👑 I Want to Break Free
¡Hola, chicooos! Bonito viernes a todos. Con este cap cerramos la semana :3. ¡Espero lo disfruten!
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Sintió un brillo especial recorriendo el aire. Era como si fuese un suertudo millonario que navegaba por una isla privada. No, era mucho mejor.
Alice lo recibió con una enorme sonrisa que flechó el corazón del muchacho al tiempo que ocupaba la silla de al lado.
—Hola —dijo Alter finalmente con la champaña burbujeando en su garganta—. Así que... ¿el viernes?
—Sí, el viernes —respondió Alice con las mejillas encendidas—. Será maravilloso poder conocernos mejor.
Aquellas palabras provocaron una breve sonrisa de tonto en el rostro de Alter, algo que rara vez se veía en él; pero que, según la opinión de Alice, lo hacía lucir adorable.
—¿Quieres ir a la heladería? —dijo finalmente con la esperanza en la punta de su nariz.
—Claro que sí.
—Vaya, vaya, vaya, ¿qué pasa aquí? —dijo Grace mientras se sentaba cerca de la escena—. ¿Está pasando algo de lo que me haya perdido?
Alice y Alter se miraron un segundo y después se tornaron colorados e introvertidos, divirtiendo mucho más a su amiga.
En ese momento, Jessica entró al salón de repente. Ella seguía pensando que Alter no merecía ser parte del grupo, pero se sentía entre la espada y la pared por haber sido expulsada por Katherine.
—Buenos días —dijo ella con frialdad al tiempo que se sentaba en su banca.
—No seas una engreída, Jess —expresó Grace acercándose a ella—. Ven con nosotros.
Alter admiró todo unos momentos, disfrutando el presente. No podía con la alegría de saber que cuando llegó vivió ese mismo día, pero con la diferencia de que todos se alejaban como si tuviera la enfermedad más contagiosa.
Jessica se levantó con aparente enojo y se fue a sentar cerca de todos. Era cierto que seguía su lealtad con Katherine, pero también lo era el hecho de que solía fingir más furia de la que sentía.
La chica tardó tan sólo un momento en darse cuenta de lo sonrojados que estaban Alter y Alice. Entendió en un abrir y cerrar de ojos qué era lo que sucedía, permitiendo que una ola de angustia se apoderara de ella en un parpadeo.
—Si Katherine se entera...
—No importará —completó Grace tomando su mano—. No te angusties.
Las risas de Bryce y Ryan se escuchaban a la distancia, ambos entraron al salón con un brillo particular. Parecía que aquel día realmente estaba cubierto de oro.
Hacía tanto tiempo que no se sentía ese ambiente en el salón de clases, si bien eran las personas con las que más convivían en su día a día, todos los chicos de Herthbroke no pasaban de un frío "buenos días" en la mañana. Ahora, las sonrisas volaban por cada esquina, sintiéndose genuinamente alegres por un nuevo día.
—¿Qué hay, chicos? —saludó Ryan dejando la mochila en su banca para acercarse a ellos—. Bryce y yo pensábamos ir al arcade el viernes, ¿vienen?
—¡Sí! Muero por ir de nuevo —dijo Grace aplaudiendo con emoción.
—Oh —interrumpió Alice con la mirada apenada—. Yo no podré ir.
—Ni yo —secundó Alter ocultando una alegría inconmensurable.
Todos los miraron confundidos por unos instantes, hasta que comprendieron a qué se referían. Las expresiones cambiaron en un minuto a gestos de complicidad, claro, exceptuando el de Jess. Y... extrañamente el de Bryce, que no mostraba algo menos que sorpresa.
—Bueno, veo que aquí no pierden el tiempo —comentó Grace codeando a Alter.
—Buenos días —saludó Therry que llegaba al salón.
Aquello se sumaba a la curiosa mañana. Therry jamás saludaba, ni siquiera por los rigurosos rituales de Herthbroke. Él siempre llegaba directo a su asiento, intentaba no mirar a nadie siquiera; ese día, al contrario, parecía al menos un poco contento de verlos a todos. En especial cuando notó que cada uno devolvía su saludo.
—¿Qué tal tu fin de semana, Therry? —preguntó Alice sintiendo todavía el calor en sus mejillas.
—Excepcional —respondió con una contenida amabilidad.
Eso fue suficiente para que, desde ese instante, el grupo marcara otro tipo de dinámica. Los minutos que faltaban para que la manecilla del reloj indicara el inicio de la clase, fueron utilizados de una excelente manera.
El salón se sentía como un cuartel secreto de operaciones, en lugar de un horrible búnker en el que tendrían que guardar la compostura a cada segundo.
Todo parecía divertido hasta que un sólo elemento rompió la armonía.
Antes era la directora de esa orquesta, la que marcaba el compás, la canción y la coreografía; pero ahora parecía ser una ardilla que era lanzada a la tuba principal. Rompía el ambiente como un elefante dentro de una sinfónica o un enorme platillo volador a la mitad de un eclipse lunar.
Su fría mirada los recorrió a todos, buscando con desesperación que alguien la estuviera esperando. Quizá la mirada de Jessica la hubiera reconfortado en esos momentos, pero la chica miraba por la ventana con el temor de que Katherine fuera a hacerle algún gesto de rechazo frente a todos.
Rendida después de un rato, se fue directo a su lugar y empezó a soltar tanto frío que los demás tuvieron que ajustarse bien las chamarras para no congelarse.
Aquello la ponía de muy mal humor. La corona se le había arrebatado demasiado pronto y no tenía ni una sola cosa que hacer en ese momento.
Miró de reojo a Alter.
Ese pequeño mequetrefe que se había metido con ella, con su escuela, con su comunidad... Pero lo pagaría lo más caro posible.
—Buenos días —saludó con frialdad el profesor Ellis—. Espero hayan hecho sus lecturas.
Los ojos del profesor querían mostrar total desinterés, pero se veían distraídos por las miradas que Katherine hacía de vez en cuando. No estaba recibiendo la atención de nadie, así que realmente sentía un enorme vacío en ella misma que invariablemente tenía que llenar con algún tipo de atención. Aunado a tal sentimiento, tenía la impresión de necesitar impresionar al resto de sus compañeros; y aún con sus miradas más obvias, nadie parecía prestarle demasiada atención.
Por primera vez se estaba respirando un ambiente de compañerismo puro. Los chicos reían por lo bajo por alguna broma que se hubiesen hecho a hurtadillas, mandaban recados en papel de vez en cuando escritos con manuscrita (esto le parecía a Alter de lo más particular) y giraban los ojos con discreción al tiempo que dejaban los deberes.
Todo parecía acomodarse a un nivel kilométrico, cualquiera que los hubiera visto no lo hubiera creído, pero así era. Una avalancha de juventud moviéndose por toda la escuela.
La hora del almuerzo fue muy particular. La mesa de Katherine era la más vacía de todas. Se miraba realmente triste y reluciente, como si al no tener habitantes, fuera a convertirse en una moderna nave espacial y partiera lo más lejos posible.
Aquello parecía contrastar aún más con el hecho de que, mesas más alejados, se encontraba el resto del salón. Reían tan libremente que apenas se reconocían. Grace, Alter, Alice, Bryce y Ryan en particular. Jess y Therry reían ocasionalmente con alguna broma que fuera demasiado buena. Ambos parecían resistirse al hecho de pertenecer al nuevo grupo. Cada uno por sus razones particulares.
Lo que no se podía negar, era que la mirada más llena de envidia y malas intenciones, estaba dirigida por Katherine.
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Como en una delicada sonata, algo estaba inquietando a uno de los integrantes de ese grupo. Ryan podía notar un pequeño tinte de tristeza en las risas que soltaba Bryce al aire, así que no dudó en alcanzarlo más tarde cuando las clases habían terminado.
—Hey, Bryce —dijo el chico golpeando suavemente el hombro de su compañero—. ¿Cómo estás?
—Bien.
Ryan sonrió con incomodidad antes de abrir la boca. Realmente nunca se había acercado así con un compañero, pero sentía que realmente tenía que hacerlo. Era como si una fuerza invisible le empujara a conocer más al que por tantos años había sido su aparente "mejor amigo".
—Oye, te noté un poco raro hace rato —confesó Ryan rascándose la cabeza—. No sé si fue idea mía.
—¿Yo? —cuestionó Bryce mirando hacia arriba—. No lo creo.
El chico suspiró fuertemente y después continuó intentando.
—Bueno, lo diré más directamente. No lo creo... realmente estabas extraño —dijo finalmente el chico.
Bryce lo miró por una milésima de segundo. Aquella mirada parecía reclamar su exceso de atención, pero al mismo tiempo parecía agradecerlo.
—Algo extraño me pasa, Ryan. —Su mirada se clavó en el piso con vergüenza al tiempo que se ruborizaba—. Pero... no estoy listo para hablar de ello.
—¿Hay algo en lo que yo pueda ayudarte? —preguntó con preocupación.
Bryce pareció fijar su mirada en la profundidad del horizonte. Realmente estaba preocupado, pero no tenía nadie con quién platicar. Quizá Ryan sería una buena opción, pero definitivamente no estaba en condiciones de comenzar a averiguarlo en ese momento. Tenía que estar completamente seguro antes de abrir la boca.
—No, creo que no. Espero sólo sea un error —dijo el rubio sonriéndole a su amigo—. Quizá es el cansancio de la escuela. ¿Cuándo llega el verano por fin?
—Sería increíble si pudiéramos elegir en qué momento inicia —dijo el chico sonriendo.
La mente de Bryce estaba hecha un revoltijo. En esos instantes en los que un montón de caminos se cruzan ante ti, lo mejor del mundo es tener un buen amigo. Bryce pensaba en las características que debería tener un buen amigo cada que se encuentra. Realmente no había tenido demasiados y la definición de uno en Herthbroke tan sólo era la persona con la que podías reunirte un rato a estudiar.
Quizá sonaba demasiado patético para el resto del mundo, era por ello que el rubio no se fiaba de nadie. Confiaba poco en su propia sombra y dudaba que las aves que paseaban por su cabeza no fueran a delatarlo. ¿Cómo hace la gente que puede hablar tan abiertamente con los demás?
Pensaba en Alter y en su admirable capacidad para hablar con lo que fuera que estuviera vivo. A él le costaba siquiera permitirse tener un diálogo interno que se saliera de los estándares normales en los que se puede charlar. Pero en ese preciso instante consideraba muy importante ponerse manos a la obra para deducir qué pasaba en su cabeza.
Dejó que sus pies lo guiaran de camino a casa, pero sin que se diera demasiada cuenta, aquellos tomaron conciencia propia y lo llevaron por otro sitio.
Probablemente era su imaginación, pero los árboles parecían estar creciendo mucho más en esa parte de la acera, el césped se veía particularmente verde y las ventanas reflejaban muchísimo más el bello cielo azul.
No era como si no lo supiera, pero dejó que la sorpresa invadiera su gesto al darse cuenta a dónde lo habían llevado sus pies.
En la entrada se podía observar el minucioso cuidado que le habían dado para cuidar cada uno de los elementos. Bryce pudo notar a Joe regando las plantas en el fondo del jardín. En Herthbroke no era bien visto que un joven hablara con un adulto, así que realmente jamás había entablado alguna conversación con los padres de sus amigos. Tampoco con sus propios padres, aunque esa era historia para otro día.
Los valientes pies que lo habían llevado hasta la casa de Alter, ahora parecían volverse unos cobardes. Temblaban con duda y se retorcían un poco para evitar que fueran forzados a moverse.
Parecía que estaban a punto de ganar la batalla, pero finalmente se rindieron ante la insistencia de Bryce y lo guiaron hasta el señor Smith.
—Buenas tardes —interrumpió el silencio con su cordial saludo.
Joe se quedó un momento breve examinándolo, para después afirmar con la cabeza al recordar quién era.
—Bryce, muchacho. ¡Qué gusto verte! —respondió extendiéndole la mano con amabilidad—. No sabía que vendrías. Creo que Alter aún no ha llegado.
—Sí, está bien —afirmó Bryce. Seguramente se había quedado a charlar con Alice en las gradas—. Sólo pasaba a saludarlo.
Joe sonrió complacido de que hubiera al menos un poco de camaradería a la redonda. No había querido comentárselo a Matthew, pero había escuchado a los vecinos sobre sus planes de poner una enorme malla entre su casa y la de los Smith. Eso no parecía demasiado amable.
—Qué lindas flores —comentó Bryce buscando algo de lo qué hablar. Tenía una pregunta muy específica para el padre de Alter, pero no se sentía lo suficientemente valiente para decirla de frente, prefirió concentrarse en esas pequeñas de color azul.
Joe cerró un momento la manguera para poner atención a lo que decía Bryce. Le pareció una curiosa observación, ya que, en su opinión, las nomeolvides se veían bastante maltrechas.
Siguió el consejo de Matthew y las había vuelto a plantar en la zona posterior de la casa, en donde estaba charlando con Bryce. Los delicados pétalos estaban algo llenos de tierra y, aunque había sido plantada con mucho amor, daba la impresión de estar apunto de marchitarse.
—Gracias —dijo el hombre sonriendo con incredulidad—. ¿No te parecen algo fuera de lugar?
—No, para nada. Parece que han tenido un día pesado —bromeó el muchacho agachándose—. La luz que tienen aquí está perfecta.
—¿Te gusta la jardinería?
Bryce se levantó con mayor confianza que antes y levantó los hombros.
—He visto cómo cuidan de mi jardín, pero sólo por diversión.
El muchacho levantó la mirada al cielo, como buscando una nube oscura y Joe le colocó la mano en el hombro.
—Me alegra mucho que mi hijo tenga buenos amigos por aquí. Los buenos amigos a veces no son tan sencillos de encontrar. —La mirada de Joe expresaba puro agradecimiento, así que Bryce no pudo evitar sonreír ampliamente.
—¿Qué pasa si una flor no armoniza con el jardín? Como si no perteneciera.
La pregunta del muchacho pareció interrumpir ese ambiente tan armónico. Joe abrió los ojos un poco, nuevamente estaba sorprendido, porque aquella interrogante había surgido en él un par de días atrás, con la visita de la madre de Katherine.
No tenía muy clara la intención de Bryce al preguntarle aquello, a primera vista se podía asumir que era una simple duda de jardinería, pero al notar el tono tan desesperado con el que lo hizo, una intención oculta asomaba sin duda.
—¿Ves esa maceta de ahí? —preguntó Joe señalando una pequeña maceta que contenía unas pequeñas nomeolvides apenas floreciendo.
Bryce asintió con un poco de desánimo.
—Todas estas flores estaban hace unos días en aquel lado del jardín. Una... amiga, me hizo dudar si pertenecían o no a este jardín, porque parecían marchitarse —explicó Joe con una sonrisa—. Realmente creí que no podrían florecer, entonces las cambié a esta zona, ¿sabes qué descubrí ayer?
Joe hizo una pausa dramática para dejar al muchacho entrar en suspenso y después continuó.
—Las nomeolvides no requieren el cuidado que yo les estaba dando. Les faltaba agua y es por ello que apenas se están recuperando. Las de allá están floreciendo, pero están más saludables porque la sombra era mejor.
Bryce levantó la mirada hacia el señor pensando si acaso habría descifrado sus intenciones.
—¿Sólo necesitaban...?
—Más amor —completó Joe afirmando—. No estaban fuera de lugar.
El muchacho dejó que una sonrisa lo invadiera, aquello era justo lo que necesitaba escuchar.
Se quedó platicando un rato más con Joe, para que no fuera demasiado obvio que había venido por un poco de sabiduría y después se retiraba cono un bandido.
Aquella fue una de las charlas más amenas, relajadas e interesantes que había tenido en años, así que cuando se despidió de él y retomó el camino a su casa, se sintió profundamente agradecido. En especial, porque su mente ya no era un torbellino. Tenía claro lo que haría.
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Alice miraba sus blusas con indecisión. Jamás había deparado demasiado en el tipo de prendas que usaba, finalmente, todas eran elegidas por su madre; pero ese día era muy especial.
Sus padres no tenían ni la menor idea de que iría a tomar un helado con el temido "Alter Smith". Tampoco sospechaban el hecho de que al pronunciar su nombre, el estómago le estallaba en emociones y la cabeza parecía salir flotando como un globo de San Valentín perdido.
Los únicos que conocían sobre su plan original aquel día, eran sus amigos.
No quería ser demasiado melosa frente a sus padres. Si bien ser "femenina" estaba muy bien visto por ellos, el hecho de ser demasiado idealista o soñadora jamás le había agradado a ninguno. Así que aquella mañana sonrió con normalidad mientras desayunaba, aunque el cereal le supiera más dulce de lo normal; caminó por los pasillos, aunque el piso se sintiera como nubes y charló con sus padres, aunque la única palabra que quería salir de su boca era "Alter".
Pasado un rato, y con la mayor normalidad posible, avisó que saldría a tomar un helado con Grace; como ya había anunciado unos días atrás.
Los padres no sospechaban nada, así que se despidieron de ella con la misma frialdad de siempre y le desearon que disfrutara la reunión.
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Un paso tras otro.
Como el tamborileo de un baterista profesional, así se sentía el corazón de Alter. No podía siquiera pensar en alguna manera en que pudiera volver a la calma. ¿Cómo era posible que encontrarte con alguien pudiera alterarte de esa manera?
Repasaba un montón de ideas al tiempo que recorría las calles de Herthbroke, como totales desconocidas. La única calle que realmente le interesaba en ese momento, era aquella que llevaba a la heladería y, por lo tanto, a Alice.
Él se había ofrecido a recogerla en su coche y, aunque ella lo manejó con mucha amabilidad, sabía que no era de su agrado que sus padres la vieran.
La luz de aquel día parecía estar especialmente espolvoreada de oro. Daba la impresión de que era un día mucho más valioso que los demás, como si fuera Navidad o algún cumpleaños. Y aunque no lo fuera, Alter y Alice casi podrían jurar que veían burbujas de jabón flotando en el aire para acompañar ese instante.
El tramo que los separaba cada vez se hacía más corto, como el tiempo entre los latidos de sus corazones. Quizá era demasiado cursi para cualquier persona, pero para los que estaban viviendo aquel momento, todas las notas de ese día formaban una hermosa melodía que iba llenando el ambiente hasta llevarlos a lo que parecía el paraíso.
Y es que el aire se veía francamente color durazno, el ambiente también daba la impresión de estar perfumado, así como las sonrisas de las personas, aún más perfectas de lo normal.
A lo lejos, pudieron comprobar que el tiempo sí se detiene cuando una persona especial está a la redonda. Las manecillas del reloj estaban detenidas por sus latidos y los cafés y barquillos que reposaban, lucían sonrojados.
Alter se acomodó la chamarra de mezclilla antes de pronunciar cualquier palabra. Alice, se ajustó el listón sobre la cabeza, para después dar un paso más y emitir la sonrisa más desempolvada de nervios que pudo haber encontrado.
—Qué linda —dijo Alter sonrojándose—. Digo, la tarde y todo —corrigió al notar que sonó demasiado directo.
—Tú también te ves bien.
El muchacho se puso aún más rojo gracias a las palabras de su acompañante y ambos caminaron hacia la barra en donde se hacía el pedido para después recorrer cada uno de los deliciosos sabores que estaban disponibles.
—¡Cuánta variedad! —comentó Alter una vez que estaban sentados ya en la mesa.
—Es lo único variado en este lugar —expresó Alice sorprendiéndose por sus propias palabras. Casi siempre le pasaba, su mente pensaba cosas que, seguramente, nadie respaldaría. Pero al final, siempre las reprimía por miedo a que nadie estuviera de acuerdo.
—Gracias por haber aceptado venir —dijo Alter rompiendo el pequeño momento que en algún instante se hizo eterno—. No creí que me dijeras que sí.
—¿Por qué no? —respondió la chica hundiéndose brevemente en su mano—. Eres una de las personas más interesantes que conozco.
—¿En serio? —Las orejas de Alter se pusieron rojas y eso le dio un poco más de confianza a Alice para seguir hablando.
—Así es... Pero no por la razón que todos piensan.
El mesero trajo la suculenta copa de crema batida con helado de fresa y chispas de chocolate con nuez, así como el helado doble de pistache y vainilla que había pedido Alter. La mesa ahora era un poco más dulce.
—Pienso que, muchas veces no temes decir lo que piensas.
—Tú tampoco —dijo finalmente Alter. Después de las primeras palabras de la rubia, había sentido como si su lengua estuviera bajo un hechizo.
Alice negó rotundamente, creía que era la persona más cobarde que había pisado la tierra, muy probablemente, así que estaba en total desacuerdo con las palabras que acababan de salir de la boca de aquel joven.
—¿No lo crees así? —preguntó el chico empezando a disfrutar de su helado.
—Realmente no. Mira, no estoy de acuerdo con miles de cosas que suceden aquí y en realidad nunca he dicho nada —expresó Alice—. ¿Te digo un secreto?
—Claro —afirmó Alter sintiéndose afortunado.
—Soy la hija del reverendo, pero llevo bastante tiempo sin hablar con Dios. Sin hacer una plegaria. Eso es algo contundente en mi familia —explicó la chica suspirando—. Pero no lo he dicho, hasta ahora.
Alter se quedó un momento pensando antes de responder y después dio una mordida a la pequeña galleta que le habían traído como adicional.
—Bueno, creo que para ser alguien "cobarde", dejar de hacer algo que todos hacían porque no lo sientes así, parece una practica radical. Aunque no le hayas dicho a nadie —expresó sonriendo con ternura.
—Tienes razón —admitió Alice—. Quizá sí soy un poco valiente.
Ambos se lanzaron una mirada coqueta para después tomar cada uno un poco de las cerezas que estaban sobre el platito de porcelana del centro.
—¿Qué piensas hacer después de la preparatoria? —preguntó Alice sonriendo.
—NYU, muy probablemente. Lo he estado pensando.
Alice miró al chico un instante antes de responder.
—¿Regresarás a Nueva York?
El muchacho se quedó un instante pensando en las circunstancias y después regresó a la conversación.
—Sí —respondió un poco avergonzado—. Este es un lugar realmente hermoso, pero... creo que Nueva York es mi lugar. Me gustaría ser periodista.
Alice quería mostrarse mucho más contenta, pero estaba acostumbrada a que todo lo que estaba en Herthbroke, permanecía en Herthbroke por mucho, pero mucho tiempo.
—¿Tú a dónde irás? —preguntó Alter con naturalidad.
—¿Yo? —dijo Alice un poco confundida—. Bueno, en realidad yo... No lo he pensado. No sé si iré a la universidad.
—¿Alguien tan brillante como tú? —preguntó Alter en un tono amable—. No, ese talento tiene que aprovecharse en el sitio de tus sueños. ¿En dónde te gustaría vivir?
Aquellas preguntas estaban chocando con Alice de maneras inesperadas. Realmente no estaba preparada para responderlas, ni siquiera para respondérselas a sí misma. Le resultó verdaderamente extraño, porque era verdad que eran cuestionamientos bastante sencillos que cualquiera en esas circunstancias podría responder resueltamente.
—Bueno... ¿Qué lugar crees que sería para mí?
Alter quedó un poco confundido con la pregunta. En realidad nadie le había preguntado eso jamás, así que no tenía idea de qué contestar.
—En realidad no lo sé... Depende de lo que quieras para ti. Ya sabes, el estilo de vida, tu profesión... Son muchas posibilidades —dijo con sinceridad tomando otra galleta—. No se me viene a la cabeza un sitio, pero tengo la idea de que nuestro hogar del corazón llama a nosotros cuando estamos ahí.
—¿En serio?
La idea le pareció realmente impactante a la chica. Un hogar en el que no hayas nacido, pero que te llama con alegría.
—Sí, ese sitio que te llama; aunque no lo conozcas —dijo el chico mostrando una sonrisa—. Aunque en mi caso, nací y crecí en Nueva York, a pesar de que he viajado a diferentes lugares gracias a mis padres, realmente creo que esas calles tienen mi corazón.
—Entiendo la parte de nacer y crecer en el mismo lugar... pero la otra emoción...
—¿No lo sientes con Herthbroke?
Alice miró hacia la lejanía, por el vidrio se veía a la gente pasar con esas sonrisas impregnadas. Las miradas estaban fijas en el horizonte y daban la impresión de jamás haber tocado ni de cerca a la persona que las acompañaba.
El sol brillaba de manera especial, pero no hacía que nadie brillara, era como si todos fueran opacos.
—No —expresó Alice hablando con sinceridad.
"Pero lo siento contigo", pensó para sí.
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