7: Nuevos amigos y un percance en el estacionamiento
Arabella Acker
Las clases estuvieron aburridas, todo lo que sucedía en el instituto lo era, con excepción de una pelea que había ocurrido en uno de los pasillos que teníamos que atravesar para llegar a cafetería, dos chicos se agarraron a golpes, algo que no tenía idea que sucediera es que no apareció ningún profesor para separarlos, un par de estudiantes fueron los encargados de eso. Creí que habría más control en este instituto, me he dado cuenta que no.
Otra cosa de lo que me di cuenta es que uno de los chicos fue el mismo con el que me enfrente en la carrera de ayer, me sorprendí al verlo en mi clase de francés, como sea, no creo que me reconozca y si me preguntan, negare que sí está bueno. Ahora es de día y se puede apreciar mejor.
Tuve que darme un golpe mental en la cabeza, no podía pensar en chicos, no había venido a eso, puede estar muy guapo, pero sé que solo será una distracción si sigo dándole importancia.
Resoplé al ver lo lleno que estaba el comedor, rápidamente nos formamos para elegir nuestros alimentos. De pie en la fila comencé a fantasear planes, podría buscar lugares para visitar junto a Freya, deseaba salir a divertirme. Al llegar nuestro turno agarré lo primero que vi, sostuve con fuerza la bandeja, pasaban muchas personas alrededor y sin cuidado. No quería que el primer día terminara en una tragedia.
Buscábamos asientos con la mirada, todo está poblado que parecía que no lograríamos comer sentadas, justo en una mesa donde estaban sentados tres chicos y una chica, uno de ellos nos habló.
—¡Eh, nuevas!
—¡Siéntense con nosotros! —exclamó un chico distinto.
Me giré a Freya.
—No hay nada que perder —mencioné encogiéndome de hombros.
—Vamos.
Atravesamos estudiantes y mesas, teniendo cuidado de no chocar con alguien y derramar nuestra comida.
Tomamos asiento en la mesa y comenzamos a comer, bajo las atentas miradas del resto.
—Hola —saludé—. Soy Zoe y ella es Gia.
—¡Hola! —hizo el ademán de saludo.
—¿Qué tal?, mi nombre es Josh —habló el chico de cabello castaño.
—Yo me llamo Jacob —se presentó el chico que estaba sentado a su izquierda y enfrente de mí.
—Hola, yo me llamo Hendry —fue el turno del chico que se encontraba a lado de Jacob y frente a Freya.
—Y yo me llamo Alisha —mencionó la morena de ojos verdes, pecosa; la cual se encontraba a mi derecha.
Por un momento me sentí en una película, eran muy atractivos los cuatro y cada uno tenía algo que los hacia especial, no solo físicamente, sin duda en Josh eran sus labios, Jacob tenía los ojos azules verdosos, Hendry era de piel pálida, algo difícil en Los Ángeles por el sol, y el cabello teñido de blanco. Y Alisha sin duda es muy hermosa, sus ojos verdes demasiado profundos que decían tantas cosas, me atrevo a decir que cuando conecté mirada con ella me sentí atrapada en sus ojos y algo que hace que resalte aún mas de su físico son sus pecas, las cuales cubrían casi todo su rostro.
Después de preguntarnos un par de cosas más y nosotras a ellos, un golpe seco se escuchó en la entrada de la cafetería. Al voltear a mi alrededor vi cómo todas las miradas se encontraban puestas en el chico con el que había competido —además que fue uno de los dos chicos que se pelearon en el pasillo—, y su amigo de cabello rizado, se encontraban en la entrada.
Pude notar como ambos pares de ojos buscaban mesas en el gran lugar, al encontrar una caminaron a ella. Por poco me sorprendo de la manera tranquila en la que se comportaban, como si la pelea nunca hubiera sucedido, lo único que delataba que si sucedió fue el labio partido y un pequeño hematoma en la mejilla de él. Sin embargo, parecía no importarle.
¿Qué te importa, Arabella? Concéntrate en lo tuyo.
—¿Cómo se llaman? —preguntó Freya.
—El de cabello castaño se llama Aarón y el de rizos es su mejor amigo, Zachary —respondió Josh.
Con que te llamas Aarón.
Quité mi mirada de los chicos y me volví a girar viendo al frente, volviendo a comer.
—¿Qué saben de ellos? —cuestioné de manera desinteresada, tomando una papa frita y enterrándola en la salsa de tomate.
—De Aarón solo que es el mejor corredor de California, o era, dicen que ayer perdió una carrera importante contra una tal Steel Doll —contó Hendry.
—Y de Zachary casi nada, solo que siempre está con Aarón, nadie sabe si tienen familia, ni si quiera sabemos dónde viven, pero tampoco es algo que nos interese —menciono Jacob, encogiéndose de hombros completamente desinteresados.
Seguimos hablando de temas triviales e intercambiamos números hasta que sonaron el timbre, en un suspiro comencé a caminar a un lado de Alisha y Jacob, quienes tenían la misma clase que yo.
Creo que son buenas personas, tal vez con el tiempo pueda considerarlos como amigos, no estoy segura, me gustaría que sucediera. Me gustaría tener más personas a mi lado y compartir momentos juntos. Creo que al fin puedo sentir lo que es tener una vida "normal".
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Al terminar las clases me sentía completamente agobiada, habían cosas completamente nuevas y no puedo negar que era un poco aburrido estudiar de esta forma, la buena noticia es que muy pocos profesores encargan deberes, sin duda este instituto es algo extraño. No encargan tarea y ningún adulto se mete en las peleas.
Camino a mi auto me encontré a un chico dándome la espalda y recargado en mi coche, por el humo que salía frente a él me di cuenta que fumaba. Me detuve a pocos pasos de él, no podía reconocerlo. Aclaré mi garganta esperando que se girara, pero me ignoró completamente.
Tranquila, recuerda que Zoe no es problemática.
—Hola, disculpa. ¿Necesitas algo?
El chico se giró y me esforcé en no borrar la sonrisa al ver a Aarón, el mismo chico de la carrera. Me dio un vistazo de arriba para bajo, hizo un gesto desinteresado y desvió la mirada.
¿A este que le sucede?
—No, ¿por qué necesitaría algo de ti?
Dame paciencia.
—Imbécil —susurré.
De un momento para otro, el chico me había acorralado con mi auto y acercado su rostro muy peligrosamente cerca del mío, tanto que su aliento a dulce de cereza y cigarrillo me golpeaba en la cara.
—Repítelo —exigió en una expresión endurecida.
No hablé y repasé sus ojos, el sol le pegaba de frente, iluminando sus castañas y oscuras pupilas, dejándolas ver de un color más claro y brillante. Bajé hasta sus labios, amplios y rellenos, muy cerca de mí.
—Repítelo —volvió a exigir más suave.
Levanté mi mirada a sus ojos y lo encontré observando los míos. ¿Será que me quiere besar? Decidí probarlo un poco. Acerqué más y levante mi mentón, dando la apariencia de que lo besaría, justo cuando nuestros labios se rozaron, le hice caso y lo volví a repetir.
—Imbécil —le di un suave empujón en el pecho y salí de su encierro, recuperando el aire que había perdido. No lo entendí, ¿por qué estaba tan agitada si apenas lo conocía?
No estés pensando tonterías, Arabella. Me reproché notando que su ceño estaba fruncido y no entendía lo que había sucedido. Me reí de él.
Acerqué mi boca a su oído y muy suavemente le murmuré:
—¿A caso quieres que te bese? —sonreí alejándome.
De pronto una mano me tomó por el cuello y me acercó bruscamente a su rostro, era la suya, se sentía fría y áspera, no mucho, pero la sensación estaba ahí. Mi estómago se contrajo al sentir su mano apretar suavemente mi cuello, lo hacía de una forma en la que parecía ser violeta, aunque en realidad no doliera.
—No me provoques.
Nuestras bocas estaban a menos de un centímetro de tocarse, lo estaba disfrutando, mi pecho se agitaba de la emoción del momento, inexplicablemente. Él tenía algo que me emocionaba, lo supe desde la carrera, quería saber más sobre él, la parte obscura y oculta de mi interior deseaba saber que tan corrompido estaba, para yo también hacerlo, para yo también corromperlo.
—¿Por qué no? —pasé la punta de mi lengua por mi labio inferior. Quería saber hasta dónde terminaría esto y como.
—¿Nos vamos? —habló Freya a un lado de nosotros. Su voz me había sorprendido, recordé que ya era la hora de la salida y me dirigí a mi auto para esperarla, no obstante, no me deje ver asustada porque me viera en esta situación.
—Claro —sonreí pisando con fuerza el pie del chico, quien cambió de una mirada severa a una de molestia y dolor. Lo bueno es que logré que soltara mi cuello.
Me subí al auto junto a Freya y arranqué dejándolo de pie viéndonos mientras nos perdíamos entre las calles. Recordé la sensación de sus labios muy cerca de los míos, aun podía sentir su mano rodear mi cuello. Solté una sonrisa sin querer.
—¿Qué he visto? —exclamó Freya con una sonrisa llena de picardía.
—No tengo idea —nos soltamos a reír.
Y, puede que tenga razón, no tengo idea sobre lo que ha pasado, actúe involuntariamente, me salí de control sin pensarlo... todo por un maldito chico.
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Cuando terminamos de comer recibí una llamada de mi padre, no me pareció extraño que llamara, pero tampoco normal, de inmediato presioné el botón verde.
—¿Bueno? ¿Arabella? —escuché la voz de mi papá a través del teléfono.
—Sí, soy yo. ¿Qué sucede?
—Te quería pedir un enorme favor.
Rodé los ojos y resoplé, tenía una corazonada que me decía que lo que me pida mi padre no me gustaría para nada.
—¿Qué cosa?
—Necesito que mañana a las doce de la noche vayas a recoger un dinero al puerto, te acompañarán mis hombres. ¿Aceptas?
No, no quiero ir.
—¿Por qué yo? ¿No pueden ir tus hombres? —cuestioné molesta, ya que al mudarme a Los Ángeles tenía planeado dejar esa vida a un lado.
—Eres la más indicada para hacer esto.
—Bien —respondí rodando los ojos sin poder negarme mucho, si mi padre quería que yo lo hiciera sería por algo en especial—. Necesito qué me digas: ¿Qué tengo que recoger? ¿A quién veré? ¿Cómo es? y ¿Cuántos hombres mandarás a que me respalden?
Pude sentir como sonreía a pesar de que no lo veía.
—Tienes que recoger cien grandes, el hombre se llama Ruslan Markovic, es un ruso imbécil que me debe dinero. Es gordo, de estatura baja, cabello negro, ojos cafés obscuro, y mandaré a quince hombres, nueve estará junto a ti y el resto estarán escondidos por el lugar en caso de que algo salga mal.
—Está bien. Adiós papá.
—Adiós Arabella. Oh, casi se me pasa, ellos te pasarán a recoger al pent-house —mencionó antes de colgar.
Papá me necesitaba para recoger algo en el puerto y yo no pude desistir, se lo debo, cuando le mencioné mi deseo de salirse de esa vida, aceptó sin muchos rodeos. Al principio si estuvo inseguro, pero al ver que lo deseaba mucho terminó diciendo que sí. Una de las principales causas de querer mudarme, no solo fue porque quería experimentar nuevas emociones, también lo hice porque estaba cansada de perder a las personas que amo, la primera persona que me robó la mafia fue a mi madre. Una mujer tan dulce y valiente que cada que la miraba deseaba ser como ella, cuando murió yo estuve ahí, y no mentiré diciendo que su muerte ya no duele.
Por muchas generaciones, la familia de mi padre creo una corporación, algo que pudiera brindarles lujos sin esfuerzo, cuando era pequeña no lo entendía, ¿Por qué nos buscaba la policía si no hacíamos nada malo? Al menos así lo creía yo, mis padres me decían que solo les daban a las personas algo que deseaban, no hay nada malo en eso, yo no tenía idea de que la droga fuera adictiva como peligrosa, ni que las armas que veía hicieran tanto daño después de ser vendidas.
Jamás me pareció correcto lo que mi familia hacía, pero tampoco estuve en contra, con el tiempo crecí y lo acepté, me enseñaron a ser egoísta y preocuparme solo por mi vida. Recuerdo que papá siempre me decía: Nosotros no los obligamos a comprarnos, ellos toman sus propias decisiones, deja de preocuparte por desconocidos a los que no les importas. Es difícil de saber, pero ellos eligen entrar a este mundo y nadie puede rechazarlos.
Su manera de pensar me hizo dudar muchas veces, no comprendía como me decía que no me preocupara por desconocidos, pero él en secreto gastaba miles de dólares en fundaciones y ayudaba a con dinero a personas que lo necesitaban, siempre en secreto, claro está.
—¿Qué sucede? —preguntó Freya.
—Quiere que recoja un encargo en el puerto —repliqué hastiada, dejando a un lado mis pensamientos.
—¿Quieres que te acompañe?
—No, gracias. Estaré bien —volví a centrar mi atención en la película.
—Está bien —aceptó haciendo lo mismo que yo.
No pasó ni un minuto, cuando volvió a hablar.
—¿Qué harás con el chico? ¿Te gusta?
Abrí mis ojos completamente sorprendida, no me gustaba Aarón, solo me parecía muy atractivo que me hacía querer jugar con él, solo eso.
—¡Claro que no! —chillé.
—Claro, claro. Ya te quiero ver después, estarás muy loquita por el cuando menos te des cuenta.
Negué con la cabeza girándome a ella.
—Jamás, solo lo he visto pocas veces. ¿Cómo me podría gustar tan rápido?
—El amor actúa de formas inexplicables, muy inexplicables —habló fingiendo misterio, terminando en un susurró.
Solo me reí de ella tirándole un cojín en el rostro. Está pensando en tonterías, no necesito de una relación ahora, estoy mejor sola.
El resto del día transcurrió con normalidad, hice alguno que otro deber encargado y a eso de las siete me dirigí al armario, tomé un conjunto deportivo y me dirigí al mini gimnasio, pasaron los minutos y comenzaba a aumentarle la intensidad a los ejercicios, mi cuerpo estaba empapado de sudor, algunas partes las sentía adormiladas.
No me di cuenta del momento en el que Freya comenzó a acompañarme, cada uno hacía lo suyo. Pasadas las dos horas solo tomé un pijama y me di una gran larga ducha. A veces cuando las emociones intentan cegarme, hacer ejercicio me ayudaba a controlarlas, necesitaba mucho de esto.
Estoy agotada.
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