3: ʏᴀ ɴᴏ ᴠᴏʟᴠᴇʀÁꜱ...
Christopher Vélez.
Trato de ser fuerte, trato de no pensar en ella, en poder seguir sin ella, a olvidar todo lo que pasó. Pero era inevitable, ella estaba en mí cabeza todo el maldito día, en mis sueños, en ella pienso día y noche, y no puedo aunque quiera sacármela de la cabeza tan solo un segundo.
La extraño, extraño todo de ella. Pero ahora tengo que pensar en mí, tengo que pensar en que ella ya no volverá y tengo que rehacer mí vida, no puedo estar toda mí vida pensando en que Amber volverá, porque no va a ser así, ella ya no está, y tengo que aceptarlo aunque me duela.
— Señor, Vélez... — sentí unas manos frente a mis ojos. Alcé la vista encontrándome con mí secretaria. Moví mí cabeza de un lado a otro sacando esos pensamientos de mí cabeza.
— ¿Que ocurre? — me acomodé en la silla enderezando mi espalda y apoyando mis manos en el escritorio.
— Se encuentran los accionistas en la planta, le recuerdo que hoy tenían una reunión.
—Oh, — me levanto de mí silla. — lo había olvidado. — paso mis manos por mí rostro. — diles que empiecen sin mí, no puedo concentrarme y necesito descansar.
— Pero, señor...
—¡Nada! Haz lo que te digo. — agarré mí maletín y salí de la oficina, estaba muy desconcentrado como para hacer aquella reunión. Ella solo agachó la cabeza y asintió.
Comencé a caminar lo más rápido que pude hasta llegar a mí auto. Al entrar lancé mí maletín al otro asiento. Estaba verdaderamente estresado por todo lo que había vivido, ojalá todo hubiese sido diferente, ojalá la universidad no se hubiese incendiado y yo estaría feliz con el amor de mí vida a punto de casarnos. ¿Será el destino? Estábamos a tres días de convertirnos en marido y mujer, y pasa todo esto.
—¡Mierda! — dije golpeando el volante con ambas manos. — Te extraño, mí amor. No sabes cuánto. — apoyé mí cabeza encima de mis manos y me quedé así por unos minutos. — Basta, Christopher. — moví la llave encendiendo el vehículo y arranque sin mirar al frente, frené de golpe al darme cuenta de que había alguien en frente de mí auto con cara de asustada.
—¿Qué haces animal? — dijo ella mirándome con enojo. Me bajé rápidamente.
—¡Lo siento!
— Si, claro. — ella agarró su bolso y comenzó a caminar a dirección contraria.
—¡Espera! — fui detrás de ella. —¿Estás bien? Lo siento, tuve un mal día, — ella se frenó y se dió vuelta alzando una ceja. — Mí novia falleció en un accidente y no estoy teniendo buenos días, — su rostro cambió por completo. — disculpa.
— No, perdoname tu a mí, tampoco he tenido un buen día. — me sonrió amablemente. — Es el quinto currículum que llevo y me dicen que el dueño no puede verme, ¡¿Qué se creen?! —dijo furiosa. —¿Que por tener mucho dinero se hacen los importante?
— ¿Aquí viniste a traer currículum? — pregunté con una mini sonrisa. Ella asintió. — Me presento, Christopher Vélez, dueño de esta empresa. — estiré la mano con una sonrisa divertida.
— Yo... — su expresión en su rostro cambió, ahora se veía vergonzosa. — Lo siento, no quise ofenderlo de esa manera.
— Tranquila, no me ofendí, — tragué saliva. —¿Quieres trabajar? Te doy el empleo.
— ¿En serio? Pero, ni siquiera me haz hecho una entrevista.
— No hace falta, te debía una por el "casi choque" — hice comillas con mis dedos. — ¿Aceptas ser la asistente de mí secretaria?
— Está bien, acepto. Sólo porque casi me atropellas. — estiró la mano, yo la tomé. —Melissa.
— Un gusto, Melissa.
(…)
Amber Taylor.
—¿Nerviosa? — me preguntó Robert. Estábamos en la estación de policía, en ese lugar podría saber si alguien me está buscando, estaba muy nerviosa.
— Un poco, — sonreí nerviosa. — me aterroriza pensar que nadie está buscándome.
— No pienses en eso, capaz tengas una familia que en estos momentos no para de buscarte y quiere encontrarte.
— Pasen por aquí. — dijo un oficial. Nos sentamos en unas sillas en frente de aquel oficial que estaba por tomar nota. — ¿Que se les ofrece?
— Bueno, yo la encontré a ella en la calle y no se acuerda de nada, necesitamos saber si alguien está buscándola, por favor.
— Bien, — el oficial sacó un cuaderno con personas que están buscando. — aquí tienes esto, si tu foto está aquí, alguien te está buscando, y en el computador estarán los datos.— él me dió el cuaderno y empecé a buscar, pasaba las páginas y mí foto no aparecía, tenía esperanzas de que mi cara esté ahí, pero no, mis ojos se cristalizaron. Mí foto no estaba, sequé mis lágrimas con la manga de la camiseta y me di vuelta. — Lo siento mucho. — cerró el cuaderno. — Puedes dejar tus datos y una foto tuya, si alguien viene o me entero de algo, te llamaré.
— Te dejaré mí numero y una foto de ella por si acaso, no dudes en llamarme, por favor.
— De acuerdo.
Comencé a caminar dejando a Robert atrás, nadie estaba buscándome, esto iba a ser más difícil de lo que creí.
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