Capítulo Treinta y Uno
Dejó una melodía por si quieren escucharla para que les ayude a conectar bien con el capítulo.
Es la que más use para escribirlo.
El 14 de febrero de 1997 vino al mundo un pequeño niño fruto del amor de una pareja, pero no de cualquier amor, si no el amor que solo se pueden dar los predestinados.
Song Yejin y Park Bogum.
En aquellos años, Yejin acostumbraba a vivir en la comodidad de su familia hasta que conoció a su alma gemela, desde el primer vistazo cayeron en los encantos del otro y fueron formando una relación que llegó hasta el Altar frente a un Sacerdote.
Se amaron como si no hubiese nada más en el mundo, como si tenerse era suficiente y claro está que así fue o bueno, al principio.
Al tomar decisiones apresuradas, ocurrieron eventos apresurados como el embarazo. Hubiera ido bien, si no fuera porque la empresa de Bogum, quebró. Desempleado y con un hijo en camino, trabajó día y noche como un burro por un miserable sueldo que de broma cubría algunos gastos básicos de su hogar.
Todo su dinero fue para su querida esposa, aquella que sufría por su imprudencia por no poder encontrar un sueldo fijo para ella, así pensaba él.
Y cuando pensaron que podrían mejorar, Park Yoonoh nació justamente en el día de los enamorados, para dar felicidad a aquella pareja abrumados por todas las facturas que debían. Bogum decidió trabajar y esforzarse aún más, haciendo que esto, se volviera un obstáculo para estar con su familia, para conocer a su propio hijo...
Se iba de la casa antes de que saliera el sol y volvía a más de la media noche. Así eran todos los días, una rutina cansadora y asfixiante. Yejin siempre se despertaba para despedirlo y lo esperaba hasta tantas horas de la noche para recibirlo con amor y caricias.
Pero, a Yoonoh muy pocas veces lo veía y cuando lo hacía, siempre era mientras dormía en su pequeña camita y cobija de carritos. Un pequeño bebé tierno y atractivo, todo el que veía al niño no podía evitar caer en su encanto.
Y Bogum era el único que no, ya que sólo podía escuchar todo sobre su hijo de parte de su esposa porque no lo estaba conociendo.
Yoonoh desconocía a su padre y eso se fue notando mientras crecía. Sólo aprendió a llamar a mamá, solo la veía a ella, solo recibía cariño de ella, solo la quería a ella.
Pero cuando empezó a aprender y entender el mundo a través de los libros que su madre le leía o las Caricaturas que veía de la vieja televisión, empezó a desear tener un padre como todos se lo pintan, uno que le proteja, le cuide y le de cariño.
Desde ese momento, a la edad de cuatro años, Yoonoh despertaba antes de que saliera el sol para poder despedir a papá y le esperaba hasta la madrugada nuevamente para verlo antes de irse a la cama. Debido a que como es muy pequeño tuvo problemas para mantenerse despierto, por lo que se acostumbró a encender el televisor de la vieja y pequeña sala para ver muchas caricaturas de diferentes tipos acurrucadito en el sofá.
Ese pequeño niño que media apenas medio metro, una pulguita de cabellera castaña esponjosa cual honguito, dos notorios hoyuelos, ojos dulces y mieles, sonrisa encantadora y piel pálida cual porcelana. Está claro que fueron bendecidos por un Omega de belleza llamativa y singular. Todos los vecinos de la cuadra quedaban encantados con Park y en más de una ocasión, los oía decir muchas palabras que al principio no entendía pero que al transcurrir el tiempo fue cobrando sentido en su mente.
"Pobre niño, viene de una familia tan pobre con esa carita tan linda"
"Es un Omega bendecido, conseguirá un buen Alfa a futuro y sacará a su familia adelante"
"Yoonoh no merece esa pocilga, merece estar con uno de esos hermosos Alfas actores"
"Él es como de un cuento, tan bonito"
"Solo necesita llegar a la adolescencia y verás como tu hermoso hijo los sacará de la pobreza"
Tanto escuchar una y otra vez a la gente hablando de que merecía un buen Alfa atractivo y multimillonario como en los kdramas que cambió todas sus caricaturas por telenovelas. Ahora, para esperar a su padre se trasnochaba todos los días viendo un montón de series e iba entendiendo lo que sus vecinas querían decir.
Él es como la protagonista femenina y su Alfa debe de ser perfecto como los coprotagonistas. Conseguir a alguien perfecto le dará felicidad a su familia y a él mismo.
Así fue su visión de vida antes de si quiera aprender lo que es el sentido común.
Entre una de las tantas noches, esperando a su padre. Mientras dibujaba en la mesa con sus crayolas, escuchó la puerta principal abrirse. Apresurado antes de que lo atrapen, terminó de colorear como si fuese cuestión de vida y muerte. Al terminar se levantó corriendo para saludar a su padre con su gran resplandeciente sonrisa.
—Lamento llegar tarde —nuevamente se disculpa aquel hombre con la misma oración habitual, una que ya los oídos del pequeño está acostumbrado a oír.
—¡Papá! ¡Papá! —fue llamando dulcemente. Llegó a su progenitor y fue saltando entre sus pies sin darle escapatoria a dejarlo.
Bogum soltó un suspiro divertido y cargó a su hijo.
—¿Otra vez despierto?
—No se quiere dormir, por más que lo regaño no me hace caso, quiere esperarte —se acercó la madre resignada con su pequeño revoltoso.
—¡Te hice un dibujo! —exclamó el niño mostrando con orgullo la obra de arte digna de elogios, según él, así en este tiempo veía con grandeza sus dibujos de líneas chuecas y círculos no tan redondos.
—¡Woah, es tan lindo! —exclamó dramático su padre, apoyándolo. Sus ropas sucias y viejas, su rostro lleno de polvo y demacrado, las ojeras debajo de sus ojos, su estómago vacío rugiendo mientras su mente cansada de todo el día laboral totalmente exhaustivo que tuvo. A pesar de todos sus problemas, a pesar de que sus brazos ya no tengan fuerza de seguir cargando a su pequeño, ni sus piernas de seguir levantando su cuerpo.
A pesar de todo eso, siguió mostrando una cálida sonrisa para su pequeño hijo, para su tesoro y la razón de sus luchas.
—¿Y quiénes son?
—¡Papá, ¿no sabes?! —el pequeño se ofendió. —¡Este eres tú, esta es mamá, este soy yo y este mi novio Alfa!
—¿¡Novio Alfa!? ¿Desde cuándo tienes un novio? —cuestionó perplejo y algo divertido no pudiendo creer las ocurrencias del pequeño.
—Pronto —aseguró.
Sejin suelta una risilla —Las vecinas siempre se la pasan diciéndole a Yoonie que cuando sea grande conseguirá a los mejores Alfas y tendrá un romance de cuentos de hadas.
—¿Por qué siguen diciendo que será Omega? Yo digo que serás Alfa, ¿verdad, pequeño?
—¡Ñoo! —Yoonoh negó eufóricamente causando la risa de su padre.
—Vamos a dormir, estoy muy cansado.
Aquella pequeña familia de tres cansados por el duro día, fueron a recostarse juntos, con los padres en ambos lados y su pequeño hijo en el centro el cual no se separaba de ellos.
A pesar de todas las dificultades seguían unidos, luchando contra las abversidades. Park Yoonoh siempre esperaba a su Padre mientras se distraía con el televisor o dibujando garabatitos que para él son una obra de arte. El tiempo iba pasando y cada vez la situación parecía ir mucho peor porque poco a poco, la alegría fue desplomándose.
Era como si un huracán hubiese estado acechando las costas de su casa y simplemente un día, mientras Jae veía distraídamente la nueva novela en emisión escuchó como la puerta principal es abierta indicando que su padre había llegado. Con emoción se levantó pero antes de que se gire a verlo, su madre se acercó a él tomándolo de los hombros y haciendo que de nuevo se siente en el viejo sofá, tomó el control remoto y le subió el volumen.
—Hijo, quédate aquí. Yo iré a hablar con tu papá, ¿si? —le dijo ella cariñosamente. El pequeño niño con desilusión asintió. —Si escuchas cosas que no te gusta, sube el volumen de la televisión y serás feliz de nuevo.
Yoonoh volvió a asentir ingenuo y tomó el control con sus pequeñas manitos gorditas.
Vio a su padre de espaldas como se dirige a la habitación tambaleante y moviéndose raro. No pasó por alto el olor extraño y fuerte que emanó de él. Una vez sus progenitores entraron a la habitación no pasó mucho tiempo para que se escuchase gritos y exclamos de adentro.
Preocupado bajó del sofá, poniendo sus pequeños piecitos descalzos en el frío suelo y corrió para pegar su oído a la puerta.
—¡No tiene ni un zapato que ponerse! —escuchó a su mamá gritar.
Miró sus pies sucios y juega con sus deditos, apenado.
—¡Viste las mismas ropas desde hace años y ya no le quedan! ¿Cómo puedo llevarlo a la guardería si no tiene ropa decente con que ir?
Miró sus ropas, su pantalón viejo quedandole un poco abajo de sus rodillas y su camisa roja desgastada. «¿Me veo feo?» se preocupó y se sintió mal consigo mismo. Sin darse cuenta formó un tierno puchero triste con sus labios «Si soy feo no podré conseguir a mi pareja ideal, tengo que ser lindo»
—¡Nunca hay que comer en la nevera, ¿¡sabes cuántas veces he me saltado la comida para darle de comer a nuestro hijo!?
«Lo siento, mamá. Te he quitado tu comida pero aún así, sigo teniendo hambre» con culpabilidad se sobó su delgada pancita.
—¿¡Y qué quieres que haga!? ¡Siempre trabajo como burro día y noche, hago lo que puedo! ¿¡Crees que me gusta esta situación!?
—¡Si tuvieras un mínimo de conciencia no estarías usando nuestro poco dinero para la comida en comprar cerveza y emborracharte!
—¡Solo quiero relajarme!
—¡Relájate cuando al menos nuestro hijo tenga una comida en la mesa!
—¿¡Crees que eres la única que sufre!? ¡Estoy harto de ti y de tus exigencias!
Y ante aquel grito voraz de parte de su padre, escuchó un sonido sordo y espeluznante, como si se hubiera roto alguna mesa debido a un golpe lleno de ira.
El pequeño Yoonoh se sobresaltó de su sitio asustado, con lágrimas que fueron cayendo de sus ojos y recordó las sabias palabras de su mamá "Si escuchas cosas que no te gusta, sube el volumen de la televisión y serás feliz de nuevo".
Rápidamente corrió hacia el sofá, acurrucándose en la esquina de éste y abrazando una almohada, subió el volumen para seguir viendo aquel kdrama.
Un muy bonito drama de romance, comedia y felicidad.
«No pasa nada, soy feliz»
Y así, sin querer ni poder evitarlo, los días fueron volviéndose más oscuros y sombríos. Su padre siempre llegaba oliendo raro y comportándose tan extraño que ha logrado asustarlo en más de una ocasión, se encierra con su madre y ambos discuten sobre miles de cosas que el pequeño ha intentado ignorar al subir el volumen del televisor, obligándose a distraerse con ello, aún cuando en su interior sabe que todo está mal con sus padres.
Algo en su hogar se rompió y por más que quiera regresar atrás es imposible. Se supone que sus padres son Destinados, ¿por qué siempre la están pasando mal? ¿Por qué no pueden tener un lindo final feliz como en las series y cuentos? Si se aman tanto, ¿por qué discuten? ¿Y por qué lo hacen sufrir a él por sus discusiones?
¿Será imposible para él encontrar su final feliz?
Muchas preguntas se llenaban en la pequeña cabecita del menor, el cual siempre se quedaba viendo la puerta cerrada de la habitación donde se supone que discuten sus padres, espera ansiosamente que salgan de ahí con una sonrisa, espera con mucho anhelo que su padre vuelva a ocupar su espacio en la cama. Ya no son tres, ahora son dos. Él y su madre, la cual lo abraza sin soltarlo, dejando a su padre durmiendo en la sala, cocina o como en muchas ocasiones, fuera de la casa ya que a veces, tarda dos o tres días en volver.
«¿Dónde estás papá?»
En una de las oscuras noches en vela, el último bombillo que quedaba en la sala se dañó dejando la casa completamente oscura. La mujer tomó una vela y la encendió dejándola en la mesa enfrente del desgastado sofá, en el cual yace Jaehyun abrazando su muñequito de tela de un super héroe que tejió su mamá a mano para él. Como no podía comprarle un Superman le hizo un héroe propio y personalizado en el cual incluso tiene sus propias iniciales en la capa PYO.
—M-Mamá... Quiero luz —le pidió entre lágrimas con miedo.
—Se dañó el bombillo, cariño —contestó ella con pesar, sentándose a su lado y abrazándole para llenar el pequeño cuerpo de caricias.
—¿No puedes ir a comprar otro?
—Es muy tarde.
—No quiero dormir así...
Ella no queriendo ver a su hijo asustado, fue a rebuscar entre los cajones, encontrando un dinero.
—Iré a comprar un bombillo, ¿quieres... —le iba a pedir que la acompañe ya que no hay nadie en la casa y es muy tenebroso dejar que un pequeño niño de cinco años se quede solo pero... Al vivir en un barrio pobre, es muy peligroso salir. No puede exponerlo a los peligros de afuera si adentro solo hay miedos imaginarios como los fantasmas inexistentes. Además, el cielo está tan gris y nublado, con una lluvia que amenaza en empeorar.
Yejin tomó el control remoto y fue buscando entre los canales para dejar un kdrama.
—Ve este, te va a gustar. Si te asustas, solo sube el volumen y volverás a ser feliz, ¿si?
El pequeño acostumbrado ante tales palabras asintió, nunca vuelve a ser feliz por más que le suba el volumen pero al menos si le ayuda a fingir que lo está, se esfuerza solo por su madre.
Esbozando una sonrisa asintió. —Está bien, mamá.
—Que niño tan valiente, te traeré un chocolate.
—¡Por favor! —chilló de la emoción.
Una vez su madre salió de la pequeña casa, Yoonoh se quedó completamente solo acobijado y escondido en el rinconcito del sofá. La vieja sala está tan inmersa de oscuridad junto a toda la casa con paredes desgastadas y puertas de madera viejas. Lo único que alumbra es el televisor enfrente de Park, dándole algo de luminosidad a su terrible soledad.
Su padre aún no ha llegado y duda que llegue.
O eso creía.
Porque escuchó como detrás de sí, se abrió la puerta bruscamente. Su corazón dio un vuelco de miedo por la sorpresa pero se dijo a sí mismo que debe de ser su madre. Se levantó encima del sofá y se giró hacia atrás para ver la entrada que se encuentra a sus espaldas.
Se sorprendió al ver como un hombre se apareció vistiendo tan oscuro que logra confundirse con la propia oscuridad de la noche. Sus pantalones negros, un suéter del mismo color con la capucha cubriendo su indefinido rostro, el cual se ve una mancha roja en su mejilla. Sus ropas mojadas y por detrás de su silueta sombría un relámpago resuena a todo furor. El sonido de la tormentosa lluvia y vientos poderosos que azotan contra las débiles ventanas, todo logra llenar de un terror arrollante al pequeño.
Estuvo a punto de gritar del miedo hasta que ve como el desconocido se bajó la capucha.
Es su padre.
Hubiera sonreído, hubiera saltado de alegría y gritado por todos los rincones de su casa que su padre llegó. Si, lo hubiera hecho si no fuera porque aquel hombre al cual llama progenitor, sostiene un saco en su hombro, tan grande como del tamaño de una persona y realmente cree que es una.
Se asusta aún más cuando el saco se mueve. Su padre lo tira contra el suelo bruscamente y se escucha quejidos de un ser humano.
Yoonoh quería gritar, quería hacer algo pero estaba tan perplejo ante la vista que solo se mantuvo como una estatua, con muchísimo temor a lo que podría pasar o incluso, pasarle.
Ese no es su padre, eso es mentira.
—Yoonie —le llamó su progenitor dulcemente, mirándole con ojos compasivos y tristes —Esto lo hago por la familia, ¿Quieres unos zapatos nuevos?
Quería decir que estaba bien con sus pies descalzos, quería decir que era suficiente con la comida que le daban en el día a día, que el amor de sus padres hacia él, es lo único que necesita. Pero toda palabra se esfumó de su boca, y su propia voz quedó encerrada como si estuviese en un cofre con candado.
Tal vez si hubiera sido capaz de hablar, capaz de haber dicho algo pudo haber cambiado el duro futuro al que atravesarán como familia a partir de ese momento en el que su padre decidió meterse en negocios clandestinos y trabajos para nada honrados solo por el bienestar de su familia, para comprarle aunque sea unos zapatos a su querido hijo.
—Lamento que las cosas resultarán así pero... P-Papá lo hará mejor —le dijo el hombre frente a sus pies, con lágrimas deslizándose por sus mejillas. —Te lo daré todo a partir de ahora así que espero que puedas perdonarme —sacó de su chaqueta un cuchillo filoso y brillante.
El corazón del pequeño late apresurado del miedo, casi sintiendo como quiere salir de su boca mientras sus ojos se vuelven el inicio de una cascada interminable de agua.
—Sigue viendo el televisor, no mires hacia atrás. Los cuentos felices te harán feliz.
Al notar como su hijo no se mueve ni un pelo, endureció si mirada —No mires, ¡no mires hacia atrás!
Ante el grito, Yoonoh se sentó apresurado en el sofá y tomó el control remoto entre sus temblorosas manos. Antes de que pudiera subirle el volumen, escuchó perfectamente el desgarrador sonido de carne humana siendo cortada a sus espaldas. Oyó como el desconocido hombre del suelo, gritaba por una piedad que no fue dada, una piedad que su padre ignoró.
Yoonoh también pidió piedad, a gritos en su corazón esperando que sea escuchado.
«¿Por qué no fui con mamá?» se preguntó mientras le subía el volumen al televisor.
Se obligó a mantenerse distraído todo aquel rato mientras su padre se deshacía del cuerpo. Ve como fue a buscar una pala y a pesar de la tormentosa lluvia de afuera, salió. Por suerte detrás de su casa tienen un largo pasto infinito. Ahí se dirigió su padre y Yoonoh, se asomó por la ventana de la habitación para mirar a lo lejos como su padre va cavando para tirar el cuerpo.
En todos los cuentos felices y kdramas románticos, nunca vio algo así. Es la primera vez en su pequeña y corta vida que presencia algo totalmente opuesto a lo que desea en la vida.
«Papá no va a tener un final feliz»
Nuevamente escuchó la puerta principal siendo abierta, esta vez, es su madre ya que su padre aún sigue moviendo tierra.
No se había dado cuenta de lo mucho que necesitaba el calor y abrazo de su madre hasta ese momento. Corrió hacia ella y la abrazó con mucha fuerza, sollozando.
—¿Qué pasó aquí? ¿Por qué hay sangre en el piso? —cuestionó la mujer totalmente abrumada, mientras tiene entre sus brazos con fuerza a su destrozado hijo. Le parte el alma escucharlo sufrir. —¿D-Dónde está papá?
—A-Afuera... — fue diciendo entre inevitables sollozos —P-Papá t-tenía un cuchillo y-y... T-traía un c-cuerpo... M-Mamá t-tengo miedo... T-Tengo m-miedo de p-papá... N-No lo q-quiero, n-no quiero u-unos zapatos n-nuevos, ¿s-se lo p-puedes decir? N-No los necesitos...
Las teorías fueron aglomerandose en la atormentada mente de la mujer, entendiendo perfectamente lo que ocurrió. Lo que Park Bogum hizo y permitió que su hijo viera en carne propia.
—¿Dónde está papá? —le preguntó ella mientras las lágrimas también se deslizan por sus mejillas.
El pequeño la llevó hasta la habitación y señaló por la ventana completamente mojada de la lluvia.
Se puede ver como claramente su progenitor esta terminando.
Yejin no puede dejar que todo quede así, por más que le duele, sabe que es momento de alejarse de su pareja predestinada. Juntos todo fue de mal en peor, como si les hubiesen lanzado alguna especie de maldición.
Decidida, con su corazón completamente roto y su Omega retorciéndose del dolor que le producirá su separación, decide no dejarse caer. Esto ya sobrepasó los límites. No va a soportar estar ni un momento más a su lado.
Como no tienen un teléfono para llamar a la policía, correrá hasta la estación más cercana y lo reportará. Tristemente eso hará. Pero la estación queda a más de una hora a pie y con la lluvia haciéndose cada vez más fuerte teme que su hijo le dé un resfriado peligroso y no pueda tratarlo, no tiene dinero para cuidarlo de una enfermedad.
—No pasa nada —le dijo ella al pequeño una vez cargándolo entre brazos. —Dime, ¿qué es lo que te hace más feliz, hijo?
—¡L-Las historias! —exclamó con cierta emoción aun cuando las lágrimas siguen cayendo.
—Ay, que lindo —le miró con ternura ante la respuesta. Se dirigió a la sala y dejó su hijo en el sofá. —Sigue viendo, no mires hacia atrás, ¿si?
—Mamá, ¿v-vas a dejarme? —cuestionó el menor mientras su corazón se pone chiquito de solo pensar en estar de nuevo en la misma habitación que su padre. Tomó con fuerza la mano de su progenitora no queriendo soltarla. —M-Mamá...
—Iré a arreglar las cosas.
—¿P-Puedo ir contigo? No quiero... No quiero estar con papá —la miró con sus ojitos brillantes, en los cuales se ve claramente como le implora que lo lleve con ella.
—Lo siento pero no quiero que te enfermes, papá te quiere mucho, no te hará daño. Solo iré un momento y volveré, ¿puedes esperarme? —se agachó a la altura del menor y le miró con tristeza.
—Lo prometo.
—Que niño tan obediente —le acarició la mejilla. Luego se alejó para buscar entre las bolsas el pequeño chocolate que le compró al pequeño y se lo extendió. —No le digas a papá que estuve aquí, ve este bonito cuento de hadas, verás que pronto todo eso se convertirá en realidad para ti, ¿si?
—Está bien.
—Y recuerda...
Yoonoh la interrumpió, sabiendo lo que diría mientras sostiene la barra de chocolate en su regazo —Subir el volumen cuando algo no me guste, así seré feliz otra vez.
—Lo serás —le miró con culpabilidad.
Después de que ella abandonará la casa, no mucho tiempo después llegó su padre apresurado, moviéndose de un lado a otro. Yoonoh de espaldas notó la inquietud de su progenitor, quiso girarse pero de pronto escuchó como le ordenó.
—No mires, no mires hacia atrás.
—¿P-Por qué? —se atrevió a preguntar.
—¡No te gires!
Se siente confundido y abrumado. El miedo que le tiene a su padre en ese momento al verlo capaz de llevarse una vida humana, hizo que le hiciera caso. No es capaz de contradecirle.
A pesar del alto volumen del televisor y de lo tanto que iluminaba su rostro entre la oscuridad, la mente de Yoonoh estaba muy concentrada en lo que hacía su padre. Oyó como unas sogas eran amarradas y colgadas.
No entendió lo que estaba haciendo y no se atrevió a preguntar.
Se mantuvo quieto en su posición sin moverse ni un centímetro con sus pelos de punta y su abatido corazón cansado de los apresurados latidos que lleva teniendo desde hacía horas.
De pronto, escuchó extraños jadeos y quejidos, el sonido es muy mínimo ya que es opacado por el televisor pero aún así, es lo suficientemente claro como para que Yoonoh notará que su padre se está lastimando a si mismo.
"Si tienes miedo, sube el volumen y volverás a ser feliz"
La calmada y dulce voz de su madre hizo eco en su inquieto ser. Con el control remoto entre sus manos subió el volumen del televisor y esbozó una sonrisa aún cuando las lágrimas se deslizan por sus mejillas, cayendo una por una mojado sus ropas.
«Los cuentos felices me hacen feliz.
Soy feliz...
¿Verdad? »
Pasó un largo rato, hasta que terminó el capítulo, el cual justamente es el final de un kdrama en el cual la pareja principal terminó casándose y siendo felices para siempre. Mientras escucha la música de los créditos, bajó el volumen con cierta indecisión para que su voz pueda ser escuchada.
—¿Papá? —le llamó con cierto temor pero no obtuvo respuesta. —¿P-Papá? —volvió a cuestionar sin éxito. Con miedo de a poco va girándose aún sabiendo que su padre le prohibió mirarle pero no puede evitarlo, aquel silencio le perturba.
Lo que no se esperó, fue encontrar aquellos pies meciéndose en el aire y como una soga sostiene el cuello de su inerte padre colgante.
—¿P-Papá...? —le volvió a llamar aún cuando sabe que no le responderá.
Se quedó un largo rato mirándolo, el brillo de inocencia de su niñez, aquel que le daba vida desapareció por completo. Su mente entró en un shock tan grande como si le hubiese dado un cortocircuito, todo su pensamiento se apagó por completo durante unos segundos, sumergiendo aquel cuerpecito de medio metro en un hoyo profundo y negro, tan infinito que solo trajo una incertidumbre que lo lleno de aflicción. Y cuando su mente volvió a encenderse ya no lo hizo igual. Con su mirada vacía, sin expresión alguna, se volvió a sentar en el sofá y siguió viendo la siguiente novela que es dada en el canal.
Subió el volumen y se distrajo, no quedaba más, tenía que esperar a su mamá.
Pasó una hora de soledad junto aquel cuerpo muerto a sus espaldas, sin ser capaz de girar y mirarlo de nuevo. Las fuertes gotas de lluvia arremeten violentamente contra la ventana y los rayos ya no lo sobresaltan como antes, sigue distraído, tan distraído e ido. Ni siquiera cuando escuchó las sirenas de la policía estacionarse en frente de su casa se emocionó, no se movió de su sitio aún cuando escuchó el desgarrador grito lleno de dolor de su madre al encontrar el cuerpo de su padre en todo el centro como atracción turística. Tampoco sintió nada cuando llegó ella corriendo hacia él para abrazarlo con todas sus fuerzas y repetirle una, otra y otra vez lo arrepentida que estaba.
Una gripe por mojarse en la lluvia no es nada comparado a una herida en el alma que le perdurará toda la vida.
Park Bogum fue un padre que lo dio todo por su familia pero ante la impotencia de no poder darle nada a sus seres queridos, no pudo evitar elegir el mal camino para su vida. Entró a un oscuro callejón el cual sólo le trajo desgracias y culpa. Por la culpa, no pudo seguir viviendo. Por darse cuenta que le arruinó los ojos a su pequeño hijo de cinco años, no pudo evitar sentir asco por el aire que respiraba. Entre lágrimas enterraba aquel cuerpo y se prometió seguirlo. Se prometió nunca más hacer algo así y abandonar la vida misma, no merecía ser padre de Yoonoh. No lo merecía.
Pero sus pecados y su repentina ida, no ocasionó ningún bien a su hijo. El cual tuvo que ser internado en un Hospital Psiquiátrico y ser tratado durante duros meses sin que surgieran efecto.
Yoonoh ya no era el mismo.
No sonreía, no jugaba, no hablaba, ni lloraba, no hacía nada más que mirar el vacío. Ni siquiera veía los kdramas que tanto le gustaban.
Un alma muerta dentro de un cuerpo que desgraciadamente seguía funcionando. Su mente ida al limbo con su corazón aún latiendo y expulsando sangre.
Su devastada madre, miraba como tristemente su hijo sufría por las sombras del pasado. Le arrebataron su felicidad, la felicidad que le correspondía, la inocencia que debía de tener.
Ahora es ella quien debía sacar adelante a su familia, consiguió trabajo en una cafetería con un sueldo aceptable pero no suficiente para el gasto más grande que era tratar a su hijo enfermo de corazón y mente. No pasó mucho tiempo en que trabajó cuando conoció a Jung Bin, un soltero Alfa entre sus treinta. Un distinguido adinerado y buen hombre que se fijó en ella a pesar de su deplorable estado, el único que le tendió la mano en los momentos que más necesitaba ayuda.
Jung Bin al contrario de su pareja, le dio la estabilidad y la calma que tanto necesitaba, por lo que no tardó mucho en aceptarlo. No podía ser exigente, no cuando tenía a su hijo en peligro de perder su razón de vivir como una persona normal.
Con ayuda del dinero de Jung, decidió sacarlo del hospital e ir a donde un Terapeuta experto en hipnoterapia. Estaba tan desesperada en volver a ver su hijo brillar como siempre lo hizo durante cinco años que le dijo al desconocido especialista:
—Los recuerdos son los que lo mantiene muerto, necesito que viva y para vivir, necesita olvidar. Por favor, hágalo olvidar todo, que entierre ese recuerdo. Ya no será más Park Yoonoh, Jung Jaehyun debe ser su nuevo yo.
Apresurada por los resultados, durante un par de horas de hipnosis de parte del especialista al pequeño niño. Yejin esperaba ansiosa afuera entre el pasillo, mordiéndose las uñas. A su lado la acompañaba Jung Bin, ambos ya casados desde ayer. Él trató de calmarla y tranquilizarla pero era imposible estar bien cuando sabe que su hijo pasó un infierno por sus malas decisiones.
—E-Él es solo un niño —sollozó entre los brazos del Alfa.
—Saldrá adelante, lo hará.
Cuando la puerta se abrió, salió el terapeuta tomando de la mano del pequeño niño.
El corazón de Yejin se detuvo cuando notó como aquellos dos ojitos brillan nuevamente como siempre lo había hecho.
—¡Mamá! —gritó con emoción. Soltando al médico para correr con sus pequeños pasitos y abrazarla con fuerza emocionado.
Ella entre lágrimas lo cargó y abrazó desesperada, sintiendo como su mundo vuelve a llenarse de paz.
—Me alegro, me alegro tanto que estés bien —fue murmurando con una sonrisa, mirando a su vez, la de su hermoso hijo. Lágrimas de felicidad caen.
—¡Te extrañe, te extrañe muchísimo!
—Yo también, yo también... —le miro con un brillo en sus ojos tan notorios por cualquiera. Jaehyun es su tesoro más grande del mundo, aquel que prometió cuidar y proteger con su vida, una tarea que no pudo cumplir.
Pero a partir de ahora, será una buena madre. Se lo prometió con todo su corazón lleno de lamentos.
Yoonoh se mantuvo recibiendo del cariño de su madre hasta que se dio cuenta del hombre desconocido a su lado. Se quedó mirándolo con confusión.
—Hijo, él es tu padre. Lamento presentartelo tan tarde —su voz tembló de miedo por si el menor recordaba a su verdadero padre y rechazara éste para volver a caer en el infinito círculo de sufrimiento pero en cambio, la sonrisa del chico se intensificó aún más.
—¡Siempre quise conocerlo! —exclamó con emoción y estira sus brazos queriendo ser cargado por el hombre.
Bin lo tomó en brazos sintiendo como el pequeñín se restriega en él como un pegoste.
—Gusto en conocerlo, papá.
—Y yo igual, Jung Jaehyun.
—Desde ese momento, volvimos a ser feliz. Jaehyun volvió a ser feliz. T-Tenía linda ropa q-que ponerse, sus p-pies ya no estaban sucios ni llenos de a-ampollas, podía v-vestir z-zapatos decentes. Él v-volvió a sonreír —fue relatando la mujer, una madre luchadora y tenaz que logró salir adelante a pesar de todo. Con las mejillas húmedas, no pudo evitar llorar nuevamente al recordar todo aquel pasado que dejó una gran mancha negra en su vida. Se secó las lágrimas y tomando aire, siguió explicando de manera un poco más calmada —Eventualmente, me enamoré de Jung Bin, tal vez no tanto como alguna vez ame a Park pero le estoy tan agradecida a mi pareja actual que espero que la Reina Luna, en la próxima vida pueda unirnos como destinados. Él arreglo mi vida y es tan buen hombre, tuve dos preciosos hijos con él y agrande nuestra familia.
—¿Y-Y qué pasó con la h-hipnosis? —cuestionó Doyoung entre lágrimas, arrugando su nariz.
—El terapeuta me dijo que lo que hizo no debe de perdurar toda la vida, que a fin de cuentas debo de tratar el problema de raíz y no ocultarselo a Jaehyun pero... Mientras más pasaban los años, no fui capaz de tratarlo. Mi hijo seguía sonriendo, seguía siendo feliz con esta nueva oportunidad de vida que le di junto a Bin, no podía... No, n-no era capaz de hacerle recordar de nuevo el pasado para superarlo. Si puede olvidarlo fácilmente con estas técnicas entonces ¿por qué es necesario hacer que lo recuerde y lo enfrente? Así pensé durante todos estos años —se lamentó cerrando los ojos y pasando sus manos por su rostro.
Doyoung la miró con pesar y dio su triste opinión —Hizo todo porque temía no volver a verlo sonreír pero no se dio cuenta, que desde hace años, la sonrisa de Jaehyun es falsa, el juego mental que le hicieron de pequeño no va a perdurar toda la vida pero si va a lograr o ya logró hacerle un daño que puede ser irreparable. La cicatriz que Jae lleva en su corazón ya no es una simple cicatriz, Señora Jung. Deben de haber múltiples grietas tan profundas y acostumbradas a estar que pueden llegar a ser irreparables. ¿Cómo pretendía dejar todo atrás y no tratarlo como es debido? Una hipnosis a fin de cuentas, es una hipnosis. Es falso, irreal.
—Pero a él le gustan los cuentos felices, su sueño era encontrarse con su predestinado y tener un final feliz. Es imposible que por todos estos años no se haya dado cuenta de que eres tu.
—En realidad es obvio —intervino Taeil —Park Bogum y tu son los verdaderos predestinados pero el final al que llegaron es tan cruel mientras que el Sr. Jung y usted no son destinados y aún así, son mucho más felices de lo que pueden lograr algunas almas gemelas. Todas las veces en las que Jaehyun te olvidó —se refirió a Doyoung —Nunca fue al azar o porque tuviera mala memoria, es su mecanismo de defensa. Él no está buscando un final feliz con su predestinado, eso significa que nunca olvidó a su padre, nunca los olvidó a ambos como pareja, nunca olvidó lo que sufrieron. Pero en su mente, debe de existir una especie de rechazo tan grande ayudada con la hipnosis que le hicieron que hace que se obligue a olvidar y es tan fuerte ese deseo que es como si de verdad hubiera olvidado. Jaehyun tiene miedo de no ser feliz, tiene tanto miedo de eso que no se ha dado cuenta que es, en realidad, infeliz y para "evitarlo", inconscientemente olvida a Doyoung.
—Pero hubo un momento, en donde dejó de olvidarme. Me recordó por diez años —reveló Kim confundido.
—A fin de cuentas son predestinados, él debe de amarte, debe de haberte amado desde el primer momento en que se conocieron en primer grado. Ustedes no eran cercanos en ese tiempo, si recuerdo bien, Jaehyun hablaba con todo el mundo pero nunca habló contigo, al menos en mi presencia.
—Nunca nos acercamos como tal, siempre estaba tan rodeado de gente que nunca fui capaz de acercarme, siempre sentía su rechazo y lejanía.
—¿Ves? En realidad, siempre fue, de alguna manera, consciente. Johnny me contó que se enamoró de Taeyong durante unos diez años y las características físicas y de personalidad que me contó, quedan muy bien para ser el personaje principal de un cuento de hadas. En realidad, nunca se enamoró de él, fue su obsesión de ser feliz y lo más cercano a la felicidad, según su percepción gracias a lo que veía y escuchaba de pequeño, eran los kdramas.
—Ahora me siento culpable —reveló Doyoung en un murmuro. Sus ojos cristalinos y brillantes lágrimas que caían con lentitud. La culpa y agonía carcomen su corazón.
Inútilmente había pensando que nunca sería capaz de perdonar todos los años de espera que le hizo Jaehyun al no darse cuenta de la verdad pero, tal vez... Todas sus acciones, si puedan ser perdonadas.
Ahora, no sabe como verlo a la cara después que le grito, no sabe como disculparse con él y aún sigue sin saber cómo decirle que son Predestinados. ¿Y si decírselo le trae mucho sufrimiento y malos recuerdos?
—No es tu culpa, ¿qué ibas a saber? A puesto a que Jaehyun siempre sonreía y decía que todo está bien —le consoló Taeil, tomando el hombro al Omega dándole fuerzas.
—Sospechaba que tenía un problema, sabía que pasaba por algo pero... Nunca fui capaz de ser directo con él, debí de haber sido más insistente, debí de haber intentado descubrir más, debí de haber sido más c-comprensivo. Y-Yo era m-muy duro con él, e-estaba tan m-molesto de que nunca me n-notara que n-no me di cuenta, q-que ya s-sufría lo suficiente c-como para que y-yo venga a a-aturdirle...
—¿Y ahora qué haremos?
—Trataré a Jaehyun, mañana mismo empezaré su terapia, pediré ayuda de otros terapeutas y psicólogos, daré su caso pero para eso necesito su permiso como su representante.
—Mi hijo tiene que sanar, por más doloroso que sea...
«Jaehyun sanará. Tiene que hacerlo»
Pensó Doyoung mientras recordaba lo último de la charla que tuvieron minutos atrás. Y ahora se encuentra caminando por los pasillos del hospital, deteniéndose justo en frente de la habitación del Alfa castaño, de aquel que en estos momentos, necesitará de su ayuda mucho más que antes.
Tomando aire, agarra valor para entrar.
Al hacerlo, ve como Jaehyun se encuentra sentado en la cama, mirando al vacío. Sus ojos sin su brillo característico de vida, no sonríe, no se mueve, de suerte respira. Su rostro demacrado, las ojeras debajo de sus ojos, sus párpados caídos y sus labios resecos. No parece él mismo y la descripción de la Senora Jung sobre Jae de cuando tenía cinco años, es la misma descripción de ahora.
Su cuerpo sigue funcionando, pero su alma había muerto hace mucho tiempo atrás.
Acostumbrado a disfrazar su sufrimiento, sonreía todos los días, hablaba y se obligaba a creer en los cuentos de hadas aún cuando sabe perfectamente que no existen y tiene pocas esperanzas de que se cumplan en su vida.
¿Si quiera lo que tenía era vida?
Se sentía muy mal cuando lo vio cambiar radicalmente por Taeyong. Ser un Doctor, vestirse bien y elegante, cocinar perfectamente, ser un fanático a la limpieza y a la lectura, ser alguien hermoso a todas horas digno de halagos. Claramente hacer todas esas acciones eran mucho más fáciles si de por sí, Jaehyun nunca se conoció a sí mismo ni formó su verdadera personalidad.
¿Cómo podrá ser feliz si ni siquiera sabe quién es?
¿Cómo podrá elegir su propio futuro si ni siquiera puede elegir ni una simple camisa que se adecue a sus gustos? Y es que, en realidad, Jaehyun no tiene su propio gusto.
No tiene nada de él mismo que se considere él mismo.
Pero Doyoung, ahí mismo, en ese preciso instante se prometió encontrar a Jung Jaehyun o mejor dicho a Park Yoonoh, el real.
—¿Cómo estás? —le preguntó al menor, logrando que se sobresalte en su posición.
El Alfa se gira a mirarlo y se siente confundido de que haya vuelto si se supone que está enojado con él. A pesar de todos los gritos y reclamos de Doyoung el día de ayer, no siente odio o molestia. En realidad... No siente nada.
—Bien —contestó con una débil sonrisa, una mucho más débil que los anteriores días.
—Pero yo no estoy bien —las palabras de Doyoung, dejaron con cierta sorpresa, confusión y preocupación de parte del Alfa.
—¿Por qué? Deberías de ser feliz. Si es mi culpa, lo siento, siento haberte hecho sufrir —la oración que formó es tan ambigua que ni siquiera sabe si es por lo de ayer o su disculpa es mucho más profunda que eso.
—No soy infeliz por tu culpa pero si es a causa tuya —reveló con honestidad, se acercó hasta sentarse al borde de la cama y toma la fría mano de Jaehyun, dándole calor con la suya que se encuentra más tibia. —No soporto verte mal, no quiero que estés triste. Siento mis berrinches, lamento que todas mis decisiones cobardes de niño fueron erradas. Pude haber hecho algo, si hubiera sido más tenaz, más valiente tal vez... No serías tan infeliz ahora. No estoy molesto, ya no te tengo rencor por el que me hayas olvidado. Está bien, todo estará bien. Prometí que estaría a tu lado, l-lamento no haber cumplido mi promesa, l-lamento haber sido t-tan superficial con respecto a tus sentimientos...
Vuelve a sollozar inevitablemente enfrente del Alfa.
Jaehyun confundido y absorto no entiende las palabras del Doyoung o más bien, no es capaz de entender por su propia barrera personal creada para no sufrir, la barrera que se estremeció ante las lágrimas del Omega.
Con temblor y lentitud fue levantando su mano hacia el rostro del pelinegro para acariciarle su suave mejilla mientras le limpia la humedad.
—Lo siento... —murmuró en un hilo de voz, mientras por primera vez soltó su primera lágrima, la más real y dolorosa de todas, aquella que trae consigo miles de lamentos y tormentos de parte del Alfa. —L-Lo siento p-por no estar bien, l-lamento haberte m-mentido...
Sinceramente, entre todos los capítulos que ha tenido el libro, este ha sido el más difícil de escribir, tanto por la narración de las emociones de los personajes como por mis propias emociones. No sé si a ustedes les llegó tanto como a mí, pero se me formaba un nudo en la garganta a cada rato y casi suelto lágrimas en varias ocasiones.
Como escritora conocía a Jaehyun, es un personaje que está mucho más roto de lo que ha aparentando en todo el libro. Todas sus acciones, así sean mínimas o "estúpidas" que tuvo con respecto a Doyoung, siempre tuvieron un significado.
¿Qué les pareció? 🥺
En el siguiente capítulo, cositas que faltan por explicar de Jaehyun se terminaran de explicar por si tienen alguna duda.
No olviden votar y
comentar si les gustó❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro