6: ʙÚꜱᴄᴀᴍᴇ.
ʙÚꜱᴄᴀᴍᴇ
—Señor Vélez, ya se encuentran los empresarios en la sala de reuniones.
— Gracias, Melissa. — dije levantandome del escritorio, agarré algunas carpetas y me dirigí a la sala de reuniones.
(…)
— Señor, Vélez. — se acercó un hombre de una edad avanzada. — Soy Eduardo Hamilton y él es mí hijo, Robert Hamilton. — él estrecho su mano.
— Un gusto, señor Vélez.
— Bien. — me senté, ellos repitieron la misma acción. — Comencemos, entonces.
(…)
Luego de charlas con hacer negocios con aquellos accionistas, y al fin quedar en un acuerdo con ellos, decidí en ir a casa, necesitaba descansar y darme un baño relajante. Estos últimos días he estado muy estresado con la empresa, y por otro lado, Amber seguía en mí cabeza, y por más que quiera olvidarme de lo que pasó, no iba a poder.
— Melissa, tienes el día libre.
— Gracias, señor, Vélez. — me dijo ella con una sonrisa.
— Dime solo Christopher.
— De acuerdo. — tomé mis cosas y me dirigí a la salida.
—¿Te llevo a tu casa? — le pregunté poniéndome el saco.
—No quiero molestar.
— No es molestia para mí, deja que te lleve así te recompenso que la otra vez te quedaste trabajando hasta tarde. — ella solo asintió y me sonrió.
(…)
Después de que se fue Robert decidí en hacerme algo para desayunar porque moría de hambre.
Luego lavé lo que ensucié y me puse a limpiar la casa.
— Beso, beso, beso, que pa' eso se hicieron las bocas... — comencé a cantar una canción que salió de mí cabeza. — antes decíamos esto no se toca, y ahora míranos aquí sin ropa... — cantaba mientras limpiaba el piso.
Después de terminar de limpiar, me recosté en el sofá a mirar un poco de televisión, estaba súper aburrida y no tenía nada importante para hacer, divisé a lo lejos una pequeña revista, me levanté un poco y la agarré.
— Quiero trabajar. — balbucee, abrí la revista y me indicaba lugares de trabajos con sus respectivos números y lo que hay que hacer. — ¿Mecánica? — pensé. — No, no se nada de mecánica. — solté una pequeña carcajada. — ¿Limpieza? Me gusta limpiar, — me quedé pensando. — puede ser. — lo marqué con un marcador. — Mucama puede ser también, sí. — también lo marqué.
Después de buscar y marcar algunos trabajos, me agarró sueño, y decidí en tomarme una pequeña siesta, cerré los ojos y caí en un profundo sueño.
(…)
— Aquí es, — ella abrió la puerta del auto. — muchísimas gracias, Christopher.
— No tienes que agradecer, Melissa. — le sonreí amable. Ella se acercó a mí y besó mí mejilla, muy cerca de mis labios, se alejó, me saludo a lo lejos y se adentro a su casa. — Basta, Christopher. — susurré y puse en marcha el auto.
Al llegar a mí casa se encontraba Valentina dormida en el sofá con unas fotos en sus manos, me acerqué a ella con cuidado sin que se despierte y le saqué las fotos.
— Mí amor, — susurré al darme cuenta que las fotos era de Amber. — te extraño, ni te imaginas cuánto. — dije a lo bajo y una lágrima se deslizó por mí mejilla. Subí las escaleras y me dirigí a la habitación en donde ella dormía cuando se quedaba.
Al entrar a su habitación, pude oler su aroma, su olor, el perfume que ella tanto usaba, y que tanto le gustaban, aún quedaban algunas de sus cosas, a lo lejos divisé un cuadro en su mesita de luz, un cuadro donde había una foto de ambos, me acerqué y la tomé con mis manos, me senté en la cama y miré aquella foto. Ella estaba con una sonrisa mientras yo le estaba haciendo cosquillas.
Sonreí y sequé las lágrimas que ya estaban en mis mejillas.
— No sabes la falta que me haces, mí amor. — acaricié su rostro en la foto. — Te pienso día y noche, no puedo sacarte de mí cabeza y menos de mí corazón, ¿Cómo voy a hacer para seguir si no estás más conmigo? — dije en un llanto. — te extraño tanto, pequeña, quisiera que estés aquí conmigo. En mis brazos, que todo lo que pasó haya sido solo una pesadilla. ¡Me dijiste que nunca me dejarías solo, joder! — levanté el tono de voz. — Me dijiste que siempre estaríamos juntos, me mentiste. — me recosté en la cama, agarré el cuadro y lo abracé lo más fuerte que pude. — Te extraño, y te voy a amar y recordar para toda la eternidad, mí amor. — cerré los ojos y me quedé profundamente dormido.
(…)
— Mí amor, — escuché cerca. — despierta, Chris. — traté de abrir los ojos. —¡Al fin! — abrí los ojos y ahí se encontraba mí pequeña mirándome con la sonrisa más hermosa del mundo.
— Amber, mí amor. — me levanté rápidamente. — ¿Estoy soñando, verdad? — ella asintió.
— Sí, lo estás.
— Te extraño y te necesito. — la abracé fuerte.
— Lo sé. — ella se alejó y me miró. — Pero, al parecer no me extrañas tanto.
—¿Que dices?
— No estás buscándome.
—¿De qué estás hablando? — le pregunté confundido.
—Si me amas, búscame, amor. Tienes que buscarme y encontrarme, se que en el fondo crees que estoy muerta, ¡Pero búscame!
— No entiendo.
—Que lento eres, Vélez. Sólo búscame, por cada rincón, y encuentrame. — me agarró de la mejilla, cerré los ojos sintiendo esa sensación increíble. — ¡Despierta! Tienes que despertar y no pares de buscarme hasta encontrarme, se que lo lograrás. ¡Vamos! ¡Despierta!
Ella comenzó a alejarse, no dejaba de decir "búscame" empezó a desvanecerse en la oscuridad y ya no lograba verla.
—¡Mí amor, no te vayas! ¡Mí amor, no! ¡No, mí amor!
—¡PAPÁ!
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