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CAPÍTULO 14

VERDADES A MEDIAS

La lluvia golpeaba el castillo con demasiada fuerza, me encontraba junto a la ventana observando las gotas de lluvia que se deslizaban con agilidad, mientras mi mente viajaba a otro lado ignorando todo mi alrededor.

—¿Charlie? –giré hacia la voz que me llamaba–. ¿Puedes tomar asiento, por favor?

La Doctora Dean Queen me observaba desde un sillón con una libreta y carpeta encima de su regazo.

—No me siento cómoda sentada allí –señalé el sofá frente a ella–. Estoy mejor de pie.

—Por favor –suplicó con los ojos.

Suspiré resignada y terminé por sentarme frente a ella, me lo agradeció con una sonrisa cálida, que no correspondí.

—Empecemos, dime Charlie ¿Cómo te encuentras?

—Bien –crucé los brazos.

—¿Segura? No luces bien.

No podía decir nada al respecto, era verdad, tenía más ojeras de lo normal por no dormir bien, mi cabello lo tenía mal amarrado en una coleta despeinada, estaba seco y sin brillo, mi piel estaba pálida, tenía las mejillas hundidas por no comer bien, sí, mi aspecto no era el mejor, oculté mis manos en el interior de mi blazer para que no viera mis uñas, las había mordido por la ansiedad y el estrés.

—¿Usted también va a criticar mi aspecto? La subdirectora Hill ayer fue muy cruel al resaltar lo mal que me veo. Estoy bien, solo he estado cansada por tanto estudiar –la doctora suspiró con pesar.

—Bueno –abrió la carpeta que tenía en su regazo–. He estado revisando tu historial médico –habló mientras ojeaba la carpeta.

—¿Y? ¿Le gustó lo que vio?

—Charlie... ¿sabes qué lo que dice tu historial es grave? –me encogí de hombros.

—Depende de cómo lo vea usted y si en verdad cree que tengo todo eso.

—Dime ¿tú te lo crees?

Esa fue la primera vez que alguien me preguntaba si realmente creía en mi diagnóstico, nadie me lo había preguntado, todo el que me trataba daba por hecho que realmente tenía lo que decía el expediente que tenía desde los 6 años. Suspiré.

—Creo que es una exageración.

—¿Cuál de los diagnósticos?

—Todos.

—¿Segura que todos?

No contesté, desvié mi mirada hacia la ventana, no podía creer que tuviera todo lo que decía ese maldito expediente, no era médico, pero me conocía y sabía que no estaba enferma.

—¿Charlie? –la doctora Dean llamó mi atención, volteé a verla–. ¿Me puedes decir si aún tomas tus medicamentos que te han recetado?

—Sí –tragué saliva.

—¿Segura? –no contesté y ella prosiguió–. Se honesta, todo lo que me digas será entre tú y yo –me enderecé en la silla.

—Siempre me dicen eso y siempre se lo terminan contando a alguien o a mi padre.

—Te prometo que nada saldrá de este consultorio ni de esta oficina.

Promesas, a lo largo de mi vida siempre había escuchado esa maldita promesa y solo era eso, una promesa vacía, jamás la cumplían. Me descrucé de brazos y comencé a jugar con el borde de mi falda.

—Es mejor que seas honesta, puedo hacerte una prueba de sangre para saber si dices la verdad.

Suspiré. No podía decir nada, había dicho que me tomaría unas cuantas pastillas por si me hacían una prueba de sangre para ver todo lo que consumía, pero me dormí y no lo hice, si hacían la prueba estaría en problemas, por eso fue que decidí decir la verdad.

—No, ya no los tomó.

—¿Desde cuándo?

—Hace dos años o más.

La doctora comenzó a tomar nota de todo lo que decía en su libreta.

—¿Y cómo te has sentido desde que las dejaste de tomar? ¿Tus médicos y tu padre lo saben? –la miré de forma seria.

—No, por supuesto que no lo saben y no deben de enterarse.

—Bien, ¿Cómo te has sentido desde que ya no las tomas?

—Lucida.

—Dime, ¿te sabes tus diagnósticos?

—De memoria –puse los ojos en blanco y volví a cruzarme de brazos.

—¿Puedes decírmelos?

—¿No ya los leyó? ¿Para qué quiere que se los diga?

—Solo dímelos, Charlie, así sabremos que debemos trabajar –suspiré.

—Ansiedad, depresión, insomnio crónico...

La doctora me veía seria a la espera de lo demás, mi boca estaba seca y mi pie se movía con nerviosismo.

—Bipolaridad y... esquizofrenia –desvié la mirada hacia otro punto del consultorio.

—Las dos últimas son las que dices que son una exageración a lo que tienes ¿cierto?

—No es que sean una exageración, simplemente no tengo eso. Pero la gente no lo entiende.

—Explícate, por favor.

No sabía cómo podría explicar que todos mis diagnósticos eran completamente falsos, no había forma de hacerlo sin que me tomaran de loca, porque siempre pasaba eso, me tomaban de loca y enferma, pero, por alguna extraña razón, la doctora Dean no me hizo sentir así, sentía que podía confiar en ella, con ningún otro médico me había pasado eso, a los otros no podía contarles nada sin que sacaran conclusiones de mis diagnósticos para poder experimentar conmigo.

La doctora Dean me escuchó con atención cuando le conté mis cosas y lo que creía, no me miró como si estuviera loca, no me hizo preguntas incomodas ni nada, fue un respiro que no había sentido en todos mis años de terapias ni citas médicas. Le conté todo lo que pasé años atrás, así como también le confesé lo que sufrí después de la muerte de mi madre, le dije cómo mi padre me llevaba de médico tras médico y me llenaba de medicamentos, a pesar de que le decía que estaba bien, pero no me creía.

—¿Cómo te sentías al tomar tus medicamentos?

—Al principio no sentía nada, pero luego, me sentía perdida, no tenía control de algunos de mis movimientos, tenía más ansiedad de la normal, tics, cuando me tenían sedada perdía la noción del tiempo, me mareaba todo el tiempo, me sentía débil, somnolienta, tenía mal sabor de boca cada que los tomaba y me daban taquicardias.

—Tu expediente dice que los medicamentos no te hacían efecto, háblame de eso –suspiré.

—A los once años me internaron, me daban medicinas, después de semanas, descubrieron que los medicamentos no me hacían efecto, luego aumentaron mis dosis o me mantenían sedada todo el tiempo, cuando aumentaron las dosis, me pasaba todo lo que le comenté, pero los efectos a lo mucho, me duraban de veinte a treinta minutos, eso tenía preocupados a los doctores, tanto que no podían permitir que los efectos pasaran.

—¿Qué quieres decir?

—Si no me sedaban, me obligaban a consumir las medicinas para mantenerme bajo sus efectos casi siempre, ponían un cronometro para saber cada cuánto tenían que volver a darme otra dosis, básicamente cada media hora me tomaba los medicamentos –la doctora se sobresaltó al escuchar aquello, no le hice mucho caso y continué–. Cuando me percaté que los efectos solo duraban de veinte a treinta minutos, empecé a fingir que me estaban haciendo el efecto deseado, para que poco a poco bajaran mis dosis, luego simulaba tomarlas y las guardaba.

La doctora estaba impresionada, por todo lo que le conté, carraspeó y bajó su vista al expediente médico.

—Aquí dice que tomabas Olanzapina y Risperidona.

—Sí, Zyprexa y Risperdal, medicamentos para la bipolaridad, aunque igual esta que la Olanzapina sirve para la esquizofrenia –solté un tanto incomoda.

—Aripiprazol y Asenapina.

—Son para la esquizofrenia.

—¿Te recetaron varios medicamentos que tienen el mismo funcionamiento? –asentí, puso sus labios en una fina línea y continuó–. Zolpidem y Zaleplon.

—Para el insomnio crónico.

—Prozac y Celexa.

—Para la ansiedad y depresión.

La doctora Dean cerró el expediente y me miró muy sería.

—No me gusta nada esto, tenías mucha medicación, es increíble que a tu corta edad ninguno te haya causado diabetes u otra cosa peor.

«Ni que lo diga» pensé, hubo un tiempo en dónde quise causarme una sobredosis, pero lo único que logré fue estar ausente mentalmente por dos horas, para luego vomitar todo lo que había ingerido, era una mierda, ni para suicidarme servía, me removí en el asiento y la miré muy seria.

—No me hará volver a tomarlos ¿verdad? Me siento mejor sin ellos.

—Dejaremos a un lado la mayoría de los antipsicóticos, por ahora –eso me alivió–. Pero siento que tu ansiedad y estrés está mucho más avanzada ¿no? –asentí–. Y no has dormido, lo puedo notar.

—No me gusta dormir –susurré.

Le había contado a la doctora lo que me pasaba cuando dormía.

—Es entendible, se ha estudiado que los sueños y pesadillas vividas pueden ser efectos secundarios de los antidepresivos y por lo que me has contado, tomabas demasiados de esos –apreté mis labios en una fina línea, sabía que las pesadillas que tenía no eran efectos secundarios de las medicinas–, pero, es importante que duermas, el no hacerlo puede traer consecuencias, necesito que duermas un poco, es por tu bien Charlie.

Dirigí mi vista a la ventana y me quedé observando las gotas de lluvia. La lluvia me hacía recordar cosas traumáticas, tragué saliva cuando sentí un extraño escalofrío que me recorrió todo el cuerpo, el recuerdo de esa noche amenazaba con hacerse presente, pero lo aparté enseguida, desvié mi vista de la ventana y me fijé en la doctora.

—¿Cuándo fue la última vez que dormiste bien?

—¿A qué viene esa pregunta?

—Solo responde.

Me quedé pensando, la última vez que dormí bien, fue la noche anterior, me había quedado durmiendo con la ropa que me había dado Alexei, estaba a punto de decirlo, pero un recuerdo llegó como un suplo de aire fresco. Fue le recuerdo de cuando me quedé a dormir en casa de los Vladdimir, pero fue la vez que desperté abrazada a Ander, no había tenido pesadillas ni nada. Todas las veces que pude dormir bien sin tener pesadillas estaban ligadas a los hermanos «¡Mierda!» no sabía cómo explicar aquello.

Alcé la mirada y me topé con los ojos de la doctora, me veía con curiosidad. No podía responder a su pregunta sin que me preguntara más cosas, lo mejor que pude hacer fue mentir.

—No lo recuerdo –ella suspiró ante mi respuesta.

—Bien, te daré otros medicamentos ¿de acuerdo? –asentí–. Sé que la subdirectora te comentó que nos veremos dos veces a la semana, los miércoles y los viernes ¿Estás de acuerdo con eso?

—Sí.

Terminamos la sesión de terapia y me fui de su consultorio, cuando la subdirectora me dijo que tendría que ir con la doctora, no me había sentado bien la noticia, pero me di cuenta que la doctora Dean fue completamente distinta a lo que ya conocía, al principio estaba un poco a la defensiva con todo, no quería decir nada, pero, por alguna extraña razón bajé mis defensas y liberé todo lo que me atormentaba, la doctora fue tan comprensiva que no me hizo sentir mal.

Era tarde, estaba lloviendo, el dolor de mi estómago me recordó que necesitaba comer algo, lo último que había ingerido fue lo que comí en la cafetería a la que Alexei me llevó el día anterior. Al llegar al comedor, fui por un almuerzo, cuando me lo dieron me fijé en todos los rostros del lugar y en una de las mesas lo reconocí, tenía sus audífonos puestos; Connor, estaba sentado con Josh, Oliver, Sam y Sylvie. Me acerqué a ellos.

—Hola, chicos.

—¡Hola, Charlie! –exclamó Sylvie–. ¿Cómo estás?

Me senté entre Josh y Connor.

—Estoy bien –mentí–. ¿Cómo están ustedes?

—Bien, estamos preparando este fin de semana –comentó Josh.

—¿Qué hay este fin de semana? –Connor se quitó los audífonos y se giró hacia mí.

—Algo que no te puedes perder, Charlie.

—Connor tiene razón, Charlie, no puedes perderte este fin de semana, jamás quieres estar con nosotros –recriminó Josh–. Siempre dices que estás ocupada.

—Tengo mucha tarea –me encogí de hombros.

—Sylvie nos contó que el viernes saliste con alguien –señaló Josh con una sonrisa traviesa, mientras alzaba y bajaba las cejas de forma juguetona.

Oliver me volteó a ver.

—¿Sales con alguien? –mis ojos se toparon con sus ojos verdes aceitunados.

—No, no salgo con nadie.

Un amargo sabor a hiel se instaló en mi boca cuando me sonrió de forma extraña, alcé la mirada, noté que Sam me estaba viendo de una forma rara, tanto, que me empecé a sentir incomoda.

—Sabes, el viernes que estaba yendo a mi habitación, me pareció verte salir de la mano con uno de los Vladdimir –me sobresalté.

Todos en la mesa se callaron y me miraron de forma extraña, Josh me jaló hacia él y me miró muy serio.

—¿Tú eres la chica de los rumores?

—¿Rumores? ¿Qué rumores? ¿De qué hablas?

—Hay rumores de que una chica nueva tiene locos a dos de los Vladdimir –contestó Connor, me quedé un poco perdida–. Dicen que el menor de los hermanos dejó de salir con las demás chicas desde que conoció a una nueva y lo mismo con el otro; el mayor, él tenía una chica con la que solía andar y follar, pero que hace unos días le dijo que ya no quería verla más porque ya no era lo que él quería.

—¿Seguro que eso dicen los rumores? Tengo entendido que dejaron de salir con las chicas desde... ¡Auch! –noté que Sylvie le dio un golpe disimulado a Sam para que se callara, la rubia me echó una mirada antes de quedarse callada.

—Los rumores sobre los Vladdimir son intensos –Josh me echó una miradita.

—Es imposible que a ambos hermanos les gusté la misma chica –hablé tratando de procesar todo lo que me acababan de contar.

—Créeme, no es imposible –murmuró Oliver, estaba con la vista fija en su plato.

Sam soltó una risita.

—Oh, Charlie, ya ha pasado antes, solo que, en lugar de dos hermanos, eran los tres peleando por la misma chica –explicó Sam.

—¿Los tres?

—Sí.

—¡Guau! –exclamé un poco incrédula.

—Los hermanos Vladdimir son todo un caso –susurró Connor, mientras negaba con la cabeza.

​—No son tan malos –comenté mientras me encogía de hombros restándole importancia.

Sylvie me miró de forma extraña, pero no dijo nada.

—Oh, Charlie, no los conoces –habló Oliver mientras jugueteaba con su comida–. Ellos no son lo que aparentan.

Se hizo un silencio un poco incomodo.

—Podrán ser raros, pero son sexys –insinuó Josh con una sonrisa.

No dije nada, todo lo que comentaban me resultaba absurdo, describían de una forma extraña a los hermanos, decían cosas que me resultaban difíciles de creer, los hermanos me han tratado bien –sin contar el día que conocí a Alexei– que me resultaba difícil pensar mal de ellos, solo creía lo mejor.

—Entonces, ¿Tú eres esa chica, Charlie? ¿Tú eres la que trae locos a los hermanos Vladdimir? –preguntó Connor.

Podía sentir la mirada de todos en mí, tragué saliva y negué.

—No, apenas y hablo con uno de ellos –dije mientras trataba de ocultar mi nerviosismo.

Sylvie tenía los ojos entrecerrados, mientras me veía, tragué saliva, ella sabía que estaba mintiendo, pero di gracias cuando no me desmintió, tenía en claro que debía de hablar con ella más tarde.

Pasó una hora, me quité del comedor con la excusa de que tenía que descansar, estaba caminando por el pasillo desolado que dirigía a los dormitorios, cuando de pronto, escuché una risita.

La risita hacía eco por todo el pasillo, empecé a escuchar unos pasos, al principio pensé que se trataba de alguna compañera, pero pasado los minutos no vi a nadie. La risa volvió a sonar, pero me percaté que no era una risa normal, era la risa infantil de una niña, como si estuviera haciendo una travesura, un aire frío me caló por todo el cuerpo y me estremecí.
La risa sonó más fuerte que antes.

—¿Hola? –susurré.

Escuché pasos acercarse a mí, una corriente fría sopló y me quedé quieta sin respirar.

«¡Juega conmigo!»

La voz sonó como un susurro cerca de mi oído, empecé a temblar, la risita volvió a sonar, volteé hacia la izquierda y al final del oscuro pasillo había una niña, tenía cabello castaño que le cubría la mitad del rostro, noté que tenía ojos oscuros y la piel muy pálida, vestía un vestido rosa, tragué en seco.

—¿Hola? –hablé un tanto nerviosa, la niña me sonrió, soltó una pequeña risa y salió corriendo–. ¡Espera! –salí corriendo hacia su dirección.

La niña empezó a soltar pequeñas risitas, mientras la perseguía, a veces se detenía para cerciorarse de que la seguía. No tenía nada en la cabeza, por instinto seguí a la pequeña sin importarme nada, sabía que no estaba bien, pero tenía la sensación de que debía seguirla y así lo hice. Solo escuchaba su risa, a veces se me perdía de vista, pero cuando la encontraba ella me estaba esperando.

Al llegar junto a ella, pensé que saldría corriendo, pero no lo hizo, solo me señaló una pintura en la pared, la miré con curiosidad, para luego posar mi vista en el cuadro, en él había una mansión rodeada de bosque, me resultó familiar, estaba a punto de acercarme para verlo mejor, pero una voz me sobresaltó, giré mi vista hacia donde estaba la pequeña que había seguido, pero no estaba, me volteé hacia la voz que me había llamado.

—¿Qué haces, Charlie?

Sylvie estaba parada detrás de mí con una mirada preocupante en su rostro, me recompuse por completo olvidando todo lo sucedido con la pequeña que me había guiado hasta esa extraña pintura.

—Nada, estaba curioseando –Sylvie entrecerró sus ojos verdes y luego me sonrió.

—Ya que te encuentro debemos hablar, pensaba ir a verte a la habitación, pero ya que estás aquí, vamos, te digo en el camino.

—¿De qué querías hablar? –empecé a caminar a su lado a una distancia prudente para no tocarla.

—Sabes de qué.

—Lo sé, gracias por no decir nada a los demás sobre lo que sabes –bajé mi cabeza hacia el suelo y suspiré.

—Sé que los conoces y si no dijiste nada has de tener tus razones –se encogió de hombros–. La ropa con la que dormiste ayer, es de uno de ellos ¿cierto? –asentí–. ¿Puedo saber de quién?

—Es de...

Estaba a punto de decir su nombre, pero otra voz en mi cabeza me interrumpió.

«No digas su nombre, Charlotte»

«No vayas a decir su nombre, miente»

Tragué en seco, la voz me resultó familiar, caí en cuenta que era la misma voz que escuché en la mansión Vladdimir, me estaba diciendo que no dijera el nombre de Alexei. No sabía qué hacer, la voz era insistente, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, ahí supe que tenía que mentir.

—Es de uno de los mellizos.

Por la forma en que su cuerpo se tensó al escuchar que dije que la ropa era de uno de los mellizos, me hizo creer que algo sabía, ella y todos los demás, pero nadie decía nada.

—¿Mellizos? –entrecerró sus ojos, como si pensara–. ¿Cuál? ¿Cómo se llama?

La miré extrañada, no sabía el nombre de los hermanos Vladdimir, entonces caí en cuenta que jamás había escuchado a las demás personas decir sus nombres, era extraño.

—Uno de ellos, no recuerdo muy bien cuál era.

Me miró no muy convencida con lo que dije, desvió su mirada, negó con la cabeza y suspiró.

—Necesito que te cuides mucho, Charlie ¿Sí?

—¿Está todo bien? ¿Por qué siempre me dices eso? ¿Qué es lo que sabes?

—Yo... no sé nada. Solo cuídate mucho, ¿sí?

Era evidente que estaba nerviosa, en ese momento quise seguir preguntando, presionarla hasta que me digiera algo, pero sabía que eso sería demasiado y desistí de la idea, sonreí para que se calmara.

—Está bien, vamos al cuarto.

Pareció relajarse y seguimos caminando hacia el dormitorio, al llegar no esperábamos encontrar lo que vimos al abrir la puerta. Estaba confundida con dicha escena, mientras que Sylvie parecía cansada de lo que veía.

Connor y Josh estaban en nuestra habitación, el primero se encontraba sentado en mi escritorio viendo lo que parecía una extraña caricatura en la computadora de Sylvie, mientras que el segundo se encontraba tendido en la cama de Sylvie jugando su celular.

—¿Otra vez? ¿En serio, chicos?

Josh levantó su vista del celular para vernos.

—¡Chicas! Hasta que llegan, las hemos estado esperando, pensamos que ya estaban aquí.

—¿Cómo entraron? –pregunté totalmente confundida.

Connor sacó unas llaves de su pantalón y las puso en el escritorio, me giré extrañada hacia la pelirroja y me sonrió con inocencia.

—¿Tienen llaves de nuestro cuarto?

—Siempre las hemos tenido Charlie, digamos que Sylvie es muy despistada y nos deja la copia de sus llaves por si llega perder las suyas –Josh se encogió de hombros.

Connor se quitó los audífonos y se volteó hacia nosotras, parecía analizar la situación.

—Siempre venimos después de que terminan las clases –confesó el castaño con un tono de aburrimiento en su voz– y siempre que venimos no estás, es la primera vez que te vemos después de clases, perdón si molestamos.

—Sí, perdón por no avisarte que siempre vienen –la pelirroja se veía un poco apenada por la situación.

—No me enoja, solo me sorprende.

Me adentré a la habitación y dejé mi mochila sobre la cama. Los tres chicos que estaban conmigo, me miraban a la espera de que dijera algo más, pero solo sonreí, me senté en mi cama y crucé las piernas.

—Y bien ¿Qué hacen para divertirse después de clases?

Los tres se relajaron y me sonrieron, al parecer, habían pensado que me iba a enojar porque estaban allí, pero, a decir verdad, los vi como un respiro de todo lo que había pasado ese día.

Mi terapia con la doctora Dean me había dejado exhausta, siempre me cansaba el contar todo lo que me ocurría, recordar... era agotador, decir mis secretos era algo que no me dejaba tranquila, aun cuando no conté todos.

El hablar de cosas que realmente me afectaban era horrible, a tal grado en donde preferiría tirarme de un puente antes de tener que enfrentar la situación, eso me estaba comenzando a dar ansiedad, debía de tomar la nueva medicación que me había dado la doctora, no me harían efecto, pero tampoco quería que me diera un ataque frente a mis amigos, eso sería lo peor del mundo, estaba indecisa, al final decidí no tomar el medicamento, no era prudente posponerlo, pero no tenía otra opción, además, ni siquiera me haría nada.

Otra cosa que me tenía mal y que realmente quería dejar a un lado todo lo referente a ello, era la extraña situación por la que había pasado antes de que Sylvie me encontrara, no sabía qué quería la niña que viera en ese extraño cuadro, tampoco sabía quién era ella.

Un pensamiento se me cruzó por la cabeza, mi cuerpo se tensó y tragué saliva, desistí de seguir pensando sobre aquel tema y alejé el pensamiento. Me enfoqué en los chicos que tenía en frente charlando gustosamente. Sylvie estaba en su cama junto a Josh mientras discutían sobre un tema el cual no había prestado atención, mientras que Connor se encontraba inmerso en sus caricaturas.

Respiré profundo para tratar de calmarme y dejar de pensar, lo logré, por ese instante había podido fingir ser una chica normal, pude encontrar un poco de equilibrio en el caos que tenía en mi cabeza, al igual que un poco de paz, pero solo fue por ese momento, porque todo el caos volvería a mí como un huracán a punto de destruir una ciudad entera y tenía que estar preparada para tal suceso, porque cuando cerrara mis ojos el caos, los monstruos, el miedo, las sombras y las voces, volverían.

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En este capítulo podemos notar cómo Charlie da un gran paso al hablar con la doctora Dean.

¿Qué opinan de todo?

Charlie habló de sus medicamentos y que no le hacen efecto ¿alguna teoría sobre eso?

¿Quién cree que sea la niña que Charlie vio en el pasillo?

¿Será que Sylvie si sabe algo sobre los hermanos?

¿Cómo es que nadie dice sus nombres?

Las advertencias de la voz es algo interesante ¿De quién será la voz?

Espero y les haya gustado mucho este capítulo, no se olviden de votar y comentar, besos 💋

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