1: ꜱɪɴ ʀᴇᴄᴜᴇʀᴅᴏꜱ.
La hora del incendio.
Narra Amber.
Veo una luz rara, escucho personas gritar, cuando salgo hay una llama de fuego, empiezo a preocuparme, trato de salir pero es imposible, me quedó sin oxígeno y empiezo a cerrar los ojos lentamente, el fuego se acerca, trato de abrir los ojos y veo una salida, me deslizo por el suelo tratado de llegar a la puerta. Con las pocas fuerzas que tenía, pude salir del fuego que estaba matandome. Salí por la puerta de emergencias, logré escaparme.
Ya estaba afuera, se escuchaban los ruidos de autos y bocinas, poco a poco fui cayendome.
— Christopher. — dije por último y mis ojos se fueron cerrando desvaneciendome por completo, al caer mí cabeza se golpeó con algo.
(…)
Una sombra en forma humana se me acercó, traté de abrir los ojos, pero me ardían, me dolía la cabeza y no sabía que era lo que me había pasado, no recordaba absolutamente nada.
— ¿Te encuentras bien? — me dijo el hombre que estaba arrodillado frente a mí.
— No, — agarré mí cabeza, me dolía mucho. — ¿Qué me pasó? — hacía fuerzas para recordar lo que había pasado, pero no lograba descifrar nada.
— Te vi tirada aquí y me acerqué, ¿Quieres que te lleve al médico? — yo asentí. — ¿Cómo te llamas? — me preguntó, yo me quedé pensando pero nada venía a mí memoria.
— No lo sé. — pasé mis manos por mí rostro, él me quedó mirando.
— Ven, — estiró su brazo. — Confía en mí, te llevaré a qué te revisen, ¿Si? — yo asentí, traté de levantarme, pero no tenía fuerzas. Él me levantó y me llevó.
(…)
Narradora omnisciente.
— Está como ido. — decía Valentina mientras hablaba con Mechi. — No come, no me habla.
— Está dolido por lo que pasó.
— Todos estamos mal, la mamá tuvo una recaída, Mechi. Yo todavía no lo puedo creer, fue todo muy rápido.
—¿La policía la dió por muerta? — le preguntó ella.
— Si. Después del incendio buscaron por todas partes, y no había nadie vivo. — se sentó en el sofá pasando sus manos por su rostro. — No he dormido nada. Ella era... — no pudo evitar llorar. — ¡Se iban a casar! ¡No puede ser! En tres días iban a casarse, íbamos a ser todos felices y ahora ella está, — no terminó de hablar.
— Que feo todo lo que pasó. — Mechi se sentó a su lado.
— Le llevaré algo de comer, tiene que alimentarse.
Ella se levantó del sofá y se secó sus lágrimas, se dirigió a la cocina y le preparó un sándwich y un vaso de jugo. A pesar de querer llevarle algo para que coma u obligarlo a qué consuma la comida, ella sabía que él no iba a querer, lo conocía bastante.
—Papá, — tocó la puerta de su habitación. — Te traje algo para comer, ¡Tú sandwich favorito! — lo animó. — pero ella no recibía ninguna respuesta de parte de su padre.
Valentina agarró las llaves que tenía de repuesto y entró sin que Christopher le diera el permiso.
Ella entró y Christopher estaba sentado en el piso apoyado a la cama.
— Tienes que comer algo, papá. — Valentina se acercó a él y dejó la bandeja en la cómoda que estaba al lado de su cama. — Papá. — volvió a llamarlo.
— No tengo hambre. — logró decir él sin siquiera mirarla.
— No seas caprichoso, Vélez, tienes que alimentarte, no puedes tener el estómago vacío.
— No tengo hambre, Valentina. Quiero estar solo.
— Está bien, yo, — suspiró triste. — estaré abajo por si necesitas algo. — Christopher no dijo nada y Valen se retiró sin más.
(…)
—¿Cómo es tu nombre? — me preguntó el médico que me estaba atendiendo.
— Me encantaría responderle esa pregunta, pero ni yo sé cómo me llamo.
— Te haré una placa para ver qué es lo que tienes, ¿De acuerdo? — yo asentí.
— Tranquila, estará todo bien. — me dijo tranquilizandome el chico que me había encontrado.
(…)
— Okey, linda. Tienes amnesia temporal. Haz sufrido un pequeño golpe en la cabeza que hizo que tus recuerdo se borraran. — comenzó a hablar. — No trates de forzar tu memoria, porque eso podría llegar a causar algún daño, tampoco puedes recibir noticias fuertes por personas que conocías y no te acuerdas. — hizo una pausa. — ¿No tienes idea de lo que pudo haberte pasado?
— No. — corrí mí cabello a un lado. — lo único que recuerdo es estar tirada en el piso y cuando él me ayudó, nada más.
— Bien, cuando se te venga algo a mente, o lo pequeño que puedas recordar, vente a mí consultorio, para ver cómo vas avanzando.
— De acuerdo. — me bajé de la camilla. — Pero, no se a donde ir, no tengo idea de dónde vivo y no traigo nada como para saber.
— Quédate tranquila, puedes quedarte en mí departamento por un tiempo hasta que sepamos algo, vivo fuera de la ciudad.
— No quiero molestar.
— Confía en él, bonita. Robert es un gran amigo y estoy súper seguro de que te ayudará. — yo sonreí amablemente.
— Muchas gracias.
— No agradezcas, sería un placer tener una compañía.
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