thirty
Estaba oscuro y JunMyeon tenía frío. Intentó moverse, pero su cuerpo rígido no respondía.
Podía oír los resoplidos de un caballo. Tal vez todavía estaba en el sótano de tubérculos. Tal vez estaba rígido por el peso del cuerpo de SeHun. Pero SeHun era cálido, y no había calor. Solo un aire gélido que desencadenaba escalofríos por todo su cuerpo.
Intentó abrir los ojos, pero parecía que sus párpados estuviesen pegados. ¿Se había puesto enfermo? ¿SeHun lo había dejado a oscuras y había ido a buscar ayuda?
No, eso no encajaba. Intentó recordar todo lo que había pasado desde que descendieran a la suave oscuridad del sótano y descubrieran el amor.
Habían regresado a casa, tuvieron relaciones de muchas formas hasta quedar satisfechos, y SeHun había ido al fuerte para hablar con Chanyeol y cerciorarse de que jeongyeon estaba bien. SeHun no había querido dejarlo solo. Le había advertido que estuviera alerta por si aparecían los humanos.
¿Se habrían presentado? ¿Por eso tenía las manos atadas sobre la cabeza? Y si era así, ¿por qué no la habían llevado con ellos?
No recordaba a ningún humano, sólo recordaba a Irene exigiéndole que fueran al granero. El caballo, corcoveando, y luego la oscuridad. Una oscuridad que no se disipaba.
Con un terrible dolor en la cabeza, JunMyeon se frotó los ojos contra el brazo y
finalmente consiguió abrirlos. A la luz gélida de la luna vio que la habían atado y abandonado en un establo.
Tenía los pies desnudos y sólo llevaba puestas las enaguas. El aire invernal traspasaba todos los poros de su cuerpo y temblaba incontroladamente. Era Irene la que le había hecho aquello, de eso no le cabía ninguna duda. Pero ¿por qué? ¿Cuánto daño tenía que hacer para saciar su odio? ¿Y por qué odiaba a JunMyeon con tanta vehemencia?
JunMyeon intentó ponerse en pie y descubrió que no podía. Se acurrucó contra el establo de madera. En cuanto se hiciera de día buscaría la manera de salir. Debía hallar la manera de escapar antes de que Irene regresara.
—¿Adónde vas? —preguntó Irene al ver que Leeteuk se ponía el abrigo. El alfa revolvió el pelo de su hijo mayor y desfiló hacia la puerta.
—Iré a ver si los animales de mi amigo SeHun están bien. —le dijo. Irene llegó a la puerta antes que él.
—¿Y por qué no puede ocuparse el propio SeHun de sus animales? —inquirió molesta.
—Porque se ha ido al fuerte. Me dejó una nota al pasar por aquí. La encontré esta mañana. Así que iré a asegurarme que todo está bien si me permites. —de nuevo Leeteuk, echó a andar.
—¡Leeteuk! Espera... —Irene corrió tras él—. Será mejor que te acompañe. No creo que debas estar allí solo con ese asesino.
Leeteuk se encogió de hombros.
—Si quieres acompañarme date prisa, mujer. Anochece temprano y no me gusta viajar en la oscuridad. Así seamos lobos.
Leeteuk vio cómo su esposa desaparecía dentro de la casa y se rascó la cabeza, preguntándose qué le hacía pensar a Irene que JunMyeon se había quedado en la granja. Con un pequeño suspiro, fue a desensillar su caballo y a enganchar el carromato. Habría sido más fácil si Irene se hubiese quedado en casa, pero cuando se obstinaba nada la sacaba de su idea y no le gustaba transformarse en lobo para echarse a andar, prefería la comodidad que le daban la civilización humana.
—Ven aquí, Dory. Buena cabra. Por qué no le das un bocado a esta cuerda tan rica. —lo tentó JunMyeon, apretando los dientes para que no le castañetearan.
La pequeña cabra miró a JunMyeon y luego a la cuerda atada al gancho de su establo. La habían regañado por mordisquear cuerdas y mantas, y parecía confundida. Nunca lo entendería.
La cabra dio otro paso al frente y olisqueó la cuerda. Era demasiado tentadora para negarse. Con los ojos entornados, empezó a morder.
JunMyeon intentó no mover las manos, porque las muñecas le sangraban por sus esfuerzos por liberarse. Cuanto más lo intentaba, más tenso se ponía la cuerda. ¿Dónde había aprendido Irene a hacer un nudo así? No le extrañaba que deseara su muerte. Seguramente confiaba en poder hacer el nudo de la horca ella misma.
En precario equilibrio, JunMyeon observó como la pequeña cabra se afanaba con la cuerda. Ya la tenía medio comida cuando JunMyeon oyó un caballo por la pradera.
El corazón se le subió a la garganta. ¿Habría vuelto SeHun a casa antes de tiempo? ¿O era Irene, que quería regodearse de la desgracia de JunMyeon y acabar con lo que había iniciado? ¿O, que Dios no lo quisiera, se trataba de los humanos tan temidos?
Los cascos del caballo resonaron en la tierra helada. Los caballos de Irene y Leeteuk hacían un ruido similar y JunMyeon lo hubiera podido reconocer si no fuera porque el golpe aún le causaba dolores en la cabeza e impedían que sus fosas nasales captaran bien los olores. JunMyeon notó lágrimas en los ojos. Había estado tan cerca de liberarse con la ayuda de la cabra. Tan cerca...
Se hizo el silencio. Hasta los animales del granero contenían el aliento, excepto la cabra, que seguía mordisqueando su golosina, sin percatarse del drama del peligro.
JunMyeon observó cómo la cuerda se deshilachaba. En cuestión de segundos podría dar un tirón y soltarse. Solo unos minutos más. «Por favor. que se quede unos minutos más. Y haz que esa cabra siga mordiendo».
Pero la cabra dejó de morder de repente y volvió la cabeza. Un soplo de aire gélido inundó el granero ya helado. JunMyeon cerró los ojos. Si tiraba de la cuerda y no se rompía, se cortaría la circulación de las manos. Pero no le quedaba tiempo. Tenía que huir.
Cerró los ojos y tiró con todas sus fuerzas. El dolor le hizo caer de rodillas, pero la cuerda aguantó.
—¡JunMyeon! ¿Quién te ha hecho esto? Cuando le ponga las manos encima al responsable, lo mataré. —gruño una voz demandante.
JunMyeon abrió los ojos de par en par. La silueta de un hombre vaciló ante JunMyeon y abrió la boca para hablar, pero sólo pudo emitir un gemido. Bastó. Al momento siguiente, cortaron la cuerda y cayó, exhausto y aliviado, en los brazos de su hermano.
—JunMyeon, háblame! —le pidió Jimin—. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está el alfa
que te ha hecho esto?
A JunMyeon le falto unos segundos en darse cuenta de que ese hombre era su hermano Jimin y no pudo evitar sonreír aliviado de que hubiera sido él y no algún humano.
—No ha sido un alfa, Jimin. —dijo JunMyeon—, sino una omega por cuyo testimonio me juzgaron por asesinato. Irene me ató así.
Jimin inspeccionó la cuerda.
—Es una mujer inteligente. Inteligente y cruel, una mala combinación. —se volvió hacia su hermano—. ¿Dónde está tu ropa? Debemos irnos enseguida.
—¿Jackson viene hacia aquí? No puedo irme sin avisar a SeHun. —susurro JunMyeon.
—Si SeHun fuera un alfa hecho y derecho, no te habría dejado a merced de esa loca. Vendrás conmigo. No acepto un no por respuesta JunMyeon, ya has sufrido demasiado. —Jimin lo llevó en brazos hacia la casa y lo ayudó a vestirse con ropa limpia que encontró en uno de los cajones—. Jackson y su gente no van a venir... todavía. Tu precioso SeHun tendrá tiempo de sobra para ponerse a salvo, pero no pienso dejarte aquí para que te maten. Y si la omega que te ha hecho esto vuelve, los dos estaremos en apuros. —sentencio—. No quiero asesinar a una omega, pero lo haré antes que permitir que te hagan más daño.
—No, Jimin, no debes. Te costaría la vida. Irene no lo vale. —suplico JunMyeon.
JunMyeon nunca había amado más a su hermanastro que en aquellos instantes. Pero tenía que hacerle comprender que no podía ir con él. SeHun pensaría que lo había abandonado. Nunca lo comprendería, porque ni siquiera sabía que Jimin existía. JunMyeon no había querido relacionar a su hermano con una convicta de asesinato y había mantenido en secreto, a propósito, su relación.
Se le ocurriría algo en cuanto dejara de temblar y se sintiera más fuerte. Le explicaría a Jimin lo mucho que amaba a SeHun, y lo mucho que SeHun lo amaba también.
Tenía que recuperar las fuerzas, por SeHun y por Jimin
—Vamos, JunMyeon no tenemos mucho tiempo. —lo urgió Jimin—. Es hora de irse.
—Jimin, ya te lo he dicho, no puedo ir contigo. —exclamo JunMyeon con tristeza.
Un lobo aulló en la distancia, seguido por el canto de una lechuza. Jimin asió a su hermano del brazo.
—JunMyeon, basta de tonterías. Tenemos que irnos de aquí ahora mismo. Alguien se acerca. —demando Jimin usando su voz de alfa para doblegar a JunMyeon.
—¡Es SeHun! —gritó JunMyeon mientras su lobo interior ignoraba la voz de ese alfa, tambaleándose hacia la puerta—. Le diré quién eres y qué ha pasado. Se alegrará...
—No hay tiempo para explicaciones JunMyeon. — sentencio Jimin y la lechuza volvió a ulular.
Jimin subió sobre su caballo justo cuando un carromato aparecía en la pradera. Un alfa de corta estatura iba sentado en el pescante junto a una omega.
—¿Es ese tu alfa JunMyeon? —preguntó Jimin, pero el horror en el rostro de JunMyeon fue respuesta suficiente.
—Son Irene y Leeteuk. —exclamó JunMyeon. No quería dejar la granja y salir huyendo con Jimin. Quería esperar el regreso de SeHun. su SeHun, con sus ojos cálidos y labios firmes y... Pero SeHun no estaba allí. Era Irene la que se aproximaba. Irene, con su odio injustificado, a quien JunMyeon temía más que al mismísimo Jackson, líder humano que empezó la cacería contra los lobos por ansia de más terreno y poder.
JunMyeon corrió hacia la casa y Jimin temió que intentara bloquear la puerta, pero reapareció enseguida con el fusil entre las manos.
—¡Vete! ¡Sal de aquí Jimin! —ordeno JunMyeon con los ojos llorosos.
El caballo de Jimin bailó nerviosamente. Tenía que recuperar el control del animal antes de acercarse a su hermano. Irene vio a JunMyeon empuñando el arma y se precipitó sin ceremonias sobre el asiento trasero del interior del carromato. Mientras tanto, Leeteuk observaba toda la escena con perplejidad. No podía comprender las acciones de su esposa y no tenía la menor idea de que las amenazas de JunMyeon no iban dirigidas al humano.
—No dispares. —le advirtió Jimin a JunMyeon en voz baja—. Si hieres a alguno de los dos, nuestras vidas estarán perdidas JunMyeon.
JunMyeon vaciló un momento. Jimin se inclinó y losubió a lomos de su caballo. El fusil cayó al suelo y se disparó al aire.Maldiciendo sonoramente, Jimin hundió los talones en los flancos de su caballoy se alejó al galope por el prado, lejos de la granja, de la civilización y de Ireney Leeteuk, que se quedaron mirándolo.
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ay que pasara con todo esto. Por cierto subire dos historias nuevas asi que denle mucho mucho amor y tambien hay un proyecto para las bunnys
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