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✨ Forever Young

¡Bonito lunes! Alter les desea que tengan una semana maravillosa, al igual que yo :3. Espero les guste este nuevo capítulo :D

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Bryce y Ryan miraban por la ventana del auto preocupados, mientras que el resto del equipo de fútbol seguía charlando sobre probabilidades y jugadas, acompañados por la música de Alter.

De vez en vez, los tres se lanzaban miradas rápidas, tratando de expresar la angustia que compartían. No querían imaginar qué es lo que pasaría el lunes si Katherine los sorprendía saludando a Alter o siquiera mirándolo.

El motor del auto de Alter se detuvo al tiempo que un cartel brillante recitaba "Karaoke" frente a sus rostros. Aquel establecimiento estaba demasiado alejado del pueblo como para ser considerado parte de él. A leguas se podía observar eso.

Las personas que entraban lucían mucho más... normales, que los habitantes de Herthbroke.

Alter abrió la puerta para todos y le dirigió una sonrisa relajada a Bryce y Ryan que entraron siguiendo a sus amigos.

—Yo no sé cantar —comentó uno de los jugadores mientras tomaban una mesa.

—No te angusties por eso —dijo Alter admirando la lista de canciones—. Lo divertido aquí es subir al escenario y dejarte llevar.

—Pero, ¿cuál es el punto si no lo haces bien? —preguntó Ryan buscando alguna canción que le gustara.

—Divertirte —expresó Alter levantándose de la mesa entusiasmado—. ¿Quién quiere comenzar?

Los jugadores escondieron su mirada como si aquella hubiera sido una pregunta en clase. Alter soltó una risa despreocupada y tocó el hombro de Ryan quien parecía ser el más angustiado.

—¿Cantamos una juntos? —propuso invitándolo a levantarse.

—¿Juntos? —cuestionó el muchacho mirando a sus amigos con susto.

—Vamos, es sólo para que vean que es divertido —dijo Alter mientras Ryan se levantaba con la mayor lentitud posible.

Se sentía entre la espada y la piedra. Trataba de equilibrar el no sentirse demasiado cercano a Alter, pero tampoco ser muy grosero con él.

—Me... me gusta Frank Sinatra —expresó el muchacho señalando una canción al tiempo que Alter asentía con gusto.

No faltó mucho para que llegara su turno. El karaoke no era tan concurrido como todos los que había visitado Alter. Bryce y Ryan no comprendían totalmente el concepto de "dejarse llevar". Durante la mayor parte de su vida, sus padres habían controlado cada segundo de sus días, monitoreando el tipo de fiestas que hacían, los amigos que tenían, sus calificaciones. No estaban acostumbrados a subir a un escenario improvisadamente a cantar "My Way" con un chico casi completamente desconocido.

Ryan lucía bastante nervioso al comienzo, pero es que realmente amaba esa canción. No podía ignorar ese breve fragmento de su alma que comenzaba a despertar. Empezó a sentir que su corazón se aceleraba al notar las sonrisas del público y lo fuerte que se escuchaba su voz aunque no estuviera afinada.

Cuando aquel impulso comenzaba a perder fuerza, Alter cantaba una parte y le dirigía una sonrisa al tiempo que trataba de imitar a Frank Sinatra en el escenario. Era imposible  no sentirse feliz con ese chico alrededor.

Poco a poco, la noche se fue volviendo mejor. El equipo de fútbol del instituto Thomas Jefferson tomó el control total de aquel escenario. Cada uno tomaba el micrófono con verdadera emoción y permitía a su sonrisa moverse libremente, a sus pulsaciones acelerarse y a la voz quebrarse de vez en cuando. Estaban devorando los matices de la música. Estaban comenzando a vivir.

La noche se desarrolló con la misma fiebre. Un montón de sodas regadas por la mesa, palomitas, nachos y muchas risas y diversión. Los chicos de Herthbroke no recordaban la última vez que se habían sentido de aquella forma. La última vez que pudieron ser adolescentes.

Entre bromas y cantos, todos los presentes en esa mesa empezaron a sentir a Alter como aquel hechicero que voluntariamente rompió un hechizo. ¡El mago de los rizos locos!


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Y mientras los chicos se deleitaban con una noche extraordinaria, Katherine, Jessica, Grace y Alice estaban reunidas en casa de la primera. Una de sus clásicas pijamadas, que además aprovecharían para planear su proyecto.

Ya era una tradición desde que tenían diez años y, a pesar del tiempo que había pasado, Alice sentía que siempre trataban de lo mismo: Mascarillas, maquillaje y hablar sobre alguien que no fuera del agrado de Katherine o, en el peor de los casos, adelantar el trabajo escolar... Ese día era una mezcla de todo.

Katherine se encontraba frente al espejo de su dormitorio, quitándose la mascarilla con un algodón humedecido en agua de rosas. Jessica le cepillaba el cabello, mientras que Grace leía un libro y Alice volvía a perderse entre la pintura blanca del techo de Katherine.

—¿Crees que podamos ver una película? —preguntó la rubia suspirando.

—No, qué horrible —respondió Katherine sin quitarle los ojos a su reflejo—. Las películas son vulgares y aburridas, Alice. Lee un libro como Grace. Que ya hayamos armado el esqueleto de la investigación no es una invitación para ser holgazanes.

Alice se giró en la cama de Katherine y se quedó con la mirada en la alfombra violeta.

—Sería más divertido tener unas revistas —expresó la chica provocando que Katherine soltara una risa.

—¿Por qué leerías una revista? Si vas a ocupar tu tiempo en letras que sean de una escritora consagrada y no de un periodista frustrado —sentenció la castaña acomodando el cabello que habían terminado de cepillar—. Jess, dale un libro de mi estante.

—No quiero leer, no ahora —dijo Alice sentándose sobre la cama—. ¿Por qué no hablamos un rato?

—Oh, claro —expresó Katherine levantándose de su tocador para sentarse junto a Alice—. Tengo algo muy importante que decirles.

—¿De qué se trata? —preguntó Grace bajando su libro.

—Bueno, habrán podido notar que las cosas se han puesto algo raras desde que llegó ese chico nuevo —soltó Katherine suspirando exageradamente—. Es tiempo de que nos ocupemos.

—¿Nos ocupemos? —cuestionó Alice preocupada—. Nadie le habla, ¿qué más necesitamos?

—No sé si necesites una revisión pronto en la vista, pero lo vi hablando con Bryce y Ryan en el juego —aclaró la altiva muchacha mirándose en otro espejo que tenía pegado en la pared—. No quiero que comience a creer que es un igual.

—¿Qué es lo que vamos a hacer? —preguntó Grace levantando la ceja con un sentimiento mezclado entre interés y duda.

—Podríamos hablar con toda la escuela y contarles sobre sus padres —expresó Jessica emocionada.

—No son padres, son sus cuidadores solamente —corrigió Katherine girando los ojos—. Para combatir al enemigo no tienes que pensar como él.

—¿Qué le harás, Katherine? —preguntó Alice mirándola.

—Bueno, mis padres tampoco están muy felices de que esos tres estén por aquí —dijo la muchacha sacando un poco de bálsamo de su cajón para colocárselo—. Ustedes saben que nuestra escuela es un lugar en el que se cuida a la comunidad.

—¿En serio? —cuestionó Alice recibiendo una mirada asesina por parte de la chica.

—Decía... nuestra escuela es un lugar comprometido. Hagamos que los cuidadores de ese rarito participen como se debe —expresó Katherine con los ojos llenos de malicia—. Apuesto a que nuestros amigos futbolistas sabrán lo que les conviene.

Jessica aplaudió con admiración hacia su amiga. Grace asintió, aunque en realidad no estaba totalmente de acuerdo. Era como si su cerebro estuviera en modo avión y sólo se activara para leer o hacer tarea, realmente se detenía cada que quería analizar algo sobre ese chico. Alice, por otra parte, admiraba aquella escena horrorizada, sin embargo, no sentía la suficiente fuerza para hablar, el mundo pasaba en segundo plano y ella parecía ser una simple espectadora.

Aquella confusión la acompañó por el resto de la pijamada. Taladraba su cerebro y su alma pidiendo por una respuesta, por una decisión, ¿de qué lado de la balanza se inclinaría?

Los ojos azules intenso de Alice no dejaban mentir sobre su dilema. Se le miraba angustiada y pensativa todo el tiempo. Sus amigas lo notaron esa noche y sus padres lo hicieron el domingo mientras oficiaban la misa correspondiente.

Alice no quería que nadie se entrometiera en aquella reflexión, pero era difícil evitarlo cuando su padre la observaba desde su atrio. Con la cabeza ligeramente inclinada, la espalda totalmente recta y el pensamiento en otro lado, llamó la atención del reverendo en un segundo.

—En verdad, sus palabras son reconfortantes cada domingo, reverendo —decía la madre de Katherine cuando la misa terminó.

—Señora McKlein, Dios la bendiga —expresó el hombre admirando a su hija levantarse de su banca—. Alice —llamó provocando que su hija se acercara a él—. ¿Nos puede disculpar, señora McKlein?

—Por supuesto que sí. Dios esté contigo, Alice —expresó la mujer alejándose del lugar.

—¿Qué te ocurre? —preguntó su padre escudriñándola con la mirada.

—¿Podemos hablar en privado? —pidió Alice con preocupación.

En la parte posterior de la iglesia había un pequeño cuarto que era utilizado para actividades ocasionales, aquella vez fue el escenario de una charla entre el reverendo y su única hija.

—Papá —inició ella llena de confusión—, cuando sabes que alguien está haciendo algo malo, ¿deberías intervenir?

—¿En qué sentido? —cuestionó tomado asiento en un pequeño banco.

—Si alguien quiere hacerle un mal a otra persona y tú lo sabes, ¿deberías evitarlo?

El reverendo miró un segundo hacia arriba y después tomó la mano de su hija.

—La voluntad de Dios es que nos amemos sin condiciones y que hagamos el bien. Él quiere que seamos felices y nos sintamos tranquilos bajo cualquier circunstancia. Con eso en mente, nuestro deber también es procurar que eso sea para todos —respondió notando cómo su hija reflexionaba aún más—. ¿Qué es lo que pasa, hija?

—Es que, el chico nuevo...

El padre de la muchacha levantó su mano para pedir silencio y suspiró.

—Tenemos que poner en una balanza nuestras acciones, Alice. Es cierto lo que te he dicho, sobre hacer el bien, pero ese muchacho... su familia atenta contra la voluntad de Dios —sentenció el reverendo levantándose—. No hay dudas en lo que debes hacer.

El reverendo salió de aquel lugar dejando a su hija nuevamente con sus pensamientos.

Parecía que todo estaba dicho.


✨✨✨

El lunes amaneció tan soleado y magnífico como era posible. Alter saltó de la cama muy temprano para acudir al entrenamiento privado con Bryce. Realmente estaba emocionado por la noche anterior.

Las risas los habían acompañado de regreso y la amistad se notaba floreciendo sin ningún tipo de barrera. Nada hacía más feliz a Alter que hacer amigos.

Bryce también estaba de un excelente humor. Con el paso de la noche él, junto con Ryan, habían decidido que Alter era merecedor de una oportunidad. Jamás se habían divertido tanto, así que, ¿por qué mencionar el asunto que lo segregaba de los demás?

—Te dije que tenía un buen presentimiento —dijo Alter sonando el silbato.

Bryce le devolvió la sonrisa que se asomaba suavemente y pensó en la buena decisión que había tomado al invitarlo a festejar.

Fue así que también fue incluido en la reunión que hacía el equipo de fútbol antes de que sonara la campana cada mañana. Se sentaban en círculo en el pasto que rodeaba la escuela y hablaban sobre cualquier cosa antes de entrar en cintura para comenzar el día.

Katherine llegó con el resto de chicas aquel día y admiró el escenario que odiaba: Alter sonriendo entre nuevos amigos.

Alice creía que rodaría los ojos, pero sólo los volteó a ver con astucia antes de echarle un vistazo a su reloj. Apenas había bajado su muñeca, el timbre de las clases sonó y las bocinas que se encontraban instaladas en la escuela se encendieron.

—Buenos días estudiantes —decía el director por las bocinas—. Por petición estudiantil, haremos una reestructura de la junta de padres de familia. Fueron sorteadas al azar, mencionaré el nombre de sus padres para que les informen de esta responsabilidad... Gustave y Dolly Spencer, Robert y Susan Lambert, Brigthton y Marilyn McKlein, Joseph y Matthew Smith...

Al escuchar aquello último, los estudiantes hicieron un gesto de sorpresa. Katherine, por otra parte parecía muy contenta. Tomó todo ese brío que poseía y caminó hacia el círculo de anonadados futbolistas.

—Felicidades, Alter Smith —dijo sonriendo con suficiencia—. Tus padres han sido elegidos para la nueva junta de padres.

Alter admiró como cada uno de sus nuevos amigos se levantaba rápidamente del césped para después sacudir sus pantalones y fingir que jamás habían estado sentados ahí.

—No me avergüenza quién soy, ni quiénes son mis padres —expresó Alter al tiempo que Katherine se daba la vuelta con la intención de dejarlo completamente solo.

—¿No? Pues deberías —concluyó retomando su paso y perdiéndose entre el alumnado.

Bryce y Ryan volvieron a ignorar a Alter todo el día. Era fastidioso pensar en que todo lo construido en una noche, se convertía en miradas evasivas y nerviosismo en el salón cuando lo vieran entrar; a pesar de ello, el muchacho no se rendiría. Había conocido la parte más maravillosa de todos esos chicos y no permitiría que alguien le arrebatara la oportunidad de tener una amistad con ellos sólo porque sí.

No, él no era así.

—Alter —llamó Joe cuando el chico llegó a su casa aquel día—, el sábado iremos a cenar a la ciudad más cercana, ¿vienes?

—Sí, claro que sí —respondió Alter mirándolos con alegría—. ¿Saben que los amo?

—Por supuesto —dijo Matthew sonriendo—. Nosotros también te amamos muchísimo.

—¿Qué pasó con tus amigos? ¿La pasaron bien? —preguntó Joe recargándose en el desayunador de la cocina.

—Pues... están en una fase complicada —expresó Alter asintiendo—. Oh, por cierto. Fueron elegidos para la junta de padres.

—¿Cuándo tenemos que ir? —cuestionó Matthew sacando su teléfono para agendarlo.

—En realidad no pregunté... Mañana llegaré temprano y pasaré a la oficina del director.

Sus padres asintieron antes de comenzar a preparar la cena. Una de las cosas favoritas de Alter era preparar la cena en familia. Es que los tres le recordaban a una orquesta perfectamente coordinada. Acompañada, claro, de muchas risas, cucharas llenas de masa y deliciosos aromas a especias y galletas.

Adoraba su vida.


✨✨✨

Alter despertó con un poco de preocupación en la mente. Bryce no le había respondido el teléfono en toda la noche, ni siquiera con preguntas relacionadas a su proyecto. Parecía que lo de Katherine había sido tomado demasiado en serio.

El muchacho comprobó aquella hipótesis cuando notó que el campo estaba vacío. Bryce no se había presentado a su habitual entrenamiento. Sin más, soltó un suspiro y caminó rumbo a la oficina del director. No estaba seguro de que él estuviera ahí, finalmente era demasiado temprano y los pasillos lucían demasiado vacíos.

Sintió esperanza cuando escuchó unos ruidos provenientes de la oficina del director, así que abrió la puerta sin ningún aviso.

Los ojos de Alter se abrieron desorbitadamente cuando aquella escena se presentó ante él. El señor Ellis y Katherine McKlein se besaban apasionadamente dentro de la oficina hasta que encontraron la mirada del moreno anonadado.

Katherine se alejó del profesor rápidamente y bajó la mirada furiosa. El profesor Ellis observó a Alter con cuidado, parecía que alguno diría cualquier palabra, pero eso no pasó, en cambio, el chico cerró la puerta de inmediato y se quedó un segundo sin aliento.

¿Qué acababa de ver?

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