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El comienzo



Sorprendentemente, para tratarse de los hermanos Strauss, aquella mañana habían llegado a una hora decente al instituto.

Luka con esas ojeras que le caracterizaban y Cristy con su desaliñado moño, ese que se hacía a prisas cada mañana cuando desistía en domar sus rizos.

Los mellizos cruzaron el portón desperezándose y tras una rápida despedida cada uno se fue por su lado.

Al ser hermanos y tener la misma edad a penas les había tocado compartir clases, siempre los ponían en grupos diferentes. Sin embargo, y para disfrute del pequeño Luka, todas las semanas se juntaban en educación física y podía ver a su hermana mayor quejándose y quedándose atrás en las carreras, cosa que le divertía enormemente, ya que normalmente era ella quien se reía de él.

El castaño se acercó a sus amigos apartándose el flequillo de la cara e intentando abrir los ojos del todo, pero al contrario de despertarse solo consiguió bostezar. Alex se rio y la chica que estaba a su lado le revolvió el pelo a modo de saludo. Él y Sara eran sus mejores amigos desde que Luka tenía memoria, e incluso se atrevería a decir que tenía con ellos tanta confianza como con su hermana. Había visto como Alex había perdido sus dientes de leche y como Sara había pasado de ser una niñita encantadora a un desastre con piernas. Siempre habían sido ellos tres, a Luka le costaba imaginar cómo sería su vida universitaria en un par de años sin ellos a su lado.

Alex era un chico alto, o al menos alto en comparación con Luka, aunque no sería exagerado decir que la mayoría de chicos eran altos en comparación con Luka. No tenía rasgos especialmente llamativos, era castaño, con los ojos marrones y a primera vista sólo destacaba por llevar un ridículo tupe de unos tonos más claros que el resto de su pelo. Su hermano mayor también lo tenía, de hecho había sido él quien le había convencido para hacérselo. La sangre de los Martínez llevaba incluida la extravagancia como principal característica y de segunda la mala suerte, o al menos eso pensaba Alex. Sin embargo, tanto Sara como Luka coincidían al pensar que todo lo que les pasaba era por su propia culpa.

Sara y él eran personas ciertamente complicadas, más que complicadas, la palabra ideal para describirlas sería caóticas. Desde niños siempre se habían metido en toda clase de líos y a su vez habían metido a Luka en problemas. Antes la gente les excusaba esos comportamientos diciendo "sólo son niños", y en cierto modo era verdad, al menos para uno de ellos.

Luka había sido partícipe de muchos embrollos, pero de unos años hasta la actualidad, lamentablemente, se había convertido en la víctima. Siempre le asociaban a lo que sus amigos hacían, fuera culpable o no, y después de haber tenido que hacer una redacción pidiéndole disculpas a un profesor por cierto asunto relacionado con unos papeles de colores y un gato, había decidido mantenerse prudentemente alejado de ellos cuando desataban su comportamiento delictivo.

Sara estaba contenta esa mañana, se notaba porque no dejaba de balancearse sobre sus pies y tararear canciones que solo ella conocía. Luka sonrió al darse cuenta, le gustaba verla así, pero aunque su cara bonita le nublara un poco los pensamientos en seguida su sentido de alerta se activó y la miró con unos ojos acusadores.

­―¿Qué te pasa? ―inquirió el chico con cautela.

―¿Por qué crees que me pasa algo?―respondió ella a la defensiva.

―No me sonrías así, ¿qué andáis tramando?―preguntó Luka entornando los ojos y esbozando un indicio de sonrisa. Alex se echó a reír y miro a Sara con complicidad antes de empezar a caminar hacia el edificio principal. Luka suspiró como única respuesta y les siguió sin hacer más preguntas.

Los chicos se dirigieron a clase con tranquilidad, dejaron las mochilas en sus asientos y hablaron hasta que el profesor se presentó en la ruidosa aula.

Habían pasado casi dos semanas desde que habían acabado sus vacaciones, y por tanto, su libertad, y todos los profesores se habían encargado de recordarles que esos serían sus años más difíciles y que debían tomárselos con seriedad desde los primeros días. Aunque era difícil no hacerles caso, teniendo en cuenta que ya les habían mandado trabajos y asignado los exámenes.

­El profesor se puso frente a la clase y poco a poco fueron cesando los murmullos.

―Como algunos de vosotros ya debéis saber, hoy se incorporará a la clase un nuevo alumno. Keith viene de otro país y hemos decidido hacerle un plan de estudios adaptado a su situación como refuerzo en ciertas asignaturas. La mía es una de ellas, teniendo en cuenta los temarios que impartían en su antiguo instituto y por supuesto, lo más importante, el cambio de idioma. Me gustaría que le ayudarais a adaptarse lo mejor que podáis―hizo una pausa y los alumnos volvieron a cuchichear entre ellos―.Keith, adelante, pasa y preséntate tú mismo―exclamó apartándose de la entrada y dejándole paso a un chico alto de pelo rubio. Los murmullos se hicieron más fuertes, las chicas habían clavado su mirada en él y se escuchaban algunos de sus comentarios sobre otros. Luka también se quedó observándolo, la noticia le había pillado por sorpresa, no se esperaba a nadie nuevo a esas alturas del curso y el día que lo habían anunciado él no se había percatado de nada.

El chico que estaba de pie frente a todos era considerablemente atractivo, los suspiros de las chicas lo confirmaban. Era alto, de pelo rizado y poseía unos rasgos sutilmente asiáticos, a pesar de ello, su pelo y sus ojos claros contrastaban con ese detalle. Quizás esa peculiaridad era lo que le había llamado la atención a Luka de primeras, le produjo curiosidad.

El chico se puso en frente de la clase y se presentó diciendo:

― Encantado, Soy Keith Hitomi Rickford, lo sé, un nombre extraño―comentó sonriendo con un acento extraño, aunque para lo que se esperaba Luka, casi imperceptible―Vivía en Inglaterra hasta hace poco, y como ya sabéis, os llevo un año a todos. Espero que nos llevemos bien.

Luka pensó que esa había sido una presentación bastante formal, por lo general, cuando los nuevos llegaban, se conformaban con decir sus nombres y luego se sentaban ignorando al resto, ya fuera por timidez o por incomodidad. Cuando las personas se cambiaban de colegio llegaban sin conocer a nadie, era una reacción bastante natural el intentar no llamar la atención los primeros días. Pero el chico parecía de lo más relajado.

―Coge asiento, hay un par de sitios libres por detrás. Sé que te vas a incorporar una semana tarde a las clases de primero, pero no te puedes quedar atrás.

Keith asintió y dejó su mochila sobre la mesa que estaba a la derecha del pequeño Strauss. Luka, percatándose, apartó sus libros de la silla. Al no estar ocupada por nadie se había acostumbrado a dejar sus cosas en la mesa de al lado.

El rubio dejo sus cosas y se sentó dejándose caer en la silla con evidente desgana.

Luka enarcó una ceja mientras lo observaba divertido, ¿qué había sido de toda esa energía con la que se había presentado?

Estaba en ropa de calle, seguramente aun no tendría el uniforme del centro, o simplemente no lo querría llevar, al fin y al cabo, en secundaria no era obligatorio. Llevaba una camisa blanca con los primeros botones desabrochados, el castaño pensó que por lo bien que iba vestido no debía faltarle el dinero, probablemente provendría de una familia acomodada. Pero su aspecto era bastante descuidado, tenía el pelo revuelto y la camisa remangada y de su cuello colgaba un colgante fino que se perdía por dentro de su camisa.

―¿Sabes?―comentó de pronto el chico haciendo que Luck se sobresaltara―,una foto te duraría más―dijo sonriendo socarronamente.

―¿Qué? No, yo no estaba...―El profesor chistó y cortó la conversación de golpe. Luka intentó centrarse, aunque le resultaba complicado atender, ya que notaba la mirada curiosa del extranjero fija en él y le estaba empezando a poner nervioso. Era verdad que se había puesto a analizarlo inconscientemente y ahora sentía cierta vergüenza por haber sido descubierto.

Para distraerse empezó a mirar a sus amigos, ambos se sentaban delante, uno al lado del otro. Sara estaba garabateando en un cuaderno y Alex, para su sorpresa, parecía tomar apuntes de algo. Se fijó en Sara, en como su pelo oscuro caía por su espalda formando ondas irregulares, en como sonreía ligeramente muy concentrada en su dibujo, y no pudo evitar soltar un suspiro. Le parecía tan guapa y le gustaba tanto... pero eso no era nada nuevo. Luka llevaba enamorado de Sara tantos años que ya había perdido la cuenta. Y estaba bien así, porque era su mejor amiga, y no quería arruinar esa amistad por nada del mundo. Así que nunca había intentado declarársele ni nada parecido. Solo disfrutaba de su amistad y a veces, cuando nadie le observaba, la miraba y sonreía para sus adentros. Justo como en aquel preciso momento. De todas formas estaba tan acostumbrado a ello que ya no se podía imaginar de otra forma su relación. Alex lo supo desde el principio de todo. ¿Y cómo no iba a saberlo si había sido él quien le había presentado a su prima? Quizás físicamente no se parecieran en nada, y menos mal pensaba Luka; pero si, esos dos con los que había compartido su infancia eran familia entre ellos. En cuanto Alex les presentó en seguida se formó ese pequeño grupito de tres, y quien diría que seguirían así tantos años. Pero bueno, esas cosas pasaban, no era de extrañar que el pequeño Luka al final se fijara en su mejor amiga, era una chica guapa y le gustaba todo de ella en cuanto a personalidad, aunque lo que más le gustaba con diferencia eran sus ojos. A penas le decía cosas bonitas cuando hablaba con ella, en parte porque su relación se basaba en el amor sin respeto, en parte porque temía que ella notara que para él era algo más que amistad. Pero siempre le había dicho lo mucho que le gustaban sus ojos, con ese azul oscuro como el mar y con ese brillo travieso que jugueteaba en su mirada cuando iba a hacer algo malo. Ella siempre respondía con una amplia y sincera sonrisa ante sus cumplidos. Pero luego soltaba comentarios referentes a la chica que debería conocer Luka o al chico que había conocido ella hacía unos días... y entonces todo lo poético y las sensaciones que sentía se le deshacían como el reflejo de un charco cuando empieza a llover.

Luka dejó de observar a Sara y suspiró de nuevo echándose atrás en su asiento, ya no notaba la mirada del Inglés a sus espaldas, así que se relajó de nuevo y empezó a recoger sus cosas, en breves terminaría la clase.

El timbre sonó y Sara se levantó del asiento emocionada, seguida por un Alex muy sonriente.

―¿Ya sabes porque estaba tan contenta esta mañana?

―Me puedo hacer una idea―murmuró el chico mirando de reojo al nuevo―, no tenéis remedio―comentó sonriendo.

―Tengo que admitir que probablemente luego tenga remordimientos de conciencia, pero la idea se le ocurrió plenamente a Alex―acusó la morena señalando a su primo―¡No te encojas de hombros, sabes que es verdad!―exclamó riendo con fuerza ante las expresiones de su primo.

―Pensaba que después de lo del pobre Gonzalo ibais a calmaros un poquito―murmuró Luka recordando la escena.

―Me sentí un poco mal por eso, sólo queríamos hacerle una broma inocente, ¿pero cómo íbamos a saber que era alérgico al chocolate? De verdad, ¿Quién es alérgico al chocolate?―dijo Alex verdaderamente indignado. Luego todos rieron.

―Bueno, pero nos disculpamos apropiadamente, así que pensamos que no pasaría nada si este año hacíamos una bromita con menos riesgos...―murmuró la chica.

―Apropiadamente dice―exclamó Alex estallando en una carcajada, Luka tampoco pudo evitar la risa―un beso es más que apropiado, por supuesto―comentó sonriendo.

―Aún recuerdo que sabía a ensaladilla―murmuró Sara fingiendo seriedad. Luego ella misma se unió a las risas.

―Bueno, confío en vuestra prudencia―dijo Luka irónicamente―de algún modo será divertido...

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