Esta flor siempre anheló, a alguien que le diera su amor; sin embargo nunca de su jardín salió.

Ahogaba sus penas en alcohol, y sus dolores de corazón.

Su vejez se notó, y amargada por la eternidad quedó.

Nadie quiso contar su historia, pues ella no era famosa.

En su funeral solo asistieron el cielo, la tierra y el cura; ya que para el mundo, está rosa, no importaba ni para rendir penurias.

Cuando en su lápida descansaba, un nuevo brote nació y cuando creció dicho retoño se marchó.

Jamás recordarán las canciones de ella, a nadie le importará su inocencia; puesto que en esta vida, ella era obsoleta.

Era inservible como una vieja camioneta, y así trágicamente, murió ella.