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twenty two

Cuando alcanzaron las montañas, JunMyeon estaba dolorido y exhausto. Habían llegado a la granja al anochecer, después de desviarse kilómetros para advertir a todos los lobos de las proximidades. Tras un breve descanso, SeHun se había levantado para comprobar cómo estaba el ganado y reunir comida y provisiones.

—No tienes por qué acompañarme. —le dijo a JunMyeon—. Voy a tener que transformarme y correré muy deprisa. Que yo sepa, nadie a advertido a las familias de las montañas. Es un lugar más remoto y viven bastante más aislados. Podrías quedarte en casa de los Cho hasta que regrese.

—Claro que no, yo iré contigo. —repuso JunMyeon.

SeHun sentía la conexión de sus lobos y su lobo interior también creía que era mejor llevarse a JunMyeon para así poder cuidarlo de cerca. Así que miró hacia la cordillera.

—Si esas nubes de humo no me engañan, los humanos ya deben de haber vuelto a su poblado y seguramente esperarán a que pase el invierno. Así dispondremos del tiempo suficiente para prevenir a los demás cambia-formas.

Pero al adentrarse aún más en terreno fronterizo, descubrieron que Jackson y su banda de humanos ya habían legado más lejos de lo que creían.

El olor acre a humo ascendía por entre los árboles cuando los lobos SeHun y JunMyeon avanzaban en silencio por el bosque. Apenas había señales de vida. Una oveja baló desde el fondo de la pradera, asustada. El granero y la casa eran estructuras quemadas y vacías, salvo por un loro chamuscado que descansaba sobre lo que quedaba de chimenea y que chillaba obscenidades a pleno pulmón.

El omega se escondió detrás del alfa soltando aullidos de dolor, por la escena.

—¿Crees que la familia ha podido escapar? —susurró el omega a su alfa.

SeHun se volteó para rodear a su omega con su olor y lamerle la cara antes de decirle.

—Quédate aquí y veré qué puedo averiguar.

Se abrió paso hasta el claro, contemplando las ruinas de lo que antes había sido el hogar de una familia. Tocó la madera ennegrecida que había pertenecido a la casa.

—Puedes salir ya JunMyeon. —lo llamó—. Las cenizas están frías. Debe de haber pasado hace varios días.

Recorrieron juntos la propiedad, pero no descubrieron rastro de la familia, ni viva ni muerta. A cierta distancia de la casa había una tumba diminuta. SeHun exhaló un suspiro de alivio al descubrirla.

—Deben de haber huido. —declaró—. No hay tumbas recientes.

Con cierta esperanza en el corazón, SeHun y JunMyeon continuaron la búsqueda. La siguiente familia estaba aislada por el invierno y no sabía que sus vecinos habían sido atacados. Ambos lobos cruzaron con saltos agiles un barranco para luego dar vuelta por la hilera, afortunadamente empezó a nevar un poco lo que haría que sus huellas fueran rápidamente eliminadas. Al llegar al claro dentro del bosque encontraron una casa de cambia-formas.

Fue SeHun quien se aproximó nuevamente a tantear el terreno manteniendo a JunMyeon lejos por si ya habían llegados los humanos y tuvieran que huir. Afortunadamente los humanos no habían llegado y la pareja de lobos los invitaron a pasar dentro de la casa. SeHun se acercó hasta JunMyeon para lamerle la cara nuevamente y enseñarle con la cabeza para que lo siguiera hasta la casa. Una vez ya ahí dentro pudieron regresar a sus formas humanas.

Ya adentro SeHun les empezó a contar la desgracia que se aproximaba, los humanos estaban avanzando y arrasando con los lobos que habitaban en la frontera y ya habían llegado a la casa de la frontera Este, que estaba kilómetros antes de esta casa.

—Creímos ver humo al otro lado de la colina, pero estaba lejos y no habríamos podido hacer nada al llegar. —les dijo el alfa mientras su esposa vertía cucharadas de estofado de carne en cuencos de estaño.

—No deberían seguir avanzando. —afirmó la rolliza omega—. El tiempo va a empeorar de un momento a otro.

—No tenemos elección. —les dijo SeHun mientras se afanaba con la comida—. Tenemos que advertir a tantas familias como podamos de que los humanos piensan atacar cuando el tiempo mejore un poco.

—Los centinelas deberían detrás de esos humanos y arrasarlos. —dijo el alfa con indignación—. Para eso tenemos al líder Taeyeong, su deber es protegernos como alfa líder..

SeHun rebañó su cuenco con un trozo de pan.

—Los centinelas no van a perseguir a los humanos en pleno invierno. Los lobos podemos sobrevivir en la nieve sí, pero pelear es distinto.

—Por lo que dice, en primavera ya será demasiado tarde. —protestó el alfa.

—Será mejor que intente refugiarse en el fuerte mientras todavía hay tiempo. —lo aconsejó SeHun.

—¿Eso es lo que usted piensa hacer? —preguntó el alfa—. ¿Dejar su ganado, su casa y sus tierras para esconderse en el fuerte?

—No hasta que no me quede más remedio. —reconoció SeHun con desgana—. Pero llevé a mi hija allá antes de venir aquí.

El alfa asintió sabiamente.

—Bien hecho. Qué lástima que no dejara allí también a su esposo, no es bueno que un omega este por acá con este peligro.

SeHun estuvo a punto de decir que JunMyeon no era su esposo, pero se mordió la lengua. ¿Cómo iba a explicar su presencia? Si les decía que era su criado, pensarían que era su amante. Si les decía la verdad, seguramente se pondrían en contra de JunMyeon.

—JunMyeon insistió en venir conmigo. —les dijo SeHun.

—A algunos omegas no hay forma de hacerles cambiar de idea. —corroboró el alfa, y luego cambió de tema—. ¿No van a reanudar la marcha hasta mañana, verdad?

SeHun miró a JunMyeon. Parecía cansado. Tenía sombras bajo los ojos y las mejillas excesivamente sonrojadas por el azote del viento.

—Les estaríamos muy agradecidos si pudiéramos pasar la noche en su granero. —les dijo SeHun—. Tenemos que salir mañana a primera hora y no queremos molestar.

—Diablos, no es ninguna molestia. —les dijo el alfa—. No ha pasado nadie por aquí desde la primera nevada. Es agradable tener compañía, aunque sea para damos malas noticias. —rió entre dientes por su pequeña broma, y su esposa sonrió con expresión alentadora.

—Hay una cama en el desván. —declaró la omega, y señaló una escalera de mano en la pared del fondo.

—No es necesario, el granero nos servirá, si no les importa. —les dijo SeHun. Percibió un leve indicio de decepción en la expresión de JunMyeon y, antes de que pudiera decir palabra, les dio las buenas noches a sus anfitriones y salió de la casa. Con una última mirada soñadora hacia el cálido y acogedor desván, JunMyeon lo siguió.

Estaba envuelto en dos mantas y cubierta con una capa de heno cuando SeHun abordó por fin el tema.

—Siento que no podamos pasar la noche en la casa, JunMyeon. —dijo SeHun en voz baja—. Pero habrían dado por hecho que compartiríamos la misma cama. Y si Irene llegara a enterarse...

Las consecuencias eran indecibles. Los dos sabían que la vida de JunMyeon estaba en juego. Por ende, también la vida de SeHun, porque si JunMyeon moría el lobo de SeHun no tardaría en fallecer también.

—Es que el desván parecía tan cómodo y caliente SeHun. —musitó JunMyeon.

—¿Tienes frío JunMyeon? —había un ápice de preocupación en la voz de SeHun.

Hubo una pequeña pausa antes de que murmurara:

—No. —mintió JunMyeon bajando la mirada.

Si le hubiera dicho que tenía frío, ¿SeHun lo habría abrazado como en la noche de su huida, hacía tanto tiempo? ¿Lo apretaría contra su cuerpo musculoso y deslizaría las manos lentamente por su cuerpo, memorizando cada curvad ¿Apoyaría la mejilla en lo alto de su cabeza, haciéndole sentir la suave caricia de su aliento en los cabellos? Pensó JunMyeon sonrojándose levemente por sus ideas.

Por la luna, JunMyeon sentía lo cerca se podía estar del cielo, aunque solo fuera por una noche. Sin embargo, sabía que incluso aquellos momentos robados eran peligrosos. 

SeHun escuchó la respiración regular de JunMyeon cuando se quedó dormido. Había tantas cosas que habría querido decirle. Quería explicar que no se había atrevido a llevarlo al calor del desván. Quería que comprendiera que ya no tenía un control absoluto de sí mismo en su presencia. Lo amaba tanto que al estar cerca su lobo interior se apoderaba de todo su ser.

El sonido de la voz de JunMyeon le aceleraba la sangre, el aroma de su pelo lo enardecía por el deseo de enterrar su rostro en aquellos mechones gruesos. De haber cedido al ofrecimiento de sus anfitriones, habrían tenido que quitarse parte de la ropa y SeHun podría haber rozado aquella piel lisa que JunMyeon creía tan corriente. Jadeo sintiendo que su cuerpo reaccionaba a sus pensamientos para nada puros.

SeHun se concentró en el rostro de JunMyeon: los pómulos altos, los labios llenos y tentadores, las pecas de la nariz. Su cuello, suave y a menudo con aroma a canela y clavo. y un hermoso lunar cera del labio superior.

¿Tanto pecado sería besar ese diminuto lunar? ¿O tal vez más veces?

SeHun se puso de espaldas a JunMyeon. No lo miraría. No pensaría en JunMyeon... y no dormiría. Porque si soñaba, sabía que soñaría con JunMyeon y nadie más, porque JunMyeon era la quintaesencia de los sueños. Pero si, de palabra u obra, JunMyeon llegara a sospechar que lo deseaba casi tanto como temía vivir sin su presencia, JunMyeon se apartaría de él por miedo y reproche. ¿Cómo JunMyeon podría creer que lo amaba cuando la culminación de ese amor supondría su muerte?

Con aquellos pensamientos, volvió a la cruda realidad. A lo largo de los meses SeHun había comprendido que JunMyeon no era culpable de la muerte de Seulgi, lo mismo que se había cuestionado la vehemencia de Irene al acusarlo.

Si JunMyeon estaba diciendo la verdad, ¿por qué Irene no se había limitado a decir que Seulgi había perdido pie y que se había caído por las escaleras? No había vergüenza en un simple accidente, aunque ocurriera en su propia casa.

SeHun había prevenido a Leeteuk del ataque de los humanos al pasar delante de la casa de los Lee de camino al Este. Tal vez cuando regresaran, les haría una visita y obligaría a Irene a darle algunas respuestas a las preguntas que no le habían formulado durante el juicio.

Resultaba extraño, pensó SeHun mientras el sueño lo arrastraba, que desde el momento en que Irene había declarado que JunMyeon era culpable, nadie hubiera considerado la posibilidad de que alguna otra persona estuviera implicada. Todo lo que se había hecho era demostrar la culpabilidad de JunMyeon. Y Park Chanyeol, su abogado, que creía en su inocencia, había estado demasiado ocupado intentando únicamente que no lo colgaran. Ni siquiera Irene había improvisado una buena razón por la que JunMyeon quisiera matar a Seulgi. 

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