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CAPÍTULO 18

NOCHE DE FIESTA

Había terminado mi cita con la doctora Dean, todo mi cuerpo estaba entumecido por los nervios, era le primer día de octubre, el que comenzara mi peor mes, me tenía muy angustiada, pero lo que me estaba poniendo los vellos de punta era que, era viernes, lo que significaba que era el día que los demás saldrían, había ideado un plan muy elaborado para poder negarme a salir con ellos, pero se fue a la mierda desde el momento en que regresé a mi dormitorio.

Sylvie me estaba esperando con una sonrisa extraña, un par de vestidos, tacones y maquillaje descansaban en su cama, no sabía qué estaba pasando, bueno, sí, pero esperaba que no fuera lo que me imaginaba.

—¿Qué es todo esto? –dejé mi mochila en el piso y la miré con extrañeza.

—Algunas cosas que necesitaremos para arreglarnos –sonrió.

—Sí, sobre eso... –sobé mi cuello por la tensión que comenzaba a nacer–. Creo que...

—¡Ah, no! –me interrumpió–. No dejaré que te encierres en el cuarto, es momento de que salgas y socialices, Charlie –se acercó a mí–. Prometiste que saldrías con nosotros.

—Lo sé, pero...

—Nada de peros –se dio la vuelta, agarró mi bolsa de baño y me la dio–. Báñate y cuando termines te arreglaré para que te veas más hermosa de lo que ya eres.

Vi de mi bolsa a ella un par de veces, ya no tenía escapatoria, sabía que no me dejaría zafarme de esa situación.

—Bien –suspiré, ella sonrió triunfal.

—Anda, toma una ducha y cuando salgas seremos unas bellas princesas listas para impresionar.

Hice una mueca cuando escuché la palabra "princesas" no me gustaba, me recordaba a mi padre y al apodo que tenía para mí, no dije nada, me di la vuelta y salí de la habitación para dirigirme al baño, al llegar lo primero que hice fue dejar mi bolsa de baño en el lavabo y mirarme al espejo.

Mi reflejo me daba asco, tenía la mirada cansada, ojeras violetas adornaban mis ojos, mis mejillas estaban hundidas y tenía la piel pálida, no era una bonita imagen de mí, la verdad. Suspiré y decidí que era momento de dejar de lamentarme, agarré nuevamente mi bolsa de baño, la puse en la ducha y comencé a desvestirme, al terminar me adentré a la regadera y abrí las llaves para que saliera el agua caliente.

Mi cuerpo empezaba a relajarse, cada que tomaba un baño caliente sentía mucha satisfacción en mi sistema, era lo mejor del mundo más cuando pensaba que el agua se llevaba todos mis problemas consigo, era como terapia y me gustaba.

Terminé de bañarme, cerré las llaves, me envolví en una toalla, agarré mis cosas y mi uniforme y salí del baño para regresar al dormitorio. Sylvie estaba frente a su espejo y tenía dos vestidos en cada mano, se estaba probando cada uno para ver cómo le quedaban.

—¿Cuál crees que me quedé mejor? –preguntó mientras dejaba mis cosas en mi cama, la volteé a ver.

Tenía un vestido rosa y uno de color plata.

—Me gusta el plateado, hace que tu cabello se vea más llamativo al igual que tus ojos –sonrió.

—¿Tú crees? –asentí, se volteó hacia mí–. Saqué esos vestidos para ti, espero te gusten.

Apuntó hacia los vestidos de su cama, eran tres, uno de color negro, uno azul marino y el otro rojo vino, eran bellísimos, una opresión en el pecho me invadió, no usaba un vestido desde hace siete años.

—Son hermoso, pero, creo que mejor me pondré unos pantalones.

—¿Por qué? –su sonrisa disminuyó.

—No me siento cómoda en vestido.

—Está bien –sonrió–. Iré a bañarme.

Salió de la habitación, agradecí internamente que no me haya interrogado con preguntas, aún no estaba lista para volver a usar un vestido, ellos me hacían recordar a mi madre, a ella le gustaba mucho vestirme con vestidos, esa era la razón por la que me dolía usarlos, dejé de ponérmelos después de su funeral, porque a partir de ese día mi única vestimenta eran las batas y uniformes que me daban los doctores.

Hice a un lado esos pensamientos, me coloqué mi ropa interior, me puse desodorante, crema y loción corporal, al terminar, comencé a buscar la ropa que me pondría, saqué unos jeans rasgados, quise ser atrevida, busqué mis medias de red y una blusa negra que dejaba a la vista mi abdomen, cuando encontré todo lo que creía adecuado, empecé a vestirme.

Me puse las medias de red y mi pantalón, al verme en el espejo del armario, tragué en seco, el pantalón me quedaba muy ancho, era evidente que había perdido mucho peso, una lágrima cayó y la limpié con rapidez, odiaba llorar y más por cosas como esas.

Sylvie entró envuelta en una toalla, al verme frunció el ceño.

—¿Estás bien? ¿Pasó algo?

Limpié mis ojos y la volteé a ver, le sonreí para tranquilizarla.

—Sí, estoy bien, no pasó nada.

—¿Segura? –asentí.

Noté que ella me observó de arriba abajo pero no dijo nada, regresé la vista a mi reflejo para evitar mirarla, ver que mis costillas eran visibles me desgradó un poco, suspiré, en ese momento no podía hacer nada por mi aspecto físico, fui por mi blusa y me la coloqué, no había gran diferencia entre estar solamente en brasier a tener una blusa que dejaba a la vista mi delgadez, volví a mi closet para buscar otra blusa con la que me sintiera cómoda.

—Te ves muy hermosa, Charlie –me volteé hacia la pelirroja, ella se había puesto su ropa interior y tenía una bata de baño encima, me veía con una sonrisa–. Lo digo en serio, te ves hermosa, no es necesario que te cambies.

Bajé la vista al suelo y suspiré.

—Es que... no me siento cómoda, estoy muy delgada y se ve mal.

—Estás hermosa –alcé la mirada, se acercó a mí–. No sé lo que te sucede, pero te ayudaré en lo que sea ¿sí? –sonreí y asentí, se metió a mi closet y comenzó a buscar algo en él–. Mira, puedes colocarte esto encima y te verás fabulosa.

Me dio una camiseta de cuadros negros y blancos que me llegaba hasta los muslos, me la coloqué y me volví a ver al espejo, sonreí, ya no me sentía tan incomoda, vi a Sylvie a través del espejo.

—Gracias, pelirroja ardiente –sonrió al escuchar el apodo que ella misma se dio.

—No hay de qué, norteamericana sexy, para eso estamos las amigas. Ahora, sé que no te gusta el contacto físico, pero quería preguntarte si me dejas maquillarte.

Lo pensé, no había nada de malo en eso, pensar que se me acercaría para maquillarme me ponía los vellos de punta.

—Prometo tocarte lo menos posible.

Esa declaración me hizo sonreír, que al final, terminé aceptando, por algo se empezaba, y dejar que me maquillaran era un pequeño paso para superar mi miedo –aun cuando lo estaba superando con ciertos hermanos–. Terminé de vestirme, me coloqué unas botas negras, Sylvie se había planchado su cabello y se hizo pequeñas hondas en él, le había quedado genial, por mi parte, solamente me lo cepillé y le coloqué un poco de crema para que no se viera seco y maltratado.

Al finalizar, Syl me hizo sentarme en su cama para comenzar a maquillarme, estaba sorprendida, ella trataba de ser cuidadosa a la hora de aplicarme el maquillaje, en ningún momento me tocó, lo único que me tocaban eran las brochas y los productos de belleza.

—¡Listo! –exclamó, me miraba de una forma graciosa–. Mi obra maestra está terminada.

Sonreí, me puse de pie y me dirigí al espejo, quedé sorprendida con la imagen, ya no veía a la chica enferma de hace rato, la imagen frente a mí era totalmente diferente.

—¡Guau! Me veo...

—Hermosa, preciosa, linda, divina, toda una perra empoderada, lo sé, gracias, soy una excelente artista –vi que sonrió con suficiencia.

Sonreí ante su comentario, volví a verme y me llevé la mano a la cara para saber si realmente lo que veía era yo, estaba encantada con la imagen que proyectaba, no había rastro de la chica que había llorado casi todas las noches ni de la que no dormía para evitar sucesos extraños, no, frente a mí había una chica normal que estaba a punto de salir con sus amigos y que se veía linda.

Sylvie había cubierto mis ojeras, me puso un maquillaje de ojos discreto pero que hacía resaltar el color, dejándolos más grises, mis pestañas se veían más largas de lo normal, mis mejillas ya no se veían hundidas y me había puesto un labial de un color rojo claro que dejaba mis labios más gruesos y apetecibles.

—Jamás pensé verme de esta manera –mis ojos se empezaron a inundar de lágrimas–. Gracias.

—Aww, pero no llores, que arruinarás mi obra de arte.

Ambas reímos, ella comenzó maquillarse, al terminar se vistió con el vestido plateado que hacía resaltar sus curvas y dejaba muy brillante su melena pelirroja, se veía hermosa, se colocó unos tacones del mismo color del vestido, era la viva imagen de la sensualidad, el vestido tenía la espalda descubierta y le llegaba a los muslos.

—Te ves fabulosa.

—Gracias, lo sé.

—No crees que habrá frío –se volteó hacia mí y sonrió.

—Por supuesto que sí, pero, como dicen por ahí «El frío es mental».

—Eso es de valientes, yo no soportaría el frío, estoy acostumbrada a climas más cálidos –rio ante mi comentario.

—Me pondré una chaqueta.

La observé mientras buscaba su ropa en el armario, estaba espectacular, por mi parte, no estaba tan arreglada como ella, pero me sentía bien y cómoda, eso era más importante que cualquier cosa.

Me coloqué perfume, mientras ella terminaba seguí observándome en el espejo, me dieron ganas de tomarme una foto, sería la primera vez que lo hiciera, pero no lo hice, preferí solo verme, una sonrisa se instaló en mi rostro, Sylvie terminó y se acercó a mí.

—¿Lista? –ambas nos vimos en el espejo.

—Lista –solté con una sonrisa.

—Míranos, lucimos fantásticas, obvio, siempre lo estamos, pero hoy, chica, estamos que ardemos –soltamos a reír.

—Eres una gran maquilladora.

—Lo sé, hoy brillaremos como nunca –sonreí, su celular sonó, ella lo agarró–. Es hora de irnos, nos están esperando.

Agarramos nuestras chaquetas y bolsos, salimos de la habitación para dirigirnos al vestíbulo del castillo, ahí nos esperaban los demás.

—¿Cómo nos iremos?

—Oliver nos llevara en su camioneta.

Al llegar al vestíbulo, todos estaban esperando, nos vieron y nos saludaron.

—Ya era hora –soltó Connor–. Pensé que tendría que subir por ustedes y sacarlas como sea que estuvieran.

—Luces hermosa, amor –Sam llevaba un vestido rojo que se justaba a las curvas de su cuerpo, se acercó a Sylvie, le plantó un beso en los labios y luego me observó–. Tú igual te ves hermosa, Charlie.

—Gracias –sonreí.

Josh me observó de pies a cabeza.

—¿Irás vestida así?

—Mmm... sí ¿Por qué? ¿Me veo mal?

—Pues...

—Te ves muy hermosa, Charlie –Oliver interrumpió a Josh y se acercó a mí–. No le hagas caso a Josh.

—Sí, Charlie, te ves muy bien, no le hagas caso a ese hetero de closet –soltó Connor.

—¡No soy hetero! –gritó Josh a la defensiva–. Sabes que soy bisexual.

—Yo no sé nada.

—Si quieres te beso y te lo demuestro.

—No gracias, estoy bien –Connor vio su reloj y volvió hablar–. Vámonos, no hay que llegar tarde.

Me di cuenta que, todos estaban bien vestidos, los chicos llevaban sus mejores ropas, parecían modelos de marcas importantes.

—¿Dónde iremos? –pregunté

—Iremos a Londres –Oliver fue el que aclaró mi duda.

—¿Londres?

—¡PARTY NIGHT! –gritaron Sam y Sylvie al unísono.

—¿Eh?

—Es noche de fiesta, vamos, Charlie.

Las chicas se acercaron y empezamos a caminar juntas, los chicos iban atrás de nosotras, salimos del castillo y nos dirigimos hacia donde Oliver tenía su auto, era una Range Rove blanca, los chicos empezaron a discutir quién sería el copiloto, Era divertido ver como Connor y Josh discutían sobre eso.

—Opino –Sylvie se metió entre ambos, ella tenía la facilidad de poder controlar a ese par–. Que Charlie sea la que vaya de copiloto ¿Qué opinas Ollie? –Oliver me echó un vistazo y sonrió.

—Me parece perfeto, solo si ella quiere.

—¿Charlie?

—Claro, no hay problema.

—¡Bien! Está decidido, Charlie ira con Ollie adelante.

Nos subimos a la camioneta, todos estaban muy emocionados por esto; hasta yo. El viaje resultó tranquilo, los chicos empezaron un platica muy divertida, Oliver intentaba aliviar un poco la tensión que se había cargado a nuestro alrededor, en un principio estaba nerviosa, pero él hizo que el viaje fuera más llevadero.

—Oye, Charlie –Josh se asomó entre los asientos y me miró con una sonrisa pícara.

—¿Sí?

—Un pajarito me dijo que alguien se te declaró hace unos días ¿es cierto?

—¿De qué hablas? –lo miré extrañada.

Connor igual se acercó entre los asientos.

—Se dice por ahí, que fue una declaración sosa en la biblioteca –Connor puso los ojos en blanco–. Dijo que le gustabas, que eras hermosa, etc. Aburrido a mi parecer, pero lindo.

—¿Eh?

Estaba entrando en pánico, no sabía qué decir, no podía creer que ellos ya supieran de la declaración que Ander me hizo en la biblioteca, eso no podía estar pasándome, todo era tan confuso y extraño. Les había dicho que no tenía nada que ver con ninguno de los hermanos, si se enteraron de lo que pasó en la biblioteca estaba segura que me tacharían de mentirosa –aunque realmente lo era– eso no podía estar pasándome, la única que sabía de mi relación con los hermanos era Sylvie, no sabía cómo se pudieron enterar de lo de la biblioteca, pero sabía que, ella jamás había dicho nada y estaba agradecida con eso. Un montón de pensamientos sin sentido vinieron a mi cabeza en ese momento.

—Sí, dijeron que alguien se te declaró al estilo príncipe azul de cuentos de hadas –Josh vio de reojo a Oliver y luego regresó su vista hacia mí–. Dinos cómo fue.

Entonces, me di cuenta que no estaban hablando de Ander, ellos se referían a Oliver, él estaba sonrojado mientras conducía y tenía una sonrisa tímida en el rostro.

—Pareces una vieja chismosa, Josh –expresó Sylvie.

Josh se volteó hacia ella y le sonrió.

—Oh, sabes que yo vivo para el chisme. Como, duermo y existo para el chisme.

—De no ser por ti, no nos enteraríamos de nada –esa fue Sam.

—Pareces mi abuela hablando así, que pena –comentó Connor mientras ponía los ojos en blanco.

—Entonces, nenita ¿Nos contarás qué fue lo que pasó en la biblioteca con este sexy chico que está a tu lado? –Josh sonrió de forma pícara mientras alzaba y bajaba las cejas.

Dirigí mi vista hacia Oliver.

—¿Qué fue lo que les dijiste?

—Yo...

—Oh, no dijo nada malo –intervino Josh–. Solo llegó como un desquiciado a nuestro dormitorio y dijo y cito...

"Chicos, estoy jodido, fui a la biblioteca y ahí estaba Charlie, se veía muy hermosa y le dije que me gustaba la forma en que se reía... –imitó Connor.

Y en un momento de tensión dije que me gustaba" –terminó Josh.

Ambos chicos empezaron a reír, miré a Oliver, se encontraba rojo como un tomate.

—Debiste verlo, Charlie, estaba que lloraba de la emoción.

—Sí, casi me vomita arcoíris y flores, estaba a punto de echarlo del dormitorio –bufó Connor en una queja.

Por un momento, Connor me recordó a Alexei, tenían casi el mismo sentido del humor, con la diferencia de que Connor sabía socializar y era muy antipático.

—Pues es verdad lo que les dijo Oliver –me encogí de hombros.

—¿Yyyy?

Josh parecía que realmente quería saber más sobre lo que pasó entre Oliver y yo, pero la realidad era que no pasó mucho y no sabía qué decir. Estaba a punto de hablar, pero Sylvie intervino.

—No la molestes, si Charlie no quiere decir nada, no hay que presionarla.

Josh bufó, pero ya no siguió diciendo nada, se dedicó a conversar con Connor que, parecía ignorarlo en todo momento, por el retrovisor vi que Sylvie me sonrió de una manera dulce, le devolví la sonrisa, agradeciendo la interrupción.

Después de una hora, llegamos a un lujoso restaurante de Londres, al notar que todo el mundo estaba bien vestido me hice pequeñita en mi lugar, no estaba vestida para la ocasión, me sentía como un pez fuera del agua y honestamente ver a un montón de personas aglomeradas en el establecimiento me hizo entrar en pánico.

—¿Comeremos aquí? –Oliver asintió–. ¿Puedo esperarlos aquí en el auto?

Él me observó detenidamente y luego me sonrió.

—¿Por qué? ¿Es por qué no llevas vestido como las demás? Te ves muy hermosa, Charlie.

—No, no es eso... es que...

—Si no te sientes cómoda podemos ir tú y yo a comer a otro lado ¿Qué dices?

—¿Y los demás?

—Los podemos alcanzar en el club.

¿Club?

—Sí.

—¿Nos dejaran entrar siendo menores de edad?

No sabía por qué preguntaba eso, años atrás el ser menor de edad no me importó tanto para poder entrar a un club nocturno, los recuerdos de ese tiempo querían surgir, pero los aparté de inmediato.

—No habrá problema con eso, confía en mí –Oliver se dio la vuelta y habló con los demás–. Charlie y yo iremos a comer a otro lado, vayan ustedes, luego los alcanzaremos.

—¿Cómo entraremos sin ti? –preguntó Sam.

—No se preocupen, Zachary sabe que vamos y ya dio órdenes para dejarnos pasar.

—Bien, te veremos ahí –contestó Sylvie.

Los chicos se bajaron después de despedirse, Oliver me echó un vistazo antes de poner en marcha el auto e ir a otro lugar para cenar.

—¿Dónde iremos?

—¿Te gustan las hamburguesas?

—¿A quién no? –sonreí.

Sonrió y continuó conduciendo, minutos más tarde llegamos a un McDonald's, internamente le agradecí, él fue directo al mostrador a pedir nuestras órdenes, mientras buscaba una mesa.

Habían pasado siete años desde que comí en un McDonald's, en Los Ángeles mi padre me traía con una dieta estricta, era frustrante, decía que era por mi salud, eso y que los doctores se lo recomendaron. Decidí sentarme junto a una ventana que daba vista hacia las hermosas calles de Londres, era asombroso. Oliver regresó con nuestra comida, lo vi con alegría, realmente quería volver a probar una deliciosa hamburguesa.

—Para la señorita más linda que he visto –expresó mientras me ofrecía mi hamburguesa.

—Gracias –sonreí con amabilidad, aún me sentía un poco incomoda ante sus halagos, él se sentó frente a mí.

Nos dedicamos a comer en un silencio bastante agradable, estaba extasiada con la delicia de carne que estaba comiendo.

—¿Te gustan muchos las hamburguesas?

—Sí, hace mucho que no comía una –confesé después de beber un poco de mi soda.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste una?

Su pregunta me hizo pensar y como arte de magia, el recuerdo vino a mí. Fue dos semanas antes de su partida, aún estaba a mi lado, nos encontrábamos en un McDonald's esperando que mi padre llegara con las hamburguesas, mi sonrisa se hizo grande al recordar aquello. Observé a Oliver que, me veía a la espera de mi respuesta.

—Ya tiene años, no sé con exactitud cuándo fue la última vez.

Pasamos un buen rato conversando de cosas triviales, fue agradable, ya habíamos terminado de comer, pero seguíamos sumergidos en una fascinante conversación.

—Y dime ¿Cómo es que siendo menores de edad nos dejaran entrar a un club? –puse mis manos en la mesa y lo miré fijamente con una sonrisa pícara.

—Zachary es el dueño del lugar al que vamos...

—¿Zachary? ¿Quién es ese?

—Él es mi hermano mayor.

—No sabía que tenías un hermano.

—De hecho, tengo dos. Zachary el mayor, es el orgullo de mi padre, con tan solo 24 años es dueño de algunas empresas en Londres, es socio en la empresa de mi Padre y tiene igual antros y clubes, esos fueron sus primeros negocios y aun los conserva –sus ojos brillaban al hablar de su hermano–. Luego sigue Carrick, tiene 22, él a diferencia de Zac no fue a la universidad, eso había molestado mucho a mi padre, pero eso no le impidió cumplir sus sueños, ahora se encuentra viajando por todo el mundo, siempre manda regalos y fotos de todos los lugares que va.

—¿Dónde se encuentra ahora?

—Ahora creo que, se encuentra en América, la última vez que supe de él estaba en Brasil.

—¡Guau! ¡Que genial!

—Sí –sonrió–. Y, por último, estoy yo.

—Entonces eres el bebé de la familia –se sonrojó ante mi comentario, se veía tierno.

—Sí, pero al ser el más chico, por alguna extraña razón me exigen más, mi padre espera mucho de mí.

—¿Y tu madre?

—Mi madre, bueno digamos que acata todo lo que dice mi padre –se encogió de hombros.

Me di cuenta que estábamos entrando a un tema delicado, iba a cambiar de tema para alivianar el momento, pero él volvió a hablar.

—¿Tú tienes hermanos, Charlie?

Quería indagar más sobre mí, esperaba que no hiciera preguntas que podrían llevarlo a obtener un rechazo de mi parte.

—No –contesté cortante.

—Hija única entonces.

—Sí.

—Dime ¿Qué se siente?

—Pues normal –me encogí de hombros–. Eres consentida por tus padres, te dan todo lo que pidas, no tienes que compartir tus cosas, ya sabes –mentí porque tal vez los primeros años de mi vida así fueron, pero luego se volvieron muy oscuros y solitarios.

—¿Cómo son tus padres?

Mis padres eran un tema delicado, no podía hablar de ellos sin traer los recuerdos no gratos y en ese momento lo que menos quería era recordar el pasado, me puse a la defensiva y estuve a punto de ser tosca y evasiva ante su pregunta, pero su celular sonó, eso hizo que toda su atención se desviara de mí hasta su teléfono. Lo que sea que vio, hizo que se olvidara de la molesta pregunta que me había hecho, me dedicó una sonrisa después de ver su celular.

—¿Nos vamos? Los chicos ya están en el club.

—Claro.

Nos pusimos de pie y nos dirigimos a la puerta. Oliver me dio paso a que saliera antes que él, al salir, un viento frío sopló e hizo que mi piel se erizara por completo, abroché mi camisa de cuadros para aliviar un poco el frío, empezamos a caminar en busca de su auto, al cruzar la calle me detuve en seco.

Empecé a observar mi alrededor, podía sentir que alguien me observaba, sentía su mirada en mí, pero por más que buscara, no lograba ver a nadie, las personas que se encontraban paseando por la calle parecían ajenas a mí, pero la sensación de ser vigilada no se iba. Era la misma sensación que llegué a sentir en el aeropuerto de Los Ángeles y el de Londres, el primer día que llegué.

Tragué en seco, me convencí a mí misma de que era cosa de mi imaginación y seguí caminando hasta llegar junto a Oliver que me esperaba a un lado de su carro. Cuando llegué, me dedicó una sonrisa.

—Señorita –abrió la puerta de su auto.

—Gracias, señor –sonreí.

Una vez que ambos subimos al auto, se puso en marcha y emprendimos el viaje hacia el club de su hermano. El viaje transcurrió en silencio, lo cual agradecí internamente.

Al llegar, no pude evitar tragar en seco, conocía el lugar al que habíamos llegado, un escalofrío me invadió, noté que todo había cambiado, ya no se veía igual hace tres años, lucía moderno y exclusivo, arriba de la puerta de entrada estaba el mismo nombre de antes, pero ahora lo tenían más grande en un letrero luminiscente muy llamativo "Starry Night" el nombre me trajo recuerdos, me fijé que habían hombres muy grandes e intimidantes en la entrada que no dejaban entrar a cualquiera, eso sí era lo más nuevo.

El lugar tenía una enorme fila llena de personas a la espera de poder entrar, tragué en seco, había muchísima más gente que en el restaurante, quería echarme para atrás y regresar al internado.

«¡No! Hoy eres una chica normal que sale de fiesta, una vez lo hiciste, puedes volver hacerlo» me dije internamente.

—¡Guau! Esto está al tope –comenté tratando de no sonar nerviosa.

—Sí, cada noche está así, el club de mi hermano es uno de los mejores de Londres y el más exclusivo.

—Puedo notarlo.

Oliver buscó un lugar para estacionarse, cuando al fin lo encontró, ambos bajamos del auto y empezamos a caminar hacia la discoteca, uno a lado del otro, sentía mis manos sudar por los nervios, esperaba que nadie en ese lugar me reconociera, deseaba que, así como remodelaron todo, también hubieran cambiado de empleados.

Llegamos al inicio de la fila, Oliver no tuvo que decir nada, uno de los gorilas de la entrada desencadenó el cordón rojo de terciopelo y lo dejó pasar al verlo, estaba a punto de seguirlo, pero claro, mi buena suerte jamás estaba cuando más la necesitaba.

—¡Alto ahí, guapa! No puedes pasar –soltó el gorila impidiéndome el paso.

—Pero...

—No puedes pasar y menos así vestida –el gorila me echó un vistazo de pies a cabeza, enarcó una de sus cejas y una pequeña sonrisa apreció en su asquerosa cara, tragué en seco y me cubrí con mi camiseta de cuadros para que le fuera imposible verme.

—¿Y qué tiene de malo mi atuendo? –enarqué una ceja.

—Todo.

La ira empezaba a brotar de mí, podía sentirla, la mirada lascivia que me dedicó me dio náuseas y me hizo sentir incomoda, tanto que, me cubrí un poco más con mi camiseta de cuadros.

—Ahora, quítate que estorbas, guapa. La próxima vez ven vestida decentemente y tal vez puedas pasar –me guiñó un ojo, sentí que mi hamburguesa se quería regresar.

—¿Qué tal si la próxima vez te despido? –el gorila se dio la vuelta y atrás de él estaba Oliver con una mirada demasiado seria, se acercó un poco al gorila de forma retadora, Oliver era alto y tenía músculos que lo hacían lucir intimidante, aun cuando el gorila le doblara la contextura física–. La próxima vez que vea que te diriges a una mujer de la misma forma en la que te dirigiste a ella, te echaré a la calle y me encargaré de que nadie te de trabajo ¿he sido claro?

—Sí, señor –el hombre parecía realmente intimidado por Oliver.

—Bien, ahora discúlpate con la señorita y déjala pasar que, ella viene conmigo.

—Sí, señor –el gorila se volteó hacia mí y me dedicó una sonrisa temerosa–. Lo siento mucho, señorita –abrió la cadena de terciopelo, se hizo a un lado y me dejó pasar.

—Gracias.

Oliver me tomó de la mano, me sobresalté al instante y la retiré de una manera brusca, me miró un poco confundido, hasta que cayó en cuenta que odiaba el contacto físico y me sonrió me una manera amable, me señaló la entrada y me guío hacia dentro.

El contacto de su mano con la mía me dejó un poco abrumada, sin contar a los hermanos Vladdimir, era la primera vez que alguien me tocaba, el contacto era extraño, podía diferenciar su agarre con el de los hermanos, era una cosa realmente diferente, las sensaciones eran distintas y ni hablar de las emociones, fueron tantas que, por ellas quité mi mano y así, evitar cualquier contacto con él.

Cuando entramos, quedé sorprendida, el lugar había cambiado mucho en tres años, era algo indescriptible, antes no contaba con tres pisos, en el primero solo veías una pista de baile, al fondo había un escenario con una cabina de DJ, el lugar estaba iluminado con luces de neón, el suelo brillaba como una pista ochentera, en los costados estaban las barras en donde los bartenders servían a diestra y siniestra los tragos que le solicitaban las personas.

En el segundo había varias mesas y algunos lugares con sillones, era algo exclusivo, también había un bar y meseros que servían a las personas que estaban ahí.

Oliver y yo llegamos al tercer piso, parecía que habíamos entrado a otro lugar, había sillones de color rojo vino, las paredes eran doradas, del techo colgaba un lujoso candelabro, había un DJ al fondo de la pista de baile, un bar el doble de grande que el de los otros pisos, había dos Bartenders preparando cocteles y bebidas, podías observar a los meseros yendo y viniendo con charolas de plata, repartiendo bebidas en las diferentes mesas del lugar, estaba un poco oscuro, pero se iluminaba con las luces neón de la pista de baile, había una pared al fondo que tenía una gran ventana en donde se podía ver el primer piso, sí, definitivamente nada era como hace tres años.

Llegamos a la mesa en donde se encontraban Connor y Josh.

—¡Hey, ya era hora de que llegaran!

—Tuvimos un pequeño inconveniente –explicó Oliver tomando asiento a lado de Josh.

Por mi parte, decidí sentarme en un sillón individual, frente a ellos.

—¿Qué te parece el lugar, Charlie? Increíble ¿no? –preguntó Josh con una sonrisa.

—Sí, es magnífico, siento que estamos en otro lugar lleno de clase y elegancia.

—Sí, bueno, bienvenida al Golden Hall –soltó Connor en un tono serio mientras tomaba un trago de su bebida.

—Tranquila, la pasaras genial –me aseguró Oliver y le dediqué una sonrisa.

Empecé a observar todo mi alrededor, el lugar era grandioso, me giré hacia Josh, él me dedicó una sonrisa coqueta cuando sus ojos se encontraron con los míos.

—¿Dónde están las chicas? –pregunté al no ver a Sam y a Sylvie.

—En un momento vienen, creo que fueron al baño.

—Sí, claro, al baño –murmuró Connor con sarcasmo, a lo cual Josh y Oliver soltaron unas risitas al ver mi cara de incrédula.

Un mesero se nos acercó.

—¿Desean algo para beber?

—¿Charlie quieres algo para beber? –preguntó Oliver.

Me removí algo incomoda, no podía beber alcohol, aún no empezaba a tomar los antipsicóticos, pero no quería que las cosas se me salieran de control, cada que tomaba era una locura, pero no podía decirle eso a mis amigos, mi única opción fue mentir.

—Gracias, pero no traje suficiente dinero y este lugar luce muy costoso.

Fue una mentira estúpida, hubiese sido más fácil el decir que no tomaba alcohol, era más sencillo de explicar, pero bajo presión una no suele pensar con claridad.

—No te preocupes, todo va a cuenta de la casa –Oliver me dedicó una sonrisa muy linda.

—Así es, Charlie, aquí no gastaras ni una libra, no te preocupes por nada, pide lo que quieras –animó Josh.

Estaba muy tensa ante tal situación, no sabía qué hacer, escuché bufar a Connor, en un movimiento rápido él se puso de pie y con una mirada fría le habló al mesero.

—A la señorita tráigale una margarita de fresa, para los demás traiga dos botellas de tequila, una botella de Whisky, otra de Brandy y de ginebra, dos Bombay Sapphire, dos mojitos y...

—6 cervezas inglesas por favor –concluyó Josh.

El mesero tomó la orden y se fue, Oliver veía a ambos chicos con una ceja enarcada.

—¿Piensan celebrar algo?

—No, pero queremos perder la consciencia hoy –soltó Connor mientras tomaba asiento.

—Tu siempre pierdes la consciencia, Connor –insinuó Josh con un tono burlón.

Pasaron unos minutos, las chicas habían vuelto y se sentaron en el sillón libre que estaba a mi lado, con el paso del tiempo, empecé a sentirme menos tensa de estar rodeada de tanta gente, mi cuerpo comenzaba a relajarse y poco a poco iba entrando en confianza.

—¡Oliver!

Todos volteamos hacia el hombre de cabello castaño que se estaba acercando a nosotros, Oliver esbozó una gran sonrisa.

—¡Zac! –exclamó, se puso de pie y abrazó al desconocido.

No podía ver bien cómo era el hermano de Oliver, la iluminación no ayudaba mucho, pero podía notar que tenía la contextura de un hombre guapo.

—¿Cómo estás, hermanito?

—Bien, mira te presento a mis amigos, ya conoces a Connor y a Josh, ellas son, Sam y Sylvie –presentó a las chicas.

—Un placer, señoritas.

Él dio un paso y la luz le iluminó la cara, dejando ver unos ojos azules, sentí mi corazón acelerarse, era imposible olvidarse de él, quise salir huyendo del lugar al momento de reconocerlo pero, si lo hacía, se iba a ver sospechoso y no quería llamar la atención de todos, me removí incomoda en el sillón, cubrí mi cara con mi cabello e intenté pasar desapercibida, deseaba que no me reconociera, pero como era de esperarse, mis deseos no fueron concedidos, sus ojos azules se posaron en mí y entrecerró sus ojos.

—Disculpa ¿Nos conocemos?

«¡Mierda, no!» tragué en seco y negué con la cabeza.

—No, no... no lo creo.

Me removí incomoda y acomodé nuevamente mi cabello para que no me viera, en ese momento agradecí que no hubiera tanta iluminación, porque él parecía querer ubicarme de cualquier forma.

—Ella es Charlie, es de L. A., se transfirió hace un mes –comentó Oliver.

—Lo siento, realmente me parece que te he visto antes.

«¡Que no me reconozca, que no me reconozca!», me dije mentalmente, traté de relajarme, para no resultar sospechosa.

—Dicen que suelo tener un rostro común, posiblemente me esté confundiendo –me encogí de hombros.

Sus ojos brillaron y una sonrisa engreída se posó en sus labios, respiré profundo y traté de estar impasible.

—Mmm, puede ser, pero un rostro tan hermoso como el tuyo es imposible de olvidar.

«¡Mierda!» tragué en seco ante sus palabras, no dejaba de observarme fijamente, era obvio que me reconoció, solo esperaba que no dijera nada. Oliver aclaró su garganta, ocasionando que su hermano dejara de verme y se concentrara en él.

—¿Ya ordenaron algo?

—Ya.

—Bien, los dejo entonces, tengo asuntos que atender, diviértanse –Zac nos observó a todos por unos segundos antes de detener su mirada en mi–. Fue un gusto conocerlas.

Antes de irse, me sonrió de una forma extraña, me quedé en silencio, no sabía qué hacer ni qué decir en ese momento, en mi mente rogaba que ese hombre no hiciera nada, él era del pasado y ahí se tenía que quedar.

El mesero llegó con todas las bebidas que Connor había ordenado, puso ante mí una copa con lo que supuse era la margarita de fresa que me pidieron, solo de ver la bebida sabía que estaba en problemas y más aún cuando a cada uno nos dieron una cerveza inglesa y decidieron brindar con ella.

—¡Un brindis por nuestra amistad! –gritó Josh con la botella de cerveza en la mano.

—¡Uy, no! Ya se puso sentimental –murmuró Sam en broma.

—Nada más no vayas a llorar, por favor –suplicó Connor mientras ponía los ojos en blanco.

—Ay, cállense y brinden conmigo malditos hijos de perra.

Todos se echaron a reír y alzaron sus botellas; incluida yo, para brindar. Observé mi cerveza un momento, estaba jodida. «¡A la mierda! Solo se vive una vez en la vida» llevé la botella de cerveza a mi boca y me la bebí de un solo trago.

Después, le siguió la margarita, al acabarla, me bebí dos más y unos cuantos shots de tequila. Estaba en problemas, el no tener control de cuánto bebía, era lo peor, lo único bueno de todo eso, era que aún no tomaba mis medicamentos que me dio la doctora Dean.

El mezclar alcohol con antipsicóticos jamás era bueno, cuando se combinaban, ocasionaba que te sintieras más deprimido o ansioso, pues contrarrestaba los beneficios de los medicamentos antidepresivos –pequeño detalle que jamás me preocupó, pues esas mierdas no me hacían efecto– igual había escuchado que podía dificultar el tratamiento de los síntomas, te hacía creer que mejorabas tu estado de ánimo, pero solo lo hacía a corto plazo –como todo en mi vida–, el efecto generalmente aumentaba los síntomas de depresión y ansiedad.

Pero bueno, todo eso me importaba una mierda, porque había descubierto que de igual forma el alcohol era una anestesia que servía para poder soportar los golpes duros de la vida, al igual que el asqueroso y terrible funcionamiento de esta, tal vez no me embriagaba como los demás, pero podía sentirme como una chica normal al beber, era por esa simple razón que comencé a beber trago, tras trago, bebí para poder olvidar y soportar la terrible vida que tenía.

Me sentía en las nubes gracias a la cantidad de alcohol que tenía en el cuerpo, ya había dejado a un lado mis miedos que, me quité la camisa de cuadros quedándome solamente con mi blusa negra que dejaba a la vista mi abdomen y me puse a bailar con mis amigas, me encontraba feliz.

Pasado un rato, sentí la boca seca, salí de la pista de baile y me dirigí a la mesa, en donde se encontraban conversando Connor y Oliver. Josh había desaparecido con un chico hace una hora y no había vuelto.

—¡Hey! –saludé de una forma animada y me senté a un lado de Oliver.

—¡Charlie! –soltó él con demasiado entusiasmo–. Te ves muy contenta.

—El poder del alcohol, amigo mío –explicó Connor antes de beber de su vaso de whisky.

Me reí ante eso, sentí la garganta seca, tenía sed y agarré mi copa de margarita, después de eso, me quedé conversando un rato con los chicos, me di cuenta que Connor ya estaba pasado de tragos, al momento en que se puso modo filosófico y su actitud antipática desapareció por completo, no paraba de reír con cada cosa que decía.

Un mesero se acercó a mí y me ofreció una copa de vino.

—Yo no ordené esto –aclaré viendo la copa de vino.

—Es cortesía del señor Scott –explicó el mesero mientras señalaba una mesa al fondo del lugar con su cabeza.

Dirigí mi vista hasta el lugar que apuntaba, al fondo en una mesa, se encontraba sentado el hermano mayor de Oliver.

—Igual me pidió que le entregara esto –me dio una hoja de papel.

La abrí y tragué en seco al ver lo que decía.

"Como dije antes, es imposible olvidar tu hermoso rostro, años atrás desapareciste y ahora estás aquí, otra vez, y gracias a mi hermano, ya se tú nombre"

«¡Mierda! ¡Mierda!» sí me reconoció, mis manos estaban temblando con aquella nota, pero no quería que me viera débil, alcé la mirada y le agradecí al mesero por la copa, cuando se fue, mi vista se topó con la del hermano de Oliver y sonrió, alzó su copa de vino para invitarme a brindar con él, pero la mirada que, le dediqué, hizo que sonriera con burla, desvié mi vista hacia el vino que me dio, era el mismo que había tomado ese día... Empecé a sentir como el pánico amenazaba con invadir mi cuerpo de solo recordar. Respiré profundo para tranquilizarme, mis manos comenzaron a sudar, si no conseguía calmarme, era posible que entrara en un ataque de pánico.

Agarré mi copa de margarita y continué bebiendo –ya llevaba como siete– cuando se acabó me serví un trago de tequila, después de unos cuantos tragos más, podía sentirme más relajada y liviana; otra vez.

Me puse a conversar con los chicos, otra vez, eran una distracción interesante, me incliné para agarrar la botella de whisky, pero el sonido de mi celular avisándome de la llegada de un mensaje, me impidió llegar a mi objetivo.

Desconocido: ¿Otro trago? ¿No crees que ya has bebido suficiente?

Desconocido: Por cierto, te ves increíblemente hermosa, aunque, siempre lo estás.

Entrecerré mis ojos, ante los extraños mensajes del número desconocido.

Charlie: ¿¿Quién eres??

Temía que fuera el hermano de Oliver, cuando contestó mi mensaje, pasé saliva.

Desconocido: Te contaré un secreto... me gusta como bailas y déjame decirte que lo haces muy bien.

Muy bien, estaba asustada, había creído que un 40% del alcohol que había en mi cuerpo se había evaporado, tenía miedo que si fuera Zac.

Charlie: En serio ¿Quién carajo eres?

Desconocido: El amor de tu vida.

Me quedé congelada viendo el celular con el ceño fruncido.

Desconocido: Mira hacia el fondo, por la ventana gigante.

Alcé mi vista del celular y empecé a buscar por el lugar que el desconocido me indicó, me quedé sin palabras al hallarlo, él estaba ahí, nuestras miradas se encontraron y sonrió, sus ojos me miraban con un toque de picardía, su mirada me hizo sentir una corriente eléctrica por todo mi cuerpo y sonreí.


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Uy, en este capítulo pasaron muchas cosas.

Charlie, cariño, ven y te doy un abrazo, se lo que se siente el verte al espejo y que no te guste lo que estás viendo. Si alguien le pasa así, vengan que les doy un abracito 🤗

¿Alguien más quiere una amiga como Sylvie? Yo quiero que me maquille y que me apoye.

Ese Josh es muy chismoso, pero me encanta, ya sabemos que con él podemos enterarnos de muchas cosas.

Alexei >>> Connor

Oliver es muy tierno, pero no puedo evitar sentirme mal por él, es evidente que Charlie le gusta, pero los hermanos Vladdimir están en la mente de ella. Que la lleve por más hamburguesas a ver si la enamora jajaja

Ese guardia me da ganas de partirle su madre, que Oliver lo despida para que aprenda.

¿Qué opinan de Zac? Al parecer él y Charlie se conocen del pasado, yo quiero saber qué pasó entre ellos.

Uy ¿quién será el desconocido que le envió un mensaje a Charlie? ¿Alguna idea?

Como verán, este capítulo se dividió en dos por lo largo que era, los que leyeron la versión anterior sabrán que antes se llamaba "Una noche en Londres" y que ahí pasaban muchas cosas, como un beso muy importante.

Pronto subiré la segunda parte, espero les haya gustado, no olviden votar y comentar, besitos 😘

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