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CAPÍTULO 2

UNA EXTRAÑA BIENVENIDA

Después de un largo viaje, por fin había llegado a Londres

Cuando llegué todo fue muy extraño, el ambiente cambió mucho, la sensación que sentí en el aeropuerto de Los Ángeles, también apareció en el aeropuerto de Londres, sentía que me observaban, pero tuve que obligarme a seguir, comencé a pensar que solo eran ideas mías.

Le envié un mensaje a mi padre.

Charlie: Ya llegué a Londres.

Su respuesta no tardó en llegar:

Papá: Bien, busca al chofer, debe de tener un letrero con tu nombre.

Encontré al chofer que me había dicho mi padre, no fue difícil ubicarlo, sostenía un enorme cartel con letras grandes y negras que decía "Srta. West Jensen" me acerqué a él. Después de unas cortas presentaciones, subir mi equipaje a su auto y enviarle a mi padre un mensaje que decía que estaba de camino al internado, todo se había vuelto más real.

Llevaba una hora en el auto y aun no llegaba al mi destino.

El internado quedaba a las afueras de la ciudad, lo único que veía por el camino eran árboles, no había nada más que eso, hasta que en mi campo de visión apareció una mansión blanca, estaba rodeada de bosque, de lejos la casa se veía bonita, pero tenía un aspecto lúgubre, algo me llamó la atención de ese lugar y no sabía qué era, podía sentir que algo en el lugar me llamaba, fue una sensación extraña.

Me acerqué al chofer por en medio de los asientos del conductor y el copiloto, y hablé.

—¿Quién vive en esa casa?

—¿Disculpa? –el chofer me miró de reojo, parecía confundido.

—La casa blanca en el bosque ¿Quién vive ahí?

—Perdóneme, señorita, pero no lo sé.

—¿No lo sabe?

—Con exactitud, no, solo sé que, esa casa pertenece a una de las familias más ricas de Londres, pero que la familia no es de Londres.

—¿No es de Londres? Y ¿De dónde son?

—No lo sé, perdón.

Sonrió y devolvió la mirada a la carretera.

Me senté correctamente y me quedé en silencio el resto del viaje.

Diez minutos después, llegamos a la entrada del Internado Arundel College; una hora con treinta y seis minutos o un poco más para llegar al instituto.

El chofer me ayudó a bajar todas mis cosas, se despidió y me dejó sola en medio de una fuente que quedaba en el centro del lugar, me coloqué mi chaqueta de mezclilla; me estaba congelando; y eso que tenía mi jersey y una sudadera.

Hacía mucho frío en ese lugar; Londres y su clima de puras lluvias y frío.

Al quedarme sola, observé con atención todo mi alrededor.

El Internado tenía pinta de haber sido construido en siglos pasados, tenía características neogóticas; como si en el pasado hubiera sufrido daños y lo hubiesen reformado, se veía que el castillo también tenía algunos elementos de la Edad Media, de día se veía hermoso y majestuoso; era increíble, en ese momento supuse, que de noche se vería muy aterrador –no estaba equivocada en ese aspecto– algo en ese lugar había hecho que se me erizara la piel de gallina, y sí de por sí ya había mucho frío, de la nada empezó hacer más.

Un viento helado sopló, mis dientes castañearon y la sensación de ser observada apareció de nuevo.

Empecé a sentir como mi corazón se aceleraba, y mi respiración se agitaba, con cada exhalada salía humo de mi boca. «Todo está en tu mente, Charlie, todo está en tu mente», repetí varias veces en mi cabeza, para tranquilizarme.

—Tú debes ser la norteamericana ¿no? Charlotte West Jensen.

Me sobresalté al escuchar la voz, la temperatura volvió a la normalidad, el frío desapareció.

Me giré a mi izquierda y una mujer de unos cuarenta y picos con cara de amargada, se acercó a mí, a su lado una chica pelirroja me sonrió, intenté relajarme y le devolví la sonrisa.

—Sí, soy yo.

—Bienvenida al Instituto Arundel College, soy la subdirectora Dolores Hill –me ofreció la mano.

—Perdón, tengo hafefobia, no me gusta que me toquen –sonreí para quitarle peso a mi declaración.

La subdirectora sonrió y bajó la mano.

—Claro, no te preocupes –se volteó hacia la pelirroja–. Ella es la señorita...

—Müller, soy Sylvie Müller, un gusto.

—El gusto es mío –le sonreí.

—La señorita Müller será su compañera de habitación y es la que se encargará de enseñarle todo lo que tenga que saber del Instituto y sus clases.

—Ah, está bien, gracias.

—Si necesita algo más, no dude en ir a mi oficina, es un gusto el recibirla aquí, la dejo con su compañera.

Me quedé sola con la pelirroja, sus ojos verdes me miraron con curiosidad.

—Si no es mucha molestia ¿Qué es hafefobia? –sus mejillas se sonrojaron.

No sabía qué decir sin exponerme tanto, después de unos segundos, al fin respondí.

—Miedo al contacto físico.

—Ya veo. Es como los que tienen miedo a los gérmenes ¿no? Tampoco les gusta que los toquen.

—No, es completamente diferente.

—¿Es por algún trauma o algo así?

Me tensé de inmediato y apreté mis puños.

—Sabes que, no contestes, estoy siendo muy impertinente, pido perdón, solo buscaba hacerte platica –se sonrojó.

Suspiré y le sonreí para que no notara que su pregunta me había puesto mal.

—Está bien, no te preocupes.

Se hizo un silencio incomodo entre nosotras, ella empezó a moverse nerviosamente de un lado a otro, debía de decir algo, la miré de arriba abajo y se me ocurrió una idea para romper el hielo que se había formado entre nosotras.

—Sylvie ¿No? –ella asintió–. Bien, dime ¿También los domingos debemos usar el uniforme?

Ella me miró con confusión, bajé mi vista hacia ella; estaba usando el uniforme del internado, bajó su vista, cuando captó a lo que me refería, se sobresaltó, regresó su vista hacia mí y sus mejillas se enrojecieron.

—¡Oh, no! La subdirectora me pidió que lo usara hoy para darte la bienvenida.

—Por un momento pensé que sí.

Sylvie se rio y negó con la cabeza, hasta que su mirada se detuvo en mis maletas y dejó de reír.

—¿Charlotte?

—Llámame Charlie, Charlotte suena muy pretencioso.

—¡Oh, está bien! Charlie –sonrió y volvió a depositar su mirada en mis cosas–. Creo que vamos a necesitar ayuda llevando todas tus maletas.

Miré mis cosas.

—¿Tú crees?

—Sí, no creo que podamos llevar todas tus cosas nosotras solas, son muchas ¿no te parece?

—Je, je, sí –observé mis cuatro maletas y un baúl; el cual contenía libros–. Es que la verdad no sabía qué traer ni qué dejar. Si me dejaba algo valioso, Shannon era capaz de venderlo por eBay.

—¿Quién?

—Mi madrastra –suspiré–. Es una larga historia –puse los ojos en blanco–. En fin ¿Cómo podríamos llevar mis cosas?

Sylvie comenzó a observar todo su alrededor, buscando una solución para todas mis cosas, algo iluminó su mirada.

—Tengo una idea, ellos pueden ayudarnos –señaló a dos chicos que estaban por entrar al castillo y sonrió de una forma traviesa–. ¡JOSH, CONNOR! –gritó.

Los chicos se giraron y Sylvie les hizo una seña para que se acercaran.

Ambos chicos empezaron a caminar hacia nuestra dirección; uno de ellos era rubio y alto, el otro tenía el cabello castaño revuelto; como si se hubiera pasado la mano por él varias veces, el castaño era unos centímetros más bajo que el rubio.

—¡Sylvie! –exclamó el rubio al llegar–. ¿Qué sucede?

—Josh, Connor, les presento a Charlie, ella será mi nueva compañera de cuarto.

Ambos chicos se giraron hacia mí y me sonrieron.

—Charlie, ellos son Josh y Connor.

—Un gusto, Charlie –saludó el rubio ofreciéndome la mano, pero Sylvie se la bajó de inmediato, él la miró confusión.

—No le gusta que la toquen.

El rubio me volteó a ver, la mirada que me dedicó me puso incomoda.

—Sí –carraspeé–. Tengo hafefobia.

Él me dedicó una sonrisa.

—No sé qué sea eso, pero suena muy feo, por cierto, soy Josh.

—Y yo soy Connor –le siguió el castaño.

—Un gusto, chicos.

—Bueno, ya que todos se conocen...

—¡Mierda, no! Conozco esa mirada –Connor se volteó hacia el rubio–. Josh, ella quiere que hagamos algo.

Josh y Connor se miraron entre sí y luego a Sylvie de forma acusatoria.

—¿Y ahora qué quieres que hagamos, Syl?

—Oh, Josh, solo quería pedirles un pequeño favor...

Ambos chicos miraron a Sylvie a la espera de que ella continuara, pero antes de que hablara, me adelanté.

—Queríamos saber si ¿Pueden ayudarnos a llevar mis cosas a la habitación?

Ambos se giraron hacia mí y evaluaron con la mirada todas mis cosas.

—¿Todas estas son tus cosas? –preguntó Connor.

—Sí –le sonreí de una forma inocente.

Ellos aceptaron, que fácil era convencer a un hombre de que hiciera algo por ti.

***

Josh y Connor se habían tumbado boca arriba encima de la cama de Sylvie, el cargar mi baúl con libros, los había dejado exhaustos.

—¿Connor? –murmuró el rubio.

—¿Mmm?

—Recuérdame rechazar a Sylvie cada que nos pida un favor.

—Anotado.

Sylvie me miró y ambas soltamos unas risitas tontas.

—No sean exagerados, ni siquiera era un favor para mí.

—Bueno, en ese caso, Charlie, la próxima vez trae menos cosas.

—Sí –Connor se enderezó en la cama y me volteó a ver–. ¿Por qué trajiste tantas cosas? Sabes que la mayor parte del tiempo andarás con uniforme ¿no? Solo los fines de semana podemos andar con ropa normal y a veces la mayoría se la pasa en pijama.

—Yo formo parte de esa mayoría –comentó Josh.

No dije nada, solamente me reí, después de un rato los chicos se fueron, me quedé sola con Sylvie, ella se ofreció a ayudarme a desempacar.

Al terminar de acomodar todo, Sylvie sugirió que fuéramos a caminar para enseñarme todo el colegio, ella se cambió de ropa; iba con unos pantalones de mezclilla, una sudadera morada y sus tenis, por mi parte, iba con mis pantalones rasgados, un jersey azul, una sudadera, una chaqueta de mezclilla y unas botas negras; sí, estaba muriéndome de frío.

—Y dime ¿Aquí hacen algo los fines de semana?

Ambas estábamos pasando un salón muy grande, donde había varios estudiantes; unos estaban en mesas leyendo o jugando algún juego de mesa o cartas, otros en los sillones y sofás viendo la televisión, según Sylvie, ese era el salón de convivencia, noté que lo que había dicho Connor, era verdad, la mayoría estaba en pijama.

—A veces, algunos de nosotros salimos los fines de semana, ya sea a Londres; que queda a una hora y media en coche, o si no, vamos al pueblo que queda más cerca, creo que queda a 20 minutos, no estoy segura –explicó con una mueca–. Muy pocos en la escuela, tienen carro, así que, ya te imaginaras cómo nos movemos si queremos salir los fines de semana, porque eso de esperar el transporte público es un fastidio.

—¿Hacen fiestas aquí?

No sabía por qué preguntaba eso, solo quería hacer un poco de platica y parecer una chica normal.

Ella me volteó a ver extrañada, noté que en su mirada apareció un brillo extraño, como si fuera nostálgico, la pelirroja suspiró, apartó la mirada y negó.

—No, ya no –ella se tensó–. Antes solían hacer fiestas en el bosque o en un lago que está cerca de aquí –explicó visiblemente incomoda–. Esta es la biblioteca.

Era una cosa inmensa, no había una sola pared que no tuviera libros, había muchas estanterías llenas de ellos, tenía mesas de estudio, había un segundo piso, en el cual había más libros, pero en él estaban unos escritorios con computadoras; era impresionante.

—La biblioteca está abierta todos los días a partir de las 6:00 am y cierra a las 8:30 pm, excepto los domingos, los domingos cierra a la 1:30 pm, puedes pedirle a la bibliotecaria la clave del wifi, aunque creo que te dirá que, si necesitas internet utilices los ordenadores del segundo piso, en fin, vamos. Te seguiré mostrando todas las instalaciones.

No pude pasar por alto que cambió de tema, tenía mucha curiosidad, no me aguanté más y retomé la conversación.

—¿Y por qué dejaron de hacerlas?

—¿Disculpa?

—Las fiestas ¿Por qué dejaron de hacerlas?

—Mmm bueno, pues mmm... no sé... solamente dejaron de hacerlas, no hay cierta explicación, supongo que... los que las organizaban ya no están –noté lo nerviosa que estaba al respecto.

Decidí dejar de preguntar para no incomodarla y dejé que Sylvie continuara mostrándome todo el colegio. Como deduje desde el principio, las instalaciones eran enormes y solo me había enseñado la parte de adentro del castillo donde se encontraban las oficinas administrativas, los dormitorios, las aulas de clases, la cafetería, la cocina, etc., Sylvie me había explicado que el castillo tenía establos, una cancha de futbol, ​​de rugby, cricket, una piscina techada, un pequeño gimnasio y un auditorio, la escuela era bastante grande.

Después de que acabamos el recorrido, decidimos ir a cenar, ahí en el comedor estaban los chicos que nos ayudaron con mis cosas esa mañana.

—¿Ya terminaron su recorrido? ¿Qué te pareció todo, Charlie? –preguntó Josh, él estaba parado frente a mí en la fila de la cafetería.

—Pues, es muy grande, espero no perderme –comenté y él soltó una risita.

—Nah, no creo que te pierdas, es fácil ubicarse, te acostumbrarás fácilmente.

—Sí, la cárcel no es tan mala como parece –habló Connor, él se había volteado para escuchar la conversación.

Cuando al fin nos entregaron a cada quien las bandejas con nuestras cenas, nos dirigimos hacia una mesa, en donde todos nos pusimos a conversar, ellos me preguntaron cosas de mi pasado, traté de no incomodarme al respecto para parecer alguien normal, les mentí, platiqué mentiras sobre mi anterior escuela y de cómo era la vida en Los Ángeles, me creyeron –obviamente– ninguno dudo de mis palabras y ellos me dieron consejos de cómo sobrevivir en Arundel.

Pasado un tiempo, Sylvie y yo regresamos a nuestro dormitorio.

—Me iré a dar un baño –informó, agarró sus cosas y se fue.

Suspiré al quedarme sola, había sido un día extraño y pesado para mí, necesitaba relajarme y desconectarme un rato de todo, lo primero que hice fue buscar mi laptop, me recosté en mi cama y busqué un documental interesante para ver, solo así podía dejar de pensar en todo lo que me atormentaba y relajarme.

Terminó el documental, guardé mi laptop y decidí que necesitaba una ducha, saqué mi pijama, agarré mi bolsa de baño y me dirigí al baño.

Estaba un poco nerviosa, al siguiente día iba a ser mi primer día de clases, debí haber empezado el curso a principios de septiembre, igual que los demás, pero por cosas del destino, tuve que asistir una semana después, pero eso no evitaba los nervios, sobre todo, porque ese día pondría en marcha mi plan para evitar que mi padre me siguiera controlando.

Unos minutos más tarde, regresé a mi dormitorio, noté que Sylvie estaba haciendo su tarea, decidí no molestarla, me acosté en mi cama, estaba muy cansada, la diferencia horaria ya me estaba pasando frutos, apagué la luz de mi mesita de noche y terminé de acomodarme.

—Buenas noches, Sylvie.

Ella se giró hacia mí, se quitó sus anteojos y me sonrió.

—Buenas noches, Charlie, no se te olvide poner tu despertador. Las clases inician a las 7:00 am.

Dicho eso, ella regresó su mirada hacia su tarea, tomé mi celular, vi que tenía un mensaje de mi padre que decía: «Suerte mañana, si necesitas algo me avisas», ignoré su mensaje, puse mi alarma, conecté mi celular para que se cargara y me volví acomodar en la cama.

Ya no podía más, cuando mi cabeza tocó la almohada, caí en un profundo sueño.

***

Oscuridad, todo mi alrededor estaba lleno de ella. ¿Dónde estaba? Todo era muy oscuro, no podía ver nada, algo estaba mal, lo podía sentir.

Me faltaba el aire, todo se sentía caliente y no sabía por qué.

—Charlotte...

Me sobresalté al escuchar mi nombre.

—¡Charlotte... despierta, Charlotte...!

¡Esa voz! La conocía, estaba segura, pero no sabía de dónde.

—¡Despierta!

Mi respiración empezó a volverse irregular, sentí que el aire se estaba volviendo caliente ¿Qué estaba pasando? No podía respirar.

—Charlotte, despierta...

Empecé a buscar de dónde provenía esa voz.

—Tienes que despertar, Charlotte, por favor.

—No puedo.

Cuando escuché mi propia voz en un susurro y me asusté. ¿Qué estaba pasando?

—Despierta...

¿Estaba dormida? ¿Por eso todo mi alrededor estaba oscuro?

—¡Charlotte!

¿De dónde provenía esa voz?

—¡Despierta!

Abrí los ojos de golpe y me reincorporé, estaba sudando, me pasé las manos por la cara, mi corazón estaba acelerado, sentía que no podía respirar.

¿Qué había pasado? Y como por un valde de agua fría, lo recordé. Una pesadilla.

Tragué en seco cuando las imágenes de lo que soñé invadieron mi mente, por instinto me giré hacia mi despertador, eran las 3:30 de la mañana. Siempre era lo mismo, cada que tenía una pesadilla, me despertaba de golpe a la misma hora.

Despertaba y ya no me podía volver a dormir; era horrible.

La pesadilla no quería abandonar mi mente, la voz que escuché estaba martillándome la cabeza, como un recordatorio de mi culpa.

Las pesadillas me empezaron a los once años para decirme la mierda de persona que era, pero cuando cumplí catorce dejaron de ser tan frecuentes, solo aparecían en el mes de octubre para recordarme lo que había perdido.

Nada tenía sentido, ese sueño no tenía sentido, aún estábamos en septiembre, faltaban dos semanas para octubre, las pesadillas no podían adelantarse, no otra vez.

Me llevé las manos a la cabeza, cada que despertaba de una pesadilla, un dolor horrible me inundaba.

Las voces que me habían atormentado por años comenzaron a gritar mi nombre con insistencia, eran varias voces, todas llamándome al mismo tiempo o pidiendo ayuda, el dolor de cabeza incrementó a tal punto que de mis ojos empezaron a salir lágrimas.

Cerré los ojos, me cubrí los oídos con las manos para aminorar el sonido de las voces y así poder de dejar de escucharlas.

—¡Silencio, por favor! –susurré–. No más ruido, quiero que se callen.

Cada vez las voces eran más fuertes, eran como gritos.

Pasaron los minutos y por fin dejé de escucharlas, abrí mis ojos, mi respiración ya estaba empezando a calmarse.

Destapé mis oídos y suspiré.

«¿Por qué las pesadillas se habían adelantado?» pensé.

Quería desaparecer, una sensación de peligro me invadió todo el cuerpo y un sollozó se me escapó. Toda esa situación me dolía y me tenía abrumada.

Cuando quise volver acostarme y hacerme un ovillo en la cama, la luz bajo la puerta llamó mi atención, tragué en seco cuando vi a una sombra moverse.

Estaba aterrada, pero entonces recordé que no estaba en mi casa, si no en el internado de Londres, eso me hizo voltear hacia mi compañera; ella seguía durmiendo plácidamente. Supuse que no fue consciente de lo que había pasado, regresé mi vista hacia la puerta.

La sombra seguía allí, esperaba que solo fuera parte de mi imaginación y parpadeé varias veces para que desapareciera, pero cuando no lo hizo, caí en cuenta de que era real.

—Se valiente, Charlie, levántate y enfrenta lo que sea que haya afuera – susurré para darme ánimos.

Tragué en seco, me quité las sábanas que me cubrían y con un nudo en el estómago, me levanté de la cama.

Al llegar junto a la puerta me di cuenta que la sombra se movía.

Había alguien atrás de la puerta, de eso no había duda.

Dirigí mi mano hacia el pomo de la puerta, estaba temblando y sudando frío.

Tragué saliva, me armé de valor y abrí la puerta...

No...

No había nadie, eso era imposible, había visto a la sombra moverse como si fuera una persona.

Aceché fuera de mi dormitorio, el pasillo estaba completamente vacío, las luces estaban encendidas, pero no había nadie, ni siquiera había señal de que alguien hubiese estado parado allí.

Di unos pasos para salir de la habitación y justo en ese momento pisé un papel que estaba doblado junto a la puerta.

Lo recogí y lo desdoblé.

Me quedé completamente helada e inmóvil en medio del pasillo al leer la nota.

Todo mi alrededor empezó a darme vueltas, tenía que ser una broma.

"Bienvenida a la que será tu peor pesadilla, Charlie. Te estarán vigilando, cuídate.
–A"

Arrugué la nota, eso solamente debía tratarse de una broma ¿no? Tenía que serlo, no podía ser real.


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Segundo capítulo ¿Alguna duda?

¿Qué será lo que observa a Charlie? ¿Será real? ¿Será parte de su imaginación?

¿Qué opinan de la fobia de Charlie?

¿Qué piensan del sueño?

Hay muchas preguntas sin respuesta.

Espero que les haya gustado este capítulo, no olviden votar y comentar

La historia la estaré actualizando cada día hasta llegar al último capítulo donde se habían quedado todos, tuve que eliminar todo para hacer algo nuevo y mejor, espero que esta versión sea mejor que la anterior y no queden dudas de nada.

Les dejo mis redes sociales por si tienen alguna duda sobre la historia.

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