23 Bienvenida
Finalmente me voy de viaje a Argentina, a ver a mi abuela, la única que me queda viva. Claro que viajo con Alba y sus mujeres para ayudarla en algo que parece de película, pero aquí voy, por el poder de la amistad. Mi abuela me da chocotorta en un tupper para las chicas y se los llevo al hotel. Madeleine nos da la mala noticia, el plan para recuperar el anillo no funcionó y se me ocurre un plan B, en el que me involucro.
—Necesito dinero.
—¿Cuánto? —le digo el monto agrego un poco más por las dudas— ya te lo transferí ¿Cuándo nos vemos?
—Cuándo llegue al país quizás, estoy en Argentina.
—Ok, avísame si necesitas más.
Saco los boletos para viajar a Brasil y el hotelucho de mala muerte sin aire acondicionado pero más cerca de nuestro objetivo sin que llamáramos la atención. Finalmente recuperamos con mi ayuda el dichoso anillo de mierda, al tocar suelo de vuelta, me llega un mensaje.
—Estoy en el estacionamiento.
Me separo de las parejas, y me subo al auto que me está esperando, coloco la valija atrás y me siento del lado del acompañante.
—Hola.
—¿Puedo besarte?
—En la mejilla sí —se acerca la rubia y me deja un beso por demasiado tiempo—. Gracias por el dinero.
—¿Quisieras venir a cenar a casa mañana?
—Giovanna, estoy en pareja.
—Lo sé, solo es una cena de amigas —suspiro.
—Está bien.
—Por cierto felicitaciones por recibirte —me entrega un ramo de flores y una caja de bombones de chocolate blanco, mi chocolate favorito.
—Te agradezco pero no puedo llevarme el ramo a mi casa, me traerá problemas si mi novia se entera —ella asiente—. Aunque está muy lindo, gracias de verdad.
Me deja en la puerta de mi apartamento, y otra vez me besa en la mejilla por demasiado tiempo. Entro a mi departamento, necesito urgentemente una ducha y dormir en mi cama, me acuesto agotada y no tardo mucho en quedarme dormida, siento unos unos brazos al rededor de mi cintura y volteo asustada para ver a Nina.
—Casi me matas del susto.
—Lo lamento te vi dormir tan cansada y no quise despertarte —me acurruco de nuevo contra ella y pego mi rostro a su pecho— ¿Me extrañaste?
—Sí, traje dulce de leche para que sepas porque es mejor que la Nutella y porque me tiene tan obsesionada —ella se ríe, me acaricia la espalda y vuelvo a quedarme dormida entre sus brazos.
Me despierto en la cama sin ella y temo que quizás la haya soñado, pero el olor al café y tostadas llega a la habitación. Me levanto caminando adormilada, y llegando a la cocina la veo seria cocinando.
—¿Quién es Monet?
—Un pintor.
—¿Y tanto te gusta que lo extrañas? Porque hablaste dormida y Monet, que yo sepa era hombre, te referias a él cómo un ella —al menos no dije Gio.
—Debo haber estado soñando y cómo soy tan gay lesbianice a Monet ¿Cómo sabés quién es?
—Lo Google, ya que instagram no tiene, supuse que podría ser un pintor.
Me pregunto que más estuvo revisando, tal vez reviso mi teléfono, sería muy fácil colocarle mi huella mientras duermo y no sería la primera vez que lo hace.
—¿Has revisado mi teléfono?
—¿Porqué hay algo que me ocultes?
—No. Pero es mi privacidad y no sería la primera vez que lo haces.
—Por eso te pregunto quién es. De paso te recuerdo que estamos en pareja, fuera de mí hay pocas personas que puedas extrañar —arrugo el ceño.
—¿Otra vez con tus celos y posesividad?
—¿Dime qué harías si tu novia habla dormida diciendo que extraña a otra? ¿Te abrazo y te felicito o mejor te aplaudo y te hago un monumento?
—No.
Nos sentamos a desayunar calladas, frente a frente, cada una revisa su teléfono y no nos hablamos, ella tiene el ceño fruncido. Termina de desayunar, lava su taza y se va a vestir, me levanto y la sigo a la habitación, mientras veo que se viste, me mira de reojo y sigue con lo que está haciendo.
—Me tengo que ir, tengo una reunión y necesito pasar a cambiarme a mi casa.
—Nina —aun no le digo amor—, podemos hablar antes de que te vayas, no quiero que salgas enojada de aquí.
—No, no podemos —toma su cartera—. Si me quedo un segundo más vamos a terminar discutiendo, voy a decir algo de lo que seguro me arrepiento y voy a terminar lastimandote. Así que por favor déjame ir y quizás mañana logremos hablar tranquilas, dame espacio.
Me da un beso corto y se va. Giovanna no hizo más que hacer acto de presencia y ya estoy teniendo problemas con Nina, iré esta noche y dejaré las cosas claras. Le mando mensajes a Nina a lo largo del día y si los chats tuvieran filo, me cortarían los dedos.
Llego a la casa de Giovanna, dejo estacionado mi auto detrás del de ella y toco la puerta con una botella de vino en las manos.
—Bienvenida Griselda —me dice con una amplía sonrisa.
—Me voy Giovanna —dice el mismo hombre, que es su marido de aquel día— no vengo a dormir —se termina se colocar la chaqueta y calla en cuanto me ve—. Oh hola, no sabía que ya habías llegado —para mi sorpresa se acerca a mí sonrindo—, Giovanna ha hablado mucho de ti, creeme mucho, es un gusto conocerte. Aquel día íbamos apurados. A la final si conocías a Gio.
—Hola, supongo que sí. Pero cómo eres su esposo no quería que ella...
—Tonterias Griselda, ella y yo tenemos un acuerdo. Es más me voy ahora que me esperan en casa. Nos vemos —le dice a Giovanna—, Griselda ha sido un placer.
Se marcha y quedamos las dos solas, ahora faltaría nada más que llegue la hija y yo estando aquí, me muero de vergüenza. Pero es una cena de amigas, ella lo dijo. La veo en la cocina, sacando carne del horno que si sabe tan bien cómo huele y cómo se ve, seguro que voy a disfrutar la cena. Miro la mesa y está puesta con dos lugares.
—¿Y tu hija?
—Se fue con su novia.
—Osea que estamos las dos solas, en una casa sin nadie más —ella sonríe y asiente—. Giovanna de verdad voy a decirlo de nuevo, estoy de novia.
—No intentaré nada. Lo prometo, con verte ya me basta, te extrañé demasiado —se acerca y yo me congelo, me da un beso en la mejilla y ojalá mi corazón no latiera tan fuerte con solo ese gesto, pero lo hace— ¿Me has extrañado?
—Sí.
Me alejo de ella por el bien de mí relación con Nina, cómo me cuesta estar lejos de esta mujer. Estamos tomando asiento cuándo la puerta principal se abre de golpe y el murmullo y risas de hacen presentes. Entran dos chicas tan jovenes cómo Bloom, de la mano riendo, en cuanto una de ellas me ve, mira a Giovanna.
—Perdón mamá —le dice una joven muy parecida a ella de cabello color caramelo—, pero se canceló la fiesta y decidimos volver a casa —la rubia intenta disimular su enojo.
—¿Ya cenaron? —ella niega con la cabeza— ella es Griselda, una amiga.
—Es un gusto Griselda —la joven se acerca— yo soy Ilaria y esta es mi novia Sky.
—Un gusto —Giovanna trae dos platos y juegos de cubiertos más— todavía no comemos llegaron a tiempo.
—Genial, amor siéntate, yo le ayudo a tu suegrita —su madre le murmura algo y su hija sonríe. Claramente planeaba venir esta noche—. Entonces Griselda, mi mamá habla mucho de ti... dormida, porque despierta no dice ni pío.
—Ilaria siéntate dónde está Griselda, y trata de hablar lo menos posible hija.
La cena se lleva a cabo en paz, definitivamente Ilaria es todo un personaje interesante, madre e hija en un intento de avergonzar a la otra cuentan historias que nos hacen reír a todas. Le comento a Ilaria que tengo una hermana de 15 años, pero Bloom no es tan deshinibida cómo ella, la joven mira a su novia que es igual de cohibida que Bloom, me comentan cómo se pusieron de novias a los 17 y hace un año que están en pareja y cómo contaron con el apoyo de su madre desde el minuto uno, algo que le sorprendió.
Las horas pasan, veo un mensaje de Nina deseándome buenas noches y un pinchazo de culpa me atraviesa, no es que esté haciendo algo con la rubia, es porque sé lo que Giovanna provoca en mí, porque le podría haber dicho lo que sea por mensaje y aún así cuándo llegué y en la casa estábamos solo nosotras, decidí quedarme, sabiendo lo mucho que me cuesta controlarme estando cerca de ella.
—Mamá nos vamos a dormir —toma de la mano a Sky—. Ha sido un gusto conocer al fin con quién mi madre sueña —se acerca y me abraza—. Ven cuándo quieras Griselda, me ha encantado conocerte.
La otra joven a su lado se despide y se va de la mano con Ilaria, Giovanna me mira levantando los platos de la mesa, yo ayudo a levantar lo que queda, ella mete todo en el lavavajillas, más lo poco que sobró que guarda en la heladera y limpia la mesa. Volteo al guardar las bebidas cerrando la heladera y ella me abraza, hunde su nariz en mi cuello y yo cedo para devolverle el abrazo, estamos así un momento, la había extrañado demasiado.
—Quédate, tengo un cuarto de invitados.
—Tengo cama en mi departamento —ella se ríe y se separa de mí, quedamos muy cerca y ninguna de las dos evita ver a los labios de la otra, pero si evito besarla—. No sé si es lo correcto que me quede.
—Te prometo que no voy a transgredir los límites. Por favor —acaricia mi mejilla— quédate.
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