1: Una nueva vida
Hace muchos años mi madre me dijo que un nuevo inicio es lo mejor que te puede pasar, jamás lo supe, toda mi vida hice lo mismo, no me quejo, realmente me gustaba lo que hacía, pero como todo tiene su momento, me comencé a cansar. Un nuevo inicio solo lo tienen las personas que quieren huir de algo, yo estoy teniendo una nueva vida, porque lo que quiero es probar cosas nuevas, volver a sentirme con ganas de despertar al día siguiente sin saber que me espera lo mismo.
En esos momentos me encuentro a más de catorce mil pies del piso en un vuelo comercial esperando llegar a mi nuevo hogar, a mi nueva vida. El sentimiento que cargo desde que partí de mi ciudad sigue en mi pecho, pasando por mi estómago, manos y piernas. Tal vez en realidad son las sensaciones de estar en el aire, uno jamás se acostumbra completamente a viajar en avión.
He estado en mi lugar de destino otras veces, todas por motivos de trabajo, pero una ciudad así jamás se supera. Francia es un lugar de ensueño, pero Los Ángeles es una vibra completamente distinta que te hace querer quedarte por siempre.
Escucho a alguien hablar, la voz me resulta muy extraña, parece robótica, falsa, no estoy segura, lo que si es que estoy más dormida que despierta.
—Arabella, despierta, aterrizamos en cinco minutos. Abrocha tu cinturón de seguridad.
Esa voz fue más conocida para mí, abro un poco mis ojos y me encuentro a mi mejor amiga, Freya. Sin poder reaccionar aun, recorro con mis ojos su cabello platino y rostro, el cual mostraba una hermosa tez trigueña, continúo viéndola y repaso sus brazos tatuados, los cuales siempre he admirado. Luego de unos segundos vulvo a escuchar la misma voz ordenar que abrochemos el cinturón de seguridad.
—Ya voy —respondo con pesadez, haciendo tal cual lo que pedían.
Paso ambas manos por mis ojos para eliminar cualquier rastro de lagañas. Quiero revisar el teléfono, pero estar en avión eso no es posible.
Suelto un bufido involuntario, pasaron unos pocos minutos y se empiezan a sentir las turbulencias.
—¿Sabes qué haremos al llegar? —cuestiona Freya.
—Nos estará esperando un chófer en el aeropuerto, nos llevará al pent—house que compré en el centro, después saldremos a comer a cualquier lugar.
—Ajam
—Luego iremos a comprar las cosas que necesitamos para llenar la alacena y los útiles para el instituto.
—¡¿Qué?! ¿Por qué tan pronto? —hace un puchero.
—Calma —respondo, soltando una pequeña risa por su actitud—, no es para tanto.
Me dedico a mirar por la ventanilla encontrándome con unos enormes edificios, que cada vez se hacen más grandes.
Hasta que aterrizamos.
—"Bienvenidos a Los Ángeles, California. Favor de salir por la puerta que se encuentra a mano derecha" —indica la azafata por los altavoces.
Hola, nueva vida.
Al salir enciendo mi teléfono para mandarle mensaje a mi padre avisándole que aterrizamos. Abro la conversación con papá y solo escribo:
‹‹ Ya aterrizamos ››
Finalizo de escribir y presiono la tecla de enviar. Terminamos de recoger las maletas y nos dirigimos a la entrada en busca del chofer. Al llegar encontramos a un hombre de tez morena, vestido de traje, logro reconocerlo gracias a la fotografía que papá nos había mostrado, a paso lento nos acercamos a él, hasta quedar de frente.
—Hola, mi nombre es Christopher Hamilton y las llevaré a su nuevo apartamento —sonrie mostrando los dientes.
Supongo que también nos ha reconocido.
$$$
Llegamos a la entrada del edificio y Christopher nos ayuda a subir las maletas. Al estar arriba frente a la puerta de nuestro nuevo hogar nos entrega una llave a cada una.
—Es para que puedan abrir el pent—house, las habitaciones se encuentran en la planta de arriba y las de ustedes ya tienen su nombre en la puerta —explica—. Sus autos están en el estacionamiento y las llaves se encuentran en la guantera. Me retiro y bienvenidas a Los Ángeles.
Quise reír al ver cómo guiñaba un ojo.
—¿Tan rápido? —cuestiona Freya con fingida tristeza.
—Si —rie—, mi deber era solo traerlas a su nuevo hogar.
—Que mal. Creí que podíamos divertirnos —sonrie y le guiñó un ojo.
Niego con la cabeza acostumbrada a este tipo de comportamiento de parte de ella.
—Hasta luego —se despide divertido.
Lo observamos hasta que se adentra al ascensor y las puertas se cierran, suspiro y procedo a abrir con mi llave el pent—house para luego adentrarnos a él.
—Es lindo —comento observándolo.
—Sí, lo es.
Recorro el lugar con la mirada y camino hacia las escaleras, arribo la segunda planta y camino por el pasillo hasta dar con la última puerta que era la que tenía mi nombre. La empujo y observo sonriendo mi habitación.
Me adentro y abro una de las dos puertas que hay, enciendo el interruptor y me encuentro con el baño. Seguido de recorrerlo con la mirada salgo y abro la otra puerta que estaba a un lado. Al pisar ese cuarto las luces se encienden solas. Gracias a la luz aprecio un armario gigante pero vacío, listo para llenar. Después de observar el armario y mi habitación, me marcho rumbo a las escaleras para recoger las maletas que aún se encuentran en el piso de abajo.
—¡Freya! —grito lo suficientemente alto para que me escuche.
—¡¿Qué?! —baja las escaleras.
—¿En qué maleta vienen las armas?
A pesar de comenzar a vivir una vida aparentemente normal, los malos nunca se rinden, te buscan hasta por debajo de las rocas, y nosotras necesitamos estar preparadas. Transportar armas en un vuelo no es difícil, el dinero hace muchas cosas.
—En la floreada, creo.
Me acerco a esa maleta y la abro, dentro de ella se encuentran muchas armas, municiones y cuchillos listos para cualquier emergencia.
—¿Sí es esa? —cuestiona Freya.
—Sí —contesto—. La llevaré arriba, estará escondida en el armario.
Tomo la maleta junto con otra en la que cargo mi ropa, subo de nuevo a mi habitación y dejo la maleta de la ropa arriba de la cama y escondo la otra en el gran armario.
Salgo para recorrer las habitaciones restantes, ya que al comprar el apartamento mencionaba que contenía una sala de estar, comedor, cocina, mini gimnasio, tres habitaciones y cuatro baños.
Tardo alrededor de veinte minutos, ya que finalizo me acerco a mi habitación para darme un baño, sin embargo un gruñido de mi estómago me distrae. Cambió mi destino y me dirijo a la habitación de Freya, llego y comienzo a tocar la puerta con los nudillos.
—¿Arabella? —escucho la voz de Freya, algo rara y lejana debido a que nos divide una puerta.
—Sí, me muero de hambre. ¿Vamos a comer?
—Claro —sale de su habitación y bajamos.
—¿En tu auto o en el mío? —pregunto y entramos al ascensor.
—En el mío —presiona el botón para bajar al primer piso.
Aprovecho que son un par de pisos los que bajaremos, por lo que alcanzo mi celular del bolso trasero del pantalón y lo enciendo. Se muestra la pantalla de inicio y aparece un mensaje de papá.
‹‹ Está bien, avísame ya que llegues. ››
Luego de leerlo respondo inmediatamente.
‹‹ Ya llegamos, el pent—house está increíble. Ahora iremos a comer. ››
Ahorro tiempo y reenvío el mensaje a mis tres hermanos, Damián, Elliot y Axel. Damián está en Rusia atendiendo unos negocios, Elliot vive a unas calles cerca de la casa de nuestro padre y Axel aún vive con papá.
‹‹ Ya llegué. Estoy bien, estamos bien. ››
Guardo mi teléfono en el bolsillo del pantalón y esperamos unos segundos en lo que el ascensor llega al primer piso.
—¿A dónde iremos? —inquiero a la vez que las puertas se abren.
—A un lugar llamado Natalee Thaí, es de comida tailandesa —responde a la par qué comenzábamos a caminar hacia el estacionamiento.
Suspiro al oír el nombre del lugar, la comida tailandesa era una de mis debilidades.
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