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Zenobia.

La primera vez que vi a Lucas lucía tan perdido como lo que un extranjero no debería lucir en las calles de un país desconocido.

Sabía que sería un día demasiado caluroso cuando salí de mi habitación aquella mañana, como la mayoría de las veces en León, mi lugar de nacimiento. Revisé la temperatura en mi teléfono e indicaba que sería un día muy soleado con unos treinta y ocho grados celsius de regalo para los habitantes y turistas que se pasearían por las calles para ir al trabajo o que explorarían la ciudad. Comenzaba a creer que el pasatiempo favorito del hermano Sol era el quemar las pieles ya tostadas de los habitantes y dejar marcas rojas en la piel de aquellos extranjeros que eran tan pálidos como una hoja de papel, hasta a aquellos que no lo eran.

Cuando bajé las escaleras del hotel me despedí de la tía Ana, que revisaba un montón de papeles que aparentaban ser cuentas o los recibos de la luz en la pequeña recepción del lugar. Decir que mi tía era dueña de un hotel no era lo propio, más bien ella era propietaria de una posada para viajeros bastante económica pero muy bonita, con un estilo hogareño y cien por ciento nicaragüense. La posada era grande; estaba ubicada en la mera esquina de la calle a unas cuantas cuadras de la Catedral de la Asunción, sus dos pisos ofrecían bastante espacio y su sencillez resultaba agradable y atrayente. La tía Ana había hecho el espacio para que yo tuviera una habitación al final de un pasillo del segundo piso. No podía quejarme, el comedor de la posada servía buenas comidas y siempre veía nuevas caras por el lugar.

—¡Nobia María, chavala, espera un momento! Recuerda venir temprano hoy —la tía Ana casi me dejó sorda con su grito—. Tu papá viene de Poneloya y quiere verte.

Don Julio Flores era el hermano menor de mi tía Ana y, para matar las dudas, mi papá. Se dedicaba a la pesca en la playa de Poneloya, a unos 20 kilómetros del centro de la ciudad. El hombre era feliz con su lancha de pescar "La María" y con una capilla que había cerca de su casita y que únicamente oficiaba misa los domingos para las comunidades en Poneloya.

—Vengo en cuanto salga del trabajo, Tianita —prometí—. ¡Para hoy no hay guías programadas en la agencia! La veo después del mediodía.

Pase al lado de las "gordas", unas mujeres rellenitas hechas de barro que estaban en la salida de la posada y las cuales también eran llamada por mis nombres. A causa, por supuesto, de la tía Ana. Al salir, acomodé en mis hombros la mochila del trabajo. En realidad, era la mochila que utilizaba para realizar caminatas o senderismo, pero era ligera y fácil de llevar. Tenía varios compartimientos de almacenamiento y era de color café con detalles en verde, perfecta para llevar mis gafas de sol, mi botella de agua, el protector solar y diversos panfletos con información de los lugares de interés en la ciudad o más allá. Cosas de vital importancia si te llamas Zenobia, todos te dicen María y trabajas en una agencia de servicios turísticos.

Amaba mi trabajo, no encontraba algún defecto que despertará en mí el sentimiento de insatisfacción. Laboraba en Tours Dos Palmas como guía de caminatas y traductora para los visitantes que se animaban a conocer el lado más hermoso y vivo del país. Disfrutaba la combinación de naturaleza y turismo que ofrecía mi Nicaragua, y que me permitía ganar un salario digno rodeada de personas y paisajes inolvidables. La oficina de Tour Dos Palmas se encontraba, de igual forma que la posada de la tía Ana, en el centro de León.

El centro de la ciudad era el punto estratégico para los negocios; en cada calle había un hotel y en cada esquina había una agencia dispuesta a acompañar a un grupo de extranjeros a conocer los lugares de atractivo e históricos en León. Pero todo lo que yo necesitaba de la ciudad para sentirme bien era salir de Flores' House en la mañana y regresar de Dos Palmas a mediodía, eso y mis fines de semana en el voluntariado con la organización Valverde.

Solo trabajaba hasta mediodía en los días sin mucho movimiento, planificando guías próximas o transportando a los turistas por la ciudad en el mini bus de la agencia. Había estudiado inglés desde la secundaria, tía Ana otra vez, por lo tanto, comunicarme no era del todo complicado pues hasta aquellos visitantes que no necesariamente procedían de Estados Unidos o Reino Unido entendían el inglés e incluso algo del español.

Al ser un día tranquilo, estaría a tiempo para ver a papá por la tarde. Él estaría feliz de verme y seguro querría que fuésemos a misa en catedral. Siempre era lo mismo cuando él llegaba a la ciudad; traía unos pescados en un termo gigante y me preguntaba con un divertido acento acompañado de su sonrisa: ¿You wanna go to walk después de misa?  No podía evitar reírme y aceptar con un fuerte abrazo semejante invitación.

Estaba a menos de cinco minutos del trabajo, cruzando una calle cuando vi a un chico, que claramente no era leonés ni mucho menos nicaragüense, con unos ojos de un inidentificable color por lo lejos que yo estaba, bajo un ceño fruncido. Su mirada iba de izquierda a derecha, tratando de recordar una dirección o simplemente se encontraba muy perdido. Su aspecto gritaba: "¡Hey, pintas! ¡No soy de por aquí, no sé hacía donde debo ir, no entiendo ni un poquito el español y sería tuani que me robaran los miles de euros que me traigo en la cartera!"

El pobre despertó en mí la necesidad de ayudarle. Me acerqué lentamente a él, para que no pensase que era una ladrona y dije en un detenido español:

—Hey, hola, ¿necesitas algo de ayuda para llegar a un sitio?

El chico se mantuvo en silencio tratando de entender mis palabras, o eso imaginaba yo, cuando respondió con algo de dificultad en mi lengua materna.

—Sí, por favor —era demasiado alto y sólo podía levantar mi cabeza al cielo para mirar hacía sus ojos, ya identificables, que eran de un bonito color verde— ¿Estadía Jamaca? O es Hamaca...

Por supuesto, como guía de tours, sabía donde se encontraba La Hamaca.

—Vas a tu derecha y caminas dos cuadras hasta que llegas a la esquina de los Batidos Locos, Hamaca está enfrente del lugar —tomé mi mochila y saqué un folleto blanco y negro que tenía del lugar—. Toma, para que mantengas el número de contacto de lugar, dirección y un poco de información.

Él observó con los ojos abiertos a su derecha y me devolvió una sonrisa de agradecimiento antes de tomar el folleto de Tours Dos Palmas.

¡Merci vielmal! Eh...thank you! ¡Ah! —soltó un grito desesperado— ¡Quise decir gracias!

—De nada —me reí un poco del chico multilingüe— ¡Para servir!

El chico multilingüe tomó sus cosas y se dirigió a la derecha y yo por el camino recto al trabajo bajo el brillantísimo sol, para seguir con un día normal de trabajo en la agencia.

Pero no podría sacarme ese ¡Merci vielmal! tan simpático de la cabeza durante toda la mañana hasta que llegase la hora de encontrarme con papá en Flores'House.

Tours Dos Palmas para todos los lectores.

Posibles palabras desconocidas y su significado en Nicaragua.

-Pintas: personas con un aspecto de delincuentes, ladrones.

-Tuani: genial, asombroso, increíble, divertido.

Parque frente a la Catedral de la Asunción de León. En foto sale La Gigantona, una tradición en Nicaragua donde se representa con un baile callejero a una española y a un nicaragüense pequeño (El enano cabezón) que le acompaña. 

Quiero que conozcan como lucen las "gordas" de barro Zenobia y María (¡Gracias tía Ana!)

Este es un cuadro que hay en mi casa, pero así lucen las adorables señoras de barro. Son elaboradas en los pueblos de Nicaragua y la gente suele ponerlas de adornos en las casas o negocios.

¡Hasta aquí el recorrido por León! ¡De poco a poco irán conociendo más de Nicaragua junto a Zenobia y Lucas!

¡Nos seguimos leyendo! 

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