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la broma


― ¡Cristy, date prisa, es tarde!―Gritó Luka a su hermana mientras intentaba ingerir, a duras penas, un trozo de pan medio quemado.

El despertador no les había sonado aquella mañana y la chica llevaba media hora metida en el baño.

― ¡Ya voy! ―gritó bajando las escaleras a prisa mientras se colocaba bien la chaqueta.

―Vamos ―dijo el castaño agarrándola de la mano y tirando de ella hacia la puerta.

― ¡Eh, espera, no he desayunado!

―No hay tiempo―respondió Luka apresurado lanzándole una manzana que aceptó a regañadientes. Por culpa de su hermana no había podido lavarse los dientes y por encima se había despistado y su único desayuno había sido un trozo de carbón.

Salieron de casa y comenzaron a correr en dirección a su colegio, les quedaban cinco minutos para entrar y dos calles por recorrer.

Llegaron al portón segundos antes de que lo cerraran y se permitieron parar cinco segundos a respirar. Enseguida cada uno volvió a su cometido, a partir de ese punto, en diferentes direcciones. Cris estaba segura de que esa manzana le iba a provocar una indigestión si seguía corriendo y aunque hubieran conseguido entrar al instituto aún les faltaba llegar a sus respetivas clases.

Luka corrió como nunca antes para poder llegar, ya había causado suficientes problemas las semanas anteriores por culpa de sus retrasos y si seguía así iba a perder el derecho a la evaluación continua. Apresurado subió las escaleras de dos en dos rezando por no tropezar, cosa, que en los últimos escalones terminó ocurriendo.

Cuando el pequeño ya había puesto sus manos en posición defensiva en  espera del impacto, descubrió, con cierto alivio, que no se produjo.

El castaño abrió los ojos con lentitud al no sentir el golpe contra el suelo y se incorporó de nuevo con cuidado. Una persona le había agarrado con fuerza del brazo.

Luka, tras un breve momento en el que su mente quedó en blanco, se giró dispuesto a agradecerle a aquella persona su ayuda.

Sin embargo, cuando se dio la vuelta no pudo evitar bloquearse, comprobando, con cierto asombro, que la persona que le había sujetado era la misma que al día anterior se había burlado de él.

Una especie de agradecimiento se atascó en su garganta antes de enmudecer por completo al entrar en contacto con aquellos ojos azules.

―Gra... ¿Qué?―preguntó enarcando una ceja y sonriendo con cierta burla― ¿Sabes?, deberías tener más cuidado. ¿A qué se debía tanta prisa?―preguntó sin borrar de su cara una sonrisa que le resultó bastante desagradable a Luka. Su actitud... esa arrogancia, le molestaba.

― ¡Mierda!―exclamó entonces el menor recordando que llegaba tarde.

El pequeño Strauss salió corriendo hacia su clase dejando al rubio en las escaleras. Abrió la puerta tras golpearla un par de veces y el profesor, quién ya se lo esperaba, le observó por encima de sus gafas con cierta molestia.

― ¿Otra vez tarde señor Strauss?―le preguntó acercándose―Dígame, ¿cuál es la excusa esta vez? ¿Su hermana? ¿Un familiar enfermo? ¿Perdió las llaves de casa?―enumeró con los dedos las razones anteriores.

―En realidad, esta vez fue culpa mía señor―explicó Keith apareciendo a sus espaldas.

― ¿A qué se refiere?

― Todavía no me ubico demasiado bien por los pasillos, nunca había tenido clase en estas aulas, así que cuando Luka me encontró deambulado―dijo señalándome―fue tan amable de enseñarme el camino. Por eso llegamos un poco tarde a clase, me estaba haciendo de guía turística―murmuró fingiendo cierta pena.

―Oh, ¿es eso cierto?―preguntó el maestro incrédulo, él asintió con la cabeza enérgicamente dándole la razón.― En ese caso pueden pasar, pero que no se repita de nuevo―acabó aceptando―el centro no es tan grande como para necesitar más visitas, ¿no es así?

―No, señor―le contestó el rubio con su ligero acento. El hombre asintió complacido. Era el único profesor que les llamaba de usted y cada vez que alguien le respondía con la misma formalidad se tornaba un poco más agradable.

Una vez sentados en sus asientos el profesor continuó dando su asignatura con aparente normalidad, eso sí, no sin antes añadir un:

"―Como veo que se han llevado tan bien. Luka, te encargarás de enseñarle el centro a Keith siempre que lo necesite durante vuestro tiempo libre hasta que se adapte".

Luka resopló y sacó el libro de su mochila abriéndolo en una página al azar. Mientras atendía, bastante superficialmente, el castaño miró a Keith de reojo. No le terminaba de tragar, pero tenía que admitir que por muy imbécil que pareciera cuando le dirigía la palabra, le había acabado ayudando dos veces.

Luka, supuestamente, tendría que enseñarle el instituto en su tiempo libre, pero sabía con certeza que eso nunca ocurriría.

La clase finalizó y el castaño se acercó a sus amigos para hablar. Una gran parte de las chicas habían rodeado al rubio para "presentarse".

―Por poco no pasas―se burló Sara.

― ¿Qué hacías con el nuevo?―preguntó su amigo.

―Nada, me lo encontré en las escaleras, él también llegaría tarde―contestó encogiéndose de hombros y obviando la parte de la caída.

― ¿Y te ayudo a pasar? Parece buen chaval...―comentó Alex.

―Supongo que sí... pero aun así no me cae demasiado bien... Siempre que abre la boca es para decir comentarios molestos y luego pone esa estúpida sonrisa. Además, ¿qué le ven todas las chicas?―murmuró más molesto de lo que quería expresar.

―Sus músculos, su cara, su pelo, sus ojos, su "estúpida sonrisa", su altura... ¿Algo más?― preguntó Sara metiéndose con él.

―Oh, venga ya, ¿tú también? Además, que no sea tan alto no me quita atractivo―dijo Luka sacándole la lengua infantilmente. Ella comenzó a reír.

―A ver, no es mi tipo, pero tengo que admitir que es jodidamente guapo―exclamó ella―es de estos chicos que aunque no se acerquen mínimamente a tu estilo... los meterías en tu cama sin pensártelo demasiado―comentó echándole una mirada de reojo.

―Me encanta lo delicada que eres―bromeó Alex.

― ¡Soy una señorita!―le respondió Sara dándole un codazo en las costillas mientras reía exageradamente alto.

―Lo que yo decía―contesto agarrándose el abdomen jadeando―,un encanto.

Luck comenzó a reír también.

―Por donde iba...―continuó Sara― ah sí, tú también tienes tu encanto Luck, no te pongas celoso de él―dijo sonriendo y guiñándole un ojo de forma divertida.

― ¿Yo celoso de él? Pero que dices...―exclamó con un tono de indignación fingida.

― Luka está tremendo, ¡como yo! No tenemos que estar celosos de nadie―dijo el castaño pasándole un brazo por el hombro a su amigo e hinchando pecho.

Sara comenzó a reír y poco después los chicos también.

―Por cierto, ¿qué broma habéis planeado? Ayer se os veía muy concentrados en ello.

―Lo descubrirás pronto― Sara hizo una pausa y miró de reojo a Keith―,de hecho, más rápido de lo que pensaba ―exclamó la chica sonriendo y alertando a su compañero para que se fijara, el rubio estaba saliendo de la clase en ese momento― en tres, dos, uno...

Un grito se escuchó fuera del aula y los estudiantes salieron a ver qué ocurría, entre ellos Alex y Sara, que miraban la escena complacidos.

Keith se encontraba frente a su taquilla cubierto de un líquido negro que le manchaba desde el pelo hasta la camiseta, aunque principalmente destacaba sobre sus rizos rubios y su cara.

Luka no pudo evitarlo y estalló en una carcajada junto a sus dos amigos. El chico los miró molesto mientras se quitaba el líquido de la cara con fastidio. Ya eran mayorcitos para hacer ese tipo de cosas.

De repente sonó la voz del director desde el fondo del pasillo, no parecía tampoco de muy buen humor en aquel momento.

―Alejandro Martínez, Sara García y Luka Strauss, ¡a mi despacho! ¡Ahora!

De pronto los alumnos dejaron de reírse y comenzaron a dispersarse poco a poco. Luck tragó saliva con miedo, solo dos semanas de curso, solo dos y ésta ya era su tercera llamada.

―No fuiste tú, no pasará nada―le dijo Alex encogiéndose de hombros. Él asintió y los siguió por el pasillo, sabiendo que eso le daría igual al director a la hora de establecer los castigos. A esas alturas aún no entendía cómo podía seguir poniéndose nervioso, si ya sabía como iba a acabar todo.

Sara y su primo andaban tranquilamente, para ellos ese ya era su camino habitual, le habían hasta puesto un nombre "el camino de la gloria", era como su alfombra roja particular. Y ya que ellos se metían en problemas constantemente, Luka no podía dejar de recorrerlo tampoco. No es que Luka fuera un santo, si ocurría eso era precisamente porque tuvo una época en la que él formaba parte de las travesuras de sus amigos, pero ahora él era un chico tranquilo, y de alguna forma seguía constantemente metiéndose en situaciones como aquella.

Entraron en el despacho y se sentaron en unas butacas rojas frente a la mesa del director.

El hombre los miro por encima de sus gafas cuadradas.

Era un hombre alto, con bastante pelo para su edad y unas cejas pobladas, también tenía un bigote a juego, y sus ojos marrones los observaban con seriedad.

― ¿Qué era eso?―preguntó.

―Tinte negro―respondió alegre Alex.

―Ya veo... ¿Quién fue esta vez?

― ¿Por qué supone que fuimos nosotros? Puede haber sido cualquier persona―reclamó Sara.

― ¿Fuisteis vosotros?

― ¿Quién si no?― respondió en un suspiro el castaño sin darse cuenta.

― ¿Fue usted señor Strauss? Qué sorpresa... Suelen ser sus amigos. Aunque así mejor.

― ¿Mejor?―preguntó Sara sin comprender.

―Sí alguno de vosotros dos acumula más faltas seréis expulsados por una semana, no aprendéis por las buenas, de verdad...

En cuanto dijo eso Luck se quedó callado. Admitiría la culpa, no quería que expulsaran a sus amigos.

―Venga aquí después de clases―murmuró ya cansado de tener esas charlas con aquellos niños. Tosió un poco y se acomodó en su sillón antes de hacerles un ademán con la mano para que se fueran.

Cuando estuvieron ya lo suficientemente alejados volvieron a hablar.

― ¡Gracias, gracias, gracias! Te debemos una. ¡Por poco nos expulsan! Eres el mejor, Luck―le dijo la chica abrazándolo con fuerza.

―Sí, tío, te debemos una, me has salvado de una bronca monumental―exclamó esta vez su primo.

Luka comenzó a reír.

―No pasa nada, no iba a dejar que os expulsaran, ¡me quedaría sólo una semana!―exclamó admitiendo sus verdaderas razones.

Siguieron andando hasta llegar a la cafetería, el pequeño Strauss no había desayunado en condiciones y se moría de hambre. Pero por las prisas, también se le había olvidado coger dinero.

―Chicos, ya que me debeis una... ―les dijo aprovechando la situación― ¿podéis compensarme comprándome un sándwich? Os juro que me estoy mareando por falta de alimentación― dramatizó poniéndose una mano en la cabeza.

Todos comenzaron a reír.

―Creo que podremos permitirnos un sándwich―comentó Alex con seriedad.

―Definitivamente, es un precio que debemos pagar―afirmó Sara bajando la mirada.

― La deuda será saldada...―confirmó Luka con voz grave.

Los dos se alejaron en completo silencio a comprarlo mientras el castaño los esperaba en la mesa―mira que son payasos―pensó él sonriendo.

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