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VI

Que mal momento eligió mi anatomía para quedar en shock. Podía sentir la energía mortal disparada hacía mí, el calor que irradiaba aumentaba mientras más se acercaba y yo no podía mover ni un dedo para evitarlo y lo peor es que sabía que sin el apoyo de mi armadura las consecuencias serían terribles, pero no había nada que yo pudiera hacer mientras seguía enajenado en él, en mi hermoso ángel que se había materializado frente mío.

La explosión que se originó dejó a todos pasmados. Yo ni cuenta me había dado de cuando alguien más me había sacada del trayecto de aquel cosmos potente y destructivo.

—¡Shura! ¡Shura!

Podía sentir unas manos agitándome, una voz familiar preocupada llamando, sin embargo, yo no podía dejar de verlo a él, ahí, en medio, con ese cosmos tan impresionante que le dio el titulo de ser considerado el Santo de Oro más poderoso. Todo el cuerpo me temblaba, mis ojos demostraban lo intenso de mi estupor. No podía ser posible.

—¡Sujeten al traidor!

Mis sentidos se alertaron ante esa orden y cuando ví que Deathmask y Milo se dirigían hacia Aioros me corazón le ordenó a mi cuerpo que reaccionara, llenándome de adrenalina que corrió acelerada por mis  venas.

—¡Esperen! —Como pude me puse de pie, no debía permitirlo, no debía dejar que nadie lastimara a mi amado, sin importar lo que acaba de suceder, no dejaría que nos separaran, se lo había prometido. 

Algo me rodeó fuertemente para inmovilizarme y usó su peso para devolverme al suelo, donde golpeé mi cara y la ensucié con más tierra. Estaba al borde de la desesperación así que invoqué mi cosmos para liberarme a la fuerza, pero cuando vi que la persona que me aprisionaba se trataba de Afrodita lo dudé por un segundo, era uno de mis grandes amigos, quien me miraba con miedo e incredulidad.

—Shura... ¡Reacciona, maldita sea! —Como último recurso, Afrodita apareció una de sus rosas y cuando su dulce aroma comenzó a ingresar sobre mis fosas nasales comencé a sentirme débil y mareado me sentí traicionado, me estaba envenenando. Traté de huir, quise apartarme lejos de el y su maldito veneno, pero mi cuerpo inmovilizado ya estaba lo suficientemente comprometido, lo único que logré fue estirar una mano hacia Aioros, implorando en mi mente que él también estirara la suya para que volviéramos a estar juntos, aunque fuera ridículamente imposible por la distancia física que nos separaba, sin embargo, él no lo hizo y eso me dolió en lo más profundo de mi pecho, ¿acaso no quería estar conmigo con la misma desesperación que yo sentía por estar siempre con él?

—¡No! —Supliqué desgarradoramente, bañado en lágrimas observando con horror como Milo y Deathmask frenaban a mi dulce heleno como unos brutos, lloré desconsolado por la impotencia que me quemaba en ese momento, sin embargo, frente a mi ojos Aioros comenzó a cambiar, se veía más pequeño, su piel más clara y su cabello rizado más rubio, era Aioria y de mi amado arquero no quedó nada, sólo el vacío que su ausencia siempre dejaba en mi pecho.

Mis ojos temblaron confundidos, mi mente ya no podía distinguir la realidad de las cosas.




La suave brisa acariciando mi rostro comenzó a sacarme de mi letargo. Cuando abrí los ojos observé el hermoso cielo azul de Grecia despejado, los rayos del sol aún no eran insoportables, se sentían bien sobre mi cuerpo lastimado.

—¡Vaya! ¡Con que por fin despiertas!

Cuando me percaté que Deathmask me estaba cargando como princesa hice el esfuerzo para bajarme, sin embargo, no fue necesario pues el muy bruto me soltó de golpe, dejándome caer de bruces sobre uno de los tantos escalones que llevaban a las doce Casas.

Mis cejas se fruncieron ofendidas ante aquel gesto, más él no se inmutó, al contrario, se puso en cuclillas frente a mí, para mirarme de cerca. Afrodita estaba a su lado, sus ojos celestes también estaban fijos en mí. Uno de ellos me miraba desilusionado y el otro con curiosidad.

—¿Quieres explicar que fue lo pasó en el coliseo? Por poco Aioria te mata y tu no podías mover ni un dedo. —Preguntó el moreno, dándome toquecitos con su dedo índice contra mi pecho.

Cuando escuché el nombre del rubio mis pupilas temblaron. ¿Entonces esa era la realidad? ¿Siempre se trató de Aioria? ¿Ver a Aioros solamente había sido una alucinación mía?

Tenía deseos de preguntar si ellos también lo habían visto, si habían visto a Aioros poseyendo a su hermano, más la pregunta quedó atorada en mi garganta y que no lo mencionaran era la respuesta implícita que yo tanto necesitaba.

—No fue nada... —Respondí mientras me ponía de pie.

—O si... Si lo fue. —Deathmask también enderezó su cuerpo, llevando sus manos sobre su cadera. —Y fue vergonzoso, Shura. Gritaste y lloraste como un niño desesperado.

Desvié la mirada, apenado, el tenía razón, todavía podía sentir la sangre seca sobre mi labio que estiraba mi piel y los caminos irritados que dejaron mis lágrimas sobre mi piel. Quería escapar así que me di la vuelta. —Déjenme en paz.

—Esto es por Aioros, ¿verdad?

La mención de su nombre por parte de Afrodita hizo que me detuviera y lo mirara consternado, ¿entonces si lo habían visto?

—Todavía no superas su muerte.

Cubrí mi ojo izquierdo cuando sentí las pulsaciones en mi párpado... No quería que ellos vieran ese tic que ponía en evidencia el nivel de mi estrés que estaba a punto de hacerme explotar de nuevo, la mecha era cada vez más corta. —¡Tú cállate! —Los ojos de Afrodita se agrandaron, sorprendidos, al escucharme. —¿Cómo te atreves a dirigirme la palabra después de envenenarme?

—¡Tuve que hacerlo! —Dió un paso hacia mí, encarándome con sus penetrantes y enfadados ojos celestes que me hicieron retroceder. —¡Tú estabas a punto de atacarme con la Excalibur!

—Yo no...

—Él está en lo cierto. —Secundó Deathmask, interrumpiéndome.

Retrocedí otro paso al sentirme acorralado, aunque no había nada que me detuviera físicamente, pero quería huir, de ellos, y también de mi mismo, mis rodillas temblaron. ¿En verdad estuve a punto de atacar a Dita por una alucinación?

—Yo...

Llevé ambos manos a mi cabello, estirándolo hacia atrás ante la frustración. Ya no me reconocía, se supone que yo era el caballero estoico del Santuario, que podía dejar de lado todas mis emociones para actuar correctamente y cumplir mis deberes. ¿En qué momento mi mascara se quebró?

—... Lo siento.

Me disculpé sin más, mis manos cayeron rendidas a mis costados, mis ojos comenzaron a lagrimear así que parpadeé varias veces para evitarlo.

—Necesito... —Ayuda, ayuda con urgencia, me estaba perdiendo en la locura a pasos agigantados y no tenía idea de qué aferrarme —...Dormir.

Afrodita miró a Deathmask con ojos llenos de sospecha, no estaba convencido, sin embargo, el italiano se encogió de hombros. —Bien... te llevaremos a tu habitación y nos quedaremos para asegurarnos que nadie te despierte.

Mis ojos se abrieron conmocionados ante sus palabras que, aunque tenía buenas intenciones, para mi anunciaban un gran peligro. Desesperado miré a todas partes, observando con horror que el templo detrás de ellos era Sagitario, lo cual, a esa altura, significaba que estábamos a punto de llegar a Capricornio.

—No es necesario... —Traté de decir lo más calmado posible, aunque mi corazón por dentro estaba a mil por hora. Mi secreto... No podía arriesgarme a ser descubierto ¡No! Sin embargo, ellos no me escucharon, siguieron subiendo las escaleras hasta llegar a la explanada que daba la bienvenida a mi templo. Yo iba detrás de ellos como perro tembloroso asustado, hasta que recordé que era mi casa y ahí mandaba yo, así que me apuré para plantarme frente a ellos e impedirles el paso. —En verdad... No tienen que hacerlo. —Mi voz sonó sería y tranquila, con una naturalidad que me sorprendió, una pequeña sonrisa de suficiencia apareció en mi rostro. —Pero si en verdad quieren ayudarme pueden cubrirme con mis deberes.

Deathmask rodó los ojos con fastidio. —No hago mis obligaciones así que tampoco esperes que haga las tuyas.

Su comentario me causó una pequeña carcajada.

—Bien... —Esta vez fue Afrodita quien habló. —No te llevaremos a tu cuarto y solo iremos a disculparte con el patriarca, yo tampoco pienso hacer tus cosas.

Asentí satisfecho, mientras se mantuvieran alejados de mi habitación todo estaría bien... —Los acompañaré a la salida. —Dije con cortesía, aunque también con la intención de asegurarme que se marcharan. 

A ellos eso no les extraño, pero mientras caminábamos bajo el techo de Capricornio algo si lo hizo, algo llamó su atención de golpe, algo que hizo que Afrodita arrugara la nariz y después se la cubriera con ambas manos.

—¡¿Qué es esa peste?!

Yo arqueé las cejas, confundido, e inhalé profundo, llenando mis pulmones de aire. —Yo no huelo nada.

—¡¿Qué?! —Exclamó con los ojos llorosos. —¡Aioria debió haberte roto la nariz porque no entiendo como no puedes percibir semejante fetidez!

Miré a Deathmask, buscando que confirmara las palabras de Afrodita, su expresión estaba como si nada, pero sus ojos azules profundos miraban con curiosidad todo lo que podía. 

Una sonrisa apareció en su rostro, parecía que había tenido una epifanía y eso me hizo sentir nervioso.—Eso, mi bella flor... —Rodeó los hombros de Afrodita con un brazo, acercándolo a su cuerpo. —Es el inconfundible olor de la muerte.

"Muerte"

Esa sola palabra disparó un temblor que me recorrió de la cabeza a los pies. 

¿Acaso...

—Ugh... Esto huele mucho peor que Cáncer. —El italiano sonrió ante la ofensa de su novio que se le resbalaba con facilidad. —Debe de haber un animal muerto por algún lado. Le comentaremos al patriarca que mande a unos sirvientes a revisar para que limpien.

—¡No! —Por fin reaccioné ante aquella idea, ambos voltearon a verme, sorprendidos. —No es necesario... Yo me haré cargo.

—Creí que dijiste que querías dormir. —Replicó Dita con su voz atenuada detrás de sus manos.

—Si... Pero Capricornio es mi templo. Yo me haré cargo de él.

—Lo que sea... —Afrodita se desesperó, su rostro se estaba poniendo colorado pues en todo ese tiempo no se había permitido respirar adecuadamente. —Yo me largo.

Y sin más apuró el paso para salir, dejándonos solos a Deathmask y mi, quien me miraba fijamente, como si quisiera atravesarme para ver en mi interior con sus ojos azules oscuros que me decían algo sin necesidad de palabras, sin embargo, yo no podía descifrar que era, aun así, me hizo sudar frío y en un vano intentó cubrí mi cuerpo con mi brazo izquierdo, abrazándome a mi mismo.

—Shura...

La sonrisa con la que pronunció mi nombre no me anunciaba nada bueno. Parecía complacido y divertido y eso era malo considerando lo retorcido que era su sentido del humor. Tragué duro de los puros nervios que me provocaba, me sentía expuesto.

—Más te vale tener cuidado de como limpias "eso" porque si lo haces enojar no dudará en venir a jalarte los pies. 

*+*+*

Insisto, según mi opinión el este fic es retorcido, pero sutil, sin embargo, como no me gusta dar advertencias que incluyan spoilers nada sutiles recomiendo que si en algún momento comienzan a incomodarse por favor dejen de leer.

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