Capítulo 9
Bip... Bip... Bip. Es lo único que escucho. Estoy adolorida y no puedo mover ni un dedo por que me duele hacerlo, siento que me tienen apretado el dedo índice de la mano derecha. Abro los ojos y me encuentro en un hospital.
—¿Cómo se siente señorita Johnson? —pregunta un señor de bata blanca.
Supongo que es el doctor.
—Me duele mucho el cuerpo —a mi cabeza llega mi bebé y me asusto un poco —Doctor, ¿cómo está mi bebé? Dígame por favor que no le pasó nada —digo preocupada y siento una opresión en el pecho.
Llámenlo instinto materno.
—El dolor del cuerpo es normal y sobre el bebé por suerte no le pasó nada, pudimos salvarlo —siento un gran alivio en el pecho —pero, usted tuvo un pequeño sangrado así que se tiene que cuidar muy bien, por que con cualquier alteración o movimiento rápido que haga puede perderlo —me advierte y yo asiento.
—¿Cuando me darán de alta? —pregunto.
—Después de hacerle un ultrasonido y otros análisis necesarios —inyecta algo en la bolsa de solución —descanse señorita —sale del cuarto.
Poco a poco me voy quedando dormida.
* * *
Abro los ojos y me quedo mirando un punto fijo en la pared; al rato se abre la puerta.
—Hola nena, ¿cómo te sientes? —pregunta mi mamá al entrar.
—Ya me siento mejor mamá —me siento en la cama y ella me sonríe tiernamente.
—¿Por qué no me dijiste nada? —pregunta con los ojos cristalizados.
—Porque apenas me enteré ayer, por eso me quedé en casa de Laura.
—Cuando el doctor nos dijo, tu papa se quería morir, pero ya entró en razón. No puedo creer que voy a ser abuela —me abraza —felicidades mi amor —se separa de mí.
—Gracias mamá, cuando yo me enteré también reaccione mal. Pero después entendí que este bebé es una parte de mí, un regalo de Dios —toco mi vientre.
—Leonardo es el papá —afirma.
—Sí, pero no quiere saber nada de nosotros —respondo triste.
—No te preocupes mi amor él es un idiota que no sabe valorar lo que tiene, ya llegará el hombre que te valore a ti y a mi nieto —me vuelve a abrazar.
—Eso espero mamá —se separa de mí y limpia una lágrima rebelde que resbala por mi mejilla.
—Nena, ya me tengo que ir, Laura quiere pasar; cuídate, nada de alteraciones —besa mi frente.
—Okey —ella sale y a los cinco minutos entra una Laura muy preocupada.
—¿Estás bien?¿no te falta nada?¿estás completa? —pregunta rápido observándome de pies a cabeza y me rio.
—Si Lau, estoy completa, gracias a Dios —suelta un suspiro de alivio y se acerca.
—Me alegro mucho Aby, ¿cómo te fue con leo? —pregunta y mi sonrisa desaparece.
—Me dijo que era una zorra, que no se iba a hacer cargo de mi bebé. Pero lo que más me dolió fue que me pidió que lo abortara y lo que remató eso fue que me dijo que nuestro hijo es un error que no vale la pena —recuerdo y las lagrimas salen.
—Ese bastardo hijo de perra. No te merece, la verdad nunca te ha merecido. No llores amiga, él no es el único hombre de la tierra, si se le puede llamar hombre a ese cobarde —me abraza.
—No es el único, pero si el que yo quiero.
—A ver, ya no llores, eso le hace daño a mi sobrino —se separa de mí y seca mis lágrimas.
—Gracias —termino de limpiarme las lágrimas.
—¿Por qué?
—Por ser la mejor amiga del mundo, no sé que haría sin ti —la abrazo nuevamente.
—Yo tampoco sé que haría si no te tuviera a mi lado, te quiero Aby.
—Y yo a ti Laura —nos separamos.
Después que hablo con Laura, entran mi papá, Lucas y Azael por separado. Lucas se alegró demasiado por la noticia, Azael y mi papá querían matar a Leo pero no se los permití. Después de eso, me traen la cena. Termino y se llevan la bandeja; luego me quedo sola en el cuarto, hasta que la puerta se abre.
—Hola preciosa, ¿cómo te sientes? —pregunta Fernando entrando al cuarto.
—Me siento bien, gracias —respondo y él se pone a mi lado.
—Aby, dime que el bastardo de tu novio no tiene nada que ver con esto —aprieta la mandíbula y los puños, yo agacho la cabeza.
—No sé, pero si él no me hubiera dicho lo que me dijo, no hubiera pasado esto —una lágrima se resbala por mi mejilla.
—¿Qué te dijo? —pregunta furioso.
—Me dijo que era una zorra, que no se iba a ser cargo de mi bebé y que era un error que no valía la pena —digo al borde de las lágrimas.
—Hijo de puta —camina de un lado a otro, en eso se queda quieto y me mira —preciosa, no llores, él no te merece, no merece ninguna de tus lágrimas. Tranquila, piensa en él bebé —me abraza.
Luego se separa de mí y me Sonríe; le devuelvo el gesto.
—Fernando, ¿qué hora es? —pregunto.
—Ya son las 6:00 P.M. preciosa, ¿por qué? —se sienta en un sillón.
—Porque el doctor dijo que me iban a hacer un ultrasonido y no ha llegado —en ese momento entra el doctor con una enfermera y un aparato.
—¿Lista para el ultrasonido, señorita Johnson? —asiento —¿el señor es el papá? —pregunta y yo abro la boca para responderle.
Fernando me interrumpe.
—Sí, yo soy el papá —me mira con miedo y yo le sonrío en aprobación por su lindo gesto.
—Bueno sigamos.
Conecta la maquina, me descubren el abdomen y me colocan un gel muy frío; pone un aparato en la zona y lo comienza a mover, Fernando se ubica a mi lado. Al cabo de dos minutos se comienzan a escuchar latidos en todo el cuarto, se me sale una lágrima de alegría.
—Ese es su bebé señores, ¿ven la mancha negra de aquí? —yo asiento —ese es su hijo, todavía es muy pequeño aproximadamente mide un centímetro y medio, casi dos centímetros —me sorprendo y miro a Fernando, el cual está sonriente a mi lado.
El doctor retira el gel y me mira.
—Tienes aproximadamente un mes y medio de embarazo y debes tomar unas vitaminas para aumentar de peso; también debes alimentarte bien —asiento.
Desconecta la máquina y sale de la habitación.
—¿Por qué dijiste que eras el papá de mi hijo? —pregunto mirándolo.
Él me mira a los ojos.
—Porque, yo te quiero Abigail y si me dejas cuidaría de ese bebé como si fuera su padre —se acerca y me besa.
Yo quedo atónita.
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