Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

I

Aviso general Nov del 2024
Debido a las injusticias en wattpad ya no seguiré publicando aquí, me pueden encontrar en Ao3 con el mismo nombre de usuario. Saludos!

Aviso 1: Para este fic tuve que cambiar las edades de los personajes para que Wattpad no se escandalice, y también porque tengo mis límites con los niños, así que Shura tendrá 16 y Aioros 20.

Aviso 2: Al final del fic pondré la canción en el cual este songfic está inspirado, ya que cuenta la historia con detalle y para evitar spoilers.

Aviso 3: Odio que los autores den advertencias porque las considero como un spoiler, sin embargo, si son personas muy sensibles no recomiendo leer

Un pequeño pedazo de cielo.

Una ráfaga de imágenes abruptas se arremolinaba en el inconsciente, eran bizarras, grotescas, salpicadas de sangre y dolorosas lágrimas de decepción y confusión, intercaladas entre unas dulces y tranquilizadoras, cargadas de amor.

Una mano bañada en oro y carmín.

Encantadoras sonrisas adornando los juveniles rostros.

Gritos de dolor y súplicas por una misericordia no concedida.

Pálidas mejillas sonrojándose tímidamente ante el inocente contacto que deseaba llegar a más.

Un cielo rojo que lamentaba la injusticia.

Cuerpos desnudos fundiéndose en un dulce abrazo.

Bellos ojos verdes azulados que perdían por completo su característico brillo soñador.

El fuerte jadeo desesperado que salió de mi garganta rompió el silencio de la fría noche, mis ojos se habían abierto de golpe ante la confusión de aquellas imágenes que contrastaban mucho entre ellas, los irises verdes temblaron en su sitio mientras salía de mi estupor para reconocer en donde me encontraba, estaba sobre mi cama en mi habitación en Capricornio con la ropa pegada al cuerpo debido al sudor frío. Mi cuerpo se sentía débil, todo me daba vueltas y cuando unas terribles arcadas se hicieron presentes corrí rápidamente al baño, donde vacié todo el contenido de mi estómago.

Odiaba vomitar, odiaba el dolor que causaban los espasmos en el abdomen, odiaba el ardor en la garganta, el sabor asqueroso que quedaba en la boca y odiaba ensuciar de paso. Respiré profundo, sosteniéndome de mis rodillas flexionadas cuando por fin había terminado, pasé saliva por mi garganta irritada mientras observaba aquello que había salido, era una mezcla de bilis rosado, pan, y unos pequeños trozos de algo parecido a la carne; que extraño, yo solo había cenado pan, pero imaginé que eran restos de la comida por la tarde que no pude digerir y que mi cuerpo demandó expulsar. Jalé la cadena para desaparecer aquello de mi vista.

Las náuseas habían desaparecido, pero ahora la garganta me ardía y tenía asco, un montón de asco, y me sentía sucio, demasiado sucio, vomitado y completamente transpirado por aquella pesadilla extraña.

Mis pasos pesados me llevaron hacia el lavabo, sin embargo, cuando vi mi reflejo en el espejo mis cejas se alzaron confundidas y después se fruncieron mientras analizaba con atención aquello que no debía estar ahí, unas líneas rojas que bajaban de las comisuras de mis labios y bajaban por mi cuello hacia mi pecho. Las delineé con cuidado con la punta de mis dedos, mis ojos de nuevo temblaron al comprender lo que eran, era sangre seca.

Basta. Me ordené a mí mismo cuando mi cuerpo comenzó a temblar, mirándome en el reflejo con esos ojos duros como el acero que me caracterizaban, aquellos que decían que me hacían ver más mayor de lo que realmente era, me amenacé a mí mismo con la mirada hasta que los movimientos involuntarios de mi cuerpo se detuvieron, había recuperado el control. Respiré profundo, ya tranquilo tomé mi cepillo dental y el dentífrico y comencé a lavarme los dientes.

Deja de pensar en ello... Me aconsejé mientras cepillaba mi dentadura de manera minuciosa y después continué lavando mi rostro y mi cuello, tuve que usar mis uñas para quitar las manchas de sangre seca que insistían en seguir arruinando la blancura de mi piel.

Fue solo un sueño... Sin embargo, mi sentido común me recriminó que la sangre sobre mi piel era real. Preocupado, abrí la boca para revisar si había alguna lesión que justificara las líneas carmesís que ya había lavado, sin embargo, no encontré indicio alguno. Fruncí el ceño al no tener respuesta así que después palpé mi delgado torso en busca de un dolor agudo y punzante que indicara daños internos, pero no, solo estaban las ligeras molestias de siempre ocasionadas por los moretones durante los entrenamientos contra mis compañeros.

Me sentía frustrado al no haber obtenido respuesta para aquel misterio, así que tuve que hacer acopio de mi fuerza de voluntad para dejarlo pasar, era muy noche y lo único que deseaba era volver a ir a la cama; pero antes, salí hacia la cocina de mi templo cuando mi garganta irritada me pidió agua. Tomé un vaso de vidrio y serví el preciado líquido que tanto necesitaba, sin embargo, antes de posar el vaso contra mis delgados labios capté una imagen por el rabillo del ojo, era el object de mi armadura cubierta en sangre. Las rodillas me temblaron al perder fugazmente la fuerza e inconscientemente los dedos de mi mano aflojaron su agarre, provocando que el vaso cayera, reventándose al tocar el suelo blanco de mármol y derramando todo su contenido.

¿Pero qué demonios?

Corrí hacia Capricornio y toqué una de las manchas carmesí que teñían al oro de las piezas, estaba seca, pero eso no me decía nada por lo que continué intranquilo y consternado.

¿Acaso había peleado usándola? ¿Cuándo? ¿Contra quién?

Un dolor agudo en la cabeza nubló mis dudas momentáneamente, haciendo que llevara una mano hacia mi frente sudada, sin embargo, hice el esfuerzo por mantenerme en pie y concentrarme en lo primordial, tenía que averiguar que había sucedido.

Después de invocar a mi armadura salí corriendo a toda prisa de mi templo, agudicé los sentidos en busca de algún cosmos hostil, sin embargo, no pude detectar alguna presencia invasora, el cosmos de mis compañeros también estaba tranquilo, todos menos uno que provenía de cinco casas abajo, así que decidí bajar las escaleras para ir en su búsqueda y asegurarme que Aioria se encontraba bien, sin embargo, mis pasos se detuvieron por completo cuando llegué al templo de Sagitario debido al bullicio que había en la casa de mi vecino.

El noveno templo era un desastre, había una decena de soldados del Santuario husmeando en él, no tenían piedad con las pertenencias de su dueño y eso me molestaba en demasía, tal falta de respeto y consideración era inaceptable.

—¡Soldados! —Mi voz grave y demandante llamó la atención de todos los presentes, quienes hicieron una ligera reverencia al estar ante mi presencia debido a mi cargo superior. —¿Qué está sucediendo?

—Órdenes del patriarca, Santo Dorado de Capricornio. —Uno de ellos, su líder, supuse, me respondió inmediatamente, aunque podía notar el nerviosismo de su voz al dirigirme la palabra. —Nos ha pedido que revisemos todas las pertenencias del traidor en busca de un indicio para esclarecer sus verdaderas intenciones.

Mis delgadas cejas se alzaron interrogantes. ¿Traidor? Apreté los dientes y me contuve para no reaccionar ante aquella insolencia contra Aioros, aunque me faltó poco para desenfundar a mi espada y castigar al imprudente, sin embargo, no realicé el severo castigo, solo me limité a apretar los puños hasta que mis nudillos se volvieron blancos a los costados de mi cuerpo por la fuerza descomunal con la que ejercí fuerza mientras la sangre bullía dentro de mis venas.

—No se preocupe, Santo de Capricornio, usted ya hizo suficiente por el Santuario al aniquilar la amenaza, regrese a descansar, nosotros nos encargaremos del resto.

Parpadeé varias veces debido a la confusión que me generaron sus palabras, de nuevo mi cuerpo se puso tenso, a la defensiva, sin embargo, el dolor punzante de cabeza había vuelto, provocando nuevamente que las rodillas me flaquearan como cuando encontré la armadura bañada en sangre, sin embargo, alcancé a apoyar los pies firmemente para seguir en pie, no iba a mostrar ni un indicio de debilidad ante los soldados de bajo rango ni nadie, pero por dentro mi mente estaba gritando desesperada...

¡¿De qué demonios estaba hablando ese hombre?!

Los soldados tomaron mi silencio como la señal para continuar su trabajo, sin embargo, al soldado con el que había intercambiado diálogos lo tomé bruscamente del cuello para apartarlo de los demás, necesitaba respuestas y las obtendría por las buenas o por los malas y para dejar eso en claro desde un inicio estampé al soldado asustado contra una columna, haciéndolo emitir un jadeo de dolor.

—Quiero que me digas todo lo que sabes de este asunto, qué sucedió y dónde está Aioros.

Sin embargo, su respuesta inmediata fue un silencio incrédulo acompañado de una mirada de consternación e incertidumbre verdadera, así que clavé mi mirada más dura y demandante para exigirle que hablara, cosa que lo hizo responder sin chistar y cuando por fin lo hizo el que se quedó sin palabras fui yo y no solo eso, mis pupilas temblaron con horror.

Era imposible...

Aioros, mi vecino, mi amigo, mi ídolo... Mi amado.

Imposible, tenía que ser una mentira...

Una cruel y maldita mentira...

Corrí lo más rápido que mis piernas lo permitieron en busca de respuestas, las necesitaba, mi alma intranquila las exigía, mi corazón se estrujaba ante la necesidad de saber la verdad en cuanto antes, así que fui al sitio donde, según el testimonio del soldado, horas antes había ocurrido un duelo a muerte en los límites del Santuario.

Con pasos dubitativos y la respiración agitada me acerqué cautelosamente a la orilla del barranco que separaba al Santuario del resto del mundo, el puente que los unía estaba cortado; una nueva imagen cruzó por mi mente, ocasionando que mis ojos se desorbitaron pues se trataba de mi espada cortándolo para impedir la escapatoria de quien supuestamente había sido mi rival.

Pero eso no podía ser cierto...

Mi corazón me lo decía, era una falacia, con cada latido que daba resonaba la palabra "Mentira", sin embargo, al estar al filo del barranco mis ojos se abrieron como platos cuando nuevas imágenes volvieron a perturbar mi mente.

—No...

Estaba confundido, en mi mente no cabía la más mínima posibilidad que eso fuera cierto, sin embargo, ya no lograba distinguir entre las imágenes de mi mente, cuales pertenecían a la supuesta verdad y cual a la pesadilla que me había despertado minutos antes esa noche.

Aioros corriendo hacia el puente con una bebé en brazos.

Yo mismo cortándolo con la Excalibur para eliminar cualquier forma de escapatoria.

El caballero de Sagitario había volteado sobre su eje, en ese mismo lugar donde me encontraba de pie en ese momento, me había suplicado que lo escuchara, desesperado mientras la sangre abandonaba las heridas que supuestamente yo le había causado por todo su cuerpo.

—Shura, por favor, esta niña tiene que vivir, ella es la reencarnación de nuestra... Espera... ¡Por favor!

Cerré los ojos con fuerza temiendo lo que seguía en aquella visión, todo se volvió negro dentro de mi mente atormentada.

Sostuve mi cabeza con ambas manos, apretando fuertemente los cabellos oscuros entre mis dedos, ahí no había nadie quien me viera y me juzgara, nadie que fuera a presenciar el colapso nervioso que estaba cada vez más cerca. El aire me faltaba a pesar de encontrarme en un espacio abierto, mis piernas flaquearon así que dí un paso atrás para no caer por el barranco cuando una nueva serie de imágenes mucho más vividas torturaron mi mente que ya estaba llegando a su límite.

El llanto de un bebé que se perdía en el abismo.

Los cuerpos de los que habíamos sido alguna vez amantes bañados en carmesí.

Un ángel cayendo a las profundidades del infierno como parte de su penitencia.

¡No es cierto!

Caí de rodillas, a pesar del miedo me incliné, apoyándome sobre mis manos para mirar hacia el fondo del barranco, no sabía si agradecer o maldecir por el hecho de no lograr ver nada, pero necesitaba pruebas irrefutables de lo que había sucedido, no me conformaría con el testimonio de un simple soldado ni mucho menos. Tomé una decisión.

Con sumo cuidado descendí por el barranco, si alguien podía hacer esa tarea con puro esfuerzo físico era yo, la cabra montesa, sin embargo, aunque me sabía un excelente escalador mis nervios ansiosos me incomodaban, temía que me fueran a traicionar y en un movimiento en falso me hicieran caer desde una altura en la que seguramente acabaría con todos los huesos rotos y los órganos reventados, así que me tomé mi tiempo para acomodar con cautela las manos y los pies en las piedras para asegurar un exitoso descenso.

Cuando llegué al fondo estaba completamente sudado y agotado, bajar hasta ahí había consumido parte de mi energía física como mental, sin embargo, al pensar en Aioros y en el objetivo de esa misión autoimpuesta el cansancio se desvaneció.

El suspenso me estaba matando, sin embargo, nada me detendría en mi búsqueda, ni el temblor en mis piernas, ni mi propio corazón latiendo asustado que retumbaba hasta en mis oídos, mi alma exigía descubrir que todo era mentira, mi consciencia no me permitiría estar tranquilo si no lo comprobaba, pero toda esa determinación se derrumbó cuando un cuerpo tendido apareció en mi campo de visión, mi cuerpo se heló por completo.

No podía creer lo que veía, sin embargo, mis ojos se cristalizaron al identificar unas botas doradas, sus botas doradas, pero no, ¡no podía ser! Un vacío comenzaba a atormentar mi pecho, uno que comprimía cada vez más mi corazón mientras mi mirada viajaba desde los pies hasta las piernas de ese hombre, cuando vi las medias rojas mi rostro se distorsionó al comprender tan horrorosa imagen.

—No..

Todo mi cuerpo se paralizó, mi visión se nubló por las lágrimas más eso no me impidió vislumbrar el rostro de su amado.

—No es verdad...

Y las lágrimas comenzaron a rodar hasta que terminaron estrellándose en el suelo árido bajo mis pies.

—No...

Supliqué con la voz adelgazada por el dolor que provocó el nudo en la garganta.

Pero no importaba cuanto suplicara o cuanto lo negara, la verdad de los hechos estaba planteada ahí frente a mí, y la evidencia era el cuerpo de Aioros, tirado boca arriba sobre un charco de sangre coagulada y seca, con su mirada ausente y sin brillo, carente de vida.

Me encontraba en una encrucijada, la parte enamorada en mí estiraba la mano en dirección a Aioros, con deseos de tocarlo, de abrazarlo, acunarlo contra mi pecho para confortar al pobre en su desgracia, o confortarme a mí mismo, no lo sabía, pero mi lado más sensato exigía que me marchara, que recordara lo que me había dicho el soldado y lo que ahora recordaba que me había dicho el mismísimo Patriarca, Aioros nos había traicionado y no debía sentir culpa alguna por haberlo hecho pagar por su crimen con el filo de mi espada sagrada.

—T... Traid...

La segunda parte ganó, sin embargo, no tenía voz para decir semejante apelativo a quien admiré y a quien aún amaba. Ese era el problema, aún lo amaba, traidor o no estaba locamente enamorado de él, desde que lo conocí siempre lo había amado y ahora su traición y la muerte nos había separado, pero yo no quería dejarlo, me negaba.

Rápidamente me abalancé sobre él para abrazarlo y lloré, derramé lágrimas como nunca antes lo había hecho mientras acariciaba su cabello que estaba pegado con su propia sangre y lo besé con ahínco y una inútil desesperación.

Al final el corazón fue quien realmente le ganó a la razón.

La decisión estaba tomada.

"Before the story begins,
is it such a sin,
For me to take what's mine
until the end of times"

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro