6. Hasta siempre
Al igual que las petunias y los rosales al crecer, esta pobre madre dio a luz a un bebé.
Pequeño y débil fue, y la mujer con dolor en su alma, lo dejó crecer.
Lento pero seguro eran sus pasos, como los girasoles brillaba en sus brazos, mientras le alimentaba a cada rato.
Ella trabajo toda su vida, para darle a su bebé, una casa y una familia.
Era la única compañía que tenía; su trabajo consistía en ser una dama de un burdel de señoritas.
No era joven, pero tampoco una anciana, cursaba sus veintes y en las mañanas dedicaba su tiempo a su pequeño milagro.
Cuando anochecía era hora de trabajar, con sus labios rojos y con un vestido que se colocó, dejó a su pequeño donde los vecinos le cuidaban con aprecio.
Los años llegaron y el bebé creció; su madre ya no podía ejercer su profesión.
Entonces era el turno de su hijo comenzar a trabajar, para poder ayudar con los gastos del hogar.
Madre e hijo al principio y al final, juntos se quedaron hasta que la mujer dejara este mundo y se fuera a descansar.
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