Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

💘 Eternal Flame


¡Chicooooos! Perdón :c, sé que les dije que el fin iba a subir todos los capítulos restantes, pero necesitaba tomarme esos dos días de break porque ya estaba muy traqueteada por el mes de julio TTnTT. Pero esta semana sí estamos rumbo al final, lunes, miércoles y viernes estarán leyendo los últimos capítulos. ¡El viernes hay doble! ¡Espero les guste este!

💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘

La sonrisa de ambos no dejaba espacio para mentiras sobre lo bien que salió la cita del viernes. Todo el fin de semana habían estado intercambiando mensajes como si no existiera un mañana y se dedicaban exclusivamente a pensar en el otro, cuando no estaban intercambiándolos.

Cada que alguien se cruzaba con ellos, sus miradas se llenaban de la ilusión de un nuevo romance surgiendo en la escuela. Si bien no iban de la mano esa mañana, se sentía el significado especial de caminar juntos un buen tramo de la calle, y que ahora se dirigieran a la clase del señor Ellis caminando tan cerca, provocaba que todos se llevaran la palma a la boca y cuchichearan en el oído del de al lado.

Mientras el salón se llenaba, todos proporcionaban una sonrisa de aceptación que añadía hermosas joyas a las coronas que portaban ese día Alter y Alice. Parecía que nada podía salir mal, pero dos joyas no fueron proporcionadas. Una no era esperada, ni siquiera había un espacio para ella probablemente, pero la otra fue el diamante roto que se quebró cuando Bryce entró al salón.

Las comisuras de su sonrisa cayeron sin paracaídas al tiempo que las pupilas del muchacho pasaban por las de ambos enamorados. Sintió que su corazón se detenía y que ningún cardiólogo podría revivirlo nunca más.

El día comenzó a pasar tan lento que parecía que también estaba muriendo como él. Veía las manecillas del reloj avanzando con tanta pesadez que le daban ganas de levantarse y moverlas él mismo.

Suspiró por lo alto para dejar salir un poco de la frustración que salía y decidió hacerlo cuando aparentemente no había nadie en los vestidores del equipo de futbol. Claro, que eso es un decir, porque sí que hubo un receptor de su enorme suspiro.

—Bryce —saludó Ryan terminando de secarse el cabello con la toalla que tenía en la mano—. ¿Estás bien?

El chico dio un respingo al haber notado su descuido y después se levantó completamente para cargar su mochila con la intención de irse.

—Sí, estoy perfecto. Me tengo que ir —expresó colocando su mano rápidamente sobre el hombro de su amigo.

Ryan lo detuvo en seco, como si lo hubiera atrapado intentando robar algo.

—Amigo, tú sabes que puedes hablar conmigo, ¿verdad? —dijo Ryan colocando el brazo como barra de seguridad para evitar la escapada.

Bryce se quedó un momento en silencio, no sabía cómo reaccionar. Realmente estaba dudoso de tocar el tema principal que lo tenía tan agobiado, pero al mismo tiempo estaba en una trampa de la que difícilmente podría escapar.

—Bueno... quizá no estoy tan bien.

El muchacho se dejó caer junto con su mochila en una de las bancas del vestidor y repitió otro de los icónicos suspiros que le habían ganado encontrarse en esa situación.

Ryan lo acompañó en ambas acciones y le dirigió una de las sonrisas más amigables que jamás hubiera podido recibir.

—Te noté extraño desde ayer, no querías hablar. Hoy en la mañana estabas muy contento cuando te saludé en la entrada, pero después parecía que te habían golpeado directamente en la cara.

Bryce frunció un segundo el ceño y después bajó la mirada tanto que pareció perderla un momento de las pupilas.

—¿Tiene que ver con Alter y Alice?

—¿Qué? —preguntó Bryce inmediatamente. Le parecía irreal que aquella pregunta le fuera hecha tan directamente, así que simplemente abrió los ojos y esperó la respuesta.

—Sí, bueno, he estado prestando atención. Creo que es lo único que ha sucedido en estos días que quizá pudo haber cambiado el rumbo de las cosas —dijo Ryan volviendo a sonreír—. ¿Sabes? No suelo decirlo mucho, pero realmente no comulgo con demasiadas de las ideas que vuelan por aquí en Herthbroke.

—Necesitas ser más específico —dijo Bryce bromeando, ya tenía la mirada hundida en el piso y se rehusaba a levantarla de una vez por todas.

—Desde el inicio creí que no tenía nada de malo el hecho de hablar con Alter. Siempre lo pensé, pero jamás dije nada —expresó sonriendo ahora con la mirada—. Creo que sus padres no están haciendo nada malo y que ni siquiera es un asunto que nos concierne. Cada quien tiene un mundo con su casa y su familia.

Bryce asintió con acuerdo al tiempo que las lágrimas comenzaban a rodar por sus mejillas.

—Pienso que este pueblo necesita una buena sacudida de nuevas opiniones. Y que todos deberíamos estar tranquilos sobre lo que pensamos y lo que sentimos —continuó el rubio colocando una mano en los hombros de Bryce—. Pienso también que los amigos son para siempre y que no tienes por qué querer engañarme en cuanto a lo que te pasa con esta situación de Alice y Alter saliendo.

El silencio se hizo aún más presente mientras estaban en las bancas. Ryan soltó una pequeña risa por los nervios.

Bryce tardó un segundo, pero finalmente levantó la mirada del piso y la clavó sobre su amigo que ya lo esperaba con un gesto amable.

—No sabes cómo ha sido darme cuenta —dijo soltando un mar de lágrimas que limpiaban sus palabras—. Quería... desaparecer y al mismo tiempo estar presente. Estar presente para sentir lo que sentí y luego irme lo más lejos posible.

Ryan afirmaba con la cabeza comprensivamente.

—No entendía como es que podía empezar a notar que mi corazón se hacía tan grande que ahora sentía la responsabilidad de esconderlo lo más pronto posible. Es como... como mirar a un árbol crecer y tener que guardar el secreto —soltó con mayor intensidad.

Su amigo esperó a que todo el llanto saliera para poder comentar algo. Pasaron varios minutos para que eso sucediera. Ni siquiera Bryce sabía que todo eso vivía guardado dentro de él. Casi como construir una presa y no tener presente la cantidad de agua que correría si se quitara la barricada.

—¿Cuándo le dirás? —expresó finalmente el chico.

La respiración de Bryce nuevamente desapareció y un nubarrón de posibilidades comenzaron a llenarse en su mente. ¿Cómo poder hablar esto con la persona más emocionante en la escuela? Con la persona cuyo brillo personal estaba deslumbrando a todos (incluyéndolo) y que seguramente no tendría un espacio para... él.

—Ryan...

—Tienes que decirle —interrumpió el rubio antes de que pudiera excusarse—. Creo que te hará bien hablar con él.

El llanto de Bryce siguió corriendo por un rato, hasta que la cabeza le punzaba lo suficiente como para desear no tenerla. Ryan se quedó apoyando en silencio. Cuando el llanto finalmente cesó, Ryan levantó la cabeza de su amigo y soltó una pequeña risa amigable.

—Estaremos contigo, no tienes por qué tener miedo —dijo el muchacho suspirando—. No creo que sea un buen lugar si sientes que tienes que esconderte, ¿no es sí?

Bryce asintió y limpió sus lágrimas mientras reía.

En ese instante no lo puso en expresas palabras. Sentía que quizá podría ser demasiado dramático para el momento, así que lo guardó para sí: el profundo agradecimiento que sentía en el fondo de su corazón por las palabras de Bryce y, en especial, por todo el apoyo que le estaba proporcionando en un momento tan difícil había resultado justo el amuleto que buscaba por días y días sin resultados suficientemente satisfactorios.

Pocas cosas habían sido tan difíciles para Bryce en toda su vida, realmente es que siempre parecía andar sin ningún problema sobre sus espaldas.

Cualquiera podría decir que el hecho de que los problemas surgieran por primera vez cuando llegó Alter al pueblo, no era una buena señal. Pero todos sabían que en realidad aquella calma sobrepuesta era un simple espejismo de la realidad. Creían que no era cierto que su vida estaba llena de problemas. Siendo así la realidad, el muchacho no sabía cómo afrontar lo que se avecinaba.

💘💘💘💘

Tenía muy pocos recursos para que tuviera tan solo una idea de cómo salir de la situación en la que se encontraba.

Estaba con todo aquello en su cabeza, mientras que observaba las hojas del árbol más cercano.

El campo de fútbol siempre había sido su hogar, así que era un excelente sitio para pensar antes del entrenamiento. Aunado a ello, Alter estaría ahí muy pronto para ayudarle con el entrenamiento del día y era el momento perfecto para establecer una charla seria, o al menos el intento de ella.

Las palabras en su mente se iban acomodando como en un juego de Tetris, parecía que estaba armando el rompecabezas más complicado de su vida; y cuando por fin tuvo resuelto lo que diría, notó que a lo lejos venían Alter y Alice caminando muy cerca.

El rubio levantó las manos con frustración y después extendió la palma para fingir un saludo.

—Bryce, ¿te molesta? —preguntó Alter al tiempo que lo saludaba con una enorme sonrisa plasmada en su rostro.

—No, para nada.

La cortesía quedó flotando en el aire como una tela vaporosa que dejaba notar lo mucho que se podía pretender algo que no se siente. Aquello pasó por entre los rostros de todos y en los ejercicios que hacía Bryce con entusiasmo. Parecía también que le gustaba enredarse entre las risas de Alice, cuando Alter hacía algún chiste, para después estrellarse en la alegría de Bryce.

Por cada minuto que pasaba, el corazón le estaba exigiendo que levantara la voz y, aunque intentó silenciar aquella empresa, finalmente se rindió.

—Alter —dijo mientras Alice y él recogían sus cosas—. ¿Puedo hablas contigo en privado?

La amable rubia sonrió con tranquilidad y después asintió contenta.

—Nos veremos mañana o hablamos al rato —dijo ella dedicándole una despedida dulce a la distancia.

Alter tan solo pudo responder con la claridad de un suspiro y después se giró hacia Bryce con intriga.

—¿Qué sucede, amigo?

El estómago se le revolvió de repente, ¿cómo era posible que algo así lo tuviera tan nervioso? Hacía unos breves momentos se lo había confesado entre líneas a Ryan y no podía creer que hubiera tomado tan poco tiempo para volverse algo intrínsecamente relevante.

—Necesito hablar contigo —dijo finalmente al tiempo que mostraba una media sonrisa por los nervios.

Ambos comenzaron a caminar hacia las gradas, en donde ya era tradición hacer las reuniones más importantes en Herthbroke. Aunque el sol estuviera brillando muchísimo, todos los colores se veían en opaco para Bryce. Tenía claro que las palabras que estaba por pronunciar no iban a alterar el orden de las cosas, sino que simplemente marcarían la verdad por sobre todo.

—No sé cómo comenzar a decirte esto... porque sé que tienes algo con Alice y realmente no quiero intervenir en eso, pero es que siento que tengo que ser sincero contigo —expresó Bryce dejando que su cuerpo comenzara a temblar. Era extraño para él estar sintiendo tantas cosas, después de años de reprimirlas. Después de una vida de sentirse aprisionado.

—Bryce —Alter sacó de su mochila un jugo de uva sin abrir. Lo extendió hacia el muchacho como si fuera un niño pequeño tratando de hacer amigos—. Creo que entiendo, creo que sé lo que dirás.

El rubio recibió el jugo con ternura y comenzó a beberlo levemente aliviado de que Alter tomara la palabra.

—Piensas que los padres de Alice no me aceptarán, ¿cierto? —Alter sonrió a su amigo que no pudo evitar empezar a toser por el impacto de la respuesta—. Gracias por preocuparte por mí. Sé que me veo demasiado emocionado, quizá, pero... es la primera persona que me gusta, que me gusta de verdad. No dejaré que nada arruine esto, Bryce.

El rubio asintió con entendimiento. No quería ser justo él quien arruinara todo lo que sentía porque Bryce lo comprendía mejor que nadie.

—Bueno, me alegra que estés tan determinado —respondió sonriendo a duras penas—. Cuando el amor llega no hay que dejarlo ir, ¿cierto?

—Es cierto —dijo Alter con una sonrisa de medio lado.

Otro silencio se hizo presente por un momento. No era un silencio incómodo, sino más bien algo para contemplar. En el hermoso cielo abierto se veían las nubes pasando con la tranquilidad de un río en verano. Parecía que también estaban escuchando la conversación entre los chicos y sentían empatía hacia los corazones de ambos.

💘💘💘💘

Alice caminó realmente lento cuando regresaba a casa. Le llamaba la atención lo bonito que lucía todo después de aquella cita. Por decir poco, parecía sacado de alguna postal. Una hermosa postal que podía encabezar la lista de aquellas que producían mariposas y provocaban sueños eternos.

No era la primera vez que se enamoraba, cuando era más pequeña, le gustaba uno de los chicos del grado mayor a ella. Iba todos los domingos con mayor emoción a la iglesia para poder encontrarlo. Cantaba con más entusiasmo para impresionarlo y memorizaba todos los versículos a la perfección para que pudiera notarla en las reuniones de jóvenes. Con Alter, era muy diferente. No tenía que hablar más fuerte, ni recordar todo a la perfección para recibir una bonita sonrisa y eso sí que era un flechazo novedoso.

Cuando llegó a su casa, la mesa ya estaba puesta. Solían cenar mucho más temprano que el resto de las familias. Al padre de Alice le gustaba dedicar lo que restaba del día en preparaciones de sermones y oración, por lo que aquella parte ya tenía que estar cubierta para cuando volviera.

El mantel estaba puesto de manera impecable, como siempre, y dejaba notar que había sido planchado desde muy temprano. En casa de Alice la cena era muy ceremoniosa, así que se dirigió a comenzar su parte.

Primeramente, abrió su armario para notar el vestido que le había dejado su madre, de igual manera, perfectamente planchado. Ella no era una fanática particular de todos los vestidos cincuenteros que sus padres adoraban, pero sentía que no tenía más opción que descolgarlo y colocárselo con el mayor cuidado.

Cepilló su cabello con mucha cautela, de igual manera, y se colocó un precioso collar de perlas sobre el cuello para que armonizara el resto del estilo. Cuando bajó, los platillos principales ya se encontraban puestos, las pequeñas velas estaban cuidando las perfectas copas de agua y las flores alineadas.

En ocasiones Alice odiaba todo eso... La mayor parte del tiempo Alice odiaba todo eso. Se preguntaba qué se sentiría tener una cena tranquila en familia. Que todos usaran jeans y rieran por lo alto, en lugar de tener un rito ceremonioso cada vez. Sentía en la profundidad de sí que aquella era una duda que jamás iba a aclarar.

Cuando todo estaba puesto, Alice se sentó en la mesa con recato, al mismo tiempo que su padre y su madre.

Los tenedores creaban una tenebrosa melodía que parecía querer armonizar el ambiente sin mucho éxito. Todo era tan frío.

La madre de Alice fue la primera en romper el silencio.

—¿Cómo han ido los sermones, querido? —preguntó con calma.

—Van muy bien. Estoy realmente emocionado por lo que hablaré este fin de semana —expresó con emoción (la poca existente) el padre de Alice.

—¿Sobre qué será?

—Fidelidad a Dios —dijo el hombre con decisión—. Creo que hará mucho bien en el pueblo durante estos momentos.

Alice tragó saliva con incomodidad al tiempo que miraba a sus padres uno después del otro.

—Tienes razón, es un tema muy necesario en estos momentos —indicó su esposa—. Con la llegada de... los nuevos vecinos. Las personas podrían confundirse.

—Tenemos que ayudarlos a no olvidar la importancia de seguir juntos en estos momentos.

Alice arrugó su vestido por debajo de la mesa con incomodidad y después sonrió con calma hacia sus padres.

—Es un caos total, ¿cómo has visto la situación en la escuela, Alice? —preguntó su madre interesada.

La rubia comenzó a sentir que las rodillas le temblaban aunque estuviera sentada y pasó una mano por el bonito listón que adornaba su cabello en esa ocasión antes de responder.

—Todo bien —dijo ella fingiendo inocencia sobre el asunto.

—¿En serio? Marilyn me dijo que Katherine le ha hablado sobre una revuelta estudiantil que está causando ese chico, ¿Abner?

—Alter —corrigió Alice distrayendo la atención al ofrecerle a todos un poco más de puré de patata.

—Yo estoy bien, hija, gracias —expresó el reverendo asintiendo con la cabeza—. Yo también he escuchado muchas quejas sobre lo que ha pasado en la escuela. Probablemente, no te hayas dado cuenta querida, porque te hemos criado muy bien, pero ese chico intenta ganarse a las almas que con tanto cuidado fuimos procurando.

Alice miró a sus padres asintiendo con la cabeza, pero le parecía hasta cierto punto hilarante imaginar que ellos creían que no comprendía la situación.

—Pero... ¿no tenemos que ser amigos de todos? —preguntó la chica armándose un momento de valor.

El padre abrió ligeramente los ojos y después sonrió con tranquilidad.

—Oh, mi niña. Claro que sí, y me alegra que recuerdes con exactitud todo lo que te hemos enseñado —inició colocando su mano con orgullo en la de su hija, pero quiero que entiendas una sola cosa. Nosotros buscamos agradar a Dios y no al hombre.

—Tu padre tiene razón.

No estaba completamente segura, pero hasta ese instante, notó que ellos le hablaban con una increíble condescendencia. Como si se tratara de una niña pequeña a la que habría que explicar con lujo de detalle.

—Al buscar esto, es importante que nos alineemos a ciertas cosas y nos alejemos de otras —explicó su madre dando un sorbo a su agua—. La compañía de ese chico no es algo a lo que busquemos alinearnos. Aunque lo amamos.

Alice abrió un poco los ojos cuando su madre pronunció esas palabras, así que aquella se dedicó a explicarse rápidamente.

—Lo amamos como amamos a toda creación de Dios.

—Pero no lo queremos cerca —dijo la chica asintiendo con la cabeza. Para ella aquello no tenía el mínimo sentido, pero odiaba pelear con sus padres.

—Es una forma de decirlo... Aunque, creo que podría definirse más como... buscar otro tipo de compañía que sea más benéfica.

La rubia se quedó otro rato reflexionando. Ella amaba a su padre y a su madre y deseaba su compañía, ¿cómo era posible sentir lo contrario? Cuando su cabeza no podía dar otra vuelta, decidió preguntar lo que genuinamente tenía en el corazón.

—¿Y qué pasa si alguna chica del pueblo quisiera conocerlo mejor? —preguntó ella provocando la risa de sus padres.

—Oh, Alice. Eres un encanto —expresó su madre soltando una risa—. Ser joven e inocente es el mejor de los tesoros, ¿no?

—No creo que ninguna chica se interese en él, cariño —dijo su padre bebiendo un poco de agua para reponerse de la carcajada—. En el extraño caso que sucediera, sería una esperanza tirada al aire y una unión que Dios desaprobaría.

Alice sonrió con esfuerzo, intentando seguirles la broma, pero aquello ya no le hacía la mínima gracia.

Si bien llevaba mucho tiempo sin hablar con Él, sí que creía en Dios y escuchar de boca de su padre que su relación con Alter sería mala, a sus ojos le resultaba... simplemente triste.

Cuando subió a su habitación, después de la cena, percibía el cuarto repleto de objetos que la señalaban. Era como si el mismo aire le acusara de algo inevitable: querer a Alter.

El corazón empezó a latir con fuerza, buscando escaparse de aquel interior en total torbellino. No quería enfrentar la tormenta que la pequeña Alice estaba a punto de experimentar.

Saltó hacia su cama con la intención de un escapista, pero nada sucedió después de ello. Se quedó nuevamente con toda la angustia apretándola contra el mundo. ¿Por qué todo tenía que arruinarse de esa manera?

Los hermosos ojos de Alice viajaron por la habitación buscando algún consuelo, de repente, alguien le regresó la mirada con la misma intensidad en su emoción.

—¿Por qué no puedo amar al ser humano que yo quiero? —preguntó ella sosteniendo aquella Biblia que la observaba con tanta indiferencia.

Se recostó con ella en brazos y permitió que las lágrimas fueran resbalando silenciosamente por los costados de su rostro hasta quedarse dormida.

💘💘💘💘

Therry había llegado temprano ese día a la escuela. Prefería leer en la zona de los jardines antes de entrar a clases, pero aquel era un día un poco fresco y tenía ganas de sentarse en la biblioteca hasta que el día escolar iniciara.

La escuela estaba tan vacía que se podía escuchar hasta el rozar de las pelusas con el viento. El chico avanzaba despreocupadamente. Adoraba estar tiempo a solas, unas veces porque no estaba de acuerdo con los demás, pero en gran parte porque le gustaba el silencio. La reflexión, la complejidad de un momento con uno mismo, aquello era lo que realmente lo hacía feliz.

Sacó un pequeño lápiz que siempre cargaba en el bolsillo derecho y un pequeño bloc de notas para comenzar a anotar.

Le encantaba escribir todo lo que pensaba. No era un fanático de escribirlo como una grandiosa narración, sino que prefería enlistar, con la mayor practicada posible, todas las vertientes de los pensamientos que iba creando.

En ocasiones, hasta arriba de la lista colocaba "enemistad" y hacía un montón de anotaciones sobre las razones por las que aquello se creaba. Escribía con cuidado las causas que había observado y, por otra parte, anotaba los hechos que él creía contribuían a la situación.

Cada fin de semana se sentaba en su ventana a leer un poco de lo que había escrito y eso le permitía hacer más listas con inferencias e ideas nuevas.

La inspiración que Therry sentía fue interrumpida abruptamente por el claro sonido de unos lápices cayendo.

El muchacho se sorprendió enormemente cuando escuchó aquello, porque antes no había ni el más mínimo rastro de otro ser viviente a la redonda.

Como tenía muy buen oído, no tuvo dudas del origen de aquel ruido: la sala de profesores. Quizá cualquier persona hubiera pensado que simplemente era un profesor intentando calificar los ensayos de sus alumnos, pero Therry era terriblemente observador y nada lo engañaría. Sabía a ciencia cierta que ellos llegaban más tarde y preferían (por su cercanía de vivienda a la escuela) calificar en la comodidad de sus hogares.

Therry comenzó a caminar hacia aquella puerta con la mayor de las cautelas, intentaba no hacer ruido para que cualquiera al que se le hubiera ocurrido tirar una caja de lápices antes de las seis de la mañana, se viera desprevenido.

En un solo instante, el muchacho empujó la puerta envalentonado y sus ojos se abrieron notablemente cuando notó a Katherine y al profesor en un gesto cariñoso.

Ambos notaron su presencia y giraron los ojos en señal de molestia.

—Therry, ¿qué haces aquí tan temprano? —interrogó Katherine señalándolo—. Vete y no le digas nada a nadie.

Katherine siempre había subestimado a Therry. Un muchacho callado e introvertido no tenía el menor valor a sus ojos. Pero lo que no sospechaba ella era que Therry resultaba ser aquel que menos le temía, por lo tanto, el muchacho en lugar de huir se acomodó los lentes de pasta gruesa y dedicó una mirada de justiciero a ambos.

—Lo que hacen está muy mal —aclaró guardando su cuaderno y su lápiz para cruzar los brazos.

—¿A ti qué te importa? —respondió Katherine con el cuello tornándose rojo.

—En especial de su parte, señor Ellis —continuó sin poner atención a lo que decía la muchacha—. No solo no es correcto en un aspecto legal, que por cierto le haría perder todo... Incluso la libertad. Si no en un verdadero hecho moral.

—Therry, cállate y vete ahora —volvió a insistir la muchacha con la mirada fija.

—Dejando de lado la moral, usted sabe que no le hace bien a ella, ni ella a usted. Se encuentran en momentos de su vida abismalmente diferentes y aquello no aporta en lo absoluto al otro.

—¡Therry! —gritó Katherine con desesperación.

La chica no se inmutó en su conciencia con las palabras del chico, pero el señor Ellis sí que bajó la mirada con pesadumbre al tiempo que pronunciaba aquellas palabras.

—Piénselo.

Therry se retiró de aquella escena sin sentir victoria ni fracaso. Al cabo, lo único que buscaba era que ganara la razón. Ya había dicho suficiente y lo demás caería por su propio peso.

Más tarde, todos fueron llegando a la escuela. Alice había caminado ese día sola. Decidió no responder los mensajes de Alter, porque todavía seguía muy confundida entre su deber y el hacer. Estaba francamente contrariada por lo que llegaría a suceder si es que tomaba una decisión equivocada. ¿Cuántas cosas marcaría aquello? Quizá su perdición eterna y eso no era poco decir.

—Buenos días —saludó Alter con ternura mientras le extendía un jugo de manzana.

—Hola —dijo Alice sin voltear a verlo demasiado.

El muchacho se sintió como en aquellos días en los que Alice lo ignoraba hasta con la mirada, así que no dejó que el mal se extendiera y sacó algo rápidamente de su mochila.

—Te escribí una carta —dijo el chico extendiendo una hoja rosa perfectamente doblada.

Alice miró de reojo con interés e intentó luchar lo más que pudo, pero finalmente se rindió y emitió una hermosa sonrisa sobre el rostro terso para después sostener la carta.

—¿Es para mí? —preguntó ella con gusto—. Es la primera carta que alguien me escribe.

Alter colocó sus manos sobre la cara a manera de puño para esperar si la rubia leía la carta en voz alta.

—No puedo —confesó ella sonrojándose—. La leeré llegando a casa.

—¿Qué pasa? ¿Está todo bien?

La rubia bajó rápidamente su sonrisa y le dedicó una mirada avergonzada. Si bien todavía seguía en aquel dilema, no le quedaba la menor duda de que Alter era la mejor persona que había conocido en la vida y no quería lastimarlo.

—No lo sé...

Alter miró con duda a la chica y después le colocó una mano sobre la suya provocando que Alice sintiera mariposas.

—¿Qué te parece si damos una vuelta por el vecindario saliendo de aquí? —preguntó el chico.

El rostro de Alter denotaba ternura y bondad, así que Alice no encontró más alternativa que tomar el jugo de manzana, que estaba sobre su pupitre, y asentir con un poco de pesar.

💘💘💘💘

La rubia nunca había sido fanática de los cuentos de hadas. Sus padres le prohibieron la mayoría, pero los pocos que podía leer le parecían sosos y nada interesantes. La idea del príncipe azul jamás llamaba su atención, hasta que notaba la manera en que la tez morena de Alter brillaba con el sol y destacaba aquella bonita sonrisa. Él realmente parecía un príncipe.

Quizá... su príncipe.

La chica sacudió esa idea de la cabeza cuando doblaron otra esquina. Venían platicando de cualquier cosa y en el aire se sentía la melancolía de Alice por toda su enredadera mental.

De un momento a otro, el sol brilló un poco más fuerte: Era la iglesia comunitaria que se alcanzaba a observar a la lejanía. El corazón de Alice se detuvo, porque no se había dado cuenta de que aquella era la dirección que habían tomado. Se sentía muy agradecida porque, sin querer, tenía la impresión de que era el sitio al que deseaba ir.

—Alter —dijo ella deteniéndose en seco—. ¿Podemos ir?

El muchacho dirigió su distraída mirada hacia el hermoso edificio. Era cierto que en todo el tiempo que había estado en Herthbroke, esa parte del pueblo se la había perdido. No tenía presente su existencia, pero le dejó un momento sin palabras por la hermosura que condensaba.

—Claro que sí —respondió el chico finalmente.

Ambos avanzaron por la calle, aquella parte en particular lucía aún más limpia de lo habitual, un poco majestuosa, quizá.

El padre de Alice no estaba en servicio, así que no pudo alcanzar a verla entrando. Uno de los sacerdotes estaba acomodando los papeles para el siguiente sermón y había varios creyentes decorando las hermosas bancas, como flores en un precioso campo. Por encima de ellos, la luz parecía ser el mismo Dios queriendo rozar sus cabezas y las manos entrelazadas a modo de oración.

A esa hora realmente no estaba sucediendo nada dentro de la iglesia, pero se sentía un aura maravillosa. Alice se deslizó por una de las bancas y miró a Alter de reojo antes de levantar la vista hacia la zona de la luz.

—Cuando era niña, todos los días estaba aquí—empezó a decir Alice dibujando una sonrisa en el delicado rostro—. Corría por la tarima de allí con mi bote de burbujas y pretendía que eran ángeles que habían bajado a visitarme hasta la Tierra y se quedaban porque les parecía hermosa.

—Es posible —respondió Alter mostrando una gran sonrisa.

A pesar de no haber perdido su porte alegre y desenfadado, ahora lucía un poco más solemne, como si mostrara respeto con su forma de mirar.

—Puede parecerlo desde aquí —dijo Alice con un poco de tristeza—, pero el asunto es que no es la realidad. Como las burbujas, una vez sales de Herthbroke se pierde todo, ¿no?

Alter no sabía qué contestar en ese momento, pero no le pareció necesario, porque un pequeño grupo de niños empezó a avanzar en fila hacia la tarima para empezar a ensayar una tierna coreografía que representaba la historia del arca de Noé.

—Alter —volvió a llamar la chica, ahora con el rostro lleno de preocupación—. ¿Tú crees en Dios?

Los ojos de Alice se abrieron un poco, sorprendida por su propia pregunta. Realmente le parecía muy poco cortés de su parte cuestionar tanto a Alter en lo que podía considerarse su segunda cita, pero creía que era correcto hablar de ello lo antes posible.

—Bueno, mis padres y yo nunca fuimos a la iglesia, por obvias razones —empezó diciendo inclinando la cabeza—. Pero... no puedo negar que hay algo especial.

—¿En la iglesia?

El chico levantó la vista observando una pequeña nube de polvo que se levantaba hasta arriba y que a contraluz parecían brillos de algún encantamiento.

—Sí que lo hay. Hay algo especial aquí —confesó el chico tomando la mano de la muchacha—, pero, pienso que esto mismo está en todas partes. En las películas lindas, en los animales tiernos... en una tarde con mis padres. —Alter sonrió recordando, consideraba, de igual forma, que el momento en que vivía también podía contarse como uno de los más especiales.

—Entiendo.

Ambos volvieron a estar otro rato en silencio, mientras los niños con máscaras de animalito empezaban a alinearse para practicar los diálogos.

Alice y Alter estaban enternecidos con sus actitudes y de vez en cuando se codeaban para mostrar algo que les hubiera parecido adorable.

—¿Por qué Dios nos aleja de las personas? —preguntó de repente Alice. Lo hacía más para sí misma.

—No creo que lo haga —dijo el chico con sinceridad. Alice aprovechó para mirarlo más de cerca, porque se había aproximado para susurrar y no interrumpir el ensayo—. No sé mucho de todo esto, pero entiendo que Dios es el amor y el amor no aleja. El amor acerca.

—Es lo que no entiendo —expresó ella. Parecía aún más complicado ahora que miraba las hermosas pestañas de Alter atravesadas por el dorado del sol. Su rostro lucía tan compasivo y amoroso que no entendía a corazón por qué Dios no querría que estuviera con él.

Alter tomó la otra mano de Alice y entrelazó las suyas como si hicieran una plegaria en equipo.

—Pienso que si Dios está allá arriba y nos dio sentimientos tan hermosos, que no se equiparan a una hermosa primavera, probablemente no lo hizo para que los suprimiéramos.

—¿Y si está mal? —preguntó Alice con genuina preocupación.

—Si está mal, se siente así. Cuando obtienes algo de mala manera, puedes sentirte feliz al inicio, pero siempre queda una pequeña sensación en el fondo de que no fue lo correcto. Creo que ahí puedes saberlo.

Alice sonrió al estar de acuerdo con lo que acababa de decir Alter y se sintió profundamente aliviada al notar que todo lo que la rodeaba estaba repleto de un aura de tranquilidad y paz, como si realmente hubiera sido enviado por el mismo Creador.

—Alter —repitió la muchacha con la cara adormilada—. ¿Tú sientes algo correcto cuando estás conmigo?

El muchacho sonrió ampliamente y dejó que un suspiro se le escapara.

—Totalmente. Sin ninguna duda, querida Alice.

Y en ese instante, la chica decidió plantarle un breve beso. Tan corto y discreto que nadie en la iglesia pareció percatarse de ese punto y coma.

La sonrisa del chico creció y daba la impresión de que todos los ángeles alrededor se habían formado en perfectas armonías con la intención de proporcionar el mejor ambiente para ambos.

Era algo divino. Podía sentirlo en su mente y en el corazón.

Después de ese corto paseo, la chica se sintió aliviada. Un enorme yunque de hierro se le había retirado del corazón y ahora podía decir a los cuatro vientos (de manera metafórica) que Alter era el dueño de su corazón.

Corrió con emoción a su habitación y por primera vez en tanto tiempo, se puso de rodillas y juntó las manos.

—Gracias, Dios.

💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘💘

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro