three
Se levantaron con el sol. Después de desayunar, JunMyeon recogió su ropa y subió al pescante donde SeHun lo estaba esperando. Sin decir palabra, iniciaron la marcha por el camino de baches hacia su destino. Habían transcurrido varias horas cuando SeHun sacó finalmente a JunMyeon de su ensoñación.
—Aquí es —le dijo SeHun parando el carromato.
JunMyeon contempló el valle que se extendía ante sus ojos. La tierra era rica y fértil, y la hierba y los árboles tenían un verde vibrante.
SeHun condujo hábilmente a los caballos por la estrecha carretera, abrió la puerta de la valla y detuvo el carromato entre la casa y el granero.
JunMyeon miró a su alrededor. Además de la casa había un granero, un gallinero, varios establos cubiertos para animales, una caseta para ahumar y un retrete. La casa de madera consistía en realidad en dos edificios unidos por una bóveda.
Se preguntó si SeHun lo haría dormir en el granero, como le había sugerido Chanyeol antes de salir de la ciudad. Lo miró subrepticiamente, pero SeHun ya había saltado del pescante y caminaba hacia la casa con actitud alerta por lo que pudiera encontrar.
Sacó los clavos de las tablas que bloqueaban las puertas y las ventanas. Después de meterlos en el macuto, apiló las tablas debajo de los peldaños y se volvió a JunMyeon.
—Ya puedes bajar —le ordenó SeHun—. Parece que estamos a salvo.
—¿A salvo de qué? —preguntó JunMyeon mientras descendía con cuidado del carromato y tomaba sus posesiones.
—De los malditos humanos. –escupió con cierto odio SeHun–., ¿de qué si no?
—Ah —bufó JunMyeon—. Los humanos. Yo nunca he tenido problemas con ellos.
—Entonces es que no los has conocido muy bien, esas criaturas son egoístas y despreciables — SeHun empujó la puerta y entró.
JunMyeon vaciló en el umbral antes de seguirlo.
SeHun no se molestó en mirarlo mientras abría las contraventanas, para permitir que la brisa fresca removiera el polvo de la estancia.
—Los Humanos no van a preguntarte quién eres ni si te caen bien. No les agrada mucho que vivamos cerca de sus tierras y nos quieren lejos de aquí, y creo que muy pronto intentaran que su deseo se haga realidad. —hablo SeHun con tono serio mientras su lobo desprendía feromonas de odio.
JunMyeon tragó saliva y su bravuconería se perdió en la realidad de sus palabras.
—Mantendré los ojos abiertos —consiguió decir JunMyeon, comprendiendo por primera vez la gran diferencia que había entre lo que había sido su vida hasta entonces y lo que sería en el futuro.
Sin añadir palabra alguna JunMyeon, se quitó la toca y miró a su alrededor. El olor a cerrado y a moho impregnaba el aire, y JunMyeon decidió que la idea de dormir en el granero podía no ser tan mala después de todo.
Había una delgada capa de polvo en el suelo mezclado con un reguero de excrementos de ratón. La estancia contaba con una chimenea, estanterías de libros, un baúl de madera, dos sillones, una mesa y un escritorio. Junto a la ventana había un pequeño órgano, y JunMyeon tuvo que contenerse para no gritar de alegría ante aquel descubrimiento.
Antes de que pudiera hablar, SeHun abrió una pequeña puerta en la pared opuesta a la chimenea. JunMyeon lo siguió a paso lento y se quedó rezagado bajo la pequeña bóveda. Le parecía extraño que un hogar pudiera dar tan pocas muestras de estar habitado, porque el juicio había durado muy poco, teniendo en cuenta las circunstancias, y SeHun no podía haber permanecido fuera tanto tiempo como parecía.
Gritó con entusiasmo al asomar la cabeza por la segunda puerta. Aquella habitación, más pequeña, estaba bañada por la luz del sol e impregnada del olor picante de la vida. Había una chimenea con un homo de ladrillos. De la pared colgaban cazos y sartenes, junto con utensilios metálicos y cuencos de madera apilados ordenadamente sobre unas baldas.
Una pila pesada de madera invitaba a hacer uso de ella, y SeHun tomó un cubo y se encaminó al arroyo que estaba a corta distancia de la casa.
La mesa de madera tenía un color cálido y las sillas parecían sólidas. Una pesada manta pendía a lo largo de una pared y, cuando JunMyeon la apartó y metió la cabeza, vio dos camas en la parte de atrás. Fuera también había un colchón de plumas cubierto con un chal de punto.
JunMyeon sintió un escalofrío por todo el cuerpo. Era como si Oh SeHun hubiera sabido que volvería con él. Pero claro, eso era ridículo. No podía haber adivinado la sentencia del juez ¿verdad?
—Enciende el fuego y pon agua a hervir. — sonó la voz gruesa de SeHun detrás de JunMyeon—. Hay harina de maíz en el barril junto a la pila vacía —SeHun lo miró e inspiró profundamente—. Sabes cómo hacer gachas, ¿verdad?
JunMyeon se ruborizó.
—Sí, señor —contestó JunMyeon. Apretó los dientes y tomó el cazo del agua de su gancho.
—Bien. Entonces, prepáralas. — ordenó.
SeHun salió al exterior, desenganchó los caballos y los dejó sueltos en el pasto más próximo a la casa mientras JunMyeon lavaba la olla. El fuego ardía con intensidad cuando SeHun se detuvo en el umbral.
—Bien —dijo SeHun al ver sus progresos—. Bajaré al río para traer a los animales —captó la mirada interrogante de JunMyeon y aclaró—. Los llevo allí cuando voy a ausentarme un tiempo. Los corrales son sólidos y hay menos posibilidades de que los humanos los molesten allí abajo.
—¿Quiere que lo acompañe? —JunMyeon sabía que SeHun no lo perdería de vista durante más de unos minutos.
—¿Vas a escaparte? — cuestionó molesto SeHun.
—No. ¿De qué me serviría? — respondió JunMyeon.
La respuesta calmó al lobo de SeHun y asintió.
—De nada a ninguno de los dos —le SeHun dijo—. ¿Tienes alguna pregunta antes de que me vaya? — preguntó SeHun mirándolo por última vez.
JunMyeon escrutó el horizonte. Sus ojos se posaron en una espiral de humo que se elevaba por encima de las copas de los árboles a cierta distancia. ¿Serían, los humanos? O tal vez un vecino. Tal vez era alguien que no había oído las acusaciones y que no juzgaría a JunMyeon por lo que era, sin condenarlo por las mentiras de una mujer vengativa. JunMyeon trató de ahogar la esperanza que surgió en su interior.
—¿Qué es ese humo que se ve a lo lejos? —preguntó con timidez.
—La chimenea de mis vecinos más cercanos, Leeteuk e Irene —sin mirar atrás, SeHun salió por la puerta y atravesó la pradera en dirección al río.
La esperanza vaciló y se extinguió en el corazón de JunMyeon. Ya era bastante doloroso tener que ser el omega esclavo de un alfa que lo odiaba por algo que no había hecho, pero tener como vecina más próxima a la mujer cuyo testimonio lo había puesto en aquel terrible aprieto era el colmo.
JunMyeon mezcló la medida de agua y de harina en la olla, la colgó sobre el fuego y removió la masa por encima de las llamas. Tenía que haber un modo de demostrar su inocencia, y lo hallaría o moriría en el intento.
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Para gran desconsuelo de JunMyeon, no pasó mucho tiempo antes de que Irene se presentara en la casa del alfa Oh SeHun.
Irene era una omega de corta estatura, pero con un cuerpo que parecía el mástil por lo rígida y refinaba pose que tomaba siempre. Llevaba el pelo negro recogido en un moño prieto en la nuca. Los ojos le brillaron con malicia al saltar de su carromato y avanzar hacia la casa.
JunMyeon no quería encararse con la omega y se tomó el mayor tiempo posible antes de abrir la puerta. Se hizo evidente que Irene conocía los hábitos de los Oh, porque pasó de largo el salón y se dirigió directamente a la puerta del fondo de la pequeña bóveda, donde golpeó las tablas con el puño exigiendo ser recibida.
A regañadientes, JunMyeon abrió la puerta y se enfrentó a su ángel vengador. No dijo nada, pero Irene sí.
—Así que no te has escapado. Estaba a punto de ir al fuerte a protestar —declaró, y entró a grandes zancadas en la estancia.
—Estoy seguro de que se habría sentido muy satisfecha —comentó JunMyeon.
—Pero habría sido una estupidez —la voz de SeHun resonó de repente en la habitación.
Irene giró en redondo al oírlo. Su actitud altiva cedió un poco ante su presencia. Con un alfa dominante y voluble, la omega de Irene sabía cuál era su lugar en lo referente a los alfas.
—SeHun, pensé que estarías fuera trabajando la tierra —consiguió decir ocultando su temor.
—Así que has venido a intimidar a mi criado. — gruño el lobo de SeHun, al oler el disgusto que había causado en JunMyeon—. ¿no es eso?
—Sólo me he pasado para asegurarme que el omega estaba haciendo su trabajo y no te había envenenado o apuñalado mientras dormías —protestó Irene, pero pronunció las palabras con una tensa sonrisa.
SeHun se acercó a la la chimenea donde un guiso de carne bullía al fuego. Se preguntó por qué su lobo estaba defendiendo a JunMyeon delante de la amiga de su esposa fallecida, definitivamente tenía que buscar la manera de dormirlo.
Sin ser invitada, Irene se sentó junto a la mesa.
—Tomaré una taza de té —escupió las palabras a JunMyeon, que lanzó una rápida mirada a SeHun antes de tomar el cazo del agua de detrás del fuego—. Y bien, ¿qué has querido decir con eso de que habría sido una estupidez? —entrelazó Irene las manos sobre el vientre y se recostó en la silla, como un escarabajo bien vestido.
SeHun suavizó la actitud de su lobo hacia la pequeña omega. Después de todo, Irene había sido la mejor amiga de Seulgi. Era comprensible que la mujer ansiara vengarse de la persona que consideraba responsable de su muerte, aunque su lobo no parecía sentirse contento con ese razonamiento.
—JunMyeon suele trabajar en el campo conmigo. A veces pasamos todo el día fuera de la casa. — dijo SeHun con tono mas calmado e inerte, no quería atraer la atención de Irene.
Irene chasqueó la lengua con desprecio.
—Eso se acabará cuando vuelva la pequeña Jeongyeon, supongo. Aunque yo no dejaría a mi hija al cuidado de un criminal. — soltó Irene fulminando con la mirada a JunMyeon.
JunMyeon se mordió literalmente la lengua para no decir que, de no ser por Irene, nadie lo habría condenado. Ansiaba preguntar a la mujer por qué lo había acusado injustificadamente y estaba a punto de hacerlo cuando SeHun adivinó sus intenciones y movió la cabeza, advirtiendo a JunMyeon que guardara silencio.
Irene no se percató de la situación y continuó su arenga sobre el regreso de la hijita de SeHun.
—Creo que deberías dejar que la niña se quede conmigo. Podría darle un hogar y una vida familiar sana y confortable. Hasta tendrá a niños de su edad con los que jugar —Irene se entusiasmó con su idea, incluyendo a sus hijos en el trato—. Estará mucho mejor conmigo que viviendo en la casa de su padre con un omega asesino.
—jeongyeon no volverá hasta pasado el verano. Para entonces ya estará hecha la mayor parte del trabajo y yo estaré en casa al cuidado de todo — aclaró SeHun finalizando así las palabras de Irene y luego preguntó lo que JunMyeon no se había atrevido a hacer—. ¿Por qué eres tan hostil con JunMyeon Irene? Tú misma reconociste que apenas la conocías cuando la acogiste en tu casa y que habías pensado en contratarla indefinidamente si demostraba ser un omega trabajador.
Irene se secó los ojos con un pañuelo diminuto.
—El chico mató a mi amiga. — dramatizó falsamente—. Más aún, lo hizo en mi casa. No puedo soportar verlo aquí —miró hacia JunMyeon con enojo.
—Entonces date la vuelta, Irene, porque me temo que mientras no me cause problemas, JunMyeon va a quedarse aquí. — sentenció SeHun y su lobo aulló de alegría.
—Estaría dispuesta a hablar con el Juez Siwon —se ofreció Irene—. Tal vez podría convencerlo para que lo condenara a la horca en lugar de dejarte a ti encadenado a un criminal durante el resto de tu vida. — añadió con altanería.
La taza chocó contra el plato cuando JunMyeon la dejó sobre la mesa. Inspiró profundadamente. Su invitada emanaba odio y algo más que no podía discernir. Cómo deseaba que SeHun dijera algo más en su defensa, pero se limitó a encogerse de hombros. Tal vez SeHun sentía lo mismo que Irene, pero consiguiera dominar su odio hacia él. JunMyeon no podía saberlo. La actitud de SeHun había sido brusca y escueta al darle órdenes sobre sus deberes en la casa. Y debía de sentir muy poca compasión por JunMyeon porque, en lugar de rechazar la atroz sugerencia de Irene, siguió hablando sobre la cosecha y el ganado, y después le preguntó por su marido, Leeteuk, aquello lastimo a su lobo, pero no se permitió demostrar sus emociones.
Tres tazas de té más tarde, Irene se dispuso a marcharse.
SeHun ayudó a la mujer a subir a su carromato y sostuvo las riendas mientras ella acomodaba su inexistente trasero sobre el asiento.
—Quiero que sepas que, si en algún momento tienes dudas sobre la seguridad de jeongyeon, espero que me la traigas a casa enseguida. No lo olvides —lo amonestó Irene, señalándolo con el dedo. Arreó a los caballos y se fue.
SeHun regresó a la casa, donde JunMyeon permanecía de pie en el umbral.
—¿A qué ha venido todo eso? —dijeron al unísono. Y, al darse cuenta de lo que hacían, su risa, también al unísono, resonó por el pequeño valle.
A corta distancia, por el camino, Irene captó el sonido y detuvo el caballo para escuchar. Claro, no podía saber si eran risas lo que oía, pero JunMyeon era un omega atractivo y SeHun todavía era un alfa joven. Tendría que vigilarlos. Después de todo, el juez Siwon había dicho que, si el omega JunMyeon seducía a SeHun, o seguramente a cualquier otro hombre, significaría la horca para el omega la pena de muerte.
Sí, Irene tendría que mantener los ojos abiertos, pero más aún, tendría que mantener alejado a su propio marido de la propiedad de los Oh. Porque el omega era joven, bonito y fértil, y Leeteuk, a fin de cuentas, era un hombre.
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UwU, jaja regrese bueno no se si entiendan cuando digo "CARROMATO", son mayormente conocidos como carruajes creo, pero con diferencia de que los carruajes son de la realeza jaj y el carromato de la plebe. no podia pober autos porque pues la comunidad de lobos mantiene algunas cosas primitivas. Además, seria raro. Espero que entiendan y les guste.
wa ya vamos como 70 vistas gente jaja gracias por todoo. Esto lo hago para ustedes y por ustedes.. que viva el SEHO
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