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👾 Working For The Weekend

¡Hola, hola, chicooos! Este capítulo es mucho más largo que los demás, así que agarren su bote de palomitas para enterarse de lo que ocurre en Herthbroke :3. ¡Gracias a todos por sus comentarios, como siempre! Significan mucho y eme ayudan a mejorar :D! Los quiero <3

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La mirada sombría de su padre nubló el cielo de Bryce. Cada paso sabía que era un clavo más a su penitencia, cada milímetro que avanzaba significaba un incremento en la presión sanguínea. Todo el cuerpo suplicaba que corriera en la dirección contraria, aunque sabía que aquella no era la mejor solución.

Cuando ya podía observar las arrugas en el rostro del hombre, su estómago desapareció y los labios se le secaron de momento.

—¿Qué hacías? —preguntó su padre cruzando los brazos.

—Estaba entrenando.

Las palabras que salían de su boca, quizá afiladas por sus labios secos, caían tan bruscamente en los oídos del hombre que aquel no pudo más que voltearse para evitarlas.

Aquello había sido una mentira abierta. El silencio que prosiguió tal evento corroboraba el impacto de su acción. Ambos sabían que había bajado del auto de los Smith, pero, de igual manera; ambos sabían que una enorme brecha se acababa de abrir entre los dos. Una que podría dividirlos para siempre.

— Ten mucho cuidado, Bryce. —La manera en que su padre dijo su nombre le estremeció. Parecía un completo desconocido, con la mirada perdida entre la ira y el descontrol.

—Lo haré.

Y así acabó lo que parecía a la distancia, una contienda, pero terminó siendo una increíble guerra fría.

¿Eso era lo que quería? ¿Sería que Bryce estaba listo para dar ese paso?


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—Creo que las cafeterías nos les gustan en Herthbroke —dijo Alter mientras se sentaba en una de las gradas—. Aunque no me malentiendas, me agrada que me hayas invitado a tomar el almuerzo contigo.

Alice sonreía desde la grada de abajo. Después de haber provocado aquella enorme discusión con Katherine, ya no tenía ni un solo asiento reservado para comer. De cualquier forma, era verdad que prefería estar en ese momento con Alter, mucho más que con cualquier otra persona.

—Ya no estaré con las chicas —dijo la rubia tomando su emparedado entre las manos.

—No hables tan pronto —interrumpió Grace que se acercaba por el costado de las gradas con Jessica a su lado—. ¿Tienen espacio?

—Siempre. —Alter le sonrió con cada poro de su ser y se movió, aunque no hubiera nadie a su alrededor y cada una de las gradas estuviera vacía.

Alice parecía un poco incómoda con su presencia. Si bien agradecía que sus amigas hubieran tomado esa actitud, realmente prefería estar sola con Alter. Con Alter y su preciosa sonrisa.

Cuando se terminaron de acomodar y los formales saludos habían concluido, la rubia pudo observar con mayor claridad que la única cómoda con aquello era Grace. Jessica lucía realmente enojada, se le veía a kilómetros que prefería estar con Katherine en la cafetería. Hablando mal de alguien, seguramente, pero tan protegida que tal cosa no tomaba la más mínima relevancia.

Los ojos de la chica viajaban por todos lados evitando encontrarse con la presencia de Alter. Alice no estaba segura de si aquello pertenecía puramente a la mentalidad de Jessica, o si acaso era el hecho de que Katherine vivía en su cerebro desde hacía varios años.

—Qué interesante chamarra —dijo Grace comiendo una uva verde que le había ofrecido Alter—. ¿Tú cosiste todos esos parches?

El chico sonrió al admirar su propia chamarra. Parecía que estaba esperando ese momento desde que llegó al pueblo, porque de inmediato se la quitó para mostrar cada uno de los que estaban bordados en ella a detalle.

—Sí, al inicio no era muy bueno. —Indicó señalando el primer parche con un divertido chimpancé haciendo malabares. El pequeño parche estaba tan mal cosido que parecía una maraña de hilo complicado de descifrar si uno no prestaba la suficiente atención—. Poco a poco empecé a practicar más y ahora los añado en un segundo.

—¿Dónde los obtienes? —Grace se acercó un poco más para observar con cuidado el trabajo que había hecho Alter.

—Todos representan algo en mi vida. Por ejemplo, esta azul la encontré un día que aprobé el examen de matemáticas que tanto me aterraba —explicó el chico sonriendo por el recuerdo.

—¿En serio por un examen de matemáticas?

Alter le sonrió de vuelta a la chica y asintió con dramatismo.

—Bueno, se convirtió en un logro y en una enseñanza de vida desde el instante en que pude obtener una B después de haber vomitado sobre mi pupitre en todos los intentos anteriores.

La risa que soltó Grace en esa ocasión fue la más sincera que había dejado salir jamás en su vida. Todos lo pudieron notar de inmediato, inclusive Jessica dejó que su boca se curvara un poco hacia arriba; pero, indudablemente, la que pudo notarlo con toda la profundidad del universo fue la misma Grace.

—¿Este qué significa? —preguntó conteniendo un poco la risa que le había brotado de repente.

El muchacho sonrió, levantó un poco la chamarra para que Jessica (que estaba totalmente de espaldas) y Alice pudieran ver mejor.

—Este es mi pájaro rosa —explicó con orgullo—. Fue el inicio de esta pequeña colección. Aunque lo bordé mucho después para que quedara bien.

—¿Un pájaro rosa? —preguntó Alice por fin.

Alter se acomodó un poco mejor en su asiento, aclaró su garganta y acomodó el cuello de la camisa que traía debajo.

—Cuando yo tenía once años, iba a "El campamento Iwikawaiku"...

—¿El qué? —preguntaron Grace y Alice al mismo tiempo.

—¿Nunca escucharon sobre ese campamento? ¡Somos las ardillas doradas, que bailan, que bailan! —gritó el muchacho haciendo un pequeño bailecito.

Jessica giró un poco hacia sus amigas, como asegurándoles que el chico era un lunático y que Katherine tenía toda la razón.

—El parche del pájaro celeste era el más importante de todos. Obtenido por ser un buen hermano Iwikawaiku durante la estancia en el campamento, pero, cuando obtuve el mío, lo ensucié. —El chico pasó sus dedos por el bordado—. Mis padres lo lavaron, pero el azul era tan pálido que quedó rosa con la playera de mi equipo de soccer acompañándolo en la lavadora.

—No les agradó —dijo Alice con su tierna voz.

—A los niños Iwikawaiku no les gusta el rosa —afirmó Alter sonriente—. Me molestaron todo el tiempo que restaba en el lugar. Odiaba este parche porque no era como el de ellos. Cuando fui creciendo, las personas que lo veían tirado en algún cajón, me decían lo interesante que se veía. Mi amiga Mennie me dijo que podía ser una obra de arte, si se le cuidaba lo suficiente.

—Es realmente bonito —dijo Grace admirándolo con cuidado.

Los hilos se entremezclaban con el rosa y, ahora que lo sabían, podían apreciar toques de azul pálido, verde y otros colores que quizá se formaron mientras estaba en la lavadora con otras prendas.

—Lo conservo porque me recuerda que no importa lo mucho que me sienta diferente, siempre habrá personas que crean que eso es arte. —Alter miró al cielo mientras lo decía.

Cuando hacía ese tipo de cosas, daba la impresión de estar dentro de una película. Si mirabas demasiado tiempo dentro del alma de Alter, realmente era fácil adivinar que era parte de alguna película. Una muy interesante, habría que aclarar.

Grace le dirigió una mirada a su amiga de complicidad. Era como una manera de confirmar que habían tomado la decisión correcta. Se habían quedado del lado ideal de la situación, ya que, aunque no lo pareciera; se sentían de lo mejor.

Jessica también las miró, pero no para aplaudir lo que acababa de decir Alter, sino para intentar colocar la incomodidad que Katherine sin duda colocaría si estuviera presente.

Tenerla a ella alrededor era como presenciar una sombra perfectamente trazada de lo que su antigua líder podría llegar a hacer.

—Oye, Jess —llamó Grace en un intento por recuperarla—. ¿No dijiste que querías aprender esta puntada? Alter la sabe.

La chica volteó con los ojos muy abiertos. No sabía qué le había impactado más, si el hecho de que la llamara "Jess" cuando claramente ella era "Jessica", o que se hubiera atrevido a insinuar que podría aprender algo de Alter. ¡Algo de costura, además!

—No, yo nunca dije eso —mintió la chica acomodando su peinado.

Alice miró a Grace y a Alter, para comprobar que la bomba aún no hubiera explotado. Al comprobar que sus temperamentos seguían igual de calmados que siempre, decidió actuar.

—Jess, Katherine nos dejó —dijo ella generando un silencio absoluto—. Tenemos que aceptarlo de una vez por todas.

—No hubiera pasado si...

Grace la codeó con rapidez y la chica se detuvo. No era que le interesara demasiado quedar bien con Alter, pero le gustaba conservar la apariencia de niña buena; así que simplemente se limitó a suspirar y a mirar hacia un lado.

—Quizá, no lo sé... Voy a la biblioteca.

El pelirrojo cabello de la chica se iba perdiendo a la lejanía, como una llama apagándose. Los tres se quedaron con la mirada fija al horizonte un rato, antes de que reaccionaran.

—No le hagas caso —dijo Grace provocando un respingo en Alice. Hasta apenas unos días atrás, no tenía la menor intención de ser amable con Alter, ni mucho menos, ahora parecía querer agradarle sin duda—. Es que llevamos años bajo el mandato de Kath.

—De Katherine —corrigió Alice sin darse cuenta y tapó su boca en cuanto escuchó tal cosa.

—Creo que le da suficiencia creerse "Katherine" —comentó la chica soltando una pequeña risa—, pero es momento de cambiar. De cambiar muchas cosas.

Alter agradeció el gesto y le extendió su recipiente para que tomara una de las uvas que traía para el almuerzo.

—¿Saben? Creo que esta fiesta será muy divertida.

—Así es —dijo una voz apoyando lo que Alter acababa de decir.

Los tres voltearon a ver quién se había unido a su reunión y las miradas se abrieron al notar a Bryce acercarse con su bandeja del almuerzo.

—¿Katherine te echó también? —preguntó Grace dedicándole una cálida sonrisa.

Bryce tomó aquello como una bienvenida, así que se sentó en las gradas a un lado de los chicos.

—No, literalmente —respondió dando una mordida a su rollito de jamón—. Fue un poco más sutil.

—Bueno, pues... por el primer almuerzo juntos —dijo Alter levantando el jugo de naranja que tenía.

—Por el primer almuerzo juntos —secundó Alice dedicándole una sonrisa al mismo.

Todos siguieron la acción y la alegría se apoderó del ambiente de inmediato. Una bella tarde con amigos, el sol y las preocupaciones separadas por las puertas de la cafetería.


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—¿Dónde están todos? —preguntaba Ryan mientras tomaba asiento en la mesa de siempre.

—¿Dónde crees, listo? —dijo Katherine mirando a lo lejos con furia—. Están con el fenómeno.

—¿Todos?

Ryan decidió cuidar sus palabras cuando sintió la mirada de la chica acuchillando sus pulmones.

—Hola, Therry —saludó resignado mientras destapaba su pudín.

—Yo tampoco puedo creerlo —opinó Therry moviendo el tenedor en su ensalada.

Katherine soltó un suspiro dramático.

—Están aquí, no están con él. ¿Podrían intentar alejarlo de nuestra propia conversación? —expresó la chica enterrando el tenedor en su cubito de manzana.

—Sí, es solo que yo...

—¿Es solo que qué, Therry? —cuestionó la chica explotando—. No me interesa lo que puedas decir, querido. La verdad a nadie le importa, por eso nadie nunca pregunta tu opinión.

—Katherine —dijo Ryan consternado por el gesto que formaba Therry al escuchar tales palabras.

—No, es la verdad. Therry, cierra la boca si quieres estar aquí.

El chico miró a Katherine tan solo por unos minutos, como si hubiera tratado de luchar contra ella, pero finalmente fallara. La chica, por otro lado, parecía tan satisfecha con sus palabras, que no notó el instante en que Therry se levantó y se fue de la cafetería.

—Maravilloso —comentó Ryan y Katherine le sonrió sin notar su ironía.

Qué sola parecía aquella mesa.


👾👾👾👾

La biblioteca tenía un aroma muy particular, a Therry le recordaba ese librero antiguo de caoba que tenía su abuelo en casa; aunque ni de cerca tenían caoba en la biblioteca escolar. Pensaba que el lugar perfecto para desaparecer era, definitivamente, los pasillos de su santuario de libros.

Si bien era obvio que la biblioteca no le pertenecía, en un modo demasiado profundo para explicarse; él sentía que cada uno de los ejemplares que yacían ahí, era suyo. Le gustaba quedar difuminado entre los colores de las portadas y su suéter. Era como ser un tigre ocultándose en la maleza.

Bueno, eso le gustaba imaginar. Él estaba bastante consciente de que aquello era una simple fantasía, porque nadie lo buscaba realmente. No había ni un alma que se percatara de que él había desaparecido de un momento a otro. Era lo malo de ser el chico callado. El chico invisible.

A pesar de todas sus experiencias como el excluido de la clase, nunca le había sucedido algo que le recordara tanto su propia inexistencia como aquella tarde. Therry se encontraba, como siempre, sentado en la esquina menos visible y, de un momento a otro, notó un cuerpo caer frente sí al haber tropezado con su pie.

—Lo siento —dijo Therry, un poco más por compromiso. El pequeño ardor en su corazón le indicaba que la culpa había sido del otro chico.

No fue hasta que se giró, que pudo observar quién era. Su sonrisa se expandía por todo el rostro, como los rizos pelirrojos por la cabeza de Therry.

El muchacho pensó que aquello no era ni un poco gracioso, pero Alter, quien se retorcía en una risa silenciosa, parecía pensar lo contrario.

—Therry —expresó finalmente mientras se sentaba junto al chico—. No, lo siento yo. Iba muy distraído.

—¿Sabes mi nombre? —preguntó el chico acomodando sus lentes. Parecía verdaderamente sorprendido. Como si nunca en su existencia alguien hubiera recordado que se llamaba "Therry" hasta aquel día.

—¡Por supuesto que sí! Therry, el que sabe cualquier dato literario, ¿no? —Alter extendió su mano con mucho ánimo y después le dirigió otra de sus encantadoras sonrisas—. Alter Smith.

—Lo sé.

Therry se levantó después de terminar de estrechar su mano. Analizaba al chico con la mirada, pues le parecía extraño que alguien quisiera tratarlo de esa manera sin tener una doble intención. Generalmente, todo iba seguido de un "¿podrías ayudarme en geometría?", o "no entendí la tarea".

—Estaba buscando a Jessica, dijo que vendría aquí. No le caigo muy bien, ¿sabes? —empezó a relatar el chico mientras ambos avanzaban por el pasillo.

—Bueno... No creo que esté aquí. A Jessica le desagrada el olor de la biblioteca —respondió Therry suspirando—. Solo Katherine y Alice vienen aquí de vez en cuando.

—Tampoco he estado aquí lo suficiente —confesó Alter admirando con detalle la biblioteca—. Digo, la uso para las tareas y todo, pero no había puesto demasiada atención.

Therry simplemente le dirigió una mirada compasiva y siguió avanzando. No sabía exactamente por qué seguía haciéndolo. Sí, en realidad, no iban a ninguna parte. No tenía por qué hacerle caso, además.

El muchacho se paró en seco al llegar a esas reflexiones, pero Alter lo imitó y ambos continuaron su charla a un lado de los libros de física.

—En Nueva York hay bibliotecas enormes, pero en mi escuela no tenían más que algunos ejemplares educativos de "Kenry conoce la ciudad" —expresó Alter soltando una pequeña risa—. No sabes lo mucho que me arrepiento de no haberlo aprovechado.

—¿Quién es Kenry?

—Oh, un libro infantil... Pero no me arrepiento de Kenry —aclaró volviendo a avanzar. Therry lo siguió sin darse cuenta—. Me arrepiento de no haber ido a las principales bibliotecas de mi ciudad.

—Las he visto —confesó Therry relajándose un poco—. Deberías sentirte mal por no ir. Son hermosas.

Alter lo miró un segundo. Él tenía algo a lo que llamaba "sentido arácnido de la socialización". Un don para identificar en segundos cuando alguien había bajado sus murallas y se enorgullecía de decir que Therry acababa de derrumbarlas por completo.

—Si uno vive en una ciudad tan diversa como Nueva York, me parece una tontería que no quieras explorarla —dijo el chico de lentes con el gesto monótono.

—Es cierto —afirmó Alter saliendo de la biblioteca.

Therry no dudó ni medio segundo, parecía ahora que eran amigos de toda la vida. Y es que la personalidad de Therry no encantaba a todo el mundo en Herthbroke. Un comentario fuera de lugar, una ironía, una narrativa que no encajara con su mundo a color pastel y eras expulsado en segundos.

Eso era lo que le pasaba al chico todo el tiempo.

Aquella era la primera vez que podía expresarse sin miedo a recibir un desprecio. Aunque fuera irónico, porque los comentarios de Therry siempre eran filosos y con doble intención; pero ese era él. El verdadero él.

—Siento que es de esas veces que no aprecias lo que tienes hasta que lo pierdes... ¿cliché, no? —dijo Alter con las manos en la chaqueta de mezclilla.

—Un poco —respondió Therry con algo que pareció ser una risa—. Aunque no creo que siempre sea el caso.

—¿No extrañarías Herthbroke si te fueras? —preguntó el chico con curiosidad. Si bien era un sitio verdaderamente complicado en el área social, vaya que no se podía negar lo bonito que era.

—Ni un poco —dijo Therry con el ceño fruncido—. No extrañaría nada.

Alter no esperaba esa respuesta, así que decidió echar un vistazo a los alrededores. Como ya había pensado, Herthbroke era muy lindo. No había nada de qué quejarse en cuanto a las vistas, las bonitas casas y el hermoso cielo azul.

—No quiero contradecirte, pero... ¿ni una sola cosa? —preguntó el moreno sorprendido.

—Cuando pasas tanto tiempo en este lugar, ni siquiera las casas bonitas hacen justicia. Todo se vuelve una espiral de una hipocresía tras otra que le quitan color a los árboles o al cielo. Quizá tú lo ves azul brillante, yo lo veo gris —explicó Therry.

Ambos clavaron la mirada un segundo sobre el cielo. Era cierto: azul brillante para Alter, gris insípido para Therry.

—Yo veía el cielo de Nueva York demasiado gris —dijo Alter sonriente.

—No lo creo —finalizó Therry e hizo un gesto con la cabeza para despedirse.

Cualquiera hubiera pensado que esa conversación había fracasado, pero el sentido arácnido de Alter estaba en lo correcto. Therry se había quedado con un buen sabor de boca.

—¡Oye, Therry! —gritó Alter cuando el chico ya estaba lejos—. ¿Vienes el viernes al Arcade?

—Quizás —dijo Therry tan bajo que Alter tuvo que leer los labios y mostrar los pulgares arriba como afirmación—. Qué chico tan raro.


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Los días avanzaron y en cada almuerzo Katherine quedaba tan sola como al inicio. Su mente no podía dejar de pensar cómo es que todos le habían abandonado y dado la espalda cuando ella dio todo por su amistad. O al menos eso creía. En su mundo, lo único que quería era protegerlos de la avalancha que se aproximaba. La avalancha de desastres que solamente buscaba jugar con su perfección, con el equilibrio: Alter.

—Llevaré mi auto para la fiesta, ¿qué te parece? —dijo Ryan el viernes en la cafetería.

Therry estaba a punto de responder, pero Katherine se anticipó para tensar todos sus músculos faciales y mirar con resentimiento a Ryan.

—¿Qué dijiste?

—Que llevaré mi auto para...

—¡Ya lo sé, tonto! —gritó desesperada la chica. Aquello sonó aún más intenso, honestamente había sido la semana más complicada para Katherine y escuchar que ambos planeaban ir a una fiesta clandestina (como ella pensaba que se llamaban), era una falta de respeto—. ¿Ese fenómeno sí organizó una fiesta?

—Oye, todo el mundo quiere ir. Se ha estado corriendo la voz —dijo Ryan molestándose un poco.

—Pues, me parece de lo más insensato que todos quieran ir. ¿Qué acaso no les importa nada? ¿Vamos a actuar todos como salvajes?

Ryan inclinó la cabeza incómodo. Si bien no tenía algún concepto claro de Alter, más que el que tuvo cuando los llevó al karaoke, tampoco es que se sintiera muy cómodo atacando a las personas a sus espaldas. Además, Alice, Grace y Bryce se habían encargado de hablar sobre el evento, así que toda la escuela estaba expectante a una tarde de videojuegos y diversión.

—Será interesante —intervino Therry sin levantar la mirada.

—No iremos —aclaró Katherine mirándolo con furia—. Obviamente no iremos. ¿Estás demente?

—Yo también quiero ir —secundó Ryan, ganándose otra mirada de desprecio.

Su lengua estaba a punto de seguir argumentando, pero de repente una presencia le hizo reflexionar. Era el profesor Ellis que estaba caminando con su bandeja hacia la mesa de profesores y que le provocó voltearse a un lado para evitar que alguien notara que se había sonrojado.

—Hagan lo que quieran —dijo ella levantándose de la mesa—. Pero no vengan a lloriquear conmigo cuando se den cuenta de que cometieron un error. No quiero que me involucren.

La chica tomó el suéter color pastel que estaba recargado en la silla y empezó a caminar hacia la salida de la cafetería, no sin antes darle un último vistazo al profesor. Empujó la puerta con toda la frustración que tenía contenida en el corazón. Todas las ganas de gritar "¿por qué tenía que vernos?". Se sentía atada de manos.


👾👾👾👾

—Noche de juegos, entonces —decía Joe mientras servía un poco de pasta a su esposo.

—Sí —dijo Alter sonriente mientras se arreglaba en el espejo junto a la puerta.

—Interesante, ¿alguna invitada especial? —preguntó Matthew mientras guiñaba un ojo y las risas comenzaban a asomarse.

—¿Invitada especial? —Alter preguntó al tiempo que sentía el corazón acelerarse. Claramente, sabía a quién se referían, pero tenía miedo de admitirlo abiertamente.

—Estoy muy contento de que iré a primera fiesta en Herthbroke —anunció el muchacho pasando sus manos por el cabello rizado y negro.

—Ten cuidado —dijo Joe mientras ponía un poco de parmesano en la mesa—. No queremos que des demasiado, recuerda.

—¿Se da demasiado?

A pesar de ser una broma, sus padres se voltearon a ver con un poco de preocupación. Conocían a Alter mejor que nadie, lo conocían tanto que ya sabían cómo resultaría un día de parque cuando era pequeño, incluso antes de salir. Lo conocían tan bien que sabían de antemano por qué los habían citado en la oficina del director y qué excusas les daría el muchacho antes de escaparse de la escuela para ayudar algún amigo.

Tenían demasiado presente que Alter solía dar demasiado por los demás y no querían que su hijo fuera lastimado en el intento de hacer amigos.

—¿Recuerdas la charla que tuvimos hace dos años? —preguntó Joe mientras se acomodaba en la silla.

—¿Sobre el señor Tanner y por qué no usaba bloqueador?

—No, hijo. —Su risa fue en parte por la broma y en parte para suavizar su preocupación—. Sobre la amistad y el valor a uno mismo.

—Oh, esa. La recuerdo bien.

Alter mentía y todos lo sabían. Es que le costaba demasiado trabajo aceptar que había cosas que contemplar y cuidar al ir formando un círculo social. No era que se sintiera solo, para nada. No había persona en el mundo que se sintiera más querida que él, pero siempre había querido ser parte de algo más grande. Un grupo de amigos que se sintiera tan unido y único que luchara contra todo en este mundo.

O quizá era el simple recuerdo de saber que cuando era muy pequeño, aquello no era posible. Una amistad era lo más lejano que podía tener.

El recuerdo de estar abrazado a sus padres después de volver a casa en un día complicado en el campamento, lo invadió momentáneamente y se escurrió por sus pensamientos hasta que el sonido de un auto pasando por la calle lo despertó.

—Tendré cuidado, lo prometo —dijo el chico levantando el cuello de su chamarra—. ¿Cómo me veo? —preguntó el chico dando la vuelta ante sus padres.

—¡Ah! ¿En qué momento creciste? —dijo Joe levantándose para abrazarlo—. No olvides lo que te dijimos.

—Nunca —afirmó el muchacho y se dio un último vistazo en el espejo—. Los veo más tarde. ¡Los quiero!

El muchacho llevó todo su ímpetu por la puerta de entrada y posteriormente cerró para perderse en la calle que ya estaba oscura.

Había pedido permiso a sus padres para utilizar el auto, así que quitó la alarma y se subió como si fuera una actividad de todos los días. Mientras se colocaba el cinturón de seguridad, sintió que el corazón le reclamaba por salir. No recordaba haberlo sentido latir tan fuerte en toda su vida, no tenía idea si era el hecho de que tomó un café antes de salir o si el hecho de recoger a Alice y Grace en pocos minutos, realmente lo ponía nervioso.

—Tranquilo —se dijo a sí mismo tomando una profunda respiración—. Has hecho esto miles de veces. No pasa nada.

Y giró la llave del auto.

Era cierto, había hecho aquello un millón de veces antes de esa noche. Usar el auto, pasar por amigos y llegar a una increíble fiesta que él mismo había organizado; pero, algo lo inquietaba particularmente ese día.

La mirada cambiaba rápidamente entre el camino y los retrovisores, se sentía como si fuera su primera noche conduciendo. Las piernas le temblaban un poco si ponía la suficiente atención. Cada que detenía el auto para obedecer a la luz roja o a alguno de los anuncios, su alma descansaba.

—Quizá es el café, quizá es el café —se aseguró mientras daba vuelta a la última calle antes de llegar.

No conocía otra razón por la que estuviera tan nervioso. Lo más lógico era culpar a la cafeína.

Su discurso tuvo todo el sentido del mundo por un rato. Específicamente por el rato que estuvo estacionado afuera de la casa de Grace con las intermitentes puestas, pero fue justo cuando la puerta de entrada se abrió, que su teoría quedó descartada.

¿Por qué? ¿Por qué, si la había visto una decena de veces en la escuela? ¿Por qué, si había hablado con ella prácticamente todas las tardes de esa semana?

Tal vez era el hecho de que se veía simplemente deslumbrante entre los aretes dorados que se había puesto o entre el cabello suavemente rizado que deslizaba por su mejilla. No estaba seguro, pero en cuanto Alice estuvo lo suficientemente cerca, descartó por completo a la cafeína.

—Hola —saludó Grace dando la vuelta para tomar el asiento trasero—. Gracias por llevarnos.

—Hola, Alter —dijo ella dirigiéndole una cálida sonrisa.

El chico se quedó congelado por breves segundos, ocupó ese momento para recolectar toda la valentía que se había desvanecido por el aire para volver a pegarla a su alma. Recobró pronto la postura de falsa tranquilidad y sonrió a medias.

—Hola... Sube, sube —indicó procurando mantener un tono medio.

—Al inicio creí que era una pésima idea, honestamente —comenzó a decir Grace sacando un pañuelo de su bolsa para limpiar la manija—; pero creo que será divertido.

—Sí, nunca habíamos tenido una reunión así en Herthbroke —secundó Alice colocándose el cinturón de seguridad.

El muchacho despertó en cuanto quitó las intermitentes para avanzar. Realmente necesitaba concentrarse en otra cosa para evitar perderse en las sensaciones que le provocaba la rubia.

—Una fiesta increíble, para un pueblo increíble —comentó el muchacho mucho más repuesto.

—Agh, Alter, ¿cómo puedes decir eso? —preguntó Grace consternada—. Este pueblo, bueno... no ha sido el más amable contigo.

Se hizo un pequeño silencio, no se podría decir que era puramente incómodo, sino más bien reflexivo. Quizá nunca había sido externado como hecho. La situación de rechazo que había vivido Alter era tomada como algo que se entendía sin palabras, así que sentía un poco extraño escucharlo.

—Me gusta este lugar —dijo Alter al fin—. Es un sitio muy bonito y no creo que lo quisiera cambiar, por otra parte.

—No dejas de ser raro —expresó Grace un poco más relajada y provocó una pequeña risa en el muchacho.

Grace había pasado de total indiferencia a una comodidad profunda con el muchacho. No se lo había comentado a nadie, pero en los días que habían estado platicando, lo encontraba profundamente interesante.

Probablemente, habían sido las historias sobre la vida en Nueva York o las opiniones que compartían sobre la escuela, pero definitivamente ella sentía que no había vuelta atrás. Alter era su amigo, ese amigo que no traicionaría y que duraría para siempre, aunque fuera en sus recuerdos.

La comodidad era tal, que la chica no paró de hablar todo el camino, a diferencia de Alice, que iba muy callada. No era porque no supiera qué decir, sino que estaba en tanta tranquilidad que olvidó un momento la convivencia. Permitió que las palabras de Alter y Grace pasaran cerca de sus oídos como una suave tela que le hacía cosquillas de vez en cuando. Mientras tanto, ella dejaba que sus pupilas se deleitaran con el pueblo.

Aquel lugar había sido recorrido por ella desde el inicio de los tiempos. Ya fuera acompañando a su padre a visitar a los enfermos, a las embarazadas, a los ancianos y a los pequeños niños (que parecían tener mucha más relevancia que ella); o en algún tipo de reunión, consejería o evento en el que se requiriera su presencia y su sonrisa, principalmente.

En todos esos años, no había tenido la oportunidad de contemplar Herthbroke como lo hacía desde la ventana del auto. La manera en la que la preciosa luz de la luna se recargaba sobre los tejados o el brillo encantador que mostraban las impecables ventanas. Ese increíble césped que se dejaba ver pulcro y fresco, ¿cómo podía alguien estar hablando de tabletas electrónicas cuando aquello existía frente a sus ojos?

—¿Entonces? —le preguntó Alter de repente. Su pregunta le sorprendió de inmediato y trató de buscar una salida para no hacer notar la falta de atención.

—Sí, sí, claro que sí —respondió con educación mientras le sonreía.

—Genial —contestó Alter emocionado al tiempo que le daba su teléfono.

Así era, en todo ese tiempo nadie había intercambiado su teléfono. El chico casi juraba que nadie utilizaba smartphones y que, probablemente, tendría que escribir cartas para poder invitarlos a fiestas.

Alice sujetó el teléfono con desconcierto y se quedó observándolo un largo rato sin saber qué hacer.

Alter seguía hablando con toda soltura, pero Grace notó el dilema de su amiga y en una pequeña distracción se lo arrebató de las manos.

—Ella no es muy hábil con los teléfonos —dijo Grace para salvarla del momento—. Anotaré mi número y el de ella.

—¡Claro! ¿Entonces no te gusta el pie de manzana? —continuó diciendo Alter al tiempo que se acercaban al arcade.

¡Le acababa de dar su número de teléfono! No estaba segura de cómo funcionaba en otros lugares, pero aquello en Herthbroke era hablar de temas mayores.

Cuando el auto se detuvo en el establecimiento, las manos de Alice ya se encontraban temblorosas y fuera de control. Algo no andaba bien en su estómago, definitivamente.

—Estoy perdida —dijo en un susurro al bajarse del auto.


El arcade lucía verdaderamente hermoso. Las luces neón que resaltaban cada videojuego parecían nuevas y la pintura todavía olía como en una remodelación.

—¿Qué hiciste? —preguntó Grace—. Pensé que estaríamos en un basurero.

—Yo también —afirmó Alter alcanzando a observar al dueño a lo lejos—. Señor, qué gusto verlo.

—No quedó mal, ¿eh? —preguntó el hombre con una breve chispa de emoción en la mirada—. Yo creo que esto le dará nueva vida al local. Quizá al final no me hunda esa hipoteca.

—Realmente se ve estupendo. —Alter abrió bien los ojos para poder admirar con más claridad cada detalle.

Las luces neón estaban cubriendo las paredes y provocaban una sensación parecida a desaparecer en la dimensión desconocida (no es que le hubiera pasado, pero estaba seguro de que así se sentía).

—Provoca ganas de venir cada viernes —expresó Grace sentándose en uno de los sillones que había dispuesto—. ¿Cómo es que logró todo esto en tan poco tiempo?

—Pintura y jabón, eso es todo. Ese chico obstinado de ahí instaló las luces, cuando acabó sentí que solo faltaba un empujoncito para que quedara bien —relató el hombre contemplando su obra maestra.

Realmente había sido algo más. Los rumores de dicha reunión se habían esparcido no solo en la preparatoria. Tanto así que muchos estudiantes tuvieron que inventar una buena excusa para asistir y, claramente, el dueño del arcade había contemplado la posibilidad de reactivar su negocio con la popularidad de la fiesta.

Estuvieron otro rato platicando en la entrada, hasta que comenzó a hacerse más tarde. Los chicos ayudaron al dueño a reproducir música en las bocinas, encender los juegos y dar los últimos detalles al establecimiento.

La verdad es que aquello lucía bastante prometedor, para cuando llegaron las primeras personas, podía notarse a leguas que ese era un sitio que valía toda la pena. Resaltaba al instante como una azucena en invierno.

El ambiente tampoco se quedaba atrás, puesto que el arcade desprendía una preciosa energía llena de festejo y tranquilidad. Podría parecer un poco contradictorio, pero en Herthbroke los lugares que podían gozar de paz eran contados. Todas las bellas casas de muñeca estaban repletas de reglas estrictas, pensamientos sin decir y falsas proclamaciones.

Ni siquiera la escuela se sentía empapada de ellos. Parecía ser que cada centímetro del pueblo era una extensión de sus padres, nada se sentía como propio. Quizá había sido por ello que los estudiantes del Instituto Jefferson no pusieron demasiada atención en que la fiesta estuviera organizada por el "foco rojo" de la escuela, como le habían llamado muchos de sus padres.

Las risas, los movimientos de baile, las charlas escandalosas y los gritos de triunfo cada que alguien ganaba un videojuego, reinaron en el arcade por varias horas.

Cada uno de ellos comenzaba a sentir un fuego en su interior nunca antes experimentado, era la emoción de lo novedoso. La adrenalina de perderse un momento en su propio mundo.

—¡Qué gran fiesta, Alter! —dijo Bryce que llegaba junto a Ryan—. Nunca me había divertido tanto en mi vida.

—Corine trajo unas botanas deliciosas, ¿ya las probaron? —preguntó el muchacho señalando una mesa cercana. Por costumbre, cada uno había traído algo casero para pasar el rato. Inusual para Alter, pero le parecía una linda tradición.

Bryce dio un salto de alegría en cuanto fijó los ojos en la mesa y se apuró para llegar a su deseado objetivo.

Ryan se quedó un instante mirando a Alter. Con todo ello, realmente no le parecía tan diferente. Claro, tenía esa apariencia tan distinta. La ropa de todos parecía hecha por la misma persona, casi de la misma talla y en tonos similares. La vestimenta de Alter lucía como si hubiera sido diseñada solo para él. Tan única y brillante.

—Bryce tiene razón —se atrevió a decir por fin—. Es una gran fiesta.

Alter levantó la mirada y sonrió ampliamente, como siempre.

—Alice y Grace me ayudaron bastante —aclaró el chico bebiendo de su vaso con soda—. Me alegra que los chicos y tú pudieran venir.

Desde aquel momento en que Katherine provocó una ruptura en la amistad, el equipo de fútbol no le había dirigido la palabra. A penas lo miraban cuando caminaban a su lado y se sentía un témpano enorme cubriendo el recuerdo de cuando fueron al karaoke todos juntos.

—Sí, es genial convivir de nuevos todos juntos —expresó y después saludó con la mano como si fuera a irse por un largo viaje—. Me voy, creo que quiero intentarlo en el juego de las motocicletas. Mamá no me dejaría acercarme a una ni en mis sueños.

Alter asintió y pensó en lo surreal que era estar en una fiesta con chicos que estrechaban la mano antes de terminar la plática.

Pronto, algo interrumpió ese pensamiento. Su celular estaba recibiendo una videollamada y el corazón le brincó de alegría cuando vio que era Camryn. Se hizo paso entre la multitud para poder salir por la puerta posterior y una vez acomodado en el filo de la banqueta, aceptó la llamada.

—Pero, ¿a quién veo por ahí? —dijo la chica mostrándose en la pantalla—. El pequeño Alter rey de Queens.

—¡Cam! —gritó el chico soltando una risa—. No sabes lo mucho que te he extrañado. Los chats no son suficientes.

—Lo sé, cariño. Es por eso que te llamo. Estaba en una fiesta de estas que organizan los pequeños idiotas y pensé: ¿con quién podría zafarme de este compromiso?

—Caber y Malcolm —afirmó el chico haciendo memoria—. ¿Ellos la hicieron?

—No saben ni que ya no se usan los CD, no sé por qué les dejan esa responsabilidad —expresó la chica con ese particular tono que poseía—. Entonces... Aquí estoy en la azotea, lamentándome como siempre.

—Yo también estoy en una fiesta —dijo Alter orgulloso.

—¿Quién fue el idiota que la organizó?

—¿Quién crees?

La sonrisa de Camryn se extendió por la pantalla.

Realmente extrañaba a Alter, lo había extrañado mucho en esos días. Su sentido del humor y el brillo en todas las reuniones.

—Entonces, ¿no salió como esperabas? —preguntó ella acomodándose en el borde de la azotea. El corazón de Alter dio un pequeño saltito cuando notó que se veía toda la ciudad de fondo.

—Salió exacto como yo quería —dijo el chico emocionado—. Incluso mejor.

—Entonces, ¿qué haces afuera?

—¿Cómo podría rechazar la llamada de mi mejor amiga? —preguntó Alter con sinceridad.

Camryn tomó un poco de su vaso, seguramente aquello no era refresco de naranja.

La puerta trasera se escuchó abriéndose con delicadeza. Alter giró la cabeza de inmediato, notó a Alice sonriéndole desde la salida. Con su mano, hizo una seña para que se acercara a la videollamada y dirigió una rápida mirada a Camryn, como anunciando que estaba a punto de mostrarle lo más maravilloso en el universo.

—Cam, ella es Alice. Es una de mis amigas aquí. Alice, ella es mi mejor amiga de Nueva York.

La rubia se sentó con suma delicadeza en la banqueta, para ser honestos, creía que era la primera vez que hacía algo tan informal e improvisado.

—Hola —saludó suavemente. Se podía sentir el estrechar de manos virtual que hizo con su mente, provocando que Camryn mirara un segundo a Alter antes de responder a la rubia.

—Un gusto —dijo ella fingiendo un poco de formalidad—. Soy Camryn, la niñera de tiempo completo de este chico.

Alice soltó una risa infantil y se acercó un poco más a Alter para aparecer mejor en la pantalla. El chico sintió una bomba explotando dentro de sí, aunque estaba seguro de que no llevaba nada peligroso dentro, más bien algo increíble de lo que nunca nadie le había hablado.

—Pero... veo que lo cuidan bien por allá.

El muchacho abrió un poco más los ojos y sintió el calor recorrer su cuello en cuanto Camryn pronunció esas palabras. Alice, por otra parte, había notado que el chico la miraba gracias a ese comentario. Permitió que sus mejillas se pintaran de colorado y ambos recurrieran a dirigir su mirada al suelo.

—Bueno, hablaremos luego —dijo Alter sonriendo con nerviosismo.

Alcanzó a observar la mirada de su amiga, sabía que lo llamaría muy pronto para saber qué era lo que sucedía. Le parecía muy curioso, porque ni él tenía una idea clara de lo que sucedía. Solamente sabía que se encontraba ahí a solas con Alice y que una ola de emociones le invadía. Sabía que la fiesta estaba saliendo de lo mejor, que todo el mal rato en Herthbroke terminaría. Ahora solo quedaba vivir lo bueno.

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¡No olviden dejarme aquí abajo sus opiniones! Espero hayan tenido un hermoso lunes :3

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