🏈 Jump
¡Hola! Bonito vierneeees :3. Espero les guste el capítulo de hoy 💖💖💖💖
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Eran de nuevo las cinco de la mañana, la diferencia es que ahora era el día del gran juego. Alter se encontraba con un silbato en los labios y un cronómetro atento a su indicación de detenerse.
Cuando el silbato sonó, Bryce dejó de realizar las repeticiones que le pidió el chico y se acercó a él con la frente empapada en sudor y una gran sonrisa en el rostro.
—¿Qué tal? —preguntó el rubio orgulloso.
—¡Genial! Rompiste tu récord —explicó mostrando las anotaciones que tenía a un lado—. Sin duda tendrás tu mejor rendimiento esta noche.
—¿Esta noche? —repitió Bryce dando un salto de alegría—. ¡Si seguimos con esta rutina al final del año tendré un millón de becas esperándome! Alter, tienes que seguir entrenándome.
El moreno estaba a punto de aceptar, pero después cambió su alegre gesto por uno de curiosa astucia.
—Bueno, pero hacemos un trato —dijo volviendo a mostrar su sonrisa.
—¿Qué es lo que quieres a cambio?
—Quiero ir a la fiesta después del juego —expresó sorprendiendo al jugador.
—¿La fiesta?
—Sí, siempre hay una. Quiero ir y conocer a los demás chicos del salón, ¿sabes? Creo que la escuela no está siendo un buen sitio para que podamos volvernos amigos.
Bryce se quitó el casco para limpiar el sudor de su frente y aspirar un montón de aire antes de continuar.
—Alter... es que ellos...
—Lo sé, lo sé —respondió el muchacho mirando el cielo con esperanza—. Tengo una buena corazonada de esta noche.
Realmente no estaba listo para acceder. Sabía que Ryan no podría aceptar a Alter tan fácilmente, pero en verdad quería seguir el entrenamiento. El coach no lo hacía sentir tan cómodo y el progreso era mucho más lento. Seguramente se debía a que el padre de Bryce siempre estaba entrometiéndose en todas las decisiones y eso entorpecía el acondicionamiento óptimo del muchacho.
Con Alter a su lado podía disminuir considerablemente la cantidad de veces que su padre gritaba, así que, sin ninguna otra opción asintió mientas tomaba de su botella de agua.
—Genial —concluyó el alegre muchacho lanzándole una manzana—. Vitaminas para el desayuno.
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Las clases fluían fácilmente con la idea de la fiesta en mente. Cada que Alter estaba rodeado de personas sentía que su corazón se aceleraba y la vida corría por sus venas. Tenía la impresión de que cada sonrisa alegraba un poco más todo, logrando construir su hogar.
Por primera vez desde que el chico había llegado, podía notar que el cuerpo estudiantil no prestaba atención en clases. La suya no era la única mente divagando sobre el gran evento de la tarde.
El juego iniciaría a las siete en punto y los nervios ya se sentían en el aire durante la hora del almuerzo.
Bryce miraba a Alter mientras éste último se formaba en la fila de la cafetería. Le ponía muy nervioso saber lo que pasaría en la fiesta con sus amigos. Ryan había sido su amigo desde siempre. Tenían los mismos intereses, querían entrar a la misma universidad y siempre hablaban sobre las mismas cosas. No podía imaginar entonces cómo reaccionaría a alguien tan diferente como su nuevo amigo.
Es que sólo había que mirarlo, su aura entera desencajaba de la escuela. Su sonrisa era la única que se mantenía mientras esperaba su comida y, claro, era el único que charlaba con la mujer del almuerzo mientras ésta le dedicaba una mirada alegre.
—¿En verdad te han invitado a una fiesta? —preguntaba Missy mientras le servía un poco de ensalada al muchacho.
—Algo así —respondió el chico admirando su comida.
—Eres hábil.
—Oh, casi lo olvido —dijo Alter sacando algo de su chamarra—. Te traje un dulce.
—¿Un dulce? ¡Gracias! —expresó la mujer guardándolo rápidamente en su delantal.
—Mis padres no son muy fanáticos del azúcar pero cuando traen dulces son de los mejores —aclaró el muchacho tomando su charola para irse—. ¿Irás al juego?
—No lo creo, pero les deseo suerte —dijo Missy comenzado a atender al siguiente estudiante manteniendo la sonrisa de Alter en el rostro.
El chico se sentó nuevamente solo, pero se sintió feliz ante la idea de que pronto todo eso cambiaría. Realmente tenía el corazón puesto en lo hermoso de aquel día.
El silencio reinaba en la mesa del resto de la clase. Grace leía un libro enorme, Jessica se miraba al espejo con suma profundidad, mientras Alice jugaba nuevamente con la comida, Ryan perdía su mirada en el infinito y Katherine observaba los alrededores con aires de astucia.
Una albóndiga tuvo que rodar hasta el otro lado del plato para que Alice se atreviera a levantar por un segundo la mirada y observar al moreno chico dando un sorbo a su jugo de naranja.
—Ni lo pienses, Alice —interrumpió Katherine al darse cuenta de la acción de su amiga.
—No le he hablado —justificó la rubia volviendo a bajar la mirada.
—Querida —dijo la muchacha aumentando aquella apariencia de astucia—, te conozco desde siempre. No te dejes llevar por esos impulsos de benevolencia extrema.
Grace y Jessica escuchaban todo pero evitaban intervenir en esa conversación o tan siquiera observarla. Las reglas estaban muy claras.
—Parece que tendré que planear una pequeña intervención en la pijamada de hoy —dijo Katherine con aparente calma.
—¿Una intervención? —preguntó Alice asustada.
—Tan sólo quiero recordarle a todos —expresó marcando la última palabra—, quién es quién y a dónde pertenece.
El almuerzo continuó con aquellas palabras en la cabeza de Alice. Realmente no quería tener problemas con Katherine, pero tampoco le parecía correcto meterse con Alter o con sus probabilidades de aceptación en la escuela.
Sabía que era difícil agradarle a Katherine, ella no creía que lograr esa gran hazaña debiera determinar lo feliz o insoportable que pudiera ser tu estancia en la escuela.
Suspiró en clase al darse cuenta de que no podía hacer nada.
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6:50 P.M.
Faltaban diez minutos para comenzar el juego y la euforia ya llenaba las gradas de la escuela.
Alter se alegró al notar que los adolescentes del instituto Thomas Jefferson por primera vez se comportaban como cualquier joven de su edad. El bullicio llenaba el sitio y las palomitas y hot dogs le trajeron al muchacho muchos recuerdos sobre su antiguo hogar.
Alcanzó a observar a Bryce preparándose para el juego e intentó saludarlo de lejos. El rubio se quedó un segundo pensando en lo que debía hacer, así que sólo resultó en una ligera mueca como respuesta.
Había alguien en la multitud que llamó la atención de Alter mientras encontraba un sitio para observar el juego. Era un hombre robusto y rubio, inmediatamente supo que era el padre de Bryce. Su mirada furiosa estaba clavada en su hijo, mientras que una de las venas de su frente se saltaba al observar la jugada que el coach tenía planeada.
Era extraño, parecía que el mismo entrenador respetaba más las decisiones del padre de Bryce que las suyas propias.
Si el entrenador de Alter en Nueva York hubiera visto aquello, mandaría a sentar de inmediato al padre de Bryce con un silbatazo y una advertencia de que "en su campo él mandaba".
Finalmente, el juego comenzó.
Alter no sabía mucho sobre el desempeño de los juegos anteriores, sólo tenía claro que el jugador estrella siempre había sido Ryan. Así que no detuvo la enorme ola de emoción que se produjo en él cuando la luz del reflector fue robada velozmente por Bryce.
Las expresiones del público no mentían. Todas las ovaciones hacia Bryce, mientras aquel balón volaba por los aires y hacía acelerar el pulso de todos, eran verdaderas. Tan verdaderas que el mismo entrenador movía constantemente su gorra hacia arriba por la increíble mejora de uno de sus jugadores.
Todo era alegría en el ambiente, exceptuando a una persona. Una persona que seguía con su expresión dura y fría, analítica y crítica: el padre de Bryce.
Cómo era posible que el mundo entero ovacionara a su hijo mientras él sólo observaba los pequeños errores que cometía. Como si le sirvieran el mejor pastel del mundo y lo devolviera porque cayó una morona al servirlo.
Aquello era lo único que hacía el padre de Bryce, devolver el plato.
"¡Y el instituto Jefferson se lleva la victoria!". Gritó el estudiante que narraba el juego con emoción.
El tumulto fue inmediatamente a felicitar al equipo y, por sobre todos los integrantes, a Bryce.
Alter se abrió paso entre todas las personas para llegar hasta su nuevo amigo, cuando lo logró, alcanzó a observar el magnífico gesto de alegría y orgullo que se destruyó en un instante al notar que su padre ya se había ido.
—Entrenador, entrenador —dijo Bryce ansiosamente—. ¿Mi padre?
—Se fue, muchacho, se fue —respondió el hombre colocándole una mano sobre el hombro—. Estuviste genial.
—¿Eso dijo él? —cuestionó el chico y el entrenador bajó la mirada.
—Te veré en el próximo entrenamiento —concluyó alejándose de la multitud.
Bryce admiró aquello con una tonelada de tristeza sobre sí y suspiró mientras se daba la vuelta hacia sus amigos.
—Lo hiciste increíble —dijo de pronto Alter que se encontraba a la derecha del rubio.
El chico pudo haber ignorado el comentario, ya que para ese momento el equipo completo observaba aquella escena, pero se sentía tan triste por lo que acababa de ocurrir con su padre que le dirigió una sonrisa al muchacho antes de responder.
—Gracias —expresó colocando su mano sobre el hombro del delgado chico.
—¿Bryce? —preguntó Ryan señalando discretamente a Alter.
—Vamos a festejar —dijo Bryce volviendo a tomar fuerzas—. Todos.
El resto del equipo pertenecía a otros grados, así que desconocían sobre Alter o el problema que podía representar que estuviera invitado a una fiesta con ellos. El único que cuestionaban la decisión de Bryce con su mirada era Ryan.
Llegaron a la casa de uno de los miembros del equipo. Alter esperaba una típica fiesta, con música fuerte, bebida y diversión por todas partes, en cambio, aquel sitio parecía una simple reunión para discutir las mejores jugadas. Claro, con música a nivel bajo y limonadas acompañando todo.
—Si continuamos entraremos en la siguiente temporada, sin duda —dijo uno de los chicos acomodando su chamarra.
Alter soltó un ligero bostezo cuando sus ojos encontraron lo que tanto ansiaba: El cable auxiliar.
—¿Les importa que conecte mi teléfono? —preguntó el chico y todos negaron tranquilamente.
Alter buscó en toda su lista de reproducción hasta que encontró algo que le agradara. El ambiente cambió repentinamente cuando "Jump" comenzó a sonar.
El volumen incrementó ligeramente y la sonrisa del moreno acompañó todo ese giro con fuerza, como si quisiera jalarlos hacia la diversión pura.
—Nunca había escuchado esa canción —dijo Therry acomodando su cabello pelirrojo.
—¿En serio? ¿Van Halen? —preguntó impresionado.
—Yo tampoco —secundó otro futbolista.
—De donde vengo los escuchábamos todo el tiempo —respondió Alter sacando su teléfono para hacer una búsqueda—. Se me acaba de ocurrir algo divertido.
—¿Algo como qué? —cuestionó Ryan mirándolo con curiosidad. Era cierto que sus ojos azules no querían fijarse demasiado en el chico nuevo, pero, teniéndolo de cerca en un ambiente tranquilo, no podía evitar preguntarse si era tan terrible como Katherine les había dicho.
—Un karaoke —propuso Alter sorprendiendo a todos.
—Pero somos chicos —dijo Bryce que estaba en uno de los sillones con la limonada en mano.
—¿Y eso qué? Acabo de buscar y hay uno justo saliendo del pueblo —expresó emocionado—. Podemos ir a mi casa y los llevo en mi auto.
—¿A tu casa? —preguntaron Bryce y Ryan al mismo tiempo.
Alter volvió a sonreír. Aquella expresión podía convencer fácilmente a las personas, así que no tardó demasiado en lograr que el resto del equipo accediera. Claro, aunque el resto del equipo tampoco sabía nada sobre sus padres.
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Un karaoke parecía perfecto. Alter creía que las reuniones demasiado alocadas al estilo neoyorkino no correspondían a Herthbroke, pero una forma de acercarse más a una fiesta sin terminar vomitando en el jardín de alguien era precisamente un karaoke.
Los tres chicos del salón de Alter convencieron al equipo de esperar en la acera de enfrente a que el muchacho sacara el auto de la cochera, así que el alegre joven entró sólo a su casa para encontrarse a sus padres charlando en la cocina.
—¿Y la fiesta? —dijo Joe acercando un plato de comida hacia su hijo.
—Hubo un cambio de planes —explicó Alter sacando su teléfono para mostrarles el mapa que había buscado—. Este karaoke está a sólo veinte minutos y creo que sería divertido, ya saben, en vez de la fiesta.
—¿Veinte minutos en auto? —cuestionó Matthew buscando la misma dirección en su propio teléfono.
—¿Me lo prestarían? Por favor —pidió Alter haciendo el gesto más tierno que pudo encontrar.
—Pero, ¿quiénes son? Ni siquiera los conocemos, Alter —expresó Matthew tomando un pequeño bloc de notas que estaba en la cocina—. Aquí, nombre y teléfono de todos.
Alter miró el papel un segundo y después mostró una mirada traviesa a sus padres.
—Es que sólo tengo un número —dijo mientras pensaba en una solución—, pero todos viven muy cerca. La casa de Tobby es el 143 de esta calle y el teléfono de Bryce lo dejaré con ustedes.
—Ya tiene diecisiete, amor —expresó Joe mientras Alter se llenaba de alegría.
Matthew suspiró antes de anotar en el bloc "Tobby 143".
—Once en punto —concluyó Matthew mientras Joe y Alter se daban los cinco— ¡Oigan! ¿Era el único fuera de su equipo? —expresó el hombre provocando risas en el ambiente.
—Seré puntual y no cometeré ni una infracción —prometió Alter mientras le daban las llaves del auto.
—Te toca lavarlo el lunes —dijo Joe mientras su hijo anotaba el número de Bryce y después corría con emoción a la cochera.
—Creció rápido —expresó Matthew y su esposo lo abrazó.
—Sabía que no tardaría en hacer amigos —confesó Joe y ambos siguieron cenando.
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