Anna de asiento para hacerla parecer culpable ―teorizó.

―Yo sabía que aquello iba a cambiar su vida. Sabía que cargos iban a pesar sobre ella. Sobre todo, sabía que ella me odiaría, porque nadie más que ella tenía conocimiento de que yo iba al volante. Y creo que dolía un poco, sí, dolía, pero...

Carter se pasó la lengua por los labios secos.

―Muy en mi forma egoísta y rebuscada yo la amé. La amé tanto que la quise junto a mí aun sabiendo que solo le traería problemas. A veces me sentía terriblemente mal al ver como ella me amaba y yo, aunque la amaba, creo que en realidad nunca se lo demostré. Lo único que hice por ella fue hacerla sufrir, enviarla a presión, mentirle. Le dije que le había sido infiel, que por eso a veces me iba sin darle explicación. No podía contarle lo que realmente estaba haciendo. Para ello debía contarle que toda mi vida era una mentira. Me costó un tiempo entenderlo, pero lo hice. Lo que nosotros teníamos no iba a durar. No teníamos futuro.

Se llevó las manos hasta el pelo rubio, agitándolo con un poco de agresividad.

―Verla entrar a prisión dolía como el demonio, pero allí adentro estaba a salvo. Astori descartaría las sospechas de Anna siendo infiltrada y ya no podría lastimarla. Me aseguré de ello. Los guardias la custodiaban todo el tiempo. Pagué a algunas reclusas para que la custodiaran, aunque una de ellas se le pasó la mano, pero ya me encargué de ella. Afuera, me aseguré de hacerle entender al bastardo que ella no tenía relación alguna con la policía. Para el momento en que estuve seguro de que fue así, ya había pasado un año. La chica del accidente despertó y me señaló como el conductor. El caso se abrió y la sentencia cayó sobre mí.

―Pero nunca fuiste a prisión.

―Lo estuve un par de meses, como parte de la fachada. Después, se supone que me transferirían a otra prisión. Se firmaron los papeles, pero nunca ingresé. Volví a las operaciones y decidí concentrarme en detener al hijo del hombre que asesinó a mis padres.

Gray permaneció en silencio un rato mientras terminaba de procesar toda aquella información.

―Entonces ―habló―. ¿Qué tienes tú que ver con el atentado en contra de Anna?

―Nada, nada en lo absoluto. Como te dije, seguí mi camino. Tracé una sola meta, y era atrapar a Astori. Para lograrlo, mantuve una secreta comunicación con Emilia. No es de los mejores informantes que he visto, dada la escasa relación que tiene con su hermano, pero de todos modos ha logrado brindarme algunas pistas, aunque sean escasas.

Oh... Gray enarcó un poco la ceja cuando le descubrió aquel brillo en los ojos.

―No me digas que tú y la italiana... ―sonrió a modo de burla―. Emilia y tú están como liados, ¿no es así?

Carter alzó la barbilla.

―Solo sé que el hombre que intentó asesinar a Anna trabaja para Astori ―dijo él, ignorándolo―. Emilia escuchó que Astori pensaba, digamos, recluirme para su grupo, así que tuve que reaparecer en la prisión.

―Entonces es Astori quien intenta asesinarla.

―Yo no estoy seguro. Mira ―se echó un poco hacia atrás en el asiento―. Tengo ciertas sospechas que me llevan a pensar que Astori está trabajando para alguien.

―¿Un jefe? ¿Es que acaso no es suficiente con un italiano narcotraficante?

―Como te dije, tú quieres el nombre del hombre que quiso asesinar a Anna, y yo también, pero me temo que tendrás que esperar. Creo que ya te he dicho suficiente.

Gray asintió.

―He pensado en muchas cosas desde que tomé el caso. Pero ―suspiró―. ¿Tú de policía?

―Lo tomaré como un halago.

―No, no es un halago. Pudiste haberlo dicho desde un principio. Eres uno de los sospechosos ¿Qué hago con esta información? ¿Te tacho de la lista e invento un motivo?

―Desde luego que no, pero hay una razón por la cual he accedido a contarte la verdad.

―Escucho.

―Necesito ayuda. Mis recursos son limitados, para no llamar la atención, pero necesito tener un par de ojos en la casa del príncipe.

―No puedo ayudarte ―respondió al instante.

―Entiendo el porqué de esa respuesta, pero...

―No, Carter ―masculló―. Ya es bastante malo haber hecho un trato contigo. Tienes que entender que Charles es mi mejor amigo. Es como un hermano. Se enfurecerá en cuanto sepa lo que hice y no necesito darle más motivos para romper con nuestra amistad de forma permanente.

―Gray, esto es más serio de lo que crees. Aún hay cosas que no te he contado, cosas que debo reservarme para no poner en peligro mi trabajo.

―Charles no es mi trabajo. Él es familia. No lo expondré para ayudarte.

Frustrado, Carter le dio un golpe a la superficie de madera con el puño.

―¡Ya lo sé! ―vociferó―. ¡Anna para mí tampoco es trabajo! ¡Vengar a mis padres no es trabajo! ¡Proteger a Emilia de su hermano no es trabajo! ¡Solo quiero hacer lo correcto!

Gray se levantó de golpe de su asiento.

―¡Lo entendí, Carter! ―inspiró profundamente―. Los Astori mataron a tus padres y quieres vengar sus muertes. Perdiste a una mujer que amabas. Pero ponte en mi lugar. No puedo arriesgar a alguien que es como mi hermano.

―No estaremos poniendo en riesgo a nadie. Esto es algo que le debo a Anna. Yo arruiné su vida. Me alegra saber que ella ha conseguido rehacerla con un buen hombre. Solo quiero que nada empañe esa felicidad. Quiero que por fin mis padres descansen en paz ―mantuvo silencio por unos segundos―. Quiero comenzar una nueva vida, y quiero hacerlo con Emilia.

Gray lo miró fijamente con una sonrisa burlona.

―Está bien, sí, estamos juntos ―admitió Carter―. La quiero. Quiero a esa mujer. La quiero más de lo que he querido algo en mi vida.

Se llevó ambas manos a la cabeza y tiró de su cabello.

―No sé cómo resolver esta mierda ―gruñó―. Llevo tanto tiempo solo y he perdido tanto. He tenido que renunciar a demasiadas cosas en mi vida para alcanzar un solo objetivo que está absorbiendo mi vida. Está drenando todo de mí.

Dejó escapar un pesado suspiro mientras hacía girar su cabeza para aliviar la tensión.

―No tuve sus cuerpos para darles cristiana sepultura ―chasqueó los dedos tres veces―. Solo tuve cenizas. ¿Lo que tuve con Anna? Sí, también quedaron únicamente cenizas. Siento que yo también me estoy convirtiendo en polvo. Ya estoy cansado. Han sido tantos y tantos años con esto. Lo único que quiero es que todo termine para poder empezar de nuevo. Sin sentimientos egoístas, sin venganzas, sin rencores. Una vida austera con Emilia. Los dos hemos tenido una vida difícil. Creo que nos lo merecemos.

Gray se limitó a mirarlo.

―Pero esto no va a parar hasta que Astori sea encerrado ―continuó―. Necesito hacer esto, no sólo por mis padres, sino por Anna. Por mi obsesión, ella salió perjudicada. Puedo vivir sabiendo que me odia, porque sé que ese amor egoísta y complicado que le tuve muy pocos podrían entenderlo.

Abrió la boca para respirar profundo.

―Atraparlo significa un nuevo comienzo para todos. Si él cae, su jefe y todos sus amigos no tardarán en caer también.

Carter volvió la mirada a Gray.

―No estaba pidiéndote que expongas a tu amigo ―se levantó del asiento―. Todo lo que quiero es que me mantengas al tanto de cualquier cosa que suceda. Una llamada, una amenaza, incluso si el gato del vecino aparece en el jardín sin explicación alguna. Lo que tuve con Anna ya es cosa del pasado, pero, como ya te he dicho, le debo esto.

Gray frunció un poco el ceño cuando lo vio caminar hacia la puerta.

―¿Eso es todo? ―inquirió―. ¿Vienes, me provocas un infarto y te vas?

Carter se detuvo, con la mano derecha puesta sobre el picaporte.

―Eres un buen policía, lo digo en serio ―suspiro―, pero como amigo eres aún mejor. Pudiste haber arruinado tu carrera por hacer un trato con un delincuente. Solo se hace una cosa así por alguien a quien realmente aprecias.

Él pensó que se marcharía.

Entonces, volvió a hablar.

―Me comunicaré contigo muy pronto, pero, como podrás comprender, será bajo mis términos. Mientras tanto, por favor, mantén en secreto lo que te he contado.

Carter giró el picaporte y se marchó acompañado de la misma sombra oscura con la que había llegado. Suspirando el agotamiento mental, Gray se dejó caer sobre la silla mientras se frotaba la sien con la mano derecha.

Tenía demasiado en que pensar, demasiada información que procesar. Sin embargo, debía admitir que sus palabras le proporcionaban un nuevo ángulo con el cual indagar.

Se preguntó cómo haría para ocular aquello ¿Cómo podría mirar a Charles a los ojos sin sentirse avergonzado por lo que hizo? ¿Lo perdonaría? ¿O no lo haría? ¿A pesar de haberlo hecho para ayudarlo? Su fracturada amistad no soportaría otro golpe, y Charles podría ver todo aquello como uno.

Cubrió su rostro con ambas manos y en el hueco interior de las mismas depositó un grito de exasperación. Lo único que podía hacer era implorar por piedad, y rogar porque Charles no le rebanara la garganta al descubrir la verdad.

Con la pesadez de la tensión sobre sus hombros, abrió uno de los cajones del escritorio y extrajo de él el expediente completo del caso, dispuesto a sacarle provecho a esa nueva visión que el inesperado giro de eventos le ha proporcionado.

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