
4: Dark Beast y Steel Doll
Al abrir los ojos me percaté que ya había amanecido, no tenía idea de la hora que era, solo podía notar que mi estómago comenzaba a gruñir pidiendo comida, a paso lento y perezoso entre al baño para hacer mis necesidades, al terminar bajé las escaleras y me di cuenta de que estaba muy silencioso, caminé hacia la cocina para preparar el desayuno.
Me distraje untando la mermelada en los panes que no escuché a Freya hasta que hablo.
—Buenos días.
—Buenos días —contesté con una sonrisa.
—¿Qué preparas?
—Pan tostado con jalea y mantequilla. ¿Quieres?
—Sí, claro —tomó un pan del plató.
Tenía ganas de salir, hacer algo, mañana comenzaba el instituto y sé que hay una posibilidad de que no haga muchas cosas por la escuela.
Una idea floreció de mi cabeza, hacerlo una última vez no dañaría a nadie.
—Freya.
—Mmm... —balbuceó mascando.
—¿Vamos a las carreras?
—Uy, sí. Quiero verte correr, hace tiempo no lo haces.
—Le preguntaré a Xavier donde se organizan.
Asintió.
Terminando de comer recogimos y limpiamos lo que habíamos utilizado.
Xavier es un buen amigo que trabaja para mi padre, hackeando; ya que él es muy bueno con la tecnología.
Intenté llamarlo, pero me mandaba al buzón de voz, seguí insistiendo hasta que se dignó en contestar la llamada.
—¿Bueno? ¿Quién habla? —escuché su voz adormilada a través del teléfono.
—Yo, estúpido, Arabella —mencioné con diversión.
—¿Qué pasa? Tu padre me habló de lo que les sucedió.
—Sí, no lo puedo creer —estreché los ojos—. ¿Tú cómo te encuentras?
—Bien, sigo trabajando en lo mismo —bostezó.
—Necesito saber dónde se organizan las carreras.
—Claro, lo averiguaré y te mandaré mensaje con la dirección, ¿está bien?
—Sí, perfecto. Cuídate Xavier.
—Tú también —se despidió.
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La mayor parte del día estuve entrenando en el mini gimnasio, para cuando terminé, el sudor me corría por todas partes, tanto que tenía una mueca de disgusto, estuve acostada sobre el piso hasta que me relajé, mi pecho subía y bajaba intensamente, mi cabeza, la cual había estado en blanco, comenzó a llenarse de preguntas.
¿Y si alguien se entera de quién soy, en el instituto? ¿Me llevaré bien con el resto de los estudiantes?
Antes de que un sin fin de preguntas me arribaran decidí palmear mis mejillas, está claro que no me importa si me llevo mal con alguien de ahí, tengo a Freya, ninguna otra persona me importa como ella, además sé que nadie podrá enterarse quien soy verdaderamente. Mi cabello ahora es negro, y a comparación de hace unos meses, ahora tengo más tatuajes. Incluso puedo decir que mis rasgos han madurado, no soy la misma chica que vivía en Francia.
Entre a mi habitación leyendo el mensaje de Xavier con la dirección, solo tomé ropa cómoda y me di una ducha, durante el baño mis músculos se relajaron de más, me comenzaron a pesar los ojos y sentía muchas ganas de dormir. Sacudí mi cabeza saliendo del baño, tal vez duerma un rato en lo que anochece.
Al salir del baño me cepillé mi melena y bajé a la primera planta, una vez abajo me encontré a Freya en el sofá viendo el noticiero.
—En noticias de última hora, el jefe de la mafia de Italia ha sido capturado en Rusia mientras estaba en una reunión importante, en un operativo en el que han resultado seis oficiales muertos y nueve heridos, mientras tanto en el bando contrario resultaron cuatro detenidos, incluido el jefe, dos muertos y siete heridos...
Dejé de prestarle atención cuando escuché toques en la puerta, mis ojos conectaron con los de Freya, hablamos con la mirada unos segundos, hasta llegar a la conclusión de que nadie había ordenado nada, por ende, no sabíamos quien estaba del otro lado de la puerta. Se puso de pie y caminamos sigilosamente hasta quedar a los costados de la puerta, una frente a la otra.
Yo no cargaba mi arma, cosa que agitaba mi respiración, di una mirada rápida a Freya y me percaté de que ella si cargaba con la suya. Decidí ver por el pequeño lente de cristal que dejaba ver quien estaba del otro lado, encontrándome a un señor vistiendo prendas azules.
Fruncí el ceño, escuché como volvía a tocar el timbre, sonando por todo el lugar, hasta terminar en un suave eco tenebroso, me pegué aún más a la pared, tomé aire y la iniciativa de hablar.
—¿Quién?
—Buenas tardes, tengo una entrega para esta dirección.
¿Entrega? ¿Quién más sabe dónde vivimos?
Me aclaré la garganta y hablé pacíficamente.
—¿De parte de quién?
—Proviene de Francia y señala esta habitación de este edificio.
Suspiré corriendo la cadena y quitando los seguros, para abrir la puerta. Al hacerlo pude apreciar mejor al señor del otro lado, lucía amigable. Algo que no tenía mucha relevancia, pues mi padre siempre me dijo algo sobre personas que parecían un ángel puro, pero que terminaban siendo un demonio, me decía: "Hasta la persona más amable esconde pecados, la diferencia con una persona mala es que si sabe esconderlos. No confíes ni en ti misma."
—Buenas tardes —sonreí.
—Buenas tardes —me tendió un sobre amarillo y una hoja apoyada en algo duro—. Firme aquí —me indicó con el dedo.
Después de firmar bajo el primer nombre que se me ocurrió me dediqué a observar el sobre, parecía algo normal, no sé notaba sospechoso ni extraño. Al leer los datos noté que provenía de París y era para esta dirección. Sin nombres, solo destino y país de envío.
Al abrirlo encontré dos identificaciones falsas, una para mí y otra para Freya, ahora mi nombre es Zoe Cooper O'Brien y Freya se llamará Gia Griffin Morrison.
Sonreí al ver que todo estaba correcto, aparte de las identificaciones había todo tipo de papeles importantes que pudiéramos necesitar con nuestros nombres falsos.
Me acerqué a Freya, después de que vio que era un cartero se regresó al sofá, me detuve frente a ella y observé detenidamente su rostro, ella siempre me acompañó a esa nueva aventura sin importar lo que podría suceder, pero así son las amigas, se apoyan en las buenas y en las malas hasta la muerte, o al menos así era nuestra amistad. Sonreí tendiéndole sus papeles.
—¿Qué es? —preguntó.
—Nuestras identidades —respondí.
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Estábamos viendo películas y comiendo una pizza que habíamos ordenado, cuando caí en cuenta que faltaba poco para que iniciaran las carreras, tengo que alistarme.
—Freya.
—¿Qué sucede? —cuestionó.
—Me arreglaré para la carrera —comenté levantándome del sofá.
Revisando mi armario en busca de ropa para la carrera, diferentes sentimientos comenzaron a aparecer, ver algunas prendas que ya había utilizado para distintas ocasiones revivió un par de recuerdos, como la primera vez que competí en una carrera, o la vez que acompañé a mi hermano mayor a mi primera entrega, comencé a notarme nostálgica. Saber la vida que he tenido me ha hecho reflexionar, los lujos no me importaban mucho, las personas que están conmigo, sí.
Recuerdo que hace casi tres años tuve una prima, tuve, porque la asesinaron, aunque no vivía de la misma forma que yo, era la única prima que tenía, éramos muy cercanas, su castigo fue conocernos. Su partida aun me duele, no pude hacer nada, con el tiempo aprendí que en la vida cometeré errores y que jamás debo dejar que me afecten, solo puedo mejorar y aprender de ellos para no volver a cometerlos, pues con el tiempo, el cargo de conciencia es uno de los más grandes castigos que existen.
Cuando encontré el conjunto perfecto me metí a la ducha y dejé que la fría lluvia artificial despejará mi cabeza. Estuve en la ducha alrededor de quince minutos, al salir me vestí, sequé mi cabello y lo alacié. Una vez lista me dirigí a la sala de estar en espera de Freya. Pasaron algunos minutos, me distraje revisando mi teléfono, hasta que escuché los pasos de Freya bajando por las escaleras.
—Estoy lista.
—Vamos —murmuré saliendo del lugar caminando al ascensor.
En el trayecto estuvimos cantando y divirtiéndonos, disfrutando el momento, conforme avanzábamos el paisaje iba cambiando, había vagabundos en las esquinas, drogadictos, entre otras personas que denotaban ser del barrio peligroso de la ciudad, las casas estaban casi en ruinas y los edificios abandonados. Cuando llegamos muchas de las miradas estaban puestas en mi auto.
Supongo que no es normal ver carros nuevos.
Nos colocamos cascos de motocicleta para que no nos reconocieran. Si al llegar ya nos veían, cuando bajamos absolutamente todos nos observaban. Recorrí el lugar con la mirada, era muy difícil ver, estaba de noche y la visera del casco era oscuro, seguí observando cuando noté que un chico era alumbrado por las luces de un auto, el conductor del auto y él parecía que tenían problemas, pues el chico que estaba frente al auto no despegaba la mirada de quien conducía, las miradas habían pasado de nosotras a él. Lo detallé dándome cuenta que vestía ropa oscura y tenía un cigarrillo entre los labios, gracias a las luces también pude ver que tenía el cabello largo, despeinado y castaño oscuro, pegándole al negro, fue lo único que pude ver por más que agrandaba los ojos y lo enfocaba.
Apreté los labios con gracia viendo como el chico se subía al cofre del auto y lo pisaba fuertemente y también golpeaba con su talón el parabrisas, con una sonrisa demasiado burlona y contagiosa.
Me recargué en el auto aun viendo la escena, negué con la cabeza cuando del auto bajo otro chico y amenazó con golpearlo, pero el chico que estaba arriba del cofre comenzó a saltar en su lugar, se notaba que no se llevaban bien. Dejé de prestarle atención cuando llegó otro a separarlos y calmar al chico que se había bajado del auto, el cual ya estaba algo dañado y con el parabrisas estrellado.
—Eh.
Oí la voz de Freya llamándome, le presté atención de inmediato.
—Vamos, hay que meterte en la carrera.
Caminábamos hacia el chico que parecía ser el organizador de todo. Al estar frente a él lo encontramos con dos mujeres en cada pierna y un cigarrillo en la boca.
—¿Cuánto la entrada? —inquirí de manera neutra.
—¿Quién eres? —preguntó el chico poniendo su atención en nosotras, con desconcentro en su rostro.
—Me dicen Steel Doll, tal vez has escuchado de mí —hablé esbozando una sonrisa maliciosa a través del casco, ignorando el hecho de que él no pudiera verme.
Su cara de sorpresa lo decía todo, y para los que no entienden, mi apodo en las calles era ese, todos lo conocían por ser la mejor en las carreras, sin ninguna derrota, además las personas que sabían de mi apodó sospechaban que estaba involucrada en la mafia, más lo que nadie sabe es que fuí criada por está misma. Mi padre es uno de los mafiosos más buscados de Francia y el resto del mundo, nadie sabe cómo es, ni mucho menos que tiene cinco hijos, los que saben piensan que están muertos.
Su rostro duró sorprendido pocos segundos, hasta que se recompuso, se aclaró la garganta para hablar.
—Te meteré a la carrera, son veinte grandes, entrarás con el mejor de aquí, le dicen Dark Beast, no tiene ninguna derrota. Solo si ganas sabré que de verdad eres ella.
—Bien —contesté fríamente.
No tenía idea de quien era Dark Beast, jamás había escuchado ese apodo, y si de verdad es bueno me tendrá que ganar, aun así, no creo que pueda, se lo que hago y soy la mejor. Le entregué el fajo de billetes y después junto a Freya regresamos al carro para recargarnos en él, esperando que la carrera iniciara.
Estábamos tranquilas —ambas en el móvil—, cuando se escuchó una voz potente, todos guardaron silencio al momento que comenzó a hablar. Desvié mi mirada a dónde provenía la voz, encontrándome con el mismo chico que me metió a la carrera.
Mueve el trasero, ya quiero ganar.
—¡Mujeres y hombres que nos acompañan! Hoy es un día muy especial ya que hoy correrá el inigualable Dark Beast, pero no solo él. ¿Recuerdan a Steel Doll?
—¡Sí! —chilló el público.
Sonreí al ver esa escena.
—¡Pues se enfrentará al temido Dark Beast, así que hagan sus apuestas!
Alaridos eufóricos se escucharon por todo el lugar, después se acercó el chico, el cual aún no sé su nombre.
—Ponte en tu lugar, la carrera empieza en cinco minutos —indicó.
No le contesté y me monté al auto sin Freya, ya que no era con acompañantes, observé cómo se recargaba en la barra de bebidas viendo a mí dirección. Con el corazón latiendo a prisa por la adrenalina me posicioné en la línea de partida y esperaba a que llegara el tal Dark Beast.
Mientras esperaba, un auto deportivo —blanco, con un par de líneas negras atravesando el centro del cofre y los costados— se posicionó a un lado del mío.
Giré mi rostro para tratar de ver el piloto, y me llevé una sorpresa al ver que era el mismo chico de cabello castaño, el mismo que daño el cofre del otro chico. Tenía la ventanilla abajo por lo que pude ver que me miraba, seguíamos viéndonos, a pesar de que no lograra mirarme por el casco y yo no lo mirara por la oscuridad, no tardé mucho cuando presioné el botón para que se subiera el vidrio.
Una chica de cabello rubio vistiendo ropa de colegiala se posicionó en medio de nuestros autos, señaló al chico y preguntó:
—¡¿Listo?! —rugió el motor de su auto.
Me señaló a mí y volvió a cuestionar.
—¡¿Lista?!
Contesté de la misma manera que mi contrincante; rugiendo el motor.
Mi estómago se contraía de la emoción, tenía alrededor de un mes que no participaba en una carrera, pero a pesar de eso y de no saber qué tan bueno era él, sabía que iba a ganar, confiaba en mí.
Seguí apretando el volante con mis manos hasta que mis nudillos se tornaron blancos por la presión, veía a la rubia quitarse el sostén debajo de la blusa, y comenzar a contar.
—¡Uno! —rugió el motor el chico.
—¡Dos! —soné mi motor.
—¡Tres! —gritó elevando su brazo con el sostén en mano.
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