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37: Un momento solo para nosotros.

Dormí en todo el vuelo, ya había aterrizado en Londres, ya era de noche y tenía que buscar un hotel para hospedarme esta noche fría de lluvia.

— quinto piso, habitación trece. — me dice la señorita del otro lado del mostrador. — el botones le llevará su maleta a su habitación, que tenga una buena noche señor Vélez. — asentí y me dirigí al elevador. Marqué el quinto piso y comencé a subir. Al detenerse se abrieron las puertas y caminé hasta encontrar la puerta con el número trece, la encontré y ahí ya estaba mi maleta esperándome, entré a la habitación y lo primero que hice fue lanzarme a la cama gigante a dormir, estaba muy cansado, mañana será un largo día.

(...)

Amor, ya me voy. — me dice Robert depositando un beso en mis labios. — Te extrañaré.

— Y yo a ti. — lo abracé. Volvió besarme y luego se fue a la empresa donde trabajaba.

Me senté en el sofá a mirar la televisión, pero ya estaba aburrida. Así que decidí ir a caminar por la hermosa ciudad de Londres, el día estaba muy frío, llovía como nunca, perfecto.

Pasaba caminando mirando los árboles, tapándome con los brazos por el frío, miraba el cielo, de dónde provenían las gotas de agua, que ahora estaba más calmado. El cielo estaba gris, pero trataba de salir un poco de sol, me coloqué debajo de un techo para no seguir mojandome ya que empezó a llover un poco más fuerte.

— Un, dos, tres... — conté para volver a salir  corriendo. Amaba la lluvia, era unas de mis cosas favoritas, estar debajo de la lluvia y mojarme con el agua, era hermoso.

Llegué al parque, ya no había nadie en la calle, ni en el parque, decidí por jugar debajo de la lluvia, girando mientras el agua caía por todo mi cabello y mi ropa mojada, estaba muy segura que dentro de unas horas me iba a dar una gran gripe, peor no me importaba, amaba la lluvia.

Narra Christopher.

Salí temprano de la empresa, ya que la lluvia había terminado con la electricidad, mejor. Ya que no tenía ganas de seguir trabajando ni de discutir con los futuros empresarios ni los empleados. Hoy no estaba de buen humor, ya que voy a estar más tiempo demorado aquí en Londres por el gran problema que hay en esta empresa. Creí que iba a poder, pero ahora veo que no.

Al salir de la empresa, me dirijo a mi carro que estaba estacionado afuera de la empresa, no había nadie en las calles, pero algo muy poco común me llamó la atención. Una niña, una niña jugando debajo del agua. Sonreí, ya que me trajo mucho recuerdos, viejos recuerdos de Amber. A ella le encantaba jugar debajo de la lluvia. Moví mi cabeza de un lado a otro sacando esos pensamientos que me hacían bien por un lado pero por otro mal. Abro la puerta del carro, y miro nuevamente a esa chica. Pongo los ojos chinos, ya que se me hacía muy conocida, vuelvo a cerrar la puerta del carro y me acercó a la plaza, mi cabello ya estaba mojado y casi todo mi traje también. Paso mi mano por mi rostro sacando las gotas de lluvia que tenía, ella estaba feliz, jugando, como una niña pequeña. Su cabello estaba más corto.

Ella giraba y giraba bajo la lluvia, ya estaba toda mojada, tenía los ojos cerrados, mientras giraba y giraba. Era ella, si, era ella.

¿Cómo es posible seguir queriendo a una persona después de tanto? No la quería, la seguía amando, y justo ahí me di cuenta que así era, ella seguía en mi corazón, a pesar de todo lo que había pasado entre nosotros, nunca pude olvidarme de Amber.

Sin darme cuenta ya estaba detrás suyo, ella se dió vuelta chocando contra mi cuerpo ya mojado. Su sonrisa cambió, no sé esperaba encontrarse conmigo. Una lágrima cayó por su mejilla, su cabello estaba todo alborotado como el mío, bajó su mirada, ninguno de los dos pudo lograr decir alguna palabra, pero nuestras miradas lo decían todo. Ella volvió a mirarme, y sus ojos brillaron, tenía un brillo diferente al que solía tener, en un momento miró a un punto fijo, su mirada parecía estar en otro mundo, segundos después volvió mirarme, y se largó a llorar, para luego abrazarme, yo no entendía absolutamente nada.

— Mi amor. — dijo desesperadamente. — Chris, mi amor. — volvió a repetir, coloqué mis manos en su cintura atrayendola más a mi cuerpo. — Me acordé, — se apartó un poco de mi para mirarme a los ojos. — me acordé de todo. — dijo ella con lágrimas en los ojos, mi mundo se paralizó por completo.

Sonreí, y juntamos nuestras frentes, se había acordado, me recordó. Agarré su cuello y la acerqué a mi juntando nuestros labios, ya no había ninguna distancia entre nosotros, nos besamos como nunca antes, yo necesitaba tanto de ella, y ella de mi, cuando nos separamos por falta de aire, la tuve entre mis brazos y la giré por el aire soltando una gran risa junto con ella.

— Perdón por todo mi amor, te amo y nunca dejé de amarte, te extrañé como nunca extrañé a nadie, te amo, te amo. — le dije al borde de las lágrimas.

— Perdón por suerte sufrir tanto, tenía una licuadora en la cabeza.

— No me pidas perdón, yo fui un completo idiota al no entenderte.

— Te amo. — dijo ella. Soy el hombre más feliz del mundo.

—¿Cómo? — pregunté haciéndome el desentendido.

— ¡Te amo! — volvió a repetir. Y nuevamente planté un beso en sus labios.

Ambos estábamos mojados, ya había dejado de llover y salió el sol, la abracé y la acerqué más a mi cuerpo, teniendola nuevamente en mis brazos. Era lo único que quería, era lo único que me faltaba para poder ser ser feliz después de tanto.

Me saqué el saco y se coloqué arriba de sus hombros para que no tuviera tanto frío.

— Vamos, te vas a enfermar. — agarré su mano y nos dirigimos a mi carro, abrí la puerta del copiloto para que ella subiera y luego rodee el vehículo para subirme yo. Desordené mi cabello tratando de secarmelo y luego puse en marcha el coche.

— Creí que me odiabas. — dijo ella.

—¿Odiarte? — moví mi cabeza de un lado hacia el otro negando. — Claro que no. No puedo odiar a la persona que más amo en mi vida aparte de mi hija.

— Estás casado, y te casarás por iglesia.

— No toquemos ese tema ahora, amor. Te he extrañado tanto que ni te imaginas, luego ya tendremos el momento de hablar de nuestras vidas.

Aparque el auto en el garage del hotel donde me estaba quedando y nos dirigimos a mi habitación para secarnos.

Entramos a mi habitación, busqué un conjunto de toallas para Amber y para mí, ella se estaba secando el pelo, yo no dejaba de verla, se veía tan hermosa, ella era hermosa.

— Tengo la cabeza tan mezclada, con recuerdos de toda mi vida y recuerdos de ahora con Robert. — dijo ella sentándose en un sofá.

— Me imagino. — me arrodille en frente de ella y acaricie su mejilla, ella cerró los ojos disfrutando de mi tacto.

Perdóname por todo.

— Shh, — dije apoyando mi dedo índice en su labios. — disfrutemos este momento para nosotros. — besé sus labios acariciando su mejilla, agarré su mano para que se levantara y luego la agarré de la cintura llevándola a la cama, la recosté en ella, y sin apoyar mi peso, me acosté encima de ella. Desabotoné su pantalón, y sin dejar de besarla, se lo deslicé por sus piernas. Después de sacárselo por completo, se giró quedando ella encima mío, me senté en la cama y me saqué la camisa. — Ni te imaginas lo que te he extraño.

Sh, disfrutemos el momento que tenemos para nosotros. — ahora dijo ella. Solté una pequeña risa y volví a besarla.

Sentí que volvimos el tiempo atrás, estar con ella era tan especial como todos nuestros momentos juntos. La amo, la amo demasiado, y a pesar de todo lo que pasó, y de todo lo que pasamos, nunca dejé de sentir ese amor por ella, a pesar de la distancia, a pesar de que intenté olvidarme de ella, e intentar enamorarme de otra persona, era imposible, porque ella volvía a mi cabeza, una y otra vez.

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