two
Si era inteligente, SeHun buscaría al juez Siwon y le exigiría, sobrio o borracho, que revocara su sentencia y entregara al omega a Chanyeol y a su esposo Kyunsoo, con los que se había alojado mientras esperaban la llegada del juez y la celebración del juicio.
Pero en lo relativo a los omegas, Oh SeHun no era un alfa inteligente. No había duda de que necesitaba ayuda, ni de que la habría aceptado de cualquier alma del planeta antes que de JunMyeon.
Se preguntó cuánto tiempo aguantaría el omega a su lado antes de huir hacia la frontera. Personalmente, SeHun preferiría correr riesgos con los humanos antes que trabajar como esclavo de otro alfa. Bajó la vista y vio cómo JunMyeon arrojaba su atado a la parte de atrás del carro. Estaba a punto de meterse dentro cuando su voz lo detuvo.
—Sube al pescante conmigo —le ordenó SeHun con brusquedad—. No quiero llegar a casa y ver que te has ido.
Arreó a los caballos mientras JunMyeon se encaramaba al asiento. El carromato tropezó con todos los baches del camino que partía de la ciudad.
JunMyeon estaba sentado al borde mismo del pescante, manteniendo la mayor distancia posible de SeHun. Con cada sacudida, SeHun esperaba ver caer al omega bajo las ruedas o saltar y huir a través del campo. Tiró de las riendas y detuvo el carro.
—Mira, Kim JunMyeon, no quiero ser responsable de tu muerte ni por accidente ni por un estúpido intento de huida. Ahora siéntate como es debido o me veré obligado a atarte en la parte de atrás del carro.
JunMyeon le lanzó una mirada cargada de veneno, pero se concedió un poco más de espacio. Viajaron durante toda la tarde, haciendo un alto únicamente para dejar descansar a los caballos y beber un poco de agua fresca en los arroyos caudalosos.
Los ojos de JunMyeon otearon el horizonte. Cómo anhelaba poder ver a su hermano. Pero Jimin había ido a reunirse con la familia de su madre y no era probable que hubiese tenido noticias del aprieto en el que estaba metido ahora. Todavía conmocionado y confuso por la situación que había provocado su condena, Kim JunMyeon trató de pensar en otra cosa que no fueran las circunstancias absurdas en los que se hallaba.
SeHun metió la mano en su macuto y sacó un trozo de pan y queso. Se los entregó.
—Mastica despacio —la advirtió SeHun—, y haz que dure. No tenemos nada más hasta que lleguemos a casa.
—Casa —repitió JunMyeon, como si la palabra le resultara nueva.
—¿Qué has dicho? — inquirió SeHun algo escéptico.
—He dicho casa. No recuerdo haber ido nunca a casa. — respondió JunMyeon con timidez, mientras su lobo interior movía alegremente la cola ante la imagen del calor del hogar.
SeHun elevó las cejas, su lobo también parecía compartir las mismas emociones que las de JunMyeon, pero eso a SeHun no le gustaba.
—No me digas que no has tenido un hogar en alguna parte.
—Mi padre era un alfa que fue abandonado cerca de una cabaña humana, fue adoptado por ellos y fue profesor. Cuando era pequeño solíamos vivir en un edificio de la escuela humana. Tal vez si mi madre hubiese vivido habríamos tenido una casa de verdad cerca de estos bosques o por lo menos en algún pueblo de los cambia-formas, pero después de su muerte, mi padre decidió que tenía vocación de educar a los humanos y no teníamos contacto con los lobos, mama era quien había vivido con ellos, pero papa no así que nos quedamos en el mundo humano. Estuvimos en una casa con una mujer humana durante un tiempo. Fue la madre de mi hermanastro.
—¿Por eso mataste a Seulgi? —preguntó SeHun sin apartar los ojos de la carretera—. ¿Porque estabas celoso de su hogar?
Sus palabras fueron como un jarro de agua fría para JunMyeon.
—Yo no maté a su esposa, señor Oh, y nunca he visto su hogar. Recordará que fue en la casa de su vecina, Irene, donde su esposa pasó a mejor vida.
SeHun tiro de las riendas tan bruscamente que el tiro aminoró el paso, confundiendo a los caballos.
—La muerte no fue un paso a mejor vida para mi esposa. Estaba llena de vida y alegría.
—Al parecer, todo el mundo no la veía con los mismos ojos —comentó JunMyeon para sí.
SeHun consiguió tranquilizar a los animales. Luego se volvió hacia JunMyeon.
—Para no estar a la gresca todo el día, sugiero que no saquemos a colación nuestras opiniones sobre la muerte de mi esposa. Yo creo que tú eres responsable de su muerte, bien sea deliberada o accidentalmente. —demando SeHun fulminándolo con los ojos, aunque su lobo renegara de sus acciones.
—Y yo creo que usted es más estúpido de lo que parece —le espetó JunMyeon.
—Si te devuelvo al juez te colgarán —lo amenazó SeHun, aunque sabía que no era capaz de hacerlo.
—Necesita a alguien que trabaje su tierra, se ocupe de su casa y cuide de su hija —le recordó JunMyeon—. No hay omegas solteros en quinientos kilómetros a la redonda, y un alfa pediría un jornal completo por el trabajo que yo haré a cambio de nada. No creo que pueda permitirse despacharme. —respondió JunMyeon sin mirarlo.
SeHun contrajo la mandíbula, lo mismo que su corazón. El joven omega era demasiado avispado. Era cierto que necesitaba ayuda, y la presencia de un omega que pudiera cocinar y limpiar, además de ocuparse del ganado, no era ni mucho menos despreciable.
—Muy bien —gruñó SeHun, sin ganas por como su lobo aullaba de alegría ante las preponderias de ese omega—. Te quedarás siempre que cumplas con el trabajo de cada día. No espero que hagas más que yo.
—Me parece justo —aceptó JunMyeon.
—Yo me levanto una hora antes del amanecer. Estarás listo para ayudarme con las tareas de la mañana.
Oh SeHun siguió hablando, pero JunMyeon no hizo comentario alguno. Su mente había viajado en el tiempo hasta los días de su niñez. La vida en el pueblo humano había sido relajada y libre de preocupaciones. Como único niño cambia-formas se lo consideraba una curiosidad. Las niñas humanas disfrutaban enseñándole sus juegos y destrezas. Su padre, un maestro, era un alfa respetado por los humanos y su decisión de tomar a una mujer humana como esposa había sido recibida con agrado.
Luego la viruela había asolado prácticamente a todo el pueblo. Hasta la madrastra de JunMyeon había muerto, pero JunMyeon, su padre y su hermanastro Jimin no habían resultado afectados por la enfermedad. Los Humanos, entonces empezaron a mirarlos con recelo. ¿Por qué habían sobrevivido el hombre lobo y sus hijos?
El día en que murió el alcalde del pueblo, Kim Namjoon abandonó el poblado humano con sus hijos. Su esposa y su credibilidad lo habían abandonado antes que él y era prudente cambiar de aires para salvar así la vida de sus hijos, antes que los humanos decidieran experimentar con ellos. Pero mientras que los Humanos habían aceptado con agrado compartir sus vidas con el pequeño omega y su familia, los hombres lobos no estaban dispuestos a compartir sus vidas, ni tan siquiera sus ciudades, con un niño mestizo y su familia. Y desde luego, no querían que el padre del chico fuera el maestro de sus hijos, desconfiaron de un alfa que había pasado su vida como un humano.
Cuando JunMyeon tuvo edad suficiente, trabajó cuidando niños y ayudando a las omegas con la limpieza general de primavera y otoño. Después de la muerte de su padre, el hermano de JunMyeon, Jimin, decidió dejar el mundo de los cambia-formas y regresar al mundo humano de su madre. JunMyeon había recibido de su padre una buena educación y estaba cualificada para enseñar a los hijos de una familia además de realizar las tareas de la casa.
Se había presentado en el pueblo de Gayan con la esperanza de conseguir un puesto permanente instruyendo a niños. Su búsqueda la había llevado a la zona más alejada, donde Irene le había ofrecido trabajo. Durante su primera semana en la casa, Kang Seulgi se había caído por las escaleras de los Lee. JunMyeon había salido corriendo de la cocina para ir en su ayuda y se estaba inclinando sobre el cuerpo de la desdichada omega cuando Irene había empezado a llamar a gritos a su marido y a acusar a JunMyeon de asesinato.
Y en aquellos momentos, JunMyeon se dirigía a un lugar que sería su casa y su prisión.
JunMyeon siempre había pensado que algún día se casaría y tendría una casa propia, pero aquel sueño nunca se cumpliría. Los esclavos no tenían hogares. Los criados de por vida no tenían la libertad de escoger marido. Su vida había terminado antes incluso de empezar, su padre se sentiría mal al ver como había salido del mundo humano queriendo proteger la vida de sus hijos, pero al llegar al de los lobos había pasado lo que no quería que pasara.
Cerró los ojos y trató de elevar una oración más por su salvación, consciente de que los rezos con los que había suplicado al cielo durante las últimas semanas no habían sido escuchados. Sin duda, el Señor no había recibido sus mensajes, porque no se había tomado el tiempo de contestar.
Los caballos, cansados al final del día, avanzaban a paso lento por una colina empinada.
JunMyeon no habría intentado saltar del carro nada más al salir de la ciudad, pero en aquellos momentos... ¿por qué no? Se preguntó, Saltaría y se abriría paso entre los bosques hasta el poblado humano donde se encontraba Jimin, su hermanastro.
Cuando los caballos coronaron la colina, JunMyeon saltó del carromato y corrió hacia los árboles. El aire ardía como fuego en sus pulmones mientras atravesaba velozmente el bosque y los arroyos.
SeHun saltó un arbusto a corta distancia mientras corría detrás del escurridizo omega. Cada vez estaba más cerca, mientras que JunMyeon respiraba con creciente dificultad y el dolor del costado le hacía apoyar el peso de su cuerpo en la pierna derecha, quizás debió transformarse en un lobo antes de haber iniciado a correr como un humano.
Pero de nada serviría, SeHun era un alfa y no habría podido dejarlo atrás. Ya se en su forma humana como lobuna, los alfas siempre ganaban a los omegas. Persistencia de la naturaleza de SeHun lo venció y, al final, volvió la cabeza y lo vio a tres metros de distancia. Entonces resbaló en la orilla de un arroyo y cayó al agua helada.
Pudo oír su respiración entrecortada incluso antes de que lo sacaran del agua.
—¿Qué diablos te ha poseído para cometer tamaña estupidez? —le preguntó SeHun mientras la ayudaba a levantarse. JunMyeon se pasó una mano embarrada por la cara e intentó reprimir las lágrimas—. Si querías escapar, ¿por qué no lo hiciste cuando pasamos cerca de un poblado? Aquí fuera no hay nada, no hay dónde huir. No durarías ni una semana. De no atraparte los humanos lo harían sus trampas y morirías de dolor y hambre hasta que una de esas bestias se digne en venir y revisar si cayo alguna presa.
SeHun lo empujó ligeramente y caminó estoicamente a su lado, sujetándolo del hombro.
—Creía que te estaba haciendo un favor impidiendo que te colgaran. ¿Es que te has vuelto loco? — siguió regañándolo SeHun, mientras su lobo se paseaba intranquilo al ver a su omega en esas condiciones. Gruñía a cada paso y se volvió más impertinente a medida que recobraba la respiración y el enojo.
Pero su furia no era comparable con la del omega JunMyeon. El omega estaba enfadado con él, consigo mismo y con el mundo en general.
—No, señor Oh, no estoy loco. No más que usted. Lo que ocurre es que no quiero pasar el resto de mi vida como su esclavo. — chillo cansado e histérico.
SeHun se paró en seco y se volvió hacia JunMyeon. Tenía un aspecto patético, con las ropas mojadas, la cara embarrada y los párpados enrojecidos.
—Que yo sepa, yo no he solicitado tus servicios. Y supongo que, si estuviera en tu lugar, habría hecho lo mismo. Pero yo soy un alfa, y al menos habría tenido la oportunidad de sobrevivir en la intemperie. ¡Pero tú no! Si no, tal vez te dejaría marchar y nos ahorraría a los dos muchos problemas —suspiró al darse cuenta de que estaba temblando—, Y si no te hago entrar en calor enseguida, ninguno de los dos tendrá que preocuparse de que seas mi criado, porque no llegarás vivo a mi granja.
De nuevo SeHun instó a JunMyeon a seguir adelante.
—Vamos, camina. Acamparemos en el claro que hay junto al carromato.
JunMyeon obedeció. Sabía que había cometido una estupidez intentando huir, pero ni siquiera su insensatez la afectaba tanto como las palabras que SeHun le había dicho en su intento por tranquilizarlo.
¿Qué clase de alfa era capaz de reconocer que él habría hecho lo mismo en su lugar? Lo observó por el rabillo del ojo, preguntándose cuál habría sido el resultado de su intento frustrado de fuga. Pero la expresión en el rostro de Oh SeHun no revelaba nada, ni el tono de su voz, que fue plano e inexpresivo cuando le ordenó que recogiera astillas para encender un fuego.
Sin darle tiempo para ponerse manos a la obra, SeHun exhaló un profundo suspiro y, con una mirada de resignación en su atractivo rostro, le anudó a JunMyeon una cuerda en la cintura y dejó varios metros de separación antes de atarse el otro extremo en tomo a su cuerpo.
JunMyeon fue incapaz de reprimir la exclamación que afloró a sus labios.
—¿Y ahora qué pasa? —preguntó SeHun con impaciencia. JunMyeon levantó la cuerda en respuesta.
—Ahora sí que me siento como un esclavo —contestó JunMyeon.
SeHun miró a JunMyeon. Contempló la cuerda y luego dijo:
—¡Yo también!
Con JunMyeon atado a su cintura, SeHun se las arregló para soltar al caballo en el pasto, hacer un fuego y distribuir lo que quedaba de pan y de carne seca entre ellos. Luego extendió varias mantas sobre el suelo y le indicó a JunMyeon que se tumbara sobre una mientras él lo hacía en la otra.
—No pretenderá que duerma aquí —chilló JunMyeon al comprender su intención—. El juez nos prohibió específicamente que durmiéramos juntos.
SeHun miró a JunMyeon. Al principio pensó que era una treta, pero su expresión preocupada y las lágrimas que afloraban en sus ojos lo desmintieron.
—No vamos a dormir juntos. Tú tienes tu manta y yo la mía. Además, ya nos pusieron los medicamentos para el celo. Ahora, calla y duérmete —le tendió una manta de más, pero JunMyeon permaneció de pie, vacilando sobre el significado exacto de las órdenes del juez Siwon.
Exasperado, SeHun tiró de la cuerda JunMyeon cayó sobre él.
—¡Santo Dios, estás helado! — SeHun puso en pie de un salto y lo arrastró con él—. Quítate esa ropa —le ordenó—. Tendrás otra cosa que ponerte, ¿verdad? —añadió al ver su expresión.
JunMyeon tenía más ropa, pero no podía ponérselos si seguía atada a la cintura de aquel alfa como una cartuchera.
—Tendrá que soltarme para que pueda quitarme la ropa —declaró JunMyeon ruborizado.
SeHun refunfuñó durante el trayecto al carromato para sacar sus prendas. Tenía miedo de que cuando lo soltara, saliera huyendo, era odioso soportar las angustias de su lobo, todo lo estaba teniendo confundido y no podía ni conseguir una explicación lógica para el accionar de su lobo.
—¿Me das tu palabra de que no intentarás escaparte otra vez? — Hablo SeHun detrás de JunMyeon.
Los ojos de JunMyeon escrutaron las sombras. Su expresión reflejó a SeHun de que a JunMyeon no le agradaba la idea de explorar los peligros de la noche.
—No intentaré huir otra vez —prometió JunMyeon.
—Muy bien —SeHun le arrojó el atado de ropas a sus brazos y le soltó el lazo de la cintura—. Si intentas escapar, en el futuro, no creeré nada de lo que me digas. — amenazó con voz demandante.
—No has creído nada hasta ahora, así que, ¿qué puede importarme? —preguntó JunMyeon en voz alta, pero, por alguna razón, a su lobo si le importaba lo que SeHun pensara de él.
Le importaba que SeHun supiera que podía creerle, a pesar de las circunstancias que los habían unido.
—Ya le he dicho que no pienso huir otra vez —insistió JunMyeon, poniéndose a la defensiva, y se ocultó tras la dudosa protección de un pequeño arbusto para ponerse ropa seca.
Después de extender sus prendas junto al fuego, JunMyeon comprendió que SeHun había aceptado su palabra y trasladado sus mantas al otro lado de la hoguera. Con una sonrisa de gratitud, se tumbó y se tapó hasta la barbilla. A pesar del mego, la noche era fría y le castañeteaban los dientes. La ropa que se había puesto era de guinga ligera y apenas lo protegía del frío.
Las preocupaciones de las últimas semanas habían hecho mella en JunMyeon y, a pesar de caer en un sueño agitado, sus pensamientos no le permitieron descansar.
Tiempo después, empezó a llover suavemente. SeHun maldijo entre dientes. Entre los sonidos de la noche podía oír el castañeteo de los dientes de JunMyeon y los pequeños sollozos que emitía en sueños. Recogió sus mantas, se puso en pie y se acercó a despertarlo.
—Ven conmigo —le ordenó SeHun cuando JunMyeon 'abrió los ojos con una expresión de miedo y perplejidad.
JunMyeon lo siguió obedientemente, arrastrando sus mantas húmedas. SeHun colocó un hule debajo del carromato y rápidamente extendió su manta por encima.
—Túmbate ahí—lo empujó hacia el carro y JunMyeon obedeció sin discusión.
Ni siquiera cuando SeHun se reunió con él bajo el abrigo del carromato abrió la boca. A SeHun no se le ocurrió pensar que JunMyeon estaba apretando los dientes para que no sonaran. Pero JunMyeon no podía hacer fuerza eternamente y, antes de estar seguro de que SeHun estaba dormido, sus dientes volvieron a castañetear y su cuerpo se estremeció con tanta violencia que pensó que hasta la tierra se resentiría.
Sintió las lágrimas aflorar de sus ojos y deslizarse, ardientes lágrimas, por sus mejillas. Luego una mano caliente se cerró sobre su hombro y le hizo ponerse de costado.
Sin decir palabra, SeHun lo apretó contra su pecho. En cuestión de minutos, su calor corporal traspasó la ropa de JunMyeon y llegó hasta sus huesos. JunMyeon quería objetar ante aquella proximidad. Sabía que debía hacerlo, pero su lobo omega estaba encantado con el calor, era como un narcótico y se sentía muy bien estar entre los brazos del alfa SeHun. El frío abandonó su cuerpo, dejándolo suave y dócil contra el suyo. Todo su ser se relajó mientras inspiraba el aroma a ante, coñac y arándanos del alfa.
Por primera vez desde la muerte de su padre, JunMyeon fue capaz de relajarse. Su suerte estaba echada. Su futuro aparecía ante JunMyeon sin ninguna desviación posible. Tal vez pasara el resto de su vida sirviendo a aquel alfa y a su familia, pero nunca dejaría de intentar demostrar su inocencia. El hecho mismo de que fuera a permanecer cerca del escenario de la muerte de Seulgi le hacía albergar esperanzas de que algún día conseguiría limpiar su nombre.
Notó cómo sucumbía al sueño e hizo un esfuerzo por susurrar con voz somnolienta:
—El juez dijo que no debíamos dormir juntos. — murmuro JunMyeon mientras su lobo gruñía por no dejarlo descansar en los brazos cálidos del alfa
SeHun le acarició el hombro distraídamente.
—No te preocupes, yo no voy a dormir —respondió SeHun, sabía que era cierto, porque la dulce agonía de abrazar el cuerpo mullido de un omega como JunMyeon le impedía conciliar el sueño... sobre todo cuando se trataba del omega que había provocado la muerte de su esposa. Y lo principal de todo, era porque su lobo no parecía dolido ni reacio ante JunMyeon, por lo contrario, se sentía emocionado y a gusto cuando lo tenia cerca como en estos momentos. Al llegar a casa ojalá estos sentimientos nuevos que estaba experimentando su alfa se desvanecieran, le parecía más fácil controlarlo cuando se la pasaba dormido en su interior.
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Muchas gracias por sus comentarios, de verdad los valoro mucho hoy tratare de actualizar todo lo que pueda, para asi controlar mi ansiedad. de verdad dios las escuche y todo lo que estoy pasando acabe para bien.
ahora cualquier error me dicen, me fije que en el anterior cap word corrijio a femenino muchas palabras, cuando pongo el omega por ejemplo lo corrige a la omega. colera pero ya disfruten
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