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⏰ Don't Stop Me Now

¡Holaaaaaaa! Perdón por la demora jejeje, es que le faltaba una parte al capítulo :3. Mil gracias por sus comentarios :D, ya los leí todos pero me ha faltado tiempo para responder porque ando medio malita jejeje, ¡pero pronto estaré respondiendo! Los quieroooo :P

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La calle lucía diferente con todas las responsabilidades echadas a un lado. Era como si el sol patinara por las aceras con alegría, festejando que aquellos tres jóvenes se habían unido para dar una sencilla caminata.

Alter portaba una sonrisa desenfadada, como siempre. Acompañaba el humor del clima sin ninguna dificultad, aunque aquel no fuera el caso de Grace y Alice. La primera estaba caminando con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Mientras empezaron a pasar los minutos se replanteó si aquello valía la pena al nivel de pérdidas sociales que podría vivir. Alice, parecía tan nerviosa como alguien que sabe que será tirada por la plancha de los piratas en cualquier momento.

Al dar vuelta por la segunda cuadra, el silencio finalmente se rompió. Alter había dado un pequeño saltito (acompañado de su correspondiente grito de alegría) en cuanto notó un local destartalado en la lejanía.

—¡Es un arcade! —dijo Alter empezando a caminar más rápido—. ¡Es el lugar perfecto!


Las chicas hicieron lo mejor por seguirlo, aunque la emoción del muchacho le hizo olvidarse de todo, hasta de los modales cuando uno camina en la calle acompañado de los demás.  En cuanto llegó, su corazón se aceleró perceptiblemente. Todo parecía extraído de los ochentas, pero con un tono algo sombrío, se notaba que los carteles llevaban demasiado tiempo sin limpiarse y los vidrios lucían opacos y sin vida.

El mundo se perdió para Alter y entró en lo que parecía sacado de su imaginación. Las máquinas de juegos, el despachador de sodas y los pósters de bandas del momento le hicieron sentir que había entrado en una máquina del tiempo.

Al fondo, se encontraba un hombre dormido con el cabello enmarañado y amarrado en una coleta. Parecía algo viejo y Grace y Alice no recordaban haberlo visto jamás en el pueblo.

—¡Hola! Soy Alter y ellas son mis amigas —se presentó el chico con alegría—Este lugar es increíble.

—Sí, lo era —respondió el hombre sin mucho interés. Parecía querer seguir su siesta y tan sólo abría un poco los ojos.

Alter volteó a ver a las chicas con emoción. Ambas sabían lo que vendría a continuación, así que tan sólo desviaron la mirada y dejaron a Alter deslizarse sólo por la idea de rescatar el lugar.

—Justamente, estamos buscando un lugar para una fiesta. Será una reunión grande, con varios alumnos de la preparatoria... ¿cree que sería bueno para el negocio si la organizáramos aquí? —cuestionó el chico uniendo sus manos en una súplica.

—¿Creen que lograrán que esos estirados chicos vengan a este sitio? El arcade quebró porque no encajaba en este pueblo —dijo el hombre soltando una risa cínica.

—Nosotros nos encargaríamos de arreglarlo y todos traerían dinero para las máquinas. Estoy seguro de que sólo hay que presentarlo con otra perspectiva.

El dueño miró a Alter por primera vez. Si hubiera sido otro de los chicos que veía a diario, seguramente le hubiera negado la idea; pero sintió que Alter, como su arcade, tampoco encajaba en Herthbroke.

—No pagaré nada —dijo finalmente y Alter sonrió—. Es un trato.


La alegría persiguió al muchacho por un buen rato y sólo se vio interrumpida cuando notó la incomodidad que había entre Grace y Alice.

—¿Ocurre algo? —preguntó percatándose de que había dejado de existir en la convivencia por un momento.

—Teníamos programado volver más tarde a casa y nuestros padres nos dirán algo si nos ven volver ahora —explicó Alice con el gesto angustiado.

—Vengan a mi casa, ahí podrán esperar hasta la hora que quieran.

Las chicas volvieron a intercambiar miradas. Grace fue la primera en reaccionar y se ajustó los tirantes de la mochila para negar con la cabeza.

—Adelantaré trabajo en la biblioteca... ¿vienes Alice?

Aquello último pareció más una instrucción que una invitación. Grace se preocupaba porque llegaran a dar un paso en falso, pero finalmente Alice se acercó más a Alter y levantó la delicada mano hacia su amiga.

—Quizá vaya en un rato —sentenció la rubia intentando ser valiente.

Grace se quedó unos minutos sorprendida, pero al poco tiempo despertó y decidió despedirse con la cabeza antes de salir casi disparada hacia la biblioteca del pueblo. Alice había dado un giro hacia lo que sentía.


⏰⏰⏰⏰

Alter le había calmado con su conversación en camino a casa, pero las piernas volvieron a temblarle cuando notó esa hermosa casa frente a ella. Era totalmente diferente a las demás. Mientras que las casas en Herthbroke estaban pintadas en tonos pastel y atendían el mismo estilo de construcción, la de los Smith gozaba de una arquitectura  mucho más moderna. 

Las ventanas se miraban ahumadas y tenía un precioso jardín lleno de vida que estaba rodeado por elegantes luces y una bella banca de jardín con un cojín color gris. La puerta de los Smith también era hermosa, tenía un sistema digital en vez de llave, lo cual provocó que Alice abriera los ojos hasta volver su gesto algo caricaturesco.

—Es de Amazon —explicó Alter con una pequeña risa avergonzada.

La chica asintió sin prestar demasiada atención y sintió sus manos sudando al tiempo que Alter abría la puerta.

Quizá ella hubiera sido mucho más valiente en ese instante, pero desafortunadamente no lo fue. Joe y Matthew se encontraban en la cocina sonrientes, parecían estar bromeando entre ellos al tiempo que preparaban la cena, así que resultó más sencillo para Alter empezar la charla de una manera amena.

—¡Les quiero presentar a una amiga!

Alter apenas volteaba hacia ella, pero la angustia en el interior de aquella chica al encontrarse ahí, en la casa de los Smith, cuando sabía que todo el mundo apuntaría el dedo hacia su ser cuando lo descubrieran, la hizo acobardarse.

—Es un gusto, pero tengo que irme.

Y la chica salió del lugar sin decir nada más.


⏰⏰⏰⏰

Bryce miraba la ventana desde su habitación. No le gustaba admitir que lo hacía cuando se sentía triste o abrumado. Esta ocasión correspondía a la segunda categoría.

El chico respiraba sin demasiada profundidad, aquel concepto realmente lo asustaba. Percibirse cayendo en la profundidad producía en él un miedo inevitable. Un miedo tan terrible que le paralizaba los pulmones al punto de creer que si nadie cambiaba sus circunstancias, probablemente un día amanecería ahogado con sus propios sentimientos.

—Bryce —llamó a su padre desde la puerta de su habitación—. ¿Qué haces ahí? Pareces un loco.

El muchacho levantó las cejas y se pasó una mano por el rostro, parecía que se estaba quitando su máscara para comenzar a hablar con el hombre que lo miraba tan fríamente.

—Lo siento, papá. Estaba...

—Tengo algo para ti, ven a la sala —dijo con tanta fuerza que hubiera debilitado a cualquier soldado. Porque eso era lo que parecía, un general hablando con sus soldados.

Los pasos fuertes del chico hicieron retumbar la casa. Él era mucho más corpulento que su padre pero, al igual que con Katherine, aquello no tenía ninguna influencia sobre los grandes gigantes que se habían vuelto en su mente.

Llegando a la sala, el padre se sentó frente a un bonito sobre que cubría una parte del comedor.

—¿Qué es esto? —preguntó el chico observando el sobre sellado con atención.

— Stanford, Indiana y Wake —respondió su padre señalando con astucia a su hijo—. Bueno, esta sólo es de Wake, pero ya te han llegado las demás. Revisarán tu carta.

—¿Mi carta? Pero yo no envié nada. —Bryce abrió el sobre con cuidado para observar el logotipo de la Universidad de Wake.

Un escalofrío le recorrió cuando leyó las palabras: "agradecemos su insistencia y claro interés por nuestra institución".

—Papá, ¿enviaste cartas a las universidades en mi nombre? —cuestionó el muchacho. Por un momento sintió que crecía y que podría reclamar sobre su libertad, pero pronto fue achicado por un manotazo en la mesa por parte de su padre.

—Tú no sabes lo que es bueno para ti. Tener tu nombre en sus registros ayudará desde este momento. Hemos prometido que ganarás cada partido con tu equipo, obtendrás las mejores calificaciones y los asombrarás en las entrevistas. No pueden rechazarte.

La mano que había hecho pequeño a Bryce ahora se encontraba sobre la barbilla del padre. Vigilante hacia lo que el muchacho respondería, como una serpiente que acompañaba a su amo.

—Es tu futuro, Bryce, despierta.

Parecía que no habría nada qué contradecir. Todo lucía con sentido e intención. ¿Qué podría gritarle a su padre? Al menos, aquello era lo que pensaba su mente con certeza. Su corazón, por otra parte, quería salir corriendo. Quería gritar a los cuatro vientos que no estaba seguro de la universidad que querría o siquiera de la posibilidad de ir, pero no había duda de que nada de eso importaba ante los ojos... de nadie, en realidad.

Mientras estrechaba la mano de su padre como forma de falso agradecimiento, una extraña idea se le vino a la mente. Quizá podría haber alguien que se interesara en darle un consejo. Alguien que siempre resultaba contrario a lo que conocía.


⏰⏰⏰⏰

—¡Hola, Bryce! —La sonrisa del chico se miraba bastante clara, aún bajo la oscuridad.

No le sorprendió que Alter respondiera tan rápidamente a su mensaje, era justamente la razón por la que había decidido hablarle—. ¿Practicarás así?

El muchacho dio un rápido vistazo a su vestimenta, a pesar de conocerla bien, y después invitó a Alter a sentarse junto a él en las gradas de la escuela.

El silencio se hizo casi absoluto en cuanto la voz de Alter dejó de ser audible. Lo entendió de inmediato, así que simplemente comenzó a acercarse a Bryce para después dejarse caer sobre la banca.

—Herthbroke tiene unos lindos anocheceres —señaló mientras miraba el cielo. Verdaderamente era cierto, aquellos colores eran difíciles de encontrar en cualquier sitio.

—Al menos hay algo admirable —respondió Bryce con pesar.

—¿Puedo preguntar por qué me llamaste?

El rubio inclinó la cabeza, como si fuera a decir las palabras más difíciles de su vida. Alter notó que sus mejillas comenzaban a tornarse coloradas y la frente le sudaba. Cualquiera diría que los sentimientos dentro de él realmente estaban hirviendo, no en un sentido metafórico, sino tan literal que pronto derretirían al chico que los albergaba.

—¿Alguna vez te has sentido presionado por tus padres? —cuestionó Bryce tratando de retener la primer lágrima.

Alter estaba a punto de responder con la verdad pero sabía que quizá no resultaría de lo más conveniente, así que simplemente arrugó un poco la nariz como si recordará y dijo:

—Sí, todo el tiempo.

Las mentiras de Alter eran tan transparentes como su sonrisa. Bryce se le quedó mirando lo suficiente como para que el muchacho se incomodara y echara la cabeza para atrás.

—Bueno, bueno. No pasa muy a menudo —confesó desviando su mirada al cielo—. Aunque, claro, no hay padres perfectos. Recuerdo una vez, cuando iba en tercer grado. —La expresión de Alter cambió de inmediato y Bryce supo que lo que proseguía no era más que la verdad—. Entré al equipo de soccer, mis padres estaban muy orgullosos.

—Tienes el tipo de soccer —dijo Bryce sonriendo levemente—. ¿Por qué lo dejaste?

—Bueno, la gran final de los pequeños neoyorquinos se vio interrumpida por un niño que no paraba de llorar a media cancha. —Alter se acomodó la chamarra de mezclilla con parches y soltó una risa—. Esa noche hablé con mis padres. Confesé que realmente odiaba el soccer, pero amaba el orgullo que les hacía sentir.

—¿Cómo reaccionaron? —siguió cuestionando el chico con pesar.

—¿Cómo reaccionaría tu padre si le dijeras? —soltó Alter provocando un brinquito en su compañero.

Bryce no respondió la pregunta, sin embargo, una oleada de dudas lo asaltó de repente. Katherine utilizaba todo el tiempo de almuerzo para hablar sobre la anormalidad que representaban los Smith para la escuela, la comunidad y el mundo entero. Para este punto, se cuestionaba entonces por qué las respuestas de los padres de Alter parecían mucho más sensatas que las del suyo propio.

No es que estuviera descalificando su educación. Tampoco conocía bien a los Smith, pero el silencio que prosiguió a la pregunta sobre su reacción lo dijo todo.

—Alter —dijo Bryce balanceándose en la banca—. ¿Mañana podrías ayudarme con literatura?

—¿Literatura? —Alter no pudo evitar soltar una risa. De entre todas las personas, quizá él no estaba lo suficientemente capacitado para enseñar literatura.

—Pareces el tipo de sujeto que se encuentra leyendo en un parque —respondió Bryce observando cómo los últimos rayos perceptibles de sol desaparecían a la lejanía.

—¿Prefieres amaneceres o atardeceres? —preguntó Alter inesperadamente.

Bryce levantó los hombros como si le hubieran solicitado que explicara la teoría de la relatividad y después se giró hacia Alter esperando su respuesta.

—Atardeceres para mí —dijo finalmente el moreno chico—. Cuando escuchas una canción, siempre queda una sensación inigualable en el ambiente justo cuando terminas. Ya sabes, cuando queda el silencio final, es como si lo entendieras todo. Cuando se va el sol cada día siento lo mismo.

Bryce observó alrededor intentando comprender esas palabras. Era cierto. Podía alcanzar a diferenciar un pequeño cosquilleo subiendo desde su estómago, al tiempo que el pueblo se enmudecía para ir tomando el ritmo de la noche.

—¿Ves? —comentó Bryce al final—. Algo que diría el chico del parque.

Alter sonrió y ambos pasaron un buen momento observando aquel enorme campo de fútbol vacío. Al poco rato se despidieron. Bryce agradeció al aire el haber podido escribir a una persona que no le cuestionara qué había sucedido, por qué había salido tan "tarde" de su casa o por qué no traía suéter. Mientras se preparaba para dormir repasó lo sucedido en su mente.

No necesitaba asesorías en literatura... bueno, quizá sí, pero no era la razón por la que había pedido a Alter ayuda. Al siguiente día iría a descubrir realmente qué había detrás de los Smith.


⏰⏰⏰⏰

—Jovencito, sentado —escuchó Alter mientras cruzaba por la cocina hacia las escaleras.

—¿Estoy en problemas? —preguntó el chico a sus padres. Notó que había chocolates sobre la barra, sabía que tendrían una charla seria porque siempre había chocolate espumoso en momentos cruciales.

—No tanto —bromeó Joe tomando de su chocolate—. ¿Qué está pasando en la escuela?

—¿En la escuela?

—Ajá, explícanos por qué llega una chica asustada a la cocina, sale huyendo. Luego respondes una llamada telefónica y sales corriendo  —dijo Matthew acercando la taza de chocolate a Alter, como si fuera un intercambio por sus confesiones.

—Pues... el proyecto de amigos va muy bien, es todo —respondió Alter dando un buen sorbo al chocolate—. Mis compañeros son increíbles, pero necesitan tiempo... Oh no, ¿es una especie de intervención?

Matthew y Joe rieron por la suspicacia de su hijo.

—Algo así. Alter, nos preocupa que a veces puedes llegar a dar demasiado de ti.

El muchacho levantó las cejas, un poco sorprendido, pero al mismo tiempo preparado para escuchar esas palabras.

—¿Yo? —cuestionó el joven terminándose el chocolate de un sorbo—. No creo que exista algo como ser "demasiado amistoso".

—Ese es el problema —dijeron al mismo tiempo.

—Hablamos del chico que regalaba todos sus crayones en jardín de niños porque sentía que los demás no tenían suficientes —expresó Joe acomodándose los lentes—. Te conocemos mejor que nadie. No queremos decirte que está mal hacer amigos, pero ten mucho cuidado.

Alter asintió un poco consternado. Sabía que si sus padres y su mejor amiga se lo habían recalcado, probablemente era verdad; pero no podía evitarlo. Tenía la clara certeza de que, con un poco de esfuerzo, todos podrían llegar a ser amigos. De hecho, tenía la corazonada de que eso sucedería más pronto de lo que todos podían llegar a pensar.

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