Cuando Sheila se dio cuenta ya era de noche. Como era posible si solo se había tumbado un rato. Se levantó y se dirigió corriendo al lugar donde se situaba su casa. Cuando entró vio que sus padres estaban llorando y ninguno de sus hermanos estaba en casa. Cuando se atrevió a entrar su madre no sabía si pegarla o abrazarla. La pegó un bofetón en la mejilla izquierda. Ella casi rompe a llorar pero sabía que se lo merecía porque había desaparecido de casa desde la hora de dormir. Cuando su madre se tranquilizó, la dio un abrazo. La apretó tan fuerte que casi no podía ni respirar. Después la dijo:

-¡¿Dónde has estado Sheila?!- dijo su madre con un tono de enfado pero muy preocupada de su hija.

Ella la respondió:

-Estaba en casa de Pedro, mi amigo- respondió ella firmemente, aunque no fuera verdad.

-Pero si te hemos estado buscando por todos lados, no podrías haber avisado- dijo su padre con voz seria.

-Los siento mucho- dijo ella muy arrepentida.

Desde ese momento no se volvió a acercar a su escondite secreto en bastante tiempo.

 Pero ella no sabía que después de haber estado, semanas atrás en su escondite, su vida iba a dar un cambio radical.